Uno de los efectos positivos colaterales del Plebiscito es el despertar político de miles de jóvenes y adultos, saliendo de un prolongado letargo ciudadano. Esta vez, se trata de una votación histórica fuera de lo común. Se evidencia un activismo desbordante y entusiasta sobre todo en las ciudades de las regiones Andina, del Caribe, del Pacífico, quizás menos en pueblos de la Orinoquia y de la Amazonia. El SI ha despertado un interesante fenómeno de ciudadanía pro-activa, más alerta y más interesada en asumir su responsabilidad democrática.
Jóvenes mujeres y hombres que han tomado las banderas del SI, evidencian una reciente cultura política que obliga a repensar los viejos moldes acartonados de líderes y partidos políticos tradicionales. El SI ha suscitado rápidos cambios de mentalidad militante frente a una cultura política adormecida: ahora soñar un país distinto se acerca más a una realidad deseada, en donde se abren opciones para conocer mejor el por qué del trágico pasado, con tantas víctimas y naturaleza destruida. Se abren oportunidades para descubrir parajes nunca visitados, soñar con transformar cuencas antes vedadas a los amantes del trópico andino amazónico.
Ante el entusiasmo de un despertar político, sobre todo urbano, saltan a la evidencia otros frentes sobre los cuales tenemos que estar vigilantes para ejercer un eficiente control social en el posconflicto: estar alertas en dónde, cuándo y con quién se realizarán las intervenciones insostenibles de esos parajes antes vedados, y ahora ante el acecho de la exploración y explotación minera. El dinamismo ejercido durante las campañas por el SI deberían evolucionar hacia plataformas de trabajo ciudadano capaz de ejercer una eficiente veeduría sobre las estrategias para alcanzar las metas y la transformación del Estado, para cumplir con los acuerdos pactados.
Se trata de visualizar los nuevos compromisos ciudadanos, posteriores a la votación. En el campo energético, muchas de las áreas hasta ahora restringidas que han estado bajo la lupa de la ANLA y de empresas mineras extranjeras, estarán mucho más expuestas a la extracción de petróleo, oro, carbón, coltán y otros minerales del subsuelo ubicados en territorios municipales, en resguardos indígenas, en reservas naturales y despensas alimentarias.
El SI con múltiples símbolos de palomas, colibríes, águilas y pájaros de papel, que han sido logos de campañas, aúnan esfuerzos colectivos para la construcción de movimientos sociales transformadores. Desde ya tenemos que escoger caminos para aprender nuevas formas de convivencia con excombatientes y con territorios rurales «liberados», asumiendo corresponsabilidades de integración, desde las ciudades.
Paisajes y cuencas ubicadas en regiones apartadas se acercan ahora a las ciudades: el páramo de Sumapaz es la joya natural para los bogotanos, Tierradentro y pueblos indígenas de Cauca serán referentes culturales y de tierras colectivas para los de Popayán y Cali; los Montes de María para el disfrute de avistamiento de aves de ecoturistas internacionales de Cartagena, Montería y de otras ciudades intermedias de la Costa Caribe. Muchas otras zonas rurales, ricas en biodiversidad y potencial turístico, que son área de influencia y proveedoras de servicios ambientales, serán nuevos paisajes socio-ambientales para el desarrollo sostenible del posconflicto. Se inaugura así un nuevo mapa del sistema de ciudades-campos, gracias al SI ciudadano.
Esta relación estrecha está implícita en el punto 1 del Acuerdo de Paz sobre desarrollo rural integral: relaciones de fidelidad de las ciudades y cascos urbanos con los campos y veredas, con las cuales existen viejas deudas ecológicas. Inversiones para la formalización de predios rurales, el apoyo tecnológico para una mejor distribución y producción del suelo tropical, son, entre otros, compromisos adquiridos para finalizar la guerra y beneficiar a los campesinos.
«Una nueva arquitectura del SINA
es indispensable para responder
a los temas pactados».
Ahora estos compromisos no se pueden dilatar más. La delimitación de predios, de fronteras de ecosistemas estratégicos, de reservas forestales y de la sociedad civil, de páramos intocables por la minería y la agricultura, serán novedades cartográficas de los Planes de Ordenamiento Territorial. En un «Nuevo Campo Colombiano» del pos-acuerdo, nacen paisajes y corredores biológicos que conectan zonas rurales y referentes urbanos: pueblos y veredas equipados con buena infraestructura para sacar productos agrícolas, salud pública, educación bilingüe, comunicaciones e información digital, agua potable sin riesgo y sistemas de tratamiento de aguas residuales que se deben reutilizar. Las administraciones locales tendrán muchos jóvenes preparados para apoyar la planificación y la gobernabilidad ambiental de sus municipios rurales y los que se han ido querrán volver. Alcaldes, Alcaldesas y directivos de Corporaciones Autónomas Regionales se habrán liberado del yugo de politiqueros y cuotas burocráticas.
Para el SINA (Sistema Nacional Ambiental) el Posconflicto exige profundas transformaciones: habrá también nuevas exigencias, Autoridades Ambientales (CARs) más robustas, menos politizadas y transformadas para asumir las metas de los Acuerdos. Una nueva arquitectura del SINA es indispensable para responder a los temas pactados.
Hoy los departamentos, municipios rurales y las CARs están atrapados en una evidente incapacidad de reparar conjuntamente paisajes rurales y cuencas contaminadas por vertimientos directos de agroquímicos, por aguas servidas de las ciudades y limitadas para asumir manejos sostenibles de residuos sólidos urbanos y rurales. La restauración de paisajes con sistemas agro-silvopastoriles, invertir en sistemas de tratamientos de agua potable, reutilizar aguas residuales, son prioridades ambientales del campo y del Acuerdo. De esos parajes agrícolas tropicales nos alimentamos todos los habitantes de una cuenca, aguas arriba y aguas abajo.
¿Qué papel jugarán las administraciones municipales y la nueva cartografía para responder a los temas negociados del punto 1 del Acuerdo?
¿Quién elaborará los mapas municipales a escala amigable y los nuevos registros catastrales a nivel municipal?
Ya se siente la necesidad de establecer una pedagogía local para explicar las delimitaciones prediales y entender que los mapas georreferenciados, elaborados a una escala adecuada, serán un instrumento para que la ciudadanía campesina ejerza mayor control social sobre la delimitación de las fronteras agrícolas, mineras y de la urbanización.
Con visión de futuro, octubre 2016 se recordará como un punto de quiebre en el cual el activismo de jóvenes y adultos usuarios de las redes sociales para las campañas por el SI, expresan deseos por transformar las relaciones de las ciudades campo con los campos, con base en la propuesta de mejor distribución del suelo rural.
El reto del Acuerdo de La Habana en el punto 1, la formalización de 7 millones de hectáreas para el campesinado, delimitando la frontera agrícola y protegiendo las áreas de interés ambiental, implica decisiones políticas para repasar un nuevo mapa del sistema urbano nacional, que concentra la población en la zona andina, entre valles y montañas entre el río Magdalena y el río Cauca. El enfoque del desarrollo rural integral llevará también a diseñar una política de re-distribución de la población urbana en otras áreas geográficas del territorio nacional.
El ambiente por el SI se constituye entonces en un motor para replantear el matrimonio de ciudades y sus regiones, el rol continuo de movimientos sociales activos en redes sociales y medios de comunicación, el papel de las mujeres que vivimos desde las ciudades, la violencia en el campo.
Obvio que Si queremos un país más equitativo para los nietos y su descendencia.
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