Hernán Sorhuet Gelós*
El impactante golpe emocional que el cambio climático ha provocado en la opinión pública se debe a que sus manifestaciones más severas ya son muy evidentes, y además las predicciones señalan que todo empeorará.
Sabemos que este fenómeno es global en cuanto al alcance de los perjuicios que ocasiona, ya que afecta a lo social, a lo económico y a lo ecológico.
No es casualidad que arribáramos al concepto de desarrollo sostenible -con amplios consensos mundiales- como la mejor estrategia para alcanzar prosperidad y crecimiento con equidad, justicia social y cuidado de los ecosistemas.
Como todo modelo es una idea a plasmar en la realidad, para lo cual es necesario superar muchos viejos prejuicios, arraigadas costumbres y sólidos intereses corporativos e institucionales que procuran dilatar todo lo posible la introducción de cambios de fondo.
La palabra clave para alcanzar el desarrollo humano sostenible es: conservación.
Aunque aún pervive la idea de que conservar significa preservar (no tocar) son más lo que tienen claro que se trata de un concepto muy inteligente y justo, que engloba la idea de que los seres humanos utilicemos los recursos naturales (diversidad biológica) de manera racional como para satisfacer las necesidades de todas las personas, sin comprometer la capacidad de renovación de los mismos –que es lo que los hace recursos renovables.
Cada vez somos más, y todos tenemos legítimos derechos a vivir con dignidad. Lograrlo será imposible si no conseguimos la férrea aplicación de la conservación como idea estratégica de desarrollo, a lo largo y ancho del planeta.
Hoy estamos muy lejos de que el desarrollo sostenible sea una realidad en algún país.
¿Cómo, cuándo y quiénes detendrán la actual sobreexplotación de los recursos naturales?; ¿cómo, cuándo y quiénes rectificarán el rumbo de las políticas estratégicas de las naciones con respecto a sus recursos naturales? son algunas preguntas que esperan respuestas.
No es posible pensar un una economía próspera y equitativa sin garantizar el equilibrio básico de los ecosistemas –de los cuales tomamos la totalidad de los recursos naturales que sostienen la vida de las personas. Es probable que este sea el principal mensaje que encierra el desafío planteado por el cambio climático.
En este sentido nuestro mañana depende de cuánto sentido común le apliquemos a nuestras decisiones.
Todo parece indicar que si no logramos garantizar la conservación estratégica en nuestras planificaciones de desarrollo, una y otra vez fracasaremos en la construcción de un mundo más sano, equitativo y seguro.
Aunque hay algo muy elemental que solemos olvidar. Si no se comprende la magnitud del problema que estamos enfrentando, nadie estará decidido a actuar con la determinación y prontitud que se necesita. ¿Será esta la dificultad que quizás explique el porqué de tanta indecisión en los gobiernos, en los organismos internacionales, en los productores e industriales, en los académicos, etc.?
La urgencia radica en que los más confiables especialistas del mundo tienen a coincidir en que ya no hay margen para aceptar que las decisiones importantes se tomarán “más tarde”, pues podrían ser “demasiado tarde”.
*Hernán Sourhuet es periodista uruguayo de temas ambientales y científicos. Es profesor de Ciencias Biológicas y columnista de El País de Montevideo, desde 1982. Es también especialista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Columna publicada en El País de Montevideo, autorizada para RPV.
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