El caserío quedó destruido pero 60 indígenas escaparon a la avalancha gracias a que detectaron anormalidades en el ambiente y sostuvieron una comunicación rápida.
Las 28 familias del cabildo indígena Musurranucuna huyeron de la avalancha minutos después de que esta tomara el cauce del río La Taruca en dirección a Mocoa. A pesar de que metros abajo los alcanzó el lodo, todos —a excepción de una niña— lograron salvarse.
Los Musurrunacuna, ‘hombres nuevos’ en Inga, son una comunidad desplazada del municipio de Piamonte (Cauca) que se organizó hace unos años en la parte alta de la montaña, justamente donde el viernes 31 de marzo, se originó el alud.
Mocoa milenariamente ha sido territorio indígena, especialmente de las comunidades Inga y kamsá, pero debido a la colonización muchos se han desplazado y otros han quedado atrapados en las pequeñas urbes. Allí habitan además tribus Yanaconas, Pastos, Nasa, Siona y Awá.
José Antonio Jajoy Pai, líder Inga-Awá y colaborador de la Organización Zonal Indígena, quien acompaña la atención de las comunidades afectadas, describe para Red Prensa Verde las situaciones que han vivido los afectados en la tragedia.
RPV: ¿Cómo lograron salvarse las 28 familias Musurrunacuna?
JAJ: Le ganaron a la avalancha porque ellos notaron que algo anormal ocurría en la naturaleza, también, por el conocimiento tradicional que tienen y por la observación constante del río.
Jorge Peña, miembro del Cabildo me contó que cuando llueve y truena ellos saben que deben vigilar lo que pasa con La Taruca. Como vive a lado, esa noche, en medio de la lluvia alumbró para ver cómo se comportaba el cauce y encontró que estaba creciendo muy rápido. Subía y subía en segundos, así que de inmediato avisó a los alguaciles de la comunidad, quienes a su vez corrieron a despertar a todas las demás familias. Luego, todos salieron rápidamente de sus casas para buscar un sitio seguro. Solamente una niña de cinco años se les quedó, al otro día encontraron el cuerpo sin vida.
A pesar de que salieron a tiempo, en la huída la avalancha los alcanzó mucho más abajo y quedaron atrapados junto con otras familias campesinas en una especie de isla, eso es en la vereda San Antonio. Ellos dicen que sintieron un ruido parecido al de un avión gigante que está aterrizando. No se los llevó la tragedia porque el cauce hace una L más arriba y recoge a un río pequeño llamado La Taruquita, que viene a mano derecha. Entonces, como la avalancha venía por La Taruca pasó derecho, no hizo la L y se desvió. Ellos quedaron en un radio de 100 metros entre el lodo, pero sobrevivieron. En cambio, el caserío que habitaban arriba en la montaña, se acabó por completo. Hay que decir que no todos los integrantes de las familias estaban ahí, muchos que trabajan se encontraban en la zona urbana.
El sábado salí a la vereda a ver cómo estaba la comunidad y de verdad es que sorprende la magnitud del desastre.
Los indígenas se han suplido en buena parte a sí mismos ¿Cómo lo están haciendo?
Al otro día de la tragedia comenzamos a atender a las familias. Los pueblos indígenas, por historia y por nuestra lucha en diferentes escenarios, tenemos más capacidad organizativa que las otras culturas y nos adaptamos fácilmente a ese tipo de situaciones.
Tenemos varias organizaciones y hay una de mujeres indígenas que organizó los albergues en las afueras de Mocoa. Hay tres puntos de concentración de población con alojamiento. Ya hemos atendido a unas 300 personas que estarán ahí mientras vuelven a tener un lugar donde vivir. Como se trataba de una emergencia también se recibió personal no indígena. Estamos haciendo un único censo de personas afectadas, víctimas y desaparecidos.
¿Han recibido ayuda de comunidades que están fuera de Mocoa?
El sábado primero de abril, los resguardos más cercanos mandaron leña, yuca, plátano, alguaciles y guardias para que vigilara los sitios. El lunes 3 ya llegó la ayuda estatal: colchones, kits de aseo, el agua y tanques de suministro. En este momento seguimos recibiendo las ayudas del gobierno y de la gente que ha sido muy solidaria.
Ahora estamos haciendo control a través de autoridades de cada cabildo para detectar gente que quiere pasar por damnificada. Se han presentado casos de indígenas y campesinos que vienen sobre todo de Pitalito (Huila), pero las autoridades y los presidentes de las juntas de los barrios ya los están controlando.
¿Qué necesitan de manera urgente?
Por ahora se requiere ayuda inmediata en lo prioritario: atender heridos, enterrar los muertos, dar alimentación a los afectados y un lugar donde dormir. Hay mucha gente que se está saliendo a vivir a municipios cercanos y ciudades como Florencia, en Caquetá. También estamos en calamidad pública. El calor ya empieza a descomponer los muertos y a generar olores que pueden causar una epidemia. El lunes se empezaron a entregar los cadáveres y el olor en la morgue y los alrededores del cementerio es fuerte, la gente que vive ahí está que pide auxilio.
Después de la fase humanitaria empezará la reconstrucción, es aquí donde nosotros pedimos dignidad para las familias indígenas. Hemos tenido una reunión con el Sistema de Riesgos porque ellos quieren desarrollar su modelo, pero necesitamos llegar a un acuerdo porque reclamamos un trato diferencial. A futuro requerimos que el territorio corresponda a la forma de vida indígena, que tengan en cuenta por ejemplo su chagra. Lo más difícil es que en la Mesa de Crisis no hay representante por parte de los indígenas, es por eso que pedimos que haya un líder ahí.
¿Cuáles son las afectaciones para la población indígena?
La Organización Zonal Indígena tiene un ultimo reporte de 1.164 damnificados, 4 desaparecidos, 10 heridos y 10 fallecidos. Se lleva un 70 por ciento de registros de las comunidades de la zona. Algunos siguen consternados buscando la familia, otros la han encontrado en albergues y hospitales.
La escuela Inga Cametsa Biya para 40 escolares y el caserío quedaron arrasados. Más arriba, la escuela de la comunidad Inga de Mocoa, donde estudian 150 niños, quedó invadida por el lodo y habrá que revisar si las instalaciones sirven. Aparte de eso, es mucha la gente que quedó sin casa.
Esta semana nos reuniremos con Horacio Guerrero, director de etnias, minorías y ROM del Ministerio del Interior para definir prioridades.
¿Cómo ha sido la respuesta a la emergencia por parte de las instituciones del Estado?
Veo que las instituciones han estado desarticuladas por ejemplo el censo lo hace el ICBF, La Unidad de Riesgos, la Cruz Roja y otras entidades a la vez. Hasta ayer no había un dato consolidado de víctimas y desaparecidos. Extraoficialmente se maneja un listado de 415 personas y ellos reportan más de 250, vemos que no hay una unidad de trabajo entre las entidades. En el Instituto Técnico del Putumayo (ITP) tienen 1.500 personas albergadas y ha sido difícil organizarlas. También es que todo esto ha sido pura confusión y no es fácil manejarlo.
¿Desde el pensamiento ancestral cómo analizan la avalancha?
En la cultura indígena recibimos las señales que la naturaleza nos da. Hace unos años nos había mandado una señal de ese sitio con una pequeñita avalancha. Por eso es que los indígenas de arriba, los Musurrunacuna, estaban precavidos y temerosos. Dentro de la cultura es un mensaje de que la naturaleza está por encima de cualquier interés económico.
Muchos técnicos se han enfocado en buscar las causas de la avalancha y las atribuyen principalmente a la deforestación. ¿Ud. que conoce la zona qué cree?
Los abuelos nos contaban que hace 61 años hubo una avalancha muy fuerte en la misma zona, pero como en ese tiempo no había población en el área cercana a los ríos, no pasó mayor cosa.
Además en este tiempo Mocoa estaba bien conservada, pero los últimos 12 a 15 años fueron llegando personas de otros departamentos en su mayoría a vivir en las riberas de los ríos, donde podían conseguir lotes baratos. A medida que se acomodaban iban construyendo, ampliando y mejorando sus casas en dos o tres plantas.
Yo fui miembro de la junta directiva de la Corporación Autónoma Regional (Corpoamazonia) en representación de los tres departamentos (Putumayo, Caquetá y Amazonas), entre 2012 y 2015, y siempre escuché bastantes recomendaciones de campesinos, líderes, personal técnico, que tiene mucho conocimiento sobre ese caudal.
Por eso si se habla de una causa, no es solo la deforestación. Aquí lo primero es que hay falta de planificación. En años anteriores algunos candidatos regalaron lotes, aprobaron invasiones en terrenos cercanos al río y han sido permisivos ante peligro de construir. Luego les dieron agua y luz, y así es imposible una planificación urbanística de la ciudad.
¿Qué tan conservada está la parte alta de la cuenca?
Arriba hay una zona boscosa y es de las pocas que queda. Donde estaban los Musurrunacunas era un área cubierta de bosque, ellos por tradición casi no tumban, solo tenían sus chagras y parcelas. Lo que he logrado ver es que por ejemplo arriba hay minería a cielo abierto para explotación de material de arrastre (arenas para construcción). Ahí es donde uno no entiende la función de la autoridad ambiental.
Hoy por ejemplo le pedían al dueño de la mina que dejara pasar los muertos por una carretera privada que tiene. La gente dice que cómo es posible que explotaran la montaña, que no era usual cavar, lavar y sacar ese material sin que nadie dijera nada. La avalancha bajo por ahí.
Fotografía portada: ©Corpoamazonia
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