Ciencia, tradición indígena y tecnología son componentes del modelo ambiental participativo creado ‘a pulso’ por el Ideam y la comunidad arhuaca. Estudiarán la evolución de los 38 fragmentos de glaciar que quedan, las condiciones del suelo y los ecosistemas.
Llevó sus afanes a la Sierra Nevada de Santa Marta para ejecutar el Programa de Monitoreo de Glaciares Andinos y mirando el cronograma de trabajo dijo: tengo un mes y medio para instalar una estación meteorológica que mida el glaciar.
Sin embargo, cuando Jorge Luis Ceballos-glaciólogo del Ideam creyó estar listo para emprender el ascenso al pico, los indígenas Arhuacos se encargaron de ‘bajarlo de las nubes’, como él mismo dijo.
“Antes de cualquier instalación, lo primero que queremos es que nos explique y enseñe lo que sabe sobre esas mediciones. Todos queremos aprender, tanto los adultos como los 150 niños del colegio”.
Para el investigador, esa fue una ‘aterrizada prioritaria’.
No conocía a ningún arhuaco que lo apoyara o le diera alguna una orientación. Fue Tito Rodríguez, jefe del Parque Nacional Natural de la Sierra, quien lo ayudó con las visitas de acercamiento y explicaciones a los indígenas.
Con el paso de los días inició el proceso de monitoreo en medio de la poca credibilidad de los arhuacos.
-“Es muy difícil confiar en los blancos. José Luis nos prometió llevar unos instrumentos pero nosotros no le creímos. Los civiles que llegan al territorio siempre van con otra intención y entonces los mamos no dejan entrar a nadie”, comentó Oliverio Hernando Villafañe Izquierdo, enlace de la comunidad arhuaca con el Ideam.
Jorge Luis tenía claro que quería la estación en la alta montaña, ahí cerca del hielo… pero pronto los arhuacos también le exigieron que algunos equipos deberían quedar en la escuela, porque aunque ellos viven abajo están conectados con todo lo de arriba.
Para el investigador el trabajo en la región arhuaca se fue convirtiendo en un reto enorme por no tener acceso a los nevados. No solo se trataba de un sitio sagrado sino que allí no se permite instalar máquinas, y en caso de hacerlo, hay que solicitar un permiso especial a las comunidades indígenas.
Aún así, entendiendo el pensamiento de los habitantes de esa tierra milenaria, afloró la paciencia. ¿Quién más que ellos para vigilar cualquier movimiento en su territorio?
Y entonces, varias semanas después se dio el milagro. Con total convicción Oliverio aseguró que después de estudiar el caso, como suelen hacer con todas las decisiones importantes, los mamos se dieron cuenta que debían recibir la ayuda del ‘científico subdesarrollado’, como llamaron a Ceballos: “El nevado es como el cerebro de las montañas, si se acaba eso se acaba todo. Ya hemos sentido ese cambio y ahí es donde decidimos acudir al científico para que nos ayude a identificar las problemáticas del territorio y así complementar nuestro trabajo espiritual”.
Tierra es el cuerpo ampliado. Agua, la sangre. Aire, el aliento. Fuego, el espíritu. Nevado… el centro de la cabeza donde está la fuerza. Con todo eso los hermanos menores no han entendido que la madre se encuentra en agonía y sacan petróleo. Por eso son actores negativos. Por eso no dejamos que nadie suba: Oliverio Villafañe, líder arhuaco.
Ciencia participativa
Después de muchas discusiones y acuerdos, todo comenzó a tomar forma.
Finalmente lograron instalar los equipos con algunos ajustes. Por ejemplo, la estación que Ceballos quería a 4.500 metros quedó a 300 metros.
No es una estación cualquiera, de ahí surgieron otras ideas producto de los acuerdos entre las partes, como los ‘Guardianes Meteorológicos‘, que son estudiantes arhuacos que revisan los aparatos en las diferentes estaciones, a las 7 de la mañana de cada día.
“Su primera tarea fue medir la lluvia a través de instrumentos no automáticos que se leen directamente y cuyos resultados se anotan en un cuaderno. El voluntario que asumió esa labor fue llamado el ‘Guardián del Pluviómetro‘, quien aprendió con facilidad su misión, tanto que ya ve llover y calcula cuánta agua cae. Lo mejor es que puede combinar esos datos con sus conocimientos ancestrales, si escucha al mono aullador —que es indicador de precipitaciones— puede mezclar ese aspecto con la lectura de las cifras”, cuenta el ingeniero geógrafo, especializado en glaciología.
Los indígenas le envían la información que sale de las estaciones por correo electrónico, él la analiza y la devuelve con la explicación del resultado. Todo eso aprovechando que en la escuela ya tienen servicio de internet del programa ‘Kiosko Digital’ del Ministerio de Educación.
“A ellos les encanta la tecnología y a la vez mantienen sus tradiciones, todo es compartido. De esta manera están aprendiendo a realizar los análisis de modo participativo. Ellos me enseñan lo que saben del clima y yo les retroalimento. A futuro queremos crear un Semillero de Observación Ambiental en la región cafetera de la sierra”.
Además del programa de monitoreo, en el que los guardianes miden lluvia, temperatura de aire y suelo, viento, radiación solar, entre otros factores atmosféricos; los indígenas participarán en otros proyectos sobre bosques, cobertura del suelo y ecosistemas. Anunciaron que pronto habrá publicaciones y una plataforma virtual con la información que han venido trabajando.
La tristeza del glaciar
Un año después de haber iniciado el proyecto, los resultados del Programa de Monitoreo de Glaciares Andinos en un contexto de cambio climático entristecieron a investigadores e indígenas. A finales del siglo IXX la sierra tenía tres grandes glaciares que sumaban 83 km2, pero el estudio encontró que de esa extensión solo quedan 38 mínimas partes.
Ceballos describió la situación así: “La sierra ya no es sierra, lo que hay son pequeños fragmentos de hielo que se están derritiendo muy rápido. Es increíble que hayamos perdido el 92 por ciento de un territorio sagrado para los arhuacos, en el último siglo y medio. Es una gran pérdida. Con este proceso llamamos la atención sobre este lugar, porque la sierra solo tiene 6,7 km2«.
Después de la sierra, el área con menos capa de hielo es el nevado de Santa Isabel, con menos de 1 km2. El área más amplia es El Cocuy, con 13 km2.
Es evidente que algo está pasando, agrega el funcionario del Ideam, porque son 37 km2 de glaciar los que quedan en el país. «Hace 5 o 6 años se tenían 40 Km2 y se han perdido 3. Es posible que nuestros hijos no los vayan a ver, pero queremos dejar un registro de lo que pasó».
Siempre se creyó que el frío mantiene el hielo, según el Glaciólogo no es así. “Nos enseñaron eso de las ‘nieves perpetuas’ y ahora vemos que de perpetuas no tienen nada. La alta montaña es muy sensible y con ella los páramos, los bosques altoandinos y los glaciares, son la alarma que se encendió en los años 70. El retroceso ha ido más rápido que lo que la ciencia pensaba, los fenómenos del Niño y Niña son muy impactantes para la alta montaña”.
En el proceso de evaluar la situación actual del glaciar hay un componente importante y es la ayuda de la tecnología ya que por primera vez el Instituto y la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) tomaron fotografías de alta resolución en toda el área nevada.
El proyecto permitió que el Ideam renovara sus equipos y ahora cuenta con drones, estaciones meteorológicas, estaciones automáticas satelitales, una perforadora de hielo para instalar sensores e imágenes de satélites francesas de alta resolución que permiten calcular áreas sobre glaciares.
Para la ciencia, la Sierra Nevada de Santa Marta es la montaña costera más alta del mundo, allí se encuentran todos los pisos térmicos, desde el nivel del mar hasta los 5.770 m.s.n.m. del pico Simón Bolívar, mayor cumbre de Colombia. De sus laderas sale el agua para un millón y medio de personas en los departamentos de Magdalena, La Guajira y Cesar.
Escuchar a los pueblos
Además de la disminución de la capa de hielo, lo que más le impactó a Ceballos en tierra arhuaca fue aprender a ser paciente. Dice que trabajar con comunidades no es fácil porque se requiere presupuesto para desplazamientos, capacitadores y mucha atención social.
“Aprendí que los tiempos de allá y aquí son diferentes, que los estudios se deben hacer por una razón social y por eso todo el proceso ha sido una gran experiencia. Hemos encontrado acuerdos. Ellos necesitan tiempo y en el Ideam han aprendido a esperar”.
Aclara que el proyecto ⸺financiado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y realizado también en Perú, Ecuador y Bolivia⸺ no estaba programado en este nivel de detalle social.
“Los que nos dedicamos a las ciencias naturales y de la tierra creemos que el trabajo es llevar información a los sitios y ya. Aquí hubo un replanteamiento del tema y escogimos que cada país debía tener una zona piloto porque cada área y cada comunidad tiene sus particularidades: glaciares, gente y expertos.
De esta manera, lo que empezó con afanes y manejo de cronogramas desde Bogotá, terminó en compromisos y pactos para seguir compartiendo conocimientos”.
Tal vez lo más importante, dice Ceballos, es que también aprendí a que uno de los retos de la colaboración con comunidades es el cambio de paradigma. El investigador no tiene que llegar a dar las soluciones sino a escuchar las necesidades de los pueblos que sufren los impactos del cambio climático. También, que hay que llegar a las regiones a entender que esas necesidades y las problemáticas se deben discutir. Es el investigador el que se adapta a la situación que encuentra. Y claro, es fundamental la valoración de los técnicos para que haya un trabajo multidisciplinario y transversal”.
Ahora, en El Cocuy
En los últimos días, el glaciólogo emprendió otro camino. Con tres miembros de su equipo viajó a Boyacá para instalar el segundo sistema de monitoreo satelital en el pico Ritacuba Blanco, ubicado en el Parque Nacional Natural Sierra Nevada del Cocuy, a 5.027 metros de altitud.
Según las apreciaciones del Ideam, este glaciar ha dado muestras de una mejor conservación que los demás, por lo que se quiere profundizar en su estudio.
«Es un hito para la entidad, elegimos ese sitio porque es el glaciar más alto de la zona, ya tenemos varias estaciones, pero queremos hacer un balance de energía, es decir, identificar las variables atmosféricas que están haciendo que este glaciar acumule o se derrita. Este año hemos visto que ha acumulado mucha nieve y queremos conocer las causas, al contrario de otros glaciares que se están derritiendo muy rápido, este tiende a perder menos. La estación nos ayudará a comprender que está sucediendo allá arriba”.
La sierra es territorio ancestral y lugar protegido por la comunidad indígena U’wa, que la considera como uno de sus centros vitales, el mundo blanco. También es la conexión entre la tierra fría en el municipio de Güicán y la cálida en las zonas bajas de Cubará, donde se asientan los diferentes clanes.
Pero esta vez Ceballos subió con una perspectiva distinta a la otra gran sierra nevada de Colombia. Tardó un mes en cumplir su cronograma. Allí no hubo afanes, tampoco un ‘aterrizaje forzoso’, solo inconvenientes atmosféricos y de desplazamiento. Fueron nueve horas de ascenso con pesados equipos, entre las enormes rocas que preceden al hielo.
Fotografías: ©Ideam-2017.