En 1911 culminó el viaje gracias a la financiación de Argentina. A este país volvió el promotor de la hazaña para escribir la crónica de su gran aventura.
José Pichel Andrés / DICYT.
El 14 de diciembre de 1911 el noruego Roald Amundsen y sus cuatro acompañantes alcanzaron el polo sur, culminando así una de las grandes historias de exploraciones de la humanidad. Es bien conocida la épica carrera que estableció con el británico Robert Scott para alcanzar este objetivo, pero muchos otros detalles de la aventura resultan desconocidos, entre ellos, el papel que tuvo Argentina en toda esta historia.
En junio de 1911 el famoso barco Fram llegó a Buenos Aires en busca de provisiones. A bordo ya no estaba Amundsen, que se había quedado en Bahía de las Ballenas, ya en la Antártida. Poco antes había decidido poner rumbo al continente helado casi de forma inesperada. Su primera idea fue conquistar el polo norte, pero al enterarse de que el estadounidense Robert Peary ya lo había conseguido, cambió rápidamente de planes y se marcó como meta alcanzar el polo sur.
A diferencia de Scott, que contaba con el apoyo logístico y la financiación de su gobierno, la expedición noruega, además improvisada hasta cierto punto, se encontraba en una difícil situación económica, tanto que los tripulantes del barco decidieron pedir un préstamo en la capital argentina.
En ese momento entra en escena Pedro Christóphersen. Nacido en Tonsberg (Noruega), emigró a Argentina, donde vivió casi 60 años y gozó de una buena posición social tras casarse con Carmen de Alvear, hija de Marcelo Torcuato de Alvear, que llegó a ser presidente. Enterado de las dificultades económicas de la expedición, no dudó en saldar sus deudas y encargarse del avituallamiento del barco.
Juan Carlos Luján, presidente de la Fundación Marambio, que se dedica a la difusión cultural de temas antárticos, cuenta al detalle toda esta historia y explica que Christóphersen aportó un millón de pesos a la causa, una fortuna inconmensurable en la época, que había ganado en la lotería. Todo ese dinero no solo le sirvió a Amundsen para la expedición, sino que le sobró tanto que más tarde lo donó a los familiares de los miembros de la expedición británica de Robert Scott que perecieron en la Antártida.
Esa competición entre noruegos y británicos por llegar primero al polo sur es un episodio mucho más conocido. Utilizaron distintas rutas y distintas estrategias. El equipo de Amundsen, integrado por cinco hombres, partió desde las costas del Mar de Ross el 19 de octubre de 1911, con 4 trineos y 52 perros de raza groenlandesa y alcanzó su objetivo el 14 de diciembre. La expedición de Scott tuvo muchas más dificultades, llegó 34 días más tarde y se encontró con la bandera noruega. En el regreso murieron todos sus componentes.
En homenaje a Christóphersen por la ayuda prestada, los noruegos le pusieron su nombre a un monte y a una extensa planicie polar, el Glaciar Christophersen en las islas Georgias del Sur, nombrado por Ducan Carse durante el relevamiento 1951-1957, y el Monte Pedro Christophersen en la Tierra de Victoria, nombrado por el propio Amundsen.
En declaraciones a DiCYT, Juan Carlos Luján asegura que “el interés de los argentinos por la Antártida comenzó en el año 1901”, cuando el geólogo sueco Otto Nordenskjöld montó una expedición en la que participó el alférez de navío argentino José María Sobral. Sus integrantes quedaron atrapados durante dos años en la Antártida hasta que fueron rescatados en 1903. Además, Argentina está presente de forma permanente en la Antártida desde 1904. De ahí que no es de extrañar el interés que despertó la expedición de Amundsen en el país.
Expectativa en Buenos Aires
En su regreso del Polo sur, tras pasar brevemente por Tasmania (Australia), llegó a Montevideo (Uruguay) y finalmente se trasladó a Buenos Aires en mayo de 1912. El 4 de junio de ese año Amundsen ofreció su primera conferencia en el Teatro Odeón ante una audiencia expectante y multitudinaria. Tuvo que repetirla en varias ocasiones. La narración de la travesía acompañada de la proyección de imágenes dejaba a todos con la boca abierta.
Durante ese periodo en Argentina, el noruego se enteró del dramático final de la expedición de Scott, lo cual se afectó mucho. Invitado una vez más por Pedro Christóphersen, pasó una larga temporada en la Estancia ‘El Carmen’ de la Provincia de Santa Fe, donde aprovechó el aislamiento y la tranquilidad para escribir la crónica de su fabulosa aventura.
Foto superior: Navío Fram en la Antártica.