El desequilibrio del ecosistema por su ausencia podría manifestarse en aumentos poblacionales de presas menores, descontrol de la vegetación y afectación de los servicios ecosistémicos.
Oscar Bermeo Ocaña / Mongabay Latam
La bióloga Verónica Quiroga, especialista argentina en grandes mamíferos, advierte sobre los cambios que traería la desaparición del principal felino en esta región.
Llegó al Chaco en 2002 para hacer su tesis de licenciatura en biología y enfocó su trabajo sobre biodiversidad de mamíferos. Entre la escasez de información, notó que el yaguareté, también conocido como jaguar, era la gran incógnita. “Al ser un predador tope, me atrapó la idea de estudiarlo para cubrir gran parte del ecosistema”.
Fue así que se sumergió en la vida de estos felinos. Quiroga coordina actualmente el Proyecto Yaguareté y es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet) en el Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA).
Su línea de investigación explora la defaunación de grandes mamíferos y el efecto de la pérdida del predador tope en la región chaqueña, específicamente en las provincias de Formosa, Santiago del Estero y Chaco. La situación es crítica. El yaguareté languidece en uno de los últimos refugios del territorio argentino.
¿Cómo impactan los cambios del ecosistema en la fauna silvestre del Chaco Argentino?
Los impactos son enormes. Cuando hice mi tesina de grado, en 2002, era algo común ver huellas de yaguareté. Ahora podemos ir al campo y estar dos meses sin tener rastros. Otra especie sensible, el pecarí de labio blanco o maján, es un mamífero que tiene las tropas más salvajes. Antes cada grupo tenía entre 100 y 200 individuos, pero se han reducido de forma impresionante. Ahora andan en grupos de 30 o menos. Incluso hay sitios donde la especie no existe. Quedan pocos lugares donde la fauna está en buen estado de conservación.
Cuando empezó su carrera científica, ¿qué información había sobre la vida de los mamíferos en esta zona?
Había poca. La región chaqueña era una zona inhóspita, inaccesible, con temperaturas superiores a 50 grados, sin agua. No es la región más amigable para trabajar. Los pocos estudios eran de lugares muy puntuales. Entre 2001 y 2003, la investigadora Mariana Altrichter, que fue pionera en investigación de mamíferos en Chaco, hizo su doctorado en la región chaqueña sobre la situación de los pecaríes, del yaguareté y el uso de fauna silvestre por parte de los pobladores. Una de las cosas que se identificó fue la necesidad de hacer estudios focalizados.
Esa investigación fue uno de los disparadores para que me enfoque en el yaguareté. Empezamos a poner cámaras trampa y muestreos con huelleros para ver realmente cuántos individuos había. Ahí descubrimos que la situación era mucho peor de lo que pensábamos.
¿Cómo se adaptan los grandes mamíferos a las condiciones del Chaco Seco?
Mientras el ambiente tiene mayor humedad y vegetación, una especie tendrá mayor disponibilidad de presas. En un ambiente seco, árido, habrá menos presas y las mismas especies van a tener que desplazarse más para buscarlas. Va a necesitar superficies más grandes para poder sobrevivir que en una selva húmeda. También cambia de presas para alimentarse. El tema limitante en el Chaco es el agua. El punto crítico se da entre mayo y agosto, donde no hay nada de agua. Ahí se nota una movilización de especies impresionante. Se acercan a los pocos ríos que hay en la zona, el Bermejo, el Bermejito y el Pilcomayo.
Sus estudios estiman 250 ejemplares de yaguareté en el territorio argentino. ¿Cómo están distribuidos y cuáles son las zonas más críticas?
La década pasada calculamos doscientos, repartidos en Misiones, la selva de Yungas (Tucumán) y el Chaco. En los últimos diez años la población de Misiones se está recuperando. Solo en Yungas hace cinco años empezaron los muestreos con cámaras trampa y el número ronda los 150. Pero en toda la región chaqueña no habría más de 20 individuos, según estimaciones que hicimos hace un par de años. Esos 20 individuos se desplazan mucho. Hay machos que caminan 100, 200, 300 kilómetros, que no logran establecer su área de acción en un lugar, sino que están buscando comida y otro yaguareté con el cual reproducirse. Por eso, algunos ya están apareciendo en el Chaco Húmedo, más al norte.
El otro gran felino de la zona es el puma. ¿Cuál es su situación actual?
Si bien ambos son predadores tope y comparten presas y hábitat, la situación es diferente. Tienen capacidades adaptativas ante los disturbios muy distintas. El puma es una especie superflexible, que come cualquier cosa, que puede sobrevivir con una dieta de 80 % de roedores. Tiene mayor capacidad de convivencia con la gente. En comparación al yaguareté, el puma está mucho mejor en la región chaqueña, pero en otras zonas del país no está muy bien. Pudimos hacer estimaciones poblacionales con las fotos hace cinco años. El principal problema es la cacería. La especie tiene una tendencia bastante alta a cazar ganado y cuando se acerca a los corrales, lo atrapan.
¿Por qué existen valoraciones distintas entre las dos especies?
Históricamente al yaguareté lo han cazado por su piel y al puma no. En 2017 fue la última vez que tuve una cabeza de yaguareté recién cazado en mis manos. Fue en una zona próxima a lo que hoy es el Parque Nacional El Impenetrable. Esa práctica ilegal ha disminuido, pero aún existe. En la cultura chaqueña estaba arraigada la figura del ‘triguero’, una actividad netamente masculina en la que el hombre más valiente cazaba al jaguar. Ser triguero era prestigioso. Además, hay una percepción errada de la peligrosidad sobre el yaguareté. No es un animal que tienda a atacar. En el mundo hay más casos de ataques de pumas a personas. Sin embargo, la gente le teme más al yaguareté.
¿Qué acciones debe tomar el Estado para conservar a los grandes mamíferos?
Hay que aceptar la urgencia que tiene la conservación del yaguareté y no queda mucho tiempo. La especie está ecológicamente extinta en el Chaco, ya no cumple su rol ecológico. Lo primero es trabajar en la cacería. Hablar del tema en las escuelas, hacer campañas de difusión con los adultos, que entiendan que está en peligro de extinción.
Por otro lado, es necesario aumentar la cantidad de áreas protegidas. Esto sirve para todos los mamíferos grandes, especies que necesitan grandes superficies de bosque, donde tengan refugio y presas. En este momento, las áreas que podrían tener esa función son contadas con los dedos. Solo están los parques nacionales Copó y El Impenetrable. Luego hay parques provinciales importantes pero son chicos y no tienen recursos. Asimismo falta implementar corredores de conservación entre estas áreas.
Otra línea de acción es trabajar con los pobladores rurales, brindando alternativas productivas para que dejen de vender sus puestos a grandes productores porque no les alcanza para vivir. Necesitamos que se les ofrezca alternativas para que puedan permanecer en el campo, con actividades que sean compatibles con la fauna y permanencia del bosque. También hay que prestar atención a la regularización del uso del territorio. Hay que frenar todos los desmontes en la región chaqueña. No se puede cortar un quebracho más.
¿Qué pasaría con el ecosistema si el yaguareté desapareciera?
Ya está pasando. Cuando digo que está ecológicamente extinto es porque se empieza a desequilibrar todo. El predador tope regula las poblaciones de presas, en este caso, casi todos los mamíferos, algunos reptiles y aves. Estos, a la vez, regulan las poblaciones de especies más chicas y éstas regulan la vegetación. Cuando se sacan piezas claves como el predador tope, toda esta cadena se altera. Pueden dispararse las poblaciones de ciertas especies menores, puede descontrolarse la vegetación. Para que se generen servicios ecosistémicos básicos necesitamos que el ambiente esté en el mejor estado posible. Estudiar lo que pasa en el ecosistema cuando se elimina el predador tope es mi línea de investigación actual en Conicet. Una de las especies donde ya puede notarse el cambio es en el oso hormiguero, una de las principales presas del yaguareté. Vimos que hay muchos más osos hormigueros en el Chaco argentino que en el boliviano o paraguayo. Analizando los datos, creemos que uno de los factores principales es que no tiene su predador. Cuando se va el predador tope, aumentan los carnívoros menores, los zorros, los gatos chicos. Detectar esos cambios y consecuencias toma tiempo.
¿Cómo fiscalizar mejor la prohibición de la caza en el Chaco?
Para los controles de fauna se han creado comisiones. Hay guardaparques nacionales y provinciales que han generado cambios positivos en la zona. Pero más allá de las voluntades particulares de estos guardaparques de las áreas nuevas, que son pocos, hace falta que haya más presupuesto. Se requieren más camionetas, combustible, guardaparques e inspectores para controlar una región tan extensa. Estamos hablando de cuatro provincias. Falta mucho para llegar a lo ideal.
¿Hay interés en los nuevos investigadores por seguir estas líneas de trabajo?
Miento si digo que lo he notado en el ámbito científico. Si comparo con la época que estudiaba, hace veinte años, me parece que ahora hay más biólogos de laboratorio, de genética, de estudios singulares o moleculares. Antes había más biólogos que les gustaba ir al campo y trabajar en conservación.
Imagen superior: Yaguareté hembra registrada en Misiones. Foto: Archivo personal / Verónica Quiroga.
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