PARTE 3
Inundaciones, sequías y erosión costera son los principales fenómenos que afectan al país, cuya población es en un 93% urbana. Desde el Estado se trabaja en un Plan de Relocalización como parte de la estrategia de adaptación al Cambio Climático.
Por: Carol Guilleminot / periodista ambiental
Aunque tiene muy baja contribución de gases de efecto invernadero, Uruguay es particularmente vulnerable a los efectos adversos del cambio climático.
Se trata de un país relativamente pequeño en superficie, que sobrepasa apenas los tres millones de habitantes, con una economía asociada a cadenas agroindustriales y de servicios; y una ubicación en el continente y en la cuenca del Río de la Plata que exponen a su población, infraestructura y producción a diferentes amenazas de origen climático.
Posee costas bajas expuestas al aumento del nivel del mar y zonas de ecosistemas frágiles así como ciertos agroecosistemas sujetos a sequías periódicas y áreas urbanas afectadas por inundaciones, olas de frío y de calor, tornados, granizadas, heladas, lluvias intensas y tormentas severas.
Las inundaciones y sequías son los principales eventos climáticos severos. Impactan tanto en la población y las infraestructuras de las comunidades más vulnerables, como en los servicios básicos y las actividades económicas altamente dependientes del clima.
Más del 93% de la población uruguaya vive en ciudades y existen aproximadamente 100 mil personas y 34 mil viviendas que se encuentran localizadas en áreas urbanas con riesgo de inundación, de acuerdo a estudios de la Dirección Nacional de Agua (DINAGUA).
Corridos por el agua
Natalia Gómez tuvo su hijo menor cuando estaba desplazada de su hogar por la creciente del río Uruguay en 2016. Hacía ya muchos años que vivía en un asentamiento de la ciudad uruguaya de Paysandú (380 kilómetros al Noroeste de Montevideo), donde cada vez que había una inundación lo perdía casi todo. Hace dos años su vida cambió completamente cuando se mudó al barrio “Nuevo Horizonte”, construido como reubicación planificada para familias residentes en zonas inundables y contaminadas.
El país ha trabajado fuertemente en la última década para hacer de la movilidad humana una estrategia de adaptación y resiliencia. Hasta 2019, el Plan Nacional de Relocalizaciones (PNR) que llevan adelante el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial y los gobiernos locales (intendencias) logró la reubicación planificada de más de dos mil familias asentadas en terrenos inundables o contaminados.
El Plan funciona desde 2010 y en 2014 recibió el premio “Faro” de la Organización de las Naciones Unidas como estrategia de adaptación al cambio climático con inclusión social. Su ejecución depende de convenios entre el Ministerio y los gobiernos locales en los que el primero aporta financiamiento y asistencia técnica; y los segundos destinan terrenos para realojar a las familias y presentan proyectos de saneamiento, alumbrado, agua potable y electricidad. El suelo liberado se recupera y resignifica para uso colectivo, como parques o espacios para recreación y el deporte.
“La verdad es que pasábamos bastante mal y siempre nos sacaba la inundación en las peores condiciones”, dice Natalia al recordar su vida en el barrio La Chapita, ubicado sobre un terreno contaminado y cercano a la desembocadura del arroyo Sacra en el río Uruguay. “En 2010 llegué al barrio, conocí a mi pareja y tuvimos tres hijos. Vivimos muchas inundaciones. Yo trabajaba en la fábrica textil Paylana que cerró en esos años y mi marido hacía changas. Como teníamos bastante lugar también criábamos animales para subsistir, gallinas y chanchos”.
Casi siempre las inundaciones eran en invierno, con frío y lluvia. “Las primeras veces nos quedábamos hasta lo último, pensando que el agua no iba a llegar… porque uno no quiere dejar su casa”, cuenta Natalia. “Pero después cuando el agua llegaba a la esquina ya nos íbamos porque la inundación viene con aguas servidas, no se podía estar ahí con chiquilines. Nos íbamos a casas de familiares y después alquilábamos alguna pieza. Muchas veces nos robaron. Se nos mojaba la ropa, los colchones. A veces los poníamos arriba del techo pero cuando volvíamos no teníamos nada porque el agua sobrepasaba el techo y se llevaba todo. Perdías ropa, colchones, todo lo que no podías sacar. Volvíamos a la casita húmeda, dos de mis chicos eran asmáticos y generalmente nos quedábamos sin nada, sin gallinas ni chanchos, nada”, recuerda.
Erosión costera y migración transfronteriza
Uruguay posee 670 kilómetros de costas, de las cuales 450 kilómetros corresponden al Río de la Plata y los 220 restantes al océano Atlántico. En esta zona se concentra el 70% de la población, y ya está sufriendo una serie de efectos como consecuencia del cambio climático, tales como el aumento del nivel del mar y la erosión.
De acuerdo a la Quinta Comunicación Nacional sobre Cambio Climático (2020), unos 191 km de costa platense (desde Nueva Palmira a Punta del Este) presenta algún proceso erosivo, agravado a partir de tormentas, por la acción del viento y el oleaje.
Las zonas de humedales y playas bajas serán las más perjudicadas por el aumento de la erosión e intrusión salina de acuíferos. En el verano de 2019 se produjo un episodio de proliferación de cianobacterias en la Costa Atlántica. Las floraciones provocaron grandes concentraciones de espuma en una extensión de 500 kilómetros de costa que afectó, en plena temporada turística, gran parte de las playas desde Colonia hasta Rocha.
“En algunos lugares de la costa uruguaya del Río de la Plata se está forestando con vegetación originaria para recomponer las dunas”, apunta Mario Caffera, doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos y profesor agregado en el Departamento de Sistemas Ambientales de Facultad de Agronomía de la Universidad de la República. “Eso está bien pero es urgente en los planes municipales levantar las cotas para edificar. Hay lugares donde ya no se podrían habilitar construcciones”, señala Caffera, miembro fundador de la sociedad civil “Amigos del Viento: Meteorología Ambiente Desarrollo” y referente de cambio climático en la Red Uruguaya de ONG Ambientalistas.
“La constante del clima uruguayo es su variabilidad y eso enmascara el cambio climático. La zona costera ya está siendo afectada pero se sigue pensando que son accidentes cuando es algo sistémico que probablemente va a continuar agravándose”, opina el experto.
La conjunción de vulnerabilidades ambientales de origen humano aceleradas por el cambio climático en la región, “podría, en un futuro próximo, generar migraciones de población provenientes de Paraguay o el Sur de Brasil hacia Uruguay”, sostiene Caffera. “El mal manejo, la erosión y el desgaste de tierras coloradas, ferralíticas, tropicales y de baja fertilidad existentes en Paraguay y Brasil podría generar crisis sociales que terminen atrayendo población hacia los países del Plata, donde el territorio menos modificado ha sido el nuestro”.
“Es un escenario posible, con muchos desafíos y grandes interrogantes, pero podría haber una tendencia de migrantes que llegarán desde tierras más tropicales, debido al agotamiento de las tierras de los lugares donde viven. La ocupación territorial de soja sobre soja, caña de azúcar sobre caña de azúcar, está destruyendo todo”, afirma.
Soluciones basadas en la naturaleza
Uruguay recientemente finalizó la elaboración de su Plan Nacional de Adaptación al cambio climático en ciudades e infraestructuras (NAP Ciudades), que fue diseñado de manera participativa, es decir, con el involucramiento de actores locales. La iniciativa busca aumentar las capacidades en las comunidades.
“Tenemos varios tipos de amenazas además de la inundación fluvial que afecta a poblaciones bajas cercanas a cuerpos de agua. En las ciudades también hay inundación por drenaje debido a la densificación de áreas que tienen estructuras de drenaje y saneamiento antiguas que no dan abasto. También influyen los cambios de los parámetros de lluvia porque llueve más de golpe y frecuentemente y eso se superpone a otras situaciones como conflictos de drenaje u ocupaciones irregulares en áreas urbanas”, apunta Gustavo Olveyra, Magíster en Desarrollo Costero y consultor de NAP Ciudades.
“Es necesario trabajar fuerte en políticas de desarrollo de vivienda, de mejoramiento de barrios y cobertura universal de infraestructura porque son problemas que recrudecen cada vez que tenemos una crisis vinculada a lo climático, ambiental o la salud como la que tenemos hoy con la pandemia”, agrega Myrna Campoleoni, arquitecta y consultora principal de NAP Ciudades. En este sentido, una de las propuestas del Plan es fortalecer las políticas de ordenamiento territorial urbano, con mapas de riesgo de inundación. “Si yo sé que los parámetros de lluvia van a cambiar –porque si bien la cantidad de agua anual se va a mantener, la distribución anual va a ser diferente- puedo vincular la planificación de las ciudades a análisis multiamenazas”, apunta la especialista.
Los mapas se desarrollaron utilizando imágenes satelitales de las ciudades. A partir de esto se propusieron intervenciones vinculadas a la ampliación de los espacios verdes, el arbolado público y la mejora de edificaciones.
Otras propuestas tanto para edificaciones existentes como nuevas se refieren al confort térmico, como aislar un cerramiento una ventana, un cielo raso, la incorporación de artefactos de calefacción más eficientes, calefactores solares para agua caliente, paneles fotovoltaicos para energía eléctrica. Algunas de ellas también pueden servir en caso de inundación para que las familias puedan quedarse en el segundo piso y abastecerse de energía por paneles fotovoltaicos.
El Plan también propone una serie de soluciones y estrategias basadas en la naturaleza. “A nivel macro busca cuidar las áreas protegidas, proteger nuevas áreas y cuidar los ecosistemas aunque no tengan el status de áreas protegidas, tratar de que el exceso de nutrientes de actividades agropecuarias no llegue al agua, y restaurar los bosques de ribera”, enumera Olveyra.
“Sabemos que la situación es hoy más difícil por la pandemia y la preocupación diaria por la salud. Cuando se están viendo ollas populares, desocupación, necesidad de asegurar alimentos, gente en la calle y hay que resolver los problemas de hoy, es difícil hablar de un problema que va a venir quién sabe cuándo. Parece un problema de otro y que lo resuelve otro”, reflexiona Campoleoni.
Adaptación y resiliencia
Ángel Castro, militante social e integrante de la Coordinadora de Inundados de Paysandú que desde los 90 comenzó a movilizarse en busca de soluciones, comenta: “se hablaba mucho del cromo que había en los terrenos del barrio, las enfermedades cancerígenas. Pasaba cerca, y a cielo abierto, un colector de desechos de saneamiento. Había todo el tiempo un olor nauseabundo y penetrante. Al bajar la inundación el barro estaba en todas partes y ese olor quemaba las narices y producía enfermedades respiratorias. Lo peor es vivir con el barro, con el olor nauseabundo de los animales. No tenemos un estudio, somos simples ciudadanos que apenas terminamos primaria”.
Al igual que Natalia Gomez, Ángel Castro vive hoy en una zona alta de la ciudad, a unos tres kilómetros del lugar donde estuvo emplazado el barrio La Chapita, área que actualmente se encuentra parquizada. “Donde yo vivía no hay nada ahora. Solo pasto. Quedó muy bien, hicieron una placita y canchas”, dice Ángel.
Opina que sus intereses y circunstancias familiares fueron contemplados en el marco del realojo. “Nos ofrecieron una chacrita pero yo quería quedarme en la ciudad porque estaba cansada de los animales y para que mis hijos estudiaran. Al principio nos costó pero conseguí trabajo de acompañante de personas enfermas, mi hijo mayor pinta casas y mi esposo también tiene trabajo aunque en el campo, y viene cada quince días”, cuenta Natalia Gómez. “Nos cambió la vida totalmente. Tenemos el baño al lado de la habitación, la escuela, una placita, el hospital cerca. Antes estábamos aislados y todo estaba lejos. Hoy miro para atrás y parece que fue otra vida”, confiesa.
Ángel afirma que conoce a muchas familias que fueron realojadas en diferentes barrios del Plan Nacional de Relocalización en Paysandú y que “la mayoría estamos agradecidos de tener la posibilidad de una casa digna. La lucha no fue en vano y las nuevas generaciones no tienen que estar viviendo lo que vivimos nosotros”.
“Estoy agradecido porque hoy no padezco el barro, el frío, la inundación, las ratas y olores nauseabundos. Lo único es que no nos llega a todos el trabajo, y con la pandemia es peor. El 70% de las familias de nuestro barrio están desempleadas y se las arreglan haciendo cosas caseras para vender, vendiendo ropa usada o cortando el pasto. Tenemos ayuda social –que se ha recortado sensiblemente- pero no alcanza y los precios de la canasta básica están por el cielo”, apunta. “Hace falta la fuente laboral, más para gente como nosotros que salimos de una vida que ya no la podemos seguir haciendo –algunos criaban animales, otros eran clasificadores de residuos- a querer salir adelante pero nos falta el trabajo”.
A pesar de las dificultades, Ángel y Natalia trabajan junto a otros vecinos para mejorar el lugar donde habitan: colaboran con un merendero que funciona en la casa de una vecina y los fines de semana organizan jornadas solidarias con donaciones de ropa y calzado para los vecinos que necesitan.
Hace más de un año y medio incorporaron una “biblioheladera” que está un tiempo en cada casa y provee de libros y actividades de lectura porque, como dice Natalia, “leer un libro de vez en cuando acerca a la familia y a los vecinos”. La “biblioheladera” lleva el nombre del barrio “Nuevo Horizonte” y en su puerta tiene una frase de Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
A continuación encontrarás la primera parte del informe relativo a Argentina y la segujnda sobre Colombia:
PARTE 1
⇓
Migrantes por cambio climático, los desplazados invisibles – RED PRENSA VERDE
PARTE 2
⇓
Colombia: Desplazados ambientales y climáticos son invisibles – RED PRENSA VERDE
Esta historia hace parte de la investigación periodística Migrantes por cambio climático en Sudamérica, realizada para Periodistas Ambientales por un equipo periodístico transfronterizo integrado por Gabi Ensink, Laura Oviedo (Argentina) Carol Guilleminot (Uruguay) y Olga Cecilia Guerrero (Colombia), con financiación de la UNESCO. Capacitación de equipo en herramientas de Periodismo Open Source: Damián Profeta (Argentina).
Ecoturismo en la Argentina: ¿cuáles lugares visitar?