Comunidad afrocolombiana, a cargo de nueva área marina protegida Isla Ají
Isla Ají, recientemente designada área marina protegida, cubre un total de 24 600 hectáreas de ecosistemas costeros, terrestres y marinos en el Pacífico sur colombiano. El delta del río Naya, donde se ubica el área protegida, es el hogar de una variedad de ecosistemas, desde bosques tropicales a playas y desde marismas a bosques de manglares.
Maxwell Radwin / Mongabay Latam / Traducción Yolanda Álvarez
Una comunidad afrocolombiana en el Pacífico sur de Colombia ayudó a establecer una nueva área marina protegida que creará prácticas de pesca y caza más sostenibles, a la vez que garantiza que uno de los ecosistemas menos alterados del país resista las amenazas exteriores de deforestación y contaminación en el futuro.
El área marina protegida Isla Ají, que cubre 9425 hectáreas de ecosistemas costeros y terrestres y 15 174 hectáreas de ecosistemas marinos, fue el resultado de más de dos décadas de trabajo de funcionarios del departamento del Valle del Cauca y el Consejo Comunitario del Río Naya, que representa a 19 comunidades afrocolombianas preocupadas por la protección de los ecosistemas de la zona.
“Las comunidades locales del río Naya vieron la necesidad de proteger un lugar que consideraban de gran importancia medioambiental y cultural”, dijo Jorge Parra, coordinador general de áreas protegidas de Wildlife Conservation Society (WCS) en Colombia, que ayudó a diseñar el área marina protegida. “Mediante la creación e implementación de proyectos comunitarios, los habitantes pueden mejorar su coexistencia armoniosa con su entorno”, añadió.
Muchas de estas especies utilizan la costa del Pacífico colombiano como una parada para alimentarse durante una migración mucho más larga que puede abarcar desde Alaska hasta Chile. Según WCS, hasta 17 especies de aves playeras migratorias paran en la zona.
“[Las comunidades] establecieron este proyecto para mantener toda su cultura, pero también la biodiversidad”, dijo Parra. “Su cultura está relacionada con sus valores medioambientales y quieren garantizar su uso sostenible a largo plazo. Con un área protegida, podemos lograrlo”, comentó.
La creación de Isla Ají
El departamento de Valle del Cauca, donde se ubican los ecosistemas, está plagado de deforestación llevada a cabo por madereros, mineros y plantaciones de coca, entre otras actividades. Aunque el área del delta del río Naya ha permanecido relativamente libre de estas amenazas durante años, los miembros de la comunidad querían establecer el área protegida para mantenerla así por mucho tiempo. Incluso, querían protegerla de ellos mismos.
“El deseo de crear el área protegida vino del aumento de la población durante los últimos 300 años de historia del consejo comunitario”, dijo Katy Gracés, residente de la zona y coordinadora del proyecto. “Debido a que cada vez hay más familias y una mayor presión en los recursos naturales tanto en su uso como a nivel agrícola”.
Según ha ido creciendo la población de las comunidades, un mayor número de habitantes necesita talar el bosque de los alrededores para leña y madera para la construcción. Las comunidades estaban interesadas en que hubiera restricciones a la tala y también en saber cómo gestionar de manera más sostenible la cantidad de residuos que estaban generando.
Identificaron muchas prácticas de pesca y de caza que resultaron ser insostenibles y que tenían que cambiar sistemáticamente. Querían redactar un plan de gestión para un área protegida que pudiese ser debatido y negociado entre todos los miembros de las comunidades.
Algunos pescadores estaban utilizando redes con agujeros muy pequeños, lo que facilitaba la captura de alevines y peces muy pequeños, lo que les impedía alcanzar la edad reproductiva. Otros habitantes estaban talando los manglares para leña, lo cual degradaba los criaderos de peces.
Además, algunas personas de la comunidad estaban destruyendo las cuevas del cangrejo sin boca (Cardisoma crassum), cazándolos en exceso y centrándose en los ejemplares poco maduros. También los estaban cazando con hierbas autóctonas que aniquilaban colonias enteras de cangrejos.
“Pusieron [una hierba autóctona] en la cueva y esa hierba es un veneno que los desorienta”, dijo Garcés. “Algunos de los cangrejos se recogen, pero todos mueren en la cueva, incluidos los pequeños. Por lo tanto, ¿qué significa eso? Eso significa que afecta a toda la población de la especie”.
Sin embargo, durante los estudios técnicos de la biodiversidad de la zona, WCS y autoridades ambientales locales encontraron que los manglares, las marismas y otros ecosistemas costeros estaban en muy buenas condiciones, sobre todo si se comparaban con otras partes de la costa colombiana. La idea era mantenerlos así.
Una tradición de protección
Mucho antes de que el área marina protegida fuese una realidad, las comunidades locales alrededor del delta del río Naya ya eran conscientes de la necesidad de proteger sus recursos naturales.
Debido a la alta biodiversidad de la zona, esta era conocida entre los biólogos, quienes a menudo la visitaban para realizar investigaciones. Sofonías Orozco, miembro de la comunidad Nayera, abría su casa a los investigadores y animaba a sus vecinos a cuidar del medio ambiente.
“Sofonías siempre cuidó mucho la zona”, dijo Fredy Mosquera Valencia, funcionario de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), que ayudó con el proceso de designación de área protegida. “No permitió que se talara madera o se llevase agua sin su aprobación”.
En 1994, varias de las comunidades afro en el delta del río Naya se registraron para obtener el estado de protección a través del plan de acción regional de la CVC para incrementar la conservación. Sin embargo, esta iniciativa fue archivada en favor de otros proyectos. El proceso no se retomaría hasta 2018.
La nueva área marina protegida contribuye al objetivo de Colombia de proteger el 30 % de su superficie para 2030, parte de un mayor compromiso global adquirido por unos 70 países para promover la biodiversidad a través de la creación de áreas protegidas.
El llamado objetivo 30×30 ha sido criticado por enfatizar las medidas de conservación que amenazan con echar de sus tierras a las comunidades locales e indígenas. Sin embargo, el área marina protegida de Isla Ají muestra que pueden ser incluidos en los esfuerzos de conservación y, a menudo, son las comunidades las que saben qué medidas tomar.
“Todas sus relaciones sociales y culturales están estrechamente relacionas con los ecosistemas marinos, costeros y forestales”, dijo Parra de WCS, que añadió, “para crear un área protegida, también tienes que contar con ellos”.
Un giro hacia el ecoturismo
Para cumplir con las prácticas comunitarias sostenibles, las poblaciones afro tienen la esperanza de hacer del ecoturismo un producto básico para la economía de Isla Ají. “La idea no es que un pescador deje de ser un pescador”, dijo Garcés, “sino que el turismo se convierta en una alternativa económica”.
Garcés añadió, “hay personas que pescarán durante toda la semana, pero otros solo pescarán durante el día… El pescador puede decir, ‘el lunes y el martes, voy a pescar, pero de miércoles a sábado me dedicaré a mi empleo turístico’”.
A nivel nacional, Colombia ha redoblado su interés en la industria del ecoturismo con la aprobación de subvenciones a nuevos proyectos verdes, la celebración de cumbres del turismo y la búsqueda de nuevas áreas de inversión.
Hasta ahora, no hay ninguna cabaña ni hotel en Isla Ají, pero los líderes comunitarios esperan que algunas de esas inversiones en el turismo sostenible lleguen a la zona en los próximos años. Aunque el departamento de Valle del Cauca sufre una relativa inseguridad, Isla Ají es segura y fácil de acceder desde los principales centros urbanos como Cali, Medellín y Bogotá.
“[Hay una] invitación a las organizaciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, que quieran trabajar juntas en esta iniciativa y puedan participar o fortalecer lo que hemos planeado”, dijo Garcés. “Tenemos una visión, tenemos un deseo, pero necesitamos aliados estratégicos para alcanzar nuestros objetivos”.
Imagen superior: Un pescador que habita en la zona saca su bote en el delta del río Naya. Fotografía vía WCS.
Artículo original: https://news.mongabay.com/2022/02/afro-caribbean-community-safeguards-pristine-oceans-with-new-protected-area/
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