Yátaros, una reserva en Boyacá que construye su memoria acústica
Dos hermanos lograron que su reserva natural en Gachantivá, Boyacá, se convirtiera en un laboratorio de investigación de flora y fauna tropical donde desarrollan una innovadora colección acústica, que incluso ha detectado algunas especies endémicas.
Ginna Santiesteban / Mongabay latam
El día en que sus colegas investigadores, con los que trabajó durante más de 20 años en el Instituto Humboldt, le confirmaron a Fernando Forero que el terreno que había comprado para emprender su proyecto ecoturístico tenía un enorme potencial para convertirse en un importante corredor natural, este boyacense empezó a darle forma al sueño de su vida: una reserva natural en la que pudiera aplicar todo su conocimiento como biólogo empírico a la conservación, restauración y conocimiento de la riqueza ambiental de su región.
Con el apoyo de su hermano Pablo, hace cinco años materializó ese sueño y lo nombró Reserva Natural Los Yátaros, así es como llaman a los tucanes esmeralda (Aulacorhynchus prasinus) que habitan la zona.
Yátaros es una reserva de la sociedad civil ubicada en Gachantivá, a tres horas de Bogotá, y es uno de los pueblos que forma parte del Alto Ricaurte, una provincia del departamento de Boyacá donde también está el reconocido Santuario de Fauna y Flora Iguaque, que guarda siete lagunas en ecosistemas de bosque andino y bosque seco. Yátaros también forma parte de un corredor que conecta las áreas protegidas de Iguaque y el Parque Natural Regional Serranía El Peligro, en los municipios de Moniquirá y Arcabuco.
“La reserva está ubicada a 2200 metros sobre el nivel del mar, sobre la quebrada La Honda que drena sus aguas en el río Moniquirá, que luego llega al Suárez, después al Chicamocha y termina desembocando en el Magdalena”, complementa Fernando Forero. Esta área protegida hace parte de un complejo corredor de ecosistemas que incluyen páramos a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar y franjas de bosques sub y alto andinos, muchos de los cuales han sido explotados para cultivos, ganadería, y recursos maderables. Todo el corredor vive frecuentemente largas temporadas de sequía, que junto a la deforestación y la ganadería, han afectado la salud del ecosistema.
Los hermanos Forero empezaron protegiendo siete hectáreas y cinco años después la reserva ya tiene 15. “Cuando compramos el predio con mi hermano, tenía un bosque considerable, pero lo hemos ido potenciando. Hemos sembrado diferentes especies de plantas para aportar a este complejo, y gracias a los vínculos con el Instituto Humboldt, hemos hecho investigaciones biológicas para favorecer el incremento de las especies que se mueven por acá”, explica Fernando.
Ese estrecho vínculo que Fernando hizo durante sus años de trabajo en el Instituto Humboldt, en donde laboraba como asistente de investigación biológica, ha sido clave para que Yátaros se convierta en un centro para estudiantes que quieren hacer sus tesis de grado o sus proyectos científicos. “Nosotros no tenemos los recursos para financiar investigaciones, pero sí tenemos mucho interés en conocer lo que tenemos en la reserva. Entonces, les damos el espacio para que ellos hagan sus estudios, les damos hospedaje, y ellos nos apoyan con la información”, dice Fernando.
En los cinco años que tiene la reserva, los hermanos Forero ya cuentan con un inventario de por lo menos 60 especies de plantas —aunque calculan que puede haber más de 500—; más de 100 especies de aves entre las que destacan un colibrí endémico llamado el colibrí inca negro (Coeligena prunellei), la guacharaca colombiana (Ortalis columbiana) y el gorrión montés bigotón (Atlapetes albofrenatus), así como una amplia variedad de mamíferos y reptiles.
El minilaboratorio en Yátaros
Orlando Acevedo, investigador y coordinador de la colección de sonidos del Instituto Humboldt, ha jugado un papel fundamental en generar conocimiento científico en la reserva. Bajo su liderazgo, se han adelantado importantes investigaciones, sobre todo, enfocadas en el estudio de los sonidos de la fauna.
El Instituto Humboldt trabaja con otros dos proyectos parecidos en los municipios de Anorí y Yarumal, en el departamento Antioquia. Su idea es seguir apoyando, desde lo científico, estos esfuerzos de conservación en reservas privadas de la sociedad civil para que se repliquen en todo el país. “Todas estas iniciativas que se están adelantando en Yátaros nos permiten tenerlo como un ‘minilaboratorio’ que nos puede dar ideas de cómo llevar herramientas de manejo a una escala más local”, cuenta Acevedo.
Las investigaciones sobre los sonidos de algunas especies endémicas han sido la joya de la corona. “Allí tenemos al inca negro, que es un colibrí endémico y con algún grado de amenaza. Lastimosamente no es tan vocal como quisiéramos, entonces, si logramos identificarlo sería una lotería porque se sabe muy poco de la ecología de esa especie”, asegura Acevedo. En cuanto a mamíferos, los investigadores del Humboldt le están apuntando a completar un inventario de murciélagos a través de muestreos acústicos pasivos, una técnica en la que se instalan equipos de grabación para registrar los sonidos del ecosistema sin que haya interferencia humana.
Tecnología sofisticada para capturar sonidos
La señal acústica es una de las formas de comunicación que tienen muchos organismos para establecer parejas, defender territorios o, incluso, para interactuar con otras especies. Esa “huella acústica” es la que los investigadores analizan para complementar sus análisis sobre las dinámicas ecológicas que ocurren dentro del bosque de la reserva. “De esta huella sonora podemos analizar la geofonía, que hace referencia a los sonidos de la tierra, la lluvia, el viento o el agua. Luego, lo que más se acostumbra a estudiar, es la biofonía, que es el sonido de la vida: el cantar de las aves, los coros cacofónicos de las ranas o de los insectos. Por último, las antropofonías, que son los sonidos emitidos por la actividad humana”, explica Acevedo.
Para hacer el muestreo acústico pasivo, los científicos instalaron, en diversos puntos de la reserva, unos audiomoths —dispositivos con un sensor de señales acústicas y un micrófono que almacenan la información dentro de una memoria micro SD—. Los investigadores se encargan de configurarlos de acuerdo a lo que necesiten grabar. Y es que los audiomoths pueden grabar, hasta dos meses sin parar, desde el espectro audible hasta el ultrasonido de un paisaje.
Expertos del Instituto Humboldt, como Orlando Acevedo, han usado esta herramienta tecnológica para captar los sonidos de la reserva Yátaros. Grabaron un minuto cada media hora, durante seis meses, de marzo a agosto de 2020. En este momento, las grabadoras continúan allí porque debido a las restricciones de movilidad por la pandemia del coronavirus, los investigadores no han podido recoger los equipos. “En el día se recopila el espectro audible, es decir, las señales acústicas que alcanzamos a percibir con nuestro oído. En la noche, las señales acústicas ultrasónicas, que nos permiten escuchar cómo se comunican los murciélagos y algunos grillos en particular”, cuenta Acevedo.
El investigador explica que con ese conjunto de datos pueden evaluar la huella acústica del paisaje, es decir, relacionar cada señal con una especie. Por otro lado, de manera más específica, entender el comportamiento de ciertas especies que ya han priorizado. Hasta el momento se tienen cerca de 40 000 grabaciones. La información es tan voluminosa que los investigadores están trabajando en unos algoritmos para establecer señales y huellas sonoras de ciertos grupos de animales.
Gracias a los resultados de estos estudios, los hermanos Forero han armado un minucioso inventario de aves en su reserva. “En solo 15 hectáreas tenemos 100 especies de aves, de las cuales podemos destacar una endémica. Se trata de un colibrí que solo tiene distribución en una parte de Santander, Cundinamarca y esta franja de Boyacá. También otra ave que tiene distribución entre Venezuela y Colombia”, cuenta Fernando Forero.
De acuerdo con el investigador Orlando Acevedo, los sonidos de la fauna en el trópico está poco estudiada. Por esa razón, los investigadores y los dueños de Yátaros mantendrán las grabadoras encendidas a lo largo de este año. El objetivo es guardar un repertorio acústico más completo de la biota colombiana y saber cómo las señales acústicas varían a lo largo del año, si existe influencia de los fenómenos naturales en el comportamiento de la fauna o si la geofonía incentiva cambios en la actividad sonora. “Trabajar en la reserva nos podría ayudar a aproximarnos a contestar ese tipo de preguntas”, dice el investigador Acevedo.
Además de su inventario de aves, los hermanos Forero también han alimentado el registro de mamíferos de su reserva con la información de seis meses de grabación en cámaras trampa que ellos mismos instalaron. “Este registro nos confirmó que en la reserva tenemos algunos armadillos, tinajos, zorritos, ñeques, y borugos, que son roedores grandes sin cola”, asegura Fernando.
Tanto Fernando como Pablo son ‘científicos empíricos’ que han aprendido de los grupos de investigadores que han acogido en Yátaros. “Estamos detrás del olinguito [uno de los últimos mamíferos descubiertos en Colombia]. En nuestra reserva no lo hemos visto, pero más arribita nos han dicho que sí. Es nocturno y se la pasa en la parte alta de los árboles, es una especie rara y poco estudiada. Esperamos que en algún momento estas herramienta nos ayuden a confirmarlos”, cuenta Forero.
Además, la idea es que con la información acústica que están extrayendo varios estudiantes en la reserva Yátaros, se pueda conocer un poco más de la actividad de otras especies como los insectos. Según explica el estudiante de Biología Diego Gómez, estos animales son vitales para el ecosistema ya que cumplen funciones tan diversas como la polinización y el reciclaje de nutrientes. “No se ha hecho mucha investigación en este tema en general, pero los insectos pueden tener un gran potencial como bioindicadores ya que son mucho más susceptibles a los cambios de temperatura o de calidad del ambiente. Entonces, podríamos estar pensando en hacer evaluaciones de calidad de los ecosistemas basadas en, por ejemplo, la actividad sonora de los grillos”, dice Gómez.
Por su parte, los hermanos Forero han sido “estudiantes dedicados” y por eso los investigadores del Instituto Humboldt preparan una guía para que ellos los apoyen en la toma de datos y muestreos. Esta ha sido una estrategia útil, sobre todo durante los meses de confinamiento provocados por el COVID-19, cuando los expertos no han podido trasladarse a la zona para recoger los sonidos que se están grabando. “En estos momentos estamos perfeccionando unos protocolos de muestreo estandarizado a nivel internacional dentro de este proyecto, porque tenemos la idea de mapear a seis años la dinámica de esta reserva”, cuenta el investigador del Instituto Humboldt, Orlando Acevedo.
Jardines botánicos privados
La cuarentena ha afectado la sostenibilidad económica de la reserva Yátaros. Según cuenta Fernando Forero, sus ingresos han disminuido un 80 %. Sin embargo, resalta que la ausencia del hombre ha sido beneficiosa pues, según dice, la vegetación ha crecido y las especies habitan con más tranquilidad. “Toda esta abundancia será importante porque las aves y mamíferos van a dispersar semillas y eso significa que vamos a tener más bosque, más aire y más vida”, asegura.
La reserva también hace parte de la Red de Jardines Botánicos en la región, conformada por varios propietarios de otras áreas protegidas. “Entre nosotros compartimos información, de acuerdo al enfoque de cada reserva, y vamos alimentando una sólida red de datos de la riqueza ecológica del Alto Ricaurte. Esta unión ha sido importante para mantener los corredores biológicos”, dice Fernando.
El Instituto Humboldt también apoya el proyecto de jardines botánicos. Los pobladores han documentado la biodiversidad de la zona y han aprendido a hacer restauración ecológica de los corredores. Además, se están adelantando jornadas de educación e intercambio de saberes con los campesinos de la zona.
“Nuestros vecinos son gente de campo, nativa, con unos conocimientos impresionantes en flora y fauna, entonces los hemos vinculado en las investigaciones, en especial a los más jóvenes, quienes muchas veces nos acompañan en la recolección de muestras y en las faenas exploratorias. Todo esto ha creado una conciencia y ahora, si van a tocar un árbol ya lo piensan más de una vez. Antes lo veían todo como maleza, ya le llaman bosque. Es nuestro aliciente para continuar”, dice Fernando.
En palabras de Leyda Cortés, secretaria de Cultura, Turismo y Comunicación de Sáchica, municipio vecino a Gachantivá y quien ha trabajado con Parques Nacionales, las instituciones de la región deben apoyar todas estas estrategias que tienen que ver con educación medioambiental, especialmente con niños, jóvenes y mujeres que, según dice, son las poblaciones más receptivas frente a estos mensajes de conservación. “Ellos invierten de sus bolsillos en la conservación, arman sus estrategias y capacitan a la comunidad. Es una forma de protección muy efectiva que está haciendo una diferencia real”, comenta Cortés.
La gente del Alto Ricaurte
“Hace unos cuatro meses, una osa atravesó todo el Santuario de Iguaque, bajó por la cuenca del río Moniquirá y terminó casi en la zona urbana de ese municipio”. Esta anécdota contada por Fernando Forero es muy probable en la región del Alto Ricaurte, donde está la reserva Yátaros, pues existen varios propietarios que han convertido sus terrenos en reservas que conservan estos corredores vitales para que una amplia gama de especies tengan movilidad. “Mantener un corredor no es solo que exista el bosque sino que sea usado por la biota. Ahí ya empezamos a hablar de la funcionalidad de los corredores”, explica el investigador del Instituto Humboldt, Orlando Acevedo, quien añade que “son todas estas interacciones que ocurren tras bambalinas las que mantienen la salud ecosistémica y la integridad ecológica de los bosques”.
Si esos corredores no se conservan, los Parques Nacionales y demás áreas protegidas van a terminar aislados y morirán. Por eso, como explica Leyda Cortés, “las reservas naturales de la sociedad civil son unas iniciativas muy importantes desde un punto de vista ecológico y sistémico, porque esas son las zonas que conectan con las áreas protegidas de carácter nacional o departamental y tienen un papel de amortiguación muy valioso”.
Las iniciativas privadas han sido contundentes en esta región. Durante los últimos siete años, William Zorro ha estado al frente del manejo del Santuario de Fauna y Flora Iguaque y asegura que en los 21 años que lleva trabajando en Parques Nacionales, en diferentes partes del país, no ha visto habitantes con tanta sensibilidad por la naturaleza como los de esta región. “Acá los propietarios de reservas tienen muy claro su papel en la conservación. Más que sensibilización, nuestra labor como entidad del Estado es ayudarlos a conformar redes que sirvan para la sostenibilidad del territorio”, dice.
Por ese motivo, el director de Iguaque asegura que es necesario iniciar procesos de caracterización biológica. Según Zorro, para identificar especies de flora y fauna poco exploradas, o incluso desconocidas para la ciencia, se debe fortalecer la relación con las redes de reservas naturales de la sociedad civil, así como apoyar a los habitantes en la conformación de nuevas reservas. “Lo que nosotros buscamos en reservas como Yátaros es apoyar esas iniciativas de privados como una estrategia para añadir ecosistemas que no están representados en las áreas estatales y empezar a estructurar corredores ecológicos y ecosistémicos dentro del área del Alto Ricaurte”, explica el director de Iguaque.
Buena parte de estas iniciativas tienen un componente ecoturístico y esto se ha visto afectado en los últimos meses por el COVID-19. “El turismo ha sido uno de los sectores más afectados por la pandemia, pero también uno de los más resilientes. Muchas empresas, colectivos, guías de turismo y asociaciones están creando estrategias de turismo ecológico para cuando puedan retomar las actividades”, dice Juan Carlos Contreras, fundador de Mil Estaciones, una agencia ecoturística especializada en recorridos guiados en esta zona del Alto Ricaurte.
Con esa misma ilusión, los hermanos Forero se esmeran en mantener viva la investigación y la conservación en su reserva. Su plan es que Yátaros se convierta en un importante centro de investigación y de contemplación de la naturaleza. Es algo en lo que vienen trabajando y a lo que no piensan renunciar fácilmente.
Imagen superior: ©Reserva Natural Los Yátaros.
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