Los caracoles gigantes africanos vienen por nosotros, con su baba maligna y su mirada desprevenidamente aterradora.
Eso es lo que parecen anunciar los medios de comunicación respecto a esta nueva plaga. Sin embargo, podríamos ahorrarnos mucha zozobra y dinero si le diéramos un manejo distinto a esta especie. El peor escenario de la invasión de caracoles gigantes africanos aún no ha llegado pero estamos a tiempo de prevenirlo.
La invasión global arrancó desde hace siglos y hasta hace poco llegó a Colombia1. Los caracoles africanos (Lissachatina fulica, antes Achatina fulica) son caracoles terrestres nativos del oriente africano que la gente ha ido introduciendo a otras regiones del mundo. Por el año de 1800 fueron transportados a islas del océano Índico, en 1847 a la India y alrededor de 1900 a Sri Lanka.
En los 1940s invadieron el sureste asiático e islas del Pacífico. En América se reportaron en 1966 en la Florida, USA, en los 80s en las Antillas y en los 90s en Brasil. A Colombia entraron por el Amazonas en 2010 y ya en 2012 se reportaron para todas las regiones del país2.
La invasión a Colombia fue favorecida por criaderos improvisados de estos caracoles con el fin de extraer su baba, la cual fue vendida por un tiempo como panacea para el cuidado de la piel. Por ejemplo, en el Área Metropolitana de Bucaramanga se reportaron oficialmente en Mayo de 2011 y para 2012 ya estaban en 88 barrios y una vereda.
En Colombia, pudimos habernos preparado para evitar la llegada de estos caracoles cuando aparecieron en América (hace mas de 50 años) o cuando reaparecieron en otros países caribeños (hace casi 40 años), pero sólo nos percatamos de actuar cuando ya estaban aquí ¡Nos alcanzaron unos caracoles que nos dieron miles de kilómetros y décadas de ventaja! Esta parábola en carne propia sería graciosa si los caracoles gigantes africanos no estuvieran asociados con palabras como “baba”, “plaga” y “meningitis”.
¿Qué amenaza representan?
La menos grave es que son una plaga devastadora de cultivos y que los caparazones vacíos de los caracoles muertos son depósitos de agua donde se crían los zancudos que transmiten enfermedades como dengue, zika y chikunguña4. Pero la principal amenaza que representan estos caracoles es la que aún no ha tenido efecto alguno: pueden hospedar a unos peligrosos parásitos.
Los caracoles no son tóxicos ni venenosos, pero su baba podría llegar a transmitir parásitos, como el gusano nemátodo llamado Angiostrongylus cantonensis5.
Ese nemátodo utiliza caracoles como hospederos intermediarios. Un humano se vuelve un hospedero accidental cuando ingiere larvas del gusano al consumir caracoles infectados o su baba (por ejemplo si se consumen alimentos por donde un caracol infectado pasó dejando su rastro). Cuando un humano entra en contacto con las larvas de este nemátodo, al cabo de unas semanas a un mes puede presentar los síntomas de la meningitis eosinofílica, enfermedad que consisten en fiebre, náusea, un dolor de cabeza intenso y un alto conteo de glóbulos blancos eosinófilos en el fluído cerebroespinal. Esos síntomas pueden persistir por meses y requieren un delicado tratamiento. La abundancia y ubicuidad de estos caracoles puede causar una epidemia.
Una buena noticia: a Colombia al parecer no ha llegado el nemátodo causante de la meningitis eosinófila y no hay registros nacionales de ningún caso de esa enfermedad causada por contacto con el caracol gigante africano. El nemátodo A. cantonensis es nativo de Asia, pero de allí saltó a Oceanía, luego a África, para los 2000s estaba en Jamaica y Luisiana5 y en 2011 ya se había extendido a Mississipi y la Florida6. A Suramérica llegó por Brasil y Ecuador alrededor de 20107. El nemátodo ya está en países vecinos pero al parecer aún no ha llegado a Colombia: tenemos una estrecha ventana de oportunidad para actuar contra el caracol potencialmente hospedero y así prevenir la transmisión epidémica.
La desinformación ha causado un pánico innecesario que ha favorecido la invasión del caracol gigante africano en Colombia. Por ejemplo, al inicio de la invasión del Área Metropolitana de Bucaramanga, en 2011, los periódicos anunciaban que Peligrosos caracoles nos invaden, reportando que en los dos años anteriores la meningitis eosinofílica transmitida por estos caracoles había cobrado 62 víctimas fatales. En realidad hasta 2017 ese número a nivel nacional es cero.
Las autoridades divulgaban en los medios que la ciudadanía debía evitar tocarlo ”ya que su baba es mortífera y puede llegar a matar a una persona en menos de 24 horas“. Falso. Se le recomendaba no manipularlos y alertar a las autoridades ambientales. Los teléfonos de las autoridades ambientales colapsaron. Con los años vinieron campañas más laxas, en las que se recomendaba a la ciudadanía recolectarlos y usando guantes de látex y tapabocas y eliminándolos con sal. Pero la plaga de caracoles africanos no da tregua. Mientras tanto, el nemátodo de la meningitis eosinofílica viene a la vuelta de la esquina.
Una estrategia para controlar a los caracoles gigantes africanos de la región debe aunar esfuerzos del gobierno y la ciudadanía. El gobierno debe evaluar la presencia del nemátodo Angiostrongylus cantonensis en los caracoles gigantes africanos, así como en ratas, caracoles nativos y otras especies reportadas como hospederas. Si se llega a detectar el nemátodo en el país, la manipulación y eliminación del caracol debe ser especialmente cuidadosa y estar a cargo de personal calificado. Pero si se confirma que todavía no ha llegado el nemátodo, como parece ser el caso, la ciudadanía debe participar. A continuación se explican las herramientas que han funcionado para su control y erradicación. Se recomienda aplicar estas herramientas en conjunto a manera de Plan de Manejo Integrado de plagas.
1. Remoción manual.
Es un método barato y que da buenos resultados, en promedio un 75% de eliminación por jornada de remoción2. La frecuencia de remoción manual tiene que ser sostenida porque aunque se eliminen los caracoles visibles, quedan enterrados los huevos y algunos individuos. Las jornadas de remoción deben repetirse frecuentemente (incluso cada día, si es posible). Para matar a los caracoles no es necesario usar sal (que en cantidad esteriliza el suelo y contamina las fuentes de agua). Si se capturan pocos especímenes se pueden disponer en bolsas plásticas con un poco de agua o cal, cerrándolas tratando de no dejar aire adentro. Para capturas masivas los especímenes se pueden poner en canecas de 55 galones a la que se le puede añadir un poco de agua o cal. Las bolsas con caracoles muertos se pueden disponer en el servicio de aseo urbano. La biomasa de caracoles muertos se puede enterrar para que se descomponga, volviéndose abono.
2. Desyerbe y construcción de trincheras.
La abundancia de caracoles gigantes africanos habitando en lotes urbanos disminuye dramáticamente tras el desyerbe8. Los parques, lotes, jardines y patios en el área urbana o periurbana deben mantenerse desyerbados. Para prevenir que los caracoles africanos invadan terrenos o cultivos se pueden hacer barreras de terreno descubierto o trincheras de 20 cm de profundidad por 50 cm de ancho con aceite de motor quemado esparcido en el fondo9.
3. Uso de molusquicidas.
Hay varias sustancias en el mercado colombiano que se pueden usar para controlar a los moluscos (caracoles y babosas), como SinBabosas Ecoflora ®. Un molusquicida que funcionó muy bien en la isla de Guam fue la combinación salvado de trigo (que actúa como atrayente), metaldehído al 1.6% y arsenato de calcio al 5%. La mezcla se pone en un plato cubierto por una lata o madera que sirva de techo para evitar su desintegración bajo la lluvia9. Alternativamente se han observado propiedades molusquicidas en extractos de hojas y semillas de guanábanas y chirimollas (Annona spp.), piñón (Jathropa curcas), guayacán rosado (Tabebuia rosaea), cascabel (Cascabela thevetia, antes Thevetia peruviana), entre otras plantas2,10-12. Se debe tener en cuenta que al usar molusquicidas también se van a eliminar las babosas y caracoles nativos de Colombia, los cuales pueden cumplir funciones ecológicas importantes en su ecosistema.
4. Consumo. Ya hubo quien recomendara su consumo como plato exquisito. No lo haga.
Con la combinación sostenida de las anteriores estrategias podemos reducir las poblaciones de caracoles africanos e incluso erradicarlos. Los caracoles gigantes africanos no son la plaga asesina del video, son unos lentos invasores que aún estamos a tiempo de controlar en Colombia antes que su presencia se torne en un problema mayor. Aún podemos ganarles la carrera.
Referencias
1. Fontanilla, I.K.C. et al. 2014. PloS One 9:e105151.
2. Garcés-Restrepo, M.F., et al. 2016. Biota Colombiana 17:44.
3. Caballero-Aldana, D.V. 2016. Revista UIS Salud 44:66.
4. Trpis, M. 1973. Bull. Wld. Hlth. Org. 48:447.
5. Slom, T.J. et al. 2002. N. Engl. J. Med. 346:668.
6. Iwanowics, D.D. et al. 2015. J. Wildlife Diseases 51:749.
7. Maldonado A. Jr. et al. 2012. Angiostrongyliasis in the Americas. www.intechopen.com
8. Albuquerque, F.S. et al. 2008. Braz. J. Biol. 68:837.
9. Peterson, G.D. 1957. Hilgardia 26:643.
10. Panigrahni, A. y S. K. Raut. 1994. Mem. Inst. Oswaldo Cruz, Rio de Janeiro 89:247.
11. Dos Santos A. F. y A. E. G. Sant’Ana. 2001. Phytomedicine 8:115.
12. Luna J. S. et al. 2005. J. Ethnopharmacology 97:199.