Es una comunidad conformada por 104 familias desplazadas de Córdoba. Aunque no tienen tierra, luchan —en medio de la ciudad— para preservar sus tradiciones.
Samuel López / Red Prensa Verde
Cabildo de Membrillal, Cartagena de Indias. Una vez despojados de sus tierras en el cabildo de San Andrés de Sotavento, Córdoba, hacia el año 2000, la comunidad indígena zenú no sabía a dónde ir. Fue por influencia de algunos familiares que decidieron migrar a ‘La Fantástica’, como también denominan a Cartagena.
El desplazamiento masivo de este grupo étnico fue causado grupos paramilitares que los amenazaron y les dieron 24 horas para salir de su territorio, relató a Red Prensa Verde, Leovigildo Castillo, capitán encargado del cabildo.
Él es un ‘pelao’ de 33 años a quien el cacique – su padre (foto)- le delegó la responsabilidad desde hace seis meses de representar a la comunidad indígena de Membrillal en la capital de Bolívar.
“A la terminal de Cartagena llegamos 45 familias y de allí empezamos hacer todas las denuncias correspondientes a la Fiscalía, Procuraduría y a todos los entes relacionados con nuestra problemática”, recordó el Capitán.
Desde ese momento los zenú, reconocidos por la confección del tradicional sombrero ‘vueltiao’, ya símbolo nacional, se sumaron a la lista de las víctimas de la violencia en Colombia.
“El conflicto armado ha hecho grandes sangrados de nuestra cultura, ya que han provocado el desarraigo de nuestros territorios ancestrales”.
Sufren el destierro y lloran el distanciamiento de su pueblo y sitios sagrados, por eso tuvieron que empezar a tejer una nueva historia comunitaria en Cartagena.
Para esta etnia el tejido es su pensamiento, de este depende el plan de vida que construyen con los niños, jóvenes y adultos, que conforman ya 104 familias.
En 2002 la comunidad formalizó el cabildo zenú asentado en el sector de Membrillal, en Cartagena. Hoy es el único resguardo indígena en esta ciudad reconocido por el Distrito, el Ministerio del Interior y el resguardo indígena de San Andrés de Sotavento.
Actualmente pocos saben que en la Ciudad Heroica hay un cabildo indígena y desconocen además que está ubicado a 15 kilómetros del centro histórico.
Ahora deben pagar arriendo
Cuando los indígenas llegaron a Membrillal sus allegados que les brindaron apoyo. Allí, un sargento pensionado de la Armada Nacional decidió cederles dos casas en ese mismo barrio.
El cacique Leovigildo buscó apoyo con la Alcaldía para obtener más terrenos y así fue que consiguieron un predio de 8 hectáreas, donde habitan actualmente.
Comenzaron a sembrar yuca, plátano, hortalizas, y por supuesto, su materia prima, la caña flecha con la que tejen los mundialmente famosos sombreros. Lo hicieron en la finca San Isidro, que arrendaron con opción de compra, con un pago anual de $1.600.000.
Pero, en agosto de 2017 la comunidad indígena nuevamente volvió a sentir el temor de ser desplazada, no por parte de grupos armados al margen de la ley, sino por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) y autoridades de Policía, ante el incumplimiento en el pago del arriendo. Esto hizo que los dueños del predio iniciaran un pleito jurídico para sacarlos de ese terreno.
“Dentro del proceso de desalojo, teníamos un contrato de arrendamiento que se cumplió en 2016, teniendo una prórroga y unos acuerdos con el alcalde Manuel Vicente Duque. Debido a esta situación se retrasaron las gestiones para la compra del terreno y las cosas no se dieron como queríamos”.
Durante el desalojo estuvieron presentes el ESMAD, la defensoría del Pueblo, la Personería Distrital, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Comisaría de Familia y la Policía de Infancia y Adolescencia, para garantizar los derechos de la comunidad.
“Todo esto lo hicieron sin respetar a las autoridades indígenas que tenemos una condición y jurisdicción especial que debe ser tenida en cuenta a la hora de un desalojo”.
Después del caos y la incertidumbre, la alcaldesa de la Localidad 3 de Cartagena, Patricia Zapata Negrete, anunció la suspensión del desalojo tras una reunión con los representantes del cabildo, propietarios del terreno y autoridades.
«No se ha solucionado el impase de una reparación, o de una indemnización como supuestamente dice el programa que se maneja. En realidad las familias que llegamos en situación de desplazamiento no hemos recibido esa atención”, insiste el Capitán.
Lastimosamente estamos en una política donde no miran lo ancestral o cuál es el origen de un pueblo o de una ciudad como Calamarí, hoy Cartagena, sino que mantienen intereses particulares, la élite y el Corralito de Piedra: Leovigildo Castillo.
Que el cabildo esté ubicado en la Ciudad Heroica no significa que cuenten con muchas garantías. “Yo creo que hubiese sido una buena oportunidad estar en una ciudad turística y más Cartagena para ser incluidos en los programas del Gobierno Nacional, pero no es así. Lastimosamente estamos en una política donde no miran lo ancestral o cuál es el origen de un pueblo o de una ciudad como Calamarí, hoy Cartagena, sino que mantienen intereses particulares, la élite y el Corralito de Piedra.
Si existiera de verdad una identidad no estuviéramos viviendo un desalojo ni exigiendo al Estado que nos miren, diciendo que aquí hay un pueblo ancestral”, expresa el capitán con indignación.
Otros miembros de la comunidad, quieren solución pero no de cualquier manera. “No queremos que nos envíen nuevamente a donde vivíamos (Córdoba), porque no sabemos la situación actual de ese lugar, ni quién esté al frente de esa zona. Ya aquí tenemos algo empezado y queremos que el gobierno nos solucione el tema de las tierras, aquí en Cartagena”, alega Rogelio Suárez, de 60 años, miembro del cabildo.
Tejen y tejen para conservar su esencia
Para los pueblos indígenas los pleitos resultan desgastantes y les impiden estar más pendientes de sus tradiciones y costumbres.
Al visitar el resguardo es evidente el ambiente cartagenero. Es difícil escuchar un porro o el sonido de los tambores; sí es notoria la música champeta, que ambienta el lugar, pareciera que niños y jóvenes fueran cartageneros y se les haya olvidado su origen indígena.
El líder del cabildo, advierte que a pesar de todo lo que han vivido, luchan por mantener sus tradiciones: “somos ley de origen, somos indígenas y nuestro pensamiento será buscar autonomía, basados en la ley de nuestros abuelos”.
Por eso trabajan con los niños de la comunidad en la escuela ancestral del cabildo para preservar su cultura.
©Samuel LópezDe esta manera, los sabios de la comunidad, como lo son considerados Leovigildo y su padre, tienen discípulos. Uno de ellos es Alberto Mogollón, otro ‘pelao’ de 16 años, de piel morena, cabello liso y con una timidez que no le permite mirar a los ojos.
Él, aprendiz de las costumbres y medicina ancestral, comenta: “Con lo que he aprendido voy al monte y consigo las matas para bañarme yo mismo. No tomo pastillas ni na´, consigo una matica, me hago una tomita y fuera”. Mirando al suelo explica que su propósito es llegar a ser sabio y curandero, un doctor de la medicina tradicional.
A su corta edad se ha convertido en un apoyo para los abuelos mayores. “Cuando vino el ESMAD yo no me metí en ese pleito, yo estaba con los abuelos mayores, ‘despertando a los ancestros para luchar y defendernos’”, comenta. ¿Cómo se despiertan? Eso hace parte de su identidad, lo mismo que la preparación de las bebidas, un tema del que no se habla.
Este clan indígenas también busca recuperar sus ceremonias, lo hacen los viernes y sábados por la noche, evocando rituales, bailes y utilizando trajes tradicionales.
Además, realizan talleres para niños y jóvenes enfocados en la enseñanza del tejido con caña flecha, lo mismo hacen con la recuperación de su lengua nativa. Para esto, desde hace cuatro años, adelantan procesos con especialistas de diferentes universidades.
Ese es el escenario en Membrillal, un sitio donde los zenú siguen tejiendo ese gran sombrero que representa su cultura.