La ballena de aleta que sorprendió en el Parque Corales del Rosario
Es un cetáceo cuya población se recupera de una fuerte persecución humana en el siglo XX. Figura en el Apéndice I de CITES, es decir que su comercio es prohibido.
Por primera vez en 42 años de creación del Parque Nacional Corales del Rosario y San Bernardo fue reportado un ejemplar de ballena de aleta (Balaenoptera physalus) en el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo, en el mar Caribe. Desde la creación del área protegida, hace 42 años, no se había tenido reporte de la especie.
La ballena de aleta se caracteriza por ser la segunda de mayor tamaño y la más rápida de las grandes ballenas del mundo. Se alimenta de peces y crustáceos.
“Jamás en la historia del Parque Nacional habían visto o reportado un individuo de esta especie, razón por la cual, es tan importante registrar este hecho, más porque estas ballenas son de distribución cosmopolita, es decir, que se encuentran en todos los océanos y no es atípica su presencia en el mar Caribe”, explicó Parques Nacionales.
La entidad a través de sus funcionarios con apoyo de otras instituciones, informó que monitorean los movimientos del mamífero para verificar que se ubique en zonas profundas y evitar un encallamiento.
Parques Nacionales recomienda a los visitantes del área protegida no acosar al ejemplar para evitarle estrés y permitir su paso por el Caribe.
El Parque Corales del Rosario es un archipiélago, ubicado a 45 kilómetros de la bahía de Cartagena. Fue creado en 1977 y tiene una extensión de 120.000 hectáreas terrestres y submarinas.
Más sobre el cetáceo
La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), indica que las ballenas de aleta, en la categoría de Vulnerable en la escala global, se encuentran en todo el mundo, principalmente, pero no exclusivamente, en aguas costeras de las zonas templadas y subpolares.
“Muestran cierta migración hacia los polos en verano, pero parecen estar presentes en algún nivel a lo largo de su rango durante todo el año. Las ballenas de aleta se consideran raras o ausentes en la mayoría de los trópicos, pero fueron cazadas en Perú y Ecuador y en el Golfo de Guinea en el siglo XX, y todavía se observan ocasionalmente en los trópicos, por ejemplo, en Perú y las Seychelles”.
El avistamiento de este individuo cobra importancia por su historia de vida. Según la evaluación de la la Lista Roja de especies amenazadas de la UICN, esta especie presentó una reducción de su población por caza comercial, en el siglo XX, cuya recuperación es reversible y ha sido puesta bajo control.
“El tamaño actual de la población mundial es incierto debido a la falta de datos de las principales partes del rango, especialmente de latitudes medias en el hemisferio sur. Por lo tanto, no es posible una evaluación rigurosa contra los criterios. Sin embargo, las proyecciones plausibles del tamaño de la población madura mundial indican que probablemente se ha recuperado a más del 30% del nivel de hace tres generaciones 1940, (es decir, una reducción de <70% en las últimas tres generaciones) pero no necesariamente ha alcanzado todavía 50% de ese nivel. En este sentido, la categoría de la Lista Roja es como Vulnerable”.
Reconociendo que la información actual es incompleta, y con una tendencia de la población creciente, la UICN reporta a 2018 una cifra de 100.000 ejemplares maduros en los mares del mundo.
Este es el cuadro de rango de distribución de la ballena de aleta, avaistada en las islas frente a Cartagena (Bolívar).
La UICN indica que antes del advenimiento de la caza de ballenas moderna a fines del siglo XIX, las ballenas de aleta no estaban sujetas a mucha depredación humana porque eran difíciles de atrapar, pero se agotaron en todo el mundo por la caza comercial de ballenas en el siglo XX.
Y relata que han sido protegidas en el hemisferio sur y el Pacífico norte desde 1976, y las capturas cesaron en el Atlántico norte en 1990, a excepción de las pequeñas capturas de «subsistencia aborigen» en Groenlandia.
“Las capturas comerciales se reanudaron en Islandia en 2006, pero ninguna se ha capturado en 2016 o 2017. Una flota japonesa reanudó las capturas experimentales de ballenas de aleta en la Antártida en 2005, pero esto también se suspendió. Parece poco probable que la captura de ballenas de aleta regrese a los altos niveles de años anteriores, entre otras cosas debido a la limitada demanda del mercado de productos de ballenas”.
A lo largo de la costa de Chile las ballenas de aleta fueron capturadas en varias estaciones desde principios del siglo XX hasta 1983, pero muy pocas fueron atrapadas después de 1970, informa la entidad. En la zona costera del Perú, se registraron principalmente en el invierno austral, hasta que las capturas se agotaron a principios de la década de 1970.
Los avistamientos de ballenas de aleta en el Pacífico ecuatorial oriental desde que la caza de ballenas terminó en 1976 han sido relativamente pocos, en contraste con las ballenas azules que continuaron siendo vistas con frecuencia.
Controles y conservación
Dado el historial de captura, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) estableció límites de captura en cero para las ballenas de aleta en el Pacífico norte y el hemisferio sur a partir de 1976.
Explica la UICN que la CBI adoptó una disposición (conocida popularmente como la moratoria comercial de la caza de ballenas) en 1982 para establecer todos los límites de captura para la caza comercial de ballenas a cero desde 1986, pero Islandia, Noruega y la Federación de Rusia han presentado objeciones o reservas a la disposición.
La caza limitada de ballenas de aleta en el oeste de Groenlandia está permitida con fines de «subsistencia aborigen».
Colombia es miembro de la CBI desde el 22 de marzo de 2011, cuando ratificó la Convención mediante Ley 1348 de 2009 y Sentencia C-379 de 2010. Por tanto defiende una posición conservacionista de uso no letal ni extractivo de los cetáceos.
Las ballenas de aleta figuran en el Apéndice I de la Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES), pero esto no se aplica a Islandia, Noruega y Japón, que tienen reservas.
Dicho Apéndice I incluye las especies con mayor grado de peligro de extinción por lo que la CITES prohíbe el comercio internacional de estos especímenes, salvo cuando la importación se realice con fines no comerciales, por ejemplo, para la investigación científica.
También figuran en los Apéndices I y II de la Convención sobre el Manejo de Especies Migratorias (CMS). Según el Acuerdo para la Conservación de los Cetáceos en los mares Negro y Mediterráneo, las ballenas de aleta en el Mediterráneo, junto con otros cetáceos, están protegidas de la muerte deliberada por parte de los firmantes del acuerdo.