Denuncian crueldad en la industria turística que utiliza delfines en cautiverio
“Es un ciclo interminable de crueldad, la cría, captura y comercio de animales silvestres con fines de entretenimiento”: WAP.
Más de 3.000 delfines se encuentran en cautiverio en todo el mundo, debido al mercado del entretenimiento para turistas. De estos, una quinta parte se encuentra en El Caribe, Las Bermudas, Las Bahamas y México, este último con 250 delfines, situación que lo ubica entre los 10 países con mayor número de ejemplares bajo estas condiciones de vida. La denuncia es de la organización World Animal Protection (WAP), que acaba de publicar “El secreto detrás de su sonrisa”, un audiovisual sobre las afectaciones que trae el cautiverio a estos mamíferos.
Algunas de estas afectaciones son la falta de espacio, la obligación de trabajar para conseguir el alimento, ser protagonistas de espectáculos ajenos a su naturaleza, agresiones entre ejemplares de la misma especie, trabajo fuerte que genera estrés, problemas de piel, agresividad, malas condiciones del agua debido a los químicos con que las tratan, entre otros.
Trabajar para comer
El cautiverio es alimentado por la industria de viajes y turismo y se sostiene con la compra de boletos, explica Nick Stewart de World Animal Protection (WAP). Asegura que la investigación les permitió conocer que “los números que deben realizar los delfines frente al público son versiones exageradas de sus comportamientos naturales o no son del todo naturales. Han sido condicionados para hacer trucos porque saben que recibirán comida”.
El documental informa que además de esto, los animales sufren por la mala calidad de agua a la que adicionan químicos que en ocasiones pueden traer problemas de piel.
La mayor preocupación de Stwart es la falta de espacio a la que estos animales se ven sometidos, ya que el promedio de las piscinas es de 444 metros, cuando en la vida silvestre tienen un rango entre 100 y 400 km2 para nadar, para vivir.
Cecilia Vega de la Fundación Hagehenbeck y De la Lama IAP, comenta que la diferencia entre una piscina y el mar es una cubeta (un balde). “El cautiverio se caracteriza por no tener un lugar donde esconderse, si hay una pelea entre ellos, no pueden huir y muchas veces estos encuentros son peleas que les causan daños severos o la muerte”.
Lorena López, quien trabajó como entrenadora de delfines durante diez años, cuenta que en el lugar donde ella laboraba había un problema de compatibilidad entre dos delfines, uno de ellos era un macho dominante. Siempre peleaban, uno era acosado por el otro y no tenía como escapar.
“Cuando están expuestos a grandes niveles de estrés por todo el trabajo a que son sometidos; como cualquier ser sintiente y pensante, su forma de sacar todo ese ese estrés es por la frustración y agresividad».
En el audiovisual Lorena dice que comenzó a los 17 años como entrenadora y a lo largo de una década vio como sufrían y en algunos casos morían los delfines: “Era fuerte emocionalmente, llegué a somatizarlo, varias veces me enfermé, ahí fue cuando dije esto no está bien, esto no es amor, no es conservación, no es educación y me retiré». Actualmente se desempeña como defensora de los derechos de los mamíferos marinos.
Otros problemas
Cecilia Vega de la Fundación Haghenbeck y De la Lama IAP, también reporta que en muchos de estos lugares reproducen a los animales en sus propios delfinarios: «También los venden, los rentan, tienen banco de semen y lo comercializan con otros sitios, es algo que no va a terminar nunca, están reproduciendo constantemente animales de manera inmoral. Sabemos que son muchos más los animales que mueren al año, que las cifras reportadas. Los propietarios de muchos de estos lugares ocultan la información sobre la muerte de los delfines en cautiverio, por algo será”.
Afirma que la gente ve a los delfines y creen que están bien porque hay bonitas instalaciones, lo que no saben es como viven ellos en vida silvestre y eso es lo que hay que mostrarle al público.
El audiovisual asegura que el turismo de entretenimiento con animales como los delfines, es una industria que contribuye poco a la conservación, “es mentira lo que la mayoría argumenta, la conservación. Por el contrario, es un negocio que genera 5,500 millones de dólares al año”.
Sobre lo anterior, Yolanda Alanis Pasini, de Conservación de Mamíferos de México (Comarino) dijo: “Hay que meditar, hay que evitar pagar por el sufrimiento de los animales”.