La evidencia reciente, mostrada en el Informe de Evaluación de la Amazonía, considera que la deforestación en la región no puede sobrepasar rangos entre el 20 % y el 25 %. La preocupación es grande pues, en la actualidad, el 17 % de los bosques ya se ha perdido y al menos un 17 % adicional se ha degradado.
Antonio José Paz Cardona / Mongabay Latam
El último día de la COP 26 sobre cambio climático en Glasgow, Escocia, se hizo público el Informe de Evaluación de la Amazonía en el que participaron más de 200 científicos, de los cuales casi el 70 % son de la región . El documento, que es considerado uno de los reportes más completos que se ha hecho sobre la cuenca del Amazonas, también contó con la participación de líderes indígenas y de comunidades locales, cuyos conocimientos ancestrales ocupan un lugar importante dentro del informe.
Entre las principales conclusiones a las que llegó el Panel Científico para la Amazonía (SPA por sus siglas en inglés), que reúne al grupo de investigadores que ha elaborado el documento, está la necesidad de ejecutar acciones inmediatas para detener la deforestación en este bioma ya que, si no se hace, indica el informe, se podría cruzar un punto de inflexión irreversible que conduciría a un paisaje degradado y a la transformación de importantes zonas amazónicas en fuentes de emisión de carbono. Es decir, los bosques dejarían de absorber grandes cantidades de CO2 y se perdería así a un aliado importante en la lucha contra el cambio climático.
El SPA recomienda también que se prohiba de manera inmediata la tala de bosques en todo el sur de la Amazonía, que comprende 2 millones de km2 de selva tropical desde el sur de Perú, Bolivia, el norte de Mato Grosso y el sur de Pará, ambos estados de Brasil, hasta llegar al océano Atlántico. Además, pide cero deforestación y degradación de bosques en toda la región antes del 2030.
Para lograrlo, destacan los científicos, es fundamental la rápida implementación de las promesas de los sectores públicos y privados para detener la deforestación y aumentar la financiación para la Amazonía. También se necesitan soluciones para hacer frente a los incendios que han afectado a los bosques amazónicos en los últimos años, velar por la protección de las comunidades indígenas y el desarrollo de una economía sostenible, basada en la biodiversidad, a la cual han denominado bioeconomía.
“El modelo de desarrollo actual está impulsando la deforestación y pérdida de biodiversidad, lo que lleva a cambios devastadores e irreversibles. Si la Amazonía ha de sobrevivir, debemos mostrar cómo se puede transformar para generar beneficios económicos y ambientales como el resultado de colaboraciones entre científicos, poseedores de conocimientos indígenas y sus líderes, comunidades locales, sector privado y gobiernos”, comentó Carlos Nobre, científico brasileño y copresidente del SPA.
Una invaluable diversidad natural y cultural
El informe está dividido en 34 capítulos que se centran en cuatro temáticas principales: la Amazonía como una entidad regional del sistema terrestre, la presencia humana y la diversidad sociocultural en la Amazonía, las transformaciones socioecológicas de la región y, finalmente, la necesidad de encontrar caminos sostenibles para asegurar su conservación.
Los autores destacan que la Amazonía alberga una parte representativa de la biodiversidad mundial conocida, que incluye el 22 % de las especies de plantas vasculares, el 14 % de las aves, el 9 % de los mamíferos, el 8 % de los anfibios y el 18 % de los peces que habitan en los trópicos. “Aunque los científicos describen nuevas especies en la Amazonía a un ritmo extraordinario de una cada dos días, muchos grupos aún son poco conocidos. Además, nuestro conocimiento de la ecología y la distribución geográfica de la mayoría de las especies es todavía muy limitado”, destaca el reporte.
La publicación resalta que la cuenca del río Amazonas es uno de los elementos más críticos del sistema climático de la Tierra, debido a su ubicación tropical, delimitada al oeste por los Andes, y también por su inmensa extensión. Los autores indican que los bosques actúan como un “aire acondicionado” gigante que reduce la temperatura de la superficie terrestre y genera lluvias. “Hasta el 50 % de la precipitación que cae dentro de la cuenca se recicla regionalmente, lo que mantiene un alto flujo de humedad hacia el interior de los océanos y suministra la descarga fluvial más grande de la Tierra, entre el 16 % y el 22 % de la entrada total de agua dulce del mundo a los océanos”.
Andrea Encalada, vicerrectora de la Universidad San Francisco de Quito y copresidenta del SPA, resalta no solo el riesgo al que se enfrentan los bosques amazónicos sino también los ecosistemas de agua dulce, donde hay muchos vacíos de información, problemas asociados a las pesquerías, falta de tratamiento de aguas residuales y un aumento en la construcción de hidroeléctricas que causan fragmentación en la conectividad de los ríos. “El ecosistema acuático amazónico está bajo amenaza y eso está llevando a la degradación. Podríamos llegar al punto de tener ríos intermitentes, una condición que hasta ahora no se conoce en la Amazonía. Proponemos la creación de reservas fluviales, así como existen las áreas protegidas terrestres”, comenta.
El bioma amazónico tiene una importancia indiscutible a la hora de hablar del clima y ese es otro de los mensajes cruciales del informe. En sus suelos y vegetación hay almacenadas entre 150 y 200 mil millones de toneladas de carbono.
Pero la Amazonía no es solo un lugar de importante riqueza natural sino también cultural. Allí habitan alrededor de 47 millones de personas, incluidos casi 2,2 millones de pobladores indígenas, distribuidos entre más de 400 grupos que hablan más de 300 idiomas. Los territorios indígenas y las áreas protegidas cubren alrededor del 50 % de la cuenca del Amazonas e, históricamente, han jugado un papel fundamental para la conservación de los ecosistemas.
Por ejemplo, el informe destaca que entre 2000 y 2018, solo el 13 % del área total deforestada en la cuenca ocurrió dentro de estas tierras. Sin embargo, se estima que aproximadamente la mitad de todos los territorios indígenas y áreas protegidas enfrentan la presión de la deforestación ilegal, la minería y el acaparamiento de tierras, lo que agrava las amenazas para la Amazonía y sus pueblos.
“Entramos al Panel Científico por la Amazonía porque la Amazonía es nuestra casa. Hemos vivido miles de años allí. La Amazonía es un ser vivo, tiene espíritu, está presente en nueve países y para salvarla necesitamos que los nueve trabajen, sin importar la extensión de selva que tengan. Todo se afecta si uno de ellos no funciona”, asegura Gregorio Díaz Mirabal, coordinador de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).
La Amazonía arrinconada
¿Cómo fue que la Amazonía llegó a este punto crítico? El Informe de Evaluación de la Amazonía también hace un detallado análisis histórico de las presiones y amenazas que ha enfrentado la región. Destaca, por ejemplo, que durante los últimos dos siglos, recursos como petróleo, minerales y, en general, la biodiversidad, se han extraído y utilizado de manera intensiva debido al proceso de colonización y la expansión agrícola masiva, producto de demandas económicas tanto nacionales como internacionales.
“El desarrollo basado en recursos significó que los países amazónicos pasaran a los niveles más altos en las exportaciones globales de carne de res, hierro, oro, madera, cacao y soya. Estas transformaciones ocurrieron en el contexto de sociedades altamente desiguales, con partes sustanciales de la población indígena que ni siquiera tienen ciudadanía, o la exclusión de los derechos a la tierra de las comunidades locales, inequidades que influyen en la dinámica socioeconómica de la región hasta el día de hoy”, destaca el reporte.
Díaz Mirabal dice que los pueblos indígenas no quieren que se siga deforestando para producir carne o por agronegocios como la palma aceitera. “Eso no puede ser en el siglo XXI. Queremos que la humanidad oiga que la selva Amazónica grita por una nueva oportunidad para seguir respirando, para seguir viviendo. Eso significa una transformación espiritual, mental y una nueva visión de la economía”, resalta el coordinador de la COICA.
Este gran informe, presentado el último día de la COP 26, advierte que la Amazonía se acerca a un potencial punto de inflexión catastrófico debido a la deforestación, la degradación, los incendios forestales y el cambio climático. La evidencia reciente, que considera los efectos de todos estos fenómenos, sugiere que este umbral podría alcanzarse cuando la deforestación llegue a porcentajes entre el 20 % y el 25 %. La preocupación es grande pues, según la información de los científicos, en la actualidad, el 17 % de los bosques amazónicos ya se ha perdido y al menos un 17 % adicional se ha degradado.
A pesar de que hay 563 áreas protegidas que cubren el 25 % de toda la cuenca amazónica, en el informe se estima que el 51 % de ellas se encuentra bajo algún tipo de presión, ya sea baja o moderada. Entre 2001 y 2018, las nuevas áreas agrícolas dentro de las áreas protegidas aumentaron en más del 220 %.
Otro dato revelador de esta publicación es que la población de la Amazonía es urbana en más del 60 % y destaca que los medios de vida amazónicos son cada vez más una mezcla compleja de actividades rurales y urbanas. Además, las políticas nacionales y regionales orientadas al desarrollo, el apoyo financiero y la infraestructura favorecen la agroindustria a gran escala, generando cambios estructurales significativos entre los pequeños productores amazónicos y aumentando la migración urbana. “Esta realidad contradice las imágenes de la Amazonía como predominantemente rural y se refleja en la atención limitada que se presta a la urbanización explosiva de la región”, se lee en el informe.
Mercedes Bustamante, profesora de la Universidad de Brasilia y una de las científicas que participó en este extenso estudio, asegura que con los recientes aumentos en deforestación que están devastando el bosque tropical más extenso de la Tierra, “también debemos anunciar un código rojo para la Amazonía. Salvar los bosques existentes de la deforestación continua y la degradación, así como trabajar en la restauración de los ecosistemas es una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo”.
Propuestas de los expertos
Bustamante reconoce que los ecosistemas amazónicos y la gente están enfrentando riesgos catastróficos y potencialmente irreversibles pero considera que aún hay oportunidad de actuar. “Es factible buscar oportunidades para cambiar, de manera escalable, las economías de la Amazonía”.
El Panel Científico para la Amazonía, en la parte final de su informe, plantea un concepto importante en el cual los gobiernos y la sociedad en general deben trabajar: la visión de la Amazonía Viviente. Esta se fundamenta en tres pilares: el primero considera medidas para conservar, restaurar y remediar los sistemas terrestres y acuáticos. El segundo busca promover el desarrollo de políticas de bioeconomía innovadoras, lo que incluye inversiones en investigación, mercadeo y una producción asociada a la biodiversidad amazónica, además de considerar las inversiones en educación, tecnología e innovación. Finalmente, el tercer pilar plantea el fortalecimiento de la ciudadanía y gobernanza amazónica para promover un mejor manejo de los recursos naturales y fortalecer los derechos humanos y territoriales.
Gregorio Díaz Mirabal señala que los científicos han entendido el mensaje de que se necesita trabajar juntos, con las comunidades y con los gobiernos, en temas como los derechos de los pueblos y de la naturaleza. “Que se respete la selva amazónica, los árboles, las frutas y el espíritu de los pueblos. Se puede disfrutar de los servicios de la Amazonía sin deforestar, sin destruir la selva”, dice.
Los expertos destacan la urgencia de llegar a cero deforestación para 2030, así como trabajar en medidas para conservar, restaurar y remediar los sistemas terrestres y acuáticos. También proponen el impulso de la bioeconomía, el aumento de la inversión en ciencia, educación, tecnología e innovación, y el fortalecimiento de la ciudadanía y gobernanza amazónica.
El Panel Científico de la Amazonía insiste en la necesidad de la restauración y rehabilitación de la cobertura forestal y los ecosistemas acuáticos; conservar la biodiversidad, la agrobiodiversidad y la diversidad cultural, así como el seguimiento de la degradación, la deforestación y el establecimiento de sistemas de alerta temprana de incendios. Además, los expertos destacan que si bien el cambio de uso de la tierra es la amenaza más visible para los ecosistemas de la Amazonía, el cambio climático está emergiendo como una de las principales amenazas para el futuro de la región.
Para Marielos Peña Claros, profesora de Ecología y Manejo Forestal de la Universidad Wageningen en los Países Bajos, no hay una única solución ni soluciones simples para este problema medioambiental, y se necesita un gran conjunto de iniciativas que sean adoptadas, ajustadas, replicadas y escalables a las condiciones locales.
Peña Claros destaca una de las conclusiones del informe y es que se necesita llegar a una deforestación cero en el 2030 para no sobrepasar el punto de inflexión. “Necesitamos definir hitos anuales para que la deforestación empiece a bajar el próximo año. Necesitamos moratorias de deforestación para áreas muy frágiles o muy cerca de puntos de quiebre, sobre todo ubicadas en la Amazonía brasileña”.
La investigadora también resalta la necesidad de que la Amazonía se mueva hacia una transformación justa. “Alrededor de 800 mil km2 de la Amazonía ya han sido deforestados. Sin embargo, hay oportunidades de implementar la restauración de la productividad de tierras agrícolas abandonadas sin necesidad de convertir más áreas boscosas en tierra agrícola”, destaca.
Por su parte, la investigadora Mercedes Bustamante destaca el gran potencial que hay en la bioeconomía para generar mercados sostenibles con productos del bosque, pero que es importante que los gobiernos se comprometan a impulsarlos como ha sucedido, por ejemplo, con el asaí, hoy conocido en las cocinas de diferentes países del mundo.
Uno de los mensajes finales del informe indica que alcanzar estas metas antes de 2030 depende de los esfuerzos conjuntos de los formuladores de políticas amazónicas a nivel local, nacional y regional, así como de los sectores financiero y privado, la sociedad y la comunidad internacional. El reporte destaca que el apoyo financiero debe iniciarse desde economías avanzadas para asegurar que se consuman productos de áreas con cero deforestación y que se preserve el papel de los bosques como un importante sumidero de carbono natural.
Gregorio Díaz Mirabal resume el sentimiento y la petición de los pueblos amazónicos: “oigan a la ciencia y a los pueblos, implementen acciones respetando el trabajo que se ha hecho en este informe. No tenemos tiempo. Lo único que falta es el apoyo de los gobiernos, bancos, empresas y toda la humanidad”.
Imagen superior: Minería ilegal de oro en el río Caquetá, Amazonas – Colombia. Foto: Informe Un Clima Peligroso.
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MONGABAY LATAM – RED PRENSA VERDE