‘Macarena’, un milagro que crece en la selva
– INFORME ESPECIAL –
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Deforestación, tala selectiva de grandes árboles, caza no sostenible, minería y tráfico ilegal, acaban con las poblaciones de águila harpía. Es una especie emblemática y vulnerable a la extinción.
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En Colombia se reportan cerca de 50 ataques directos de humanos a estas aves, muchos de los cuales mueren y otros quedan sin la posibilidad de retornar a su entorno natural.
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La cacería furtiva, impulsada por el desconocimiento, el temor o la curiosidad, también ocasiona la pérdida de individuos en campo.
Esta historia se produjo con el aporte de Earth Journalism Network
Acompañamos a una familia conservacionista en el monitoreo a un nido. Comunidades e investigadores del Proyecto Soy Harpía Amazonia, estudian y protegen a la ‘reina’ de las aves.
Olga Cecilia Guerrero / Red Prensa Verde
LA MACARENA. META, COLOMBIA. El ruido de las hojas trituradas devela el paso de los caminantes. Se escuchan silbidos, cantos de pájaros e insectos. De vez en cuando aparece un claro de luz a la orilla del angosto camino.
Es 12 de agosto de 2023, pronto serán las tres de la tarde. Afuera el día está fresco, dentro el bosque la humedad es penetrante. Ha llovido en las últimas horas, del dosel caen gotas de agua y en el suelo se ven algunos charcos.
Quince minutos después de haber iniciado el recorrido por la Reserva Natural Santuario Mayor, los caminantes se detienen. Los ojos del guía Adriano Ortiz Ramos -que segundos antes deambulaban de rama en rama- se fijan en un árbol de cedro achapo donde posa un copo emplumado. El guía elonga su cuello al máximo, centra toda su atención y expresa: ¡Ahí está ‘Macarena’!
Es el polluelo de águila harpía, motivo de la expedición. Tiene diez meses de vida, su cuerpo es blanco como la nieve y sus alas destilan tonos tierra. A esta especie se le conoce también como águila churuquera porque parte de su dieta son los monos churucos. Su nombre científico es (Harpia harpyja).
Macarena vuela a un árbol de vainillo, entonces los observadores esquivan enormes hojas de palma para relocalizarla tratando de no hacer ruido en la tupida hojarasca. Miguel Ángel, hijo del guía, la encuentra y todos corren a enfocarla. Entre tanto, Flor, esposa de Adriano, aparece con algo en las manos, señala una hoja y explica: este es excremento de ayer, aquí hay restos de comida y una pluma. Desde arriba, perchada en el mismo palo, Macarena tuerce su cuello y los mira con curiosidad.
La harpía es un ave emblemática del bosque tropical, conocida como la ‘reina de las aves’, no solo por su porte y belleza sino porque es la más grande del hemisferio occidental y la rapaz más fuerte del mundo.
Su importancia también radica en que es depredador tope, se encuentra en la cúspide de la cadena alimenticia y su presencia indica la buena salud de los ecosistemas.
El águila ejerce control de poblaciones de mamíferos como monos, puerco espines, grandes roedores; reptiles como serpientes y otras aves de menor tamaño. Si no existiera podría generarse un desequilibrio por el aumento de esa fauna.
UNA REGIÓN ESTRATÉGICA
- El Santuario Mayor es una reserva natural privada de 160 hectáreas que se encuentra en el municipio de La Macarena, Meta, a 233 metros de altura y 225 kilómetros de Villavicencio, capital del departamento.
- Hace parte de la Serranía de La Macarena un área estratégica por su alta biodiversidad y por ser zona de transición entre los Andes, la Orinoquia y la Amazonia colombiana.
- Es mundialmente conocida por tener el río más bello del mundo, Caño Cristales, que le ha dado un giro a su economía a través del ecoturismo.
- También, porque en 1999 hizo parte de la llamada zona de despeje o distención en el fallido proceso de paz entre el gobierno de la época y las entonces Farc-Ep, junto con Mesetas, Vista Hermosa, La Uribe y San Vicente del Caguán en Caquetá.
- Se accede por carretera, río y trocha y por aire desde Bogotá y Medellín en dos vuelos semanales.
- La Macarena tiene 27 mil habitantes, de los cuales 4000 están en zona urbana. El área hace parte de la Sierra de la Macarena e integra el Área de Manejo Especial de la Macarena (AMEM) que integra los parques nacionales Macarena, Tinigua y parte de Sumapaz y Los Picachos, este último el más impactado por deforestación en el país.
El retorno de la fauna
“Es un milagro de la naturaleza que el águila esté allí, es la única parte en toda la región donde se ha visto, esto hace parte del proceso de restauración natural que lleva 13 años en la zona”, explica el exdirector del Parque Nacional Natural La Macarena, Fernando Sacristán.
Aplaude el proceso de conservación comunitaria porque en algún momento puede ayudar a la subsistencia de varias familias y cree que esto aportará a que el pueblo se enfoque cada día más en ser un destino obligado para el avistamiento de aves. El municipio ganó dos recientes Global Big Day con más de 727 especies diferentes vistas en un mismo día.
Fernando asegura que a la par con el águila, a Caño Cristales -zona vecina al Santuario- han retornado mamíferos como venados, osos palmeros mieleros, pumas o la poco vista pantera negra.
La presencia del águila se detectó después de que Adriano recordó que la había visto por última vez 12 años atrás en ese bosque.
Sin mucha esperanza y como para salir de dudas, en septiembre del año pasado organizaron una búsqueda con los dueños del predio, Mónica López y Juan José CasasFranco, dos convencidos de la conservación.
Ese día se llevaron una sorpresa cuando Miguel Ángel, hijo de Adriano, la encontró y no solo estaba con su pareja, sino que en el nido había una cría.
Las harpías son monógamas, pueden estar siempre con el mismo compañero. Su vida se puede extender hasta los 40 o 50 años.
Desde entonces las aves son monitoreadas y los propietarios de la reserva establecieron una serie de medidas de control para su cuidado, con ayuda de los vecinos de la vereda Santa Teresa. Juntos quieren demostrar las bondades de conservar la fauna y enseñar a la población macarenense que es necesario y posible convivir con la especie.
El guía, de 43 años, relata que cuando estaba pequeño y vivía con su familia en el campo, todo era bosque. «Las águilas se veían a la vera del camino. Hoy son praderas de pasto con ganadería y carreteras atiborradas de carros y motos. Había muchas águilas y teníamos la mentalidad de que ellas se comían las gallinas y tocaba matarlas. Eso no es así. Vemos que mientras ellas tengan un bosque y comida no buscan alimento en las fincas. Yo le agradezco a los vecinos que ayudan a cuidarlas porque comprendieron que el águila no es una amenaza, por el contrario, es una aliada de la comunidad”.
En este sentido piensa que los jóvenes del pueblo deben prepararse porque se necesitan ciudadanos que ayuden a conservar estas especies porque ese es el futuro de la región.
Monitorear un ave
Para Adriano, el águila representa la fuerza de la naturaleza:“Cuando llega a un árbol todos los animales, entre estos los micos, comienzan a aullar y los demás se ponen nerviosos. Le tienen miedo, así como el jaguar es el terror en el suelo, ella lo es en el aire”.
La familia custodia del ave ya conoce el monte a la perfección, ha aprendido a resistir los feroces mosquitos a punta de chimú, remedio tradicional elaborado con tabaco y alcohol. A imitar los murmullos del bosque, los sonidos de las aves, a reconocer los rastros de animales y a colectar muestras.
Antes de salir de casa, en su mochila empacan la cámara, el insecticida natural, la ‘preparada’ que es la limonada casera con panela, los hules, algunas galguerías y el fiambre -almuerzo envuelto en hojas de plátano- soporte de la jornada.
Luego prenden las motocicletas y por carretera destapada se dirigen a ‘la montaña’, como denominan el bosque de 160 hectáreas en proceso de restauración, un relicto que se destaca en medio de la extensa sabana ganadera.
Adriano y su familia dicen que el ave les ha cambiado la vida. Ahora están en constante aprendizaje. Han conocido a muchas personas amantes de la naturaleza como los biólogos del ´’Proyecto Soy Harpía Amazonia’, quienes entre otras coasas les han enseñado cómo no
perturbar al animal. Por observación directa han comprendido cómo es que las aves construyen el nido, cómo cazan, en qué horarios la madre suministra comida al polluelo y muchos secretos más del águila y el bosque.
A contemplar a la rapaz han llevado a los niños del colegio, a los vecinos de la vereda, al grupo juvenil de estudiantes avistadores y guías de aves que prepara el profesor-pajarero Henry Abaunza en el colegio Nuestra Señora de La Macarena a varios extranjeros, a turistas extranjeros y a expertos como Fernando Ayerbe autor de guías de aves de La Macarena y de Colombia.
Este ejercicio único de conservación en el país está abierto al público especializado que conoce las normas para hacer aviturismo. El dueño de la reserva la cuida con recelo, aún así, hasta hoy no ha tenido la atención de ninguna autoridad ambiental de la región.
El impacto en el pueblo no solo ha sido ver a algunos niños llorando porque la lluvia no dejó ver al águila ‘in situ’, es decir en su hábitat, sino que comunidades de otra veredas y municipios han manifestado su interés por realizar el mismo proceso de conservación.
Adriano y familia terminan sus registros, se aseguran de que todo esté bien, y retornan felices. No vieron a los padres de Macarena porque cada vez tardan más tiempo en llevarle comida para obligarla a salir del nido y aprender a defenderse sola, volando y cazando.
Flor, dice que Macarena pronto crecerá y se irá de ese bosque. Cuando alcance su desarrollo sexual, en cuatro años, formará una familia. Entre tanto los padres retornarán al nido para traer una nueva vida en dos años.
Ese es el tiempo que las referencias biológicas dan a la reproducción de esta rapaz. Estas aves solo ponen uno o dos huevos cada 2,5 a 3 años, de los cuales solo uno sale adelante. A veces, el exceso de lluvias, factores ambientales o humanos como cacería, ataques, tala de árboles donde anidan; hacen que no prospere. Por eso las poblaciones son escasas y los biólogos y ornitólogos (estudiosos de las aves) insisten en su urgente protección.
Mientras avanza el proyecto de turismo especializado en el Santuario Mayor que permita una sostenibilidad gracias a la conservación de este ecosistema, la familia Ortíz Chacón continuará como monitora voluntaria de ‘Macarena’.
Así, antes de partir por la vía destapada a la vereda a buscarla, seguirán alistando el chimú, la preparada, las galguerías y el fiambre para mantener la vigilia -mañana, tarde y noche- de sus entrañables amigas, las águilas churuqueras.
UNA ESPECIE VULNERABLE
- El Libro Rojo de Aves de Colombia clasifica al águila harpía como una especie Casi Amenazada (NT). Sin embargo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la categorizó a nivel mundial como Vulnerable (VU) a la extinción. Esto ante el avance de destrucción de los bosques donde habita.
- El investigador Camilo Yasnó explicó a Red Prensa Verde que a pesar de que en el país no existe información científica sólida respecto al estado actual del águila harpía, de continuar la tendencia de deforestación y ataques hacia estos individuos, su densidad poblacional tenderá a disminuir, lo cual pondrá en grave riesgo la permanencia y conservación de esta águila no solo en la Amazonia sino en todo su rango de distribución nacional.
- Para el experto, la falta de investigación científica puede representar otra seria amenaza para la especie, por lo cual se incurriría en un error al considerarla como una especie ‘Casi Amenazada’. “La realidad de la especie en el país no es ajena a la de todo su rango de distribución en el neotrópico donde las amenazas ya mencionadas han afectado considerablemente sus índices poblacionales en países pioneros como Brasil, Venezuela, Panamá y Ecuador”.
CAUSAS DEL DECLIVE
Hemos encontrado que las principales amenazas que ponen en riesgo la estabilidad de la especie en la Amazonia colombiana son, en primer lugar, la pérdida de hábitat.
Este factor a su vez es impulsado por acciones antrópicas como la deforestación, la ampliación de la frontera agrícola, la ganadería extensiva, la minería ilegal e incluso la tala selectiva de árboles maderables.
Así mismo, acciones como la cacería furtiva, impulsada mayormente por el desconocimiento, el temor, pero paradójicamente también por la curiosidad. En muchos casos estos son los argumentos que justifican la muerte de estos individuos en campo.
No obstante, también se presentan casos de retaliación, debido a la pérdida de animales de granja como gallinas, cerdos, o cabras, en muchos casos injustificada.
Actualmente, se tiene reporte de más 50 ataques directos, los cuales una buena parte ha terminado en muerte y en individuos heridos con cero posibilidades de retornar a su entorno natural.
Por último, el tráfico ilegal de fauna a partir de la comercialización de sus partes como plumas, picos, garras e incluso su carne, son otra de las amenazas locales que presenta la especie, teniendo en cuenta que pueden llegar a representar un alto valor económico dentro del mercado negro; un par de garras de águila harpía pueden llegar a valer un millón de pesos (U$250 )”.
Camilo Yasnó / Proyecto Águila Harpía Amazonia
Un caso de la cotidianidad colombiana, informado por PSHA, es el ocurrido con este ejemplar en el sur del departamento del Caquetá, en 2014.
El individuo adulto de águila harpía fue víctima de ataque con perdigón, debido al conflicto humano que se vive en el territorio.
Fue tratado por los locales de una finca a dónde llegó herido, sin embargo se desconoce si logró ser salvado o si falleció.
En busca del águila harpía
Desde Florencia, Caquetá, tres biólogos se desplazan por todo el occidente amazónico para investigar ‘eventos de anidación’. Este trabajo vincula a comunidades indígenas y campesinas de territorios marginales, que conviven con la especie.
Llegar a zonas distantes -cargados con pesados equipos- por carretera, trocha, río o caminando largas jornadas, con tal de encontrar un nido. Visitar territorios complejos como son los de la Amazonia, con altos costos de movilización, dificultades en la comunicación y orden público latente. Gestionar recursos y realziar actividades como la venta de camisetas, para poder cumplirle a las comunidades en las salidas de campo y las jornadas de monitoreo a las águilas, son algunos de los aspectos que sortea a diario el Proyecto Soy Harpía Amazonia (PSHA). Esta es una iniciativa de conservación científico-comunitaria creda en 2021 por los biólogos Camilo Yasnó y Dayana Ospina y Leidy Cardona, de la Universidad de la Amazonia.
La idea surgió desde la Asociación Ornitológica del Caquetá (AOC) y su meta es generar aportes en el estudio, conocimiento y conservación de esta especie en ese departamento, Meta y Putumayo, zona occidental de la Amazonia colombiana.
Su meta es generar aportes en el estudio, conocimiento y conservación de esta especie en los departamentos de Caquetá, Meta y Putumayo, zona occidental de la Amazonia colombiana.
Hasta el momento se han centrado en la búsqueda de nidos y registros de águila harpía de la mano de las comunidades locales, a través del monitoreo participativo, que consiste en generar redes de comunicación con indígenas y campesinos que conviven con el animal.
Para esto utilizan la educación ambiental con los vecinos de las águilas y la complementan con el pilar científico como denominan al monitoreo de nidos. Utilizan metodologías como la observación directa, la colecta de muestras y la instalación de cámaras trampa en el dosel.
“Algunos de los nidos monitoreados se encuentran en Puerto Leguizamo, Putumayo; La Macarena, Meta y Bajo Caguán, Caquetá; estos dos últimos con polluelos de aproximadamente 10 meses. Estos nidos son custodiados por las propias comunidades, eje del proceso. Esto ha permitido que uno de los nidos (La Macarena) esté abierto al turismo”, relatan los investigadores.
Al preguntarle a Camilo sobre el origen de su organización, argumenta que es una respuesta a tres problemas históricos en la Amazonia colombiana:
- Los altos índices de deforestación.
- Los reportes constantes de ataques directos hacia estos individuos.
- Los vacíos de información científica que presenta la especie tanto en la región amazónica como en todo su rango de distribución.
NIDO EN EL CAQUETÁ
Chairá, el primer polluelo monitoreado
Ocurrió en el Bajo Caguán, Caquetá, en 2019, gracias a la labor de Little Oiden y Fabian Suaza, quienes encontraron y reportaron para aquel momento el primer nido de águila harpía para la Amazonia colombiana.
A partir de allí y con ayuda de la Asociación Ornitológica del Caquetá enlazaron esfuerzos para hacer el monitoreo de un nido desde el suelo, a través de visitas e información entregada por la comunidad local.
“Se logró recopilar información valiosa de ese evento de anidación, que duró aproximadamente dos años y medio. Obtuvimos datos respecto a la dieta, movimientos (dispersión) del polluelo y sus dos parentales (padres), aspectos como los cambios de plumaje en ‘Chaira’, el juvenil bautizado así por la comunidad de la vereda Lobitos en Cartagena del Chairá, Caquetá”.
Sin embargo, al terminar el evento completo, una de las ramas principales del árbol se cayó, junto a ella el nido —algo que suele ocurrir— y este no fue reconstruido en la siguiente anidación.
Igualmente, la fuerte deforestación e incluso los incendios del verano del 2022, afectaron notablemente ese bosque de menos de cinco hectáreas y los parches alternos de los cuales esta pareja se alimentaba. Ante esto el nido cambió, y hasta el momento no ha sido ubicado. La buena noticia, dicen los investigadores, es que los avistamientos ocasionales de estos adultos han continuado en el territorio y la comunidad es consciente de su importancia.
NIDO EN EL META
De 6 a 6 estudiando a Macarena
En los primeros días de agosto, Adriano Ortíz y y familia acompañaron por tercera vez a los biólogos Camilo Yasnó y Dayana Ospina a monitorear el nido de ‘Macarena’, el polluelo de águila harpía que crece en la reserva Santuario Mayor del Meta.
Para realizar este trabajo de campo que buscaba analizar la evolución de la cría, viajaron desde Florencia, hasta San Vicente del Caguán, en Caquetá, durante cuatro horas. Desde allí, siguieron cinco horas más por la ruta 65 hasta La Macarena.
La primera tarea era llegar al bosque antes de las seis de la mañana para verificar si la cría había dormido en el nido o si ya está utilizando zonas alternas.
Posteriormente, instalaron equipos como cámaras fotográficas, celulares, distanciómetro, entre otros, y se ubicaron en la parte baja del nido a observar.
De esta forma, examinaron el patrón de actividad, comportamiento y dieta del polluelo, además de realizar una colecta de material orgánico.
Cada una de las visitas lleva métodos diferentes. Una de estas es la vía acústica a partir de micrófonos para caracterizar la actividad sonora de las aves.
El biólogo explica que se aprovecha toda la información hasta las 6 de la tarde y se archiva en formatos escritos y digitales. Las muestras de la dieta son entregadas a la Universidad de la Amazonia.
Cuando llegaron por primera vez al Santuario, la tarea inicial consistió en caracterizar el árbol-nido, sus medidas, ecología, botánica y muestras de la dieta. Justamente en esa visita colectaron restos de un erizo consumido el día anterior.
La experiencia les dice que por lo general estas aves utilizan árboles como achapos y ceibas, pero pueden llegar a ocupar otras especies.
En otros nidos que estudia el proyecto, dependiendo del avance del evento de anidación, se determina el ascenso al árbol o al nido.
Para esto, es necesario que la actividad de los parentales haya disminuido notoriamente. En el caso de Macarena, la reserva decidió temporalmente no llevar a cabo el ascenso a los árboles, por eso todo el monitoreo se realiza desde el suelo
NIDO EN PUTUMAYO
Travesía para llegar al águila
Para ir al Putumayo se necesita hacer todo un proceso logístico porque el viaje es más largo que a La Macarena o al Bajo Caguán.
Arranca a las 7 de la mañana desde Puerto Arango, en el río Orteguaza, para bajar al río Caquetá durante siete horas. Llegan a La Tagua y de allí toman un carro a Puerto Leguízamo por media hora más.
Una lancha los lleva hasta el Resguardo Indígena Lagartococha de la comunidad indígena Murui Muina y ahí se embarcan por 50 minutos al río Putumayo.
Al llegar al resguardo caminan por tres horas, selva adentro, hasta divisar el nido.
En este caso se realiza un estudio desde la parte alta del árbol, donde se instalaron cámaras trampa. También, se realizan ascensos al nido -con equipos especiales- para tomar las diferentes muestras.
“Son dos experiencias diferentes, muy contrastantes. Una en un contexto indígena, de saberes ancestrales como es el pueblo Murui Muina en límites con Perú y la otra en un contexto de comunidades campesinas que tienen un manejo y una perspectiva diferente de su territorio como es la del Meta. Sin embargo, coinciden en el deseo de trabajar por la conservación de la selva. Dos experiencias y esfuerzos diferentes que evidencian lo que es estudiar y seguir águilas harpías en la Amazonia colombiana”, comentan los biólogos de Soy Harpía Amazonia.
Se necesitan financiadores
A pesar de los logros, el proyecto debe afrontar la falta de presupuesto, teniendo en cuenta que no cuentan con un músculo financiero permanente. El águila harpía y sus nidos suelen encontrarse en territorios bastante alejados y llegar hasta allí implica una logística grande y costosa porque los desplazamientos se dan por vías terciarias lejanas y grandes ríos.
Los investigadores afirman que, adicionalmente, “estos territorios convergen con contextos sociales muy diferentes al centro del país y en ocasiones esto puede convertirse en una barrera de acceso a estas zonas apartadas”.
“Es necesario cambiar la imagen del investigador e involucrar directamente y de manera honesta a miembros de las comunidades. Otro limitante, no menos importante, ha sido la falta de equipos como binoculares y cámaras trampa para los monitores locales, los cuales son costosos y necesarios para el desarrollo óptimo del monitoreo”.
¿A dónde quieren volar?
El reto de los investigadores es llegar a nuevos territorios, sumar otros nidos y más información científica para la especie en la región, y así mismo, poder involucrar a más comunidades en estos ejercicios científicos.
Camilo, Dayana y Leydy advierten que les queda mucho por hacer y esperan poder consolidar los esfuerzos de las comunidades que actualmente cuidan sus nidos, para lo cual será necesario no solo promover la investigación científica sino también estrategias productivas sostenibles a través de las cuales se involucren directamente las comunidades y sus frutos amazónicos, porque esto favorecerá la conservación del bosque tropical y el desarrollo social, económico y educativo de estos territorios.
Quieren aliarse con propuestas productivas basadas en el uso sostenible de los recursos no maderables que puedan brindar otras alternativas económicas a cambio de cuidar el bosque.
“Esperamos que el águila harpía se convierta en una embajadora de la conservación, al ser una especie sombrilla no solo la conservamos a ella, sino al bosque húmedo tropical amazónico y todas las especies de fauna y flora que allí habitan”.
HARPÍA EN LOS PAÍSES AMAZÓNICOS
Ecuador
Existe el Programa de conservación del Águila Harpía, creado por la bióloga española Ruth Muñiz, quien la estudia hace más de dos décadas.
Gracias a este han detectado 27 nidos activos en las provincias de Sucumbíos, Pastaza, Orellana y Morona Santiago, con avistamientos en Esmeraldas.
Con equipos de rastreo han mapeado las trayectorias del ave, incluso cerca a poblaciones humanas.
Cuando esto ocurre, el Ministerio de Ambiente y el equipo del Programa se desplazan a capacitar a las comunidades para que no la cacen.
Existen programas de investigación y rescatede harpías en varias universidades.
Perú
Se destaca la Iniciativa HarpyCam del proyecto Wired Amazon que ha desplegado más de 100 cámaras trampa para registrarla desde el refugio Amazonas hasta el Tambopata Research Center, ellos estudian la vida el animal desde su nacimiento hasta que abandona el nido.
En este país el águila no es una especie en peligro, pero los investigadores están alerta por la tala ilegal de grandes árboles.
Brasil
La organización ‘Proyecto Harpía’ ha desarrollado estudios e investigaciones desde hace más de 20 años, con ayuda de comunidades locales. Se reconocen investigaciones de seguimiento satelital, programas ‘in situ’ y ‘ex situ’ en varias regiones de la Amazonia.
World Land Trust también ha desarrollado programas que se extienden a Belice y Ecuador.
Fuentes: Proyecto Harpía, HarpyCam.
EDICIÓN
María Clara Valencia, editora Amazonia / Internews
Un proyecto de:
INVESTIGACIÓN, DIRECCIÓN GENERAL
Olga Cecilia Guerrero Rodríguez
Periodista ambiental
IMÁGENES
Adriano Ortíz, Camilo Yasnó, Proyecto Soy Harpía Amazonia, Camilo Vargas, Cesar Chillán.
Bogotá, Colombia, marzo-septiembre de 2023
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