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Un reciente estudio muestra una paulatina desaparición de los cachalotes (Physeter macrocephalus) —la especie más grande de los cetáceos con dientes— así como una reducción en el tamaño de su principal presa, el calamar gigante (Dosidicus gigas), en el Golfo de California, México.
Astrid Arellano / Mongabay latam
Hace más de quince años, Héctor Pérez-Puig pudo avistar a los numerosos grupos de cachalotes (Physeter macrocephalus) nadando en las Grandes Islas del Golfo de California, en el noroeste de México. El biólogo sabía dónde encontrarlos. Junto a su equipo de trabajo, viajaba en su embarcación a las zonas profundas en donde estos grandes cetáceos se alimentaban de su principal presa, los calamares gigantes (Dosidicus gigas). Maravillado con su imponente presencia, pudo observar hasta 50 individuos en un sólo avistamiento —entre machos, hembras y crías— conviviendo en el mismo sitio. Esos magníficos escenarios quedaron atrás. En la actualidad, tanto los cachalotes como los calamares están desapareciendo.
“Del 2015 a la fecha sólo tenemos tres avistamientos de cachalotes”, se lamenta Pérez-Puig. “Dos de estos fueron en el 2020 —que fueron dos grupos de 6 y 7 individuos vivos, con los que sí pudimos trabajar—, y otro avistamiento más en el 2021, que fue un individuo juvenil varado muerto, que tuvo evidencia de colisión con alguna embarcación”. Para 2024, sostiene el experto, la situación sigue siendo desfavorable, porque la especie no ha vuelto a ser vista.
El drástico declive en los avistamientos llevó a Pérez-Puig —coordinador del Programa de Mamíferos Marinos del Centro de Estudios Prescott, ubicado en Bahía de Kino, Sonora—, a dirigir una investigación y a realizar una estimación poblacional sobre esta especie, la más grande de los cetáceos con dientes, en la porción central del Golfo de California.
Sus hallazgos —que abarcan datos recopilados del 2009 al 2018— fueron publicados en octubre del 2024 en un estudio que relaciona la paulatina desaparición de los cachalotes con la reducción del tamaño y las poblaciones del calamar gigante. Según el estudio, esto puede ser resultado de los cambios ambientales y ecológicos que han ocurrido a lo largo de todo el Golfo de California en las últimas tres décadas, particularmente, respecto al aumento de las temperaturas en sus aguas.
¿Cómo son los cachalotes?
—El cachalote es una de las 36 especies que encontramos en las aguas del Golfo de California y en las del Pacífico, que están adyacentes a Baja California. Son la especie de odontoceto más grande que existe. Los machos pueden medir cerca de 18 metros y sí hay una diferencia notoria con las hembras —con lo que llamamos dimorfismo sexual—, que miden hasta 14 metros. También he visto que la coloración de los machos puede ser de un gris un poco más claro.
También pueden llegar a tener muchas más cicatrices en la cabeza que las hembras y esto es justamente por las batallas con su alimento, principalmente, el calamar gigante o de Humboldt. El cachalote es un depredador tope dentro de los ecosistemas marinos, por lo que prácticamente es un centinela de la salud de estos sitios. Algo que pueda llegar a pasarle a la población de cachalote, seguramente es un reflejo de algo que está ocurriendo en eslabones más abajo.
¿Qué tan importante ha sido el Golfo de California para la especie?
Bastante. De hecho, quienes vivimos en el Golfo, hasta hace algunos años nos sentíamos muy orgullosos de saber que este era uno de los sitios más importantes de agregación de cachalotes. Había grupos que estaban aquí constantemente y que entraban para tener a sus crías y alimentarse.
Fui testigo —en mis primeros años de haber llegado desde la Ciudad de México a Sonora, para trabajar aquí, entre el 2009 y 2011— de avistamientos de hasta 50 cachalotes en el mismo sitio. Principalmente, la zona suroeste de la isla San Pedro Mártir es un sitio que fue mundialmente conocido por tener agregaciones bastante grandes. Hablamos de hace unos 30 o 40 años. Tengo colegas que me han dicho que en ese entonces, en esas mismas zonas, podían llegar a ver más de 100 y de diferentes categorías de edad, entre machos, hembras y crías. Era una zona bastante buena.
¿En qué momento se dio cuenta de que empezaron a desaparecer en la zona?
Lo principal fue la disminución muy drástica de los avistamientos. Nosotros, desde el 2009 a la fecha, hemos mantenido nuestros monitoreos durante todo el año. Hacemos una salida cada semana en la región y tratamos de recorrerla en su totalidad durante todo el mes. A partir del 2015 vimos esta disminución bastante evidente de los avistamientos y también del tamaño de los grupos.
Si queríamos ver a estos animales, ya sabíamos dónde buscarlos: los teníamos ubicados en zonas profundas de la Región de las Grandes Islas. Eso era normal porque es una especie teutófaga, es decir, especialista en consumir calamares, que están igualmente asociados a estas zonas. Pero en los últimos años empezaron a bajar considerablemente los avistamientos y eso fue lo que nos empezó a preocupar.
Obtuvimos una estimación de abundancia de 354 cachalotes en la región, lo que nosotros en el artículo le llamamos superpoblación, es decir, el número de individuos que en algún momento estuvieron o pasaron por aquí.
¿Qué está pasando en el Golfo de California para que los cachalotes estén disminuyendo?
La dieta de los cachalotes está prácticamente compuesta por calamares. Esta disminución que vimos en los avistamientos, la relacionamos con el alimento que consumen los cachalotes —los calamares— y con la pesquería o la cantidad de estos mismos en la región, que igualmente estuvo disminuyendo.
Se hizo una correlación entre esta disminución de cachalotes y lo que pasaba con el calamar, y resultó que empataron bastante bien. Conforme se va colapsando la pesquería de calamar aquí en el Golfo, que fue a partir del 2015, han ido disminuyendo drásticamente los avistamientos de cachalotes. Tratando de explicar qué fue lo que pudo haber detonado esto, hay condiciones ambientales en el Golfo que se están generalizando, con un incremento en la temperatura superficial del mar. Hay algunos investigadores que dicen que el Golfo “se está tropicalizando”. En esos años, entre el 2014 y 2016, ocurrió un evento de El Niño muy fuerte en el Golfo de California y tuvo un impacto en la población de calamar y, a su vez, en la población de cachalotes.
¿Cómo cambió la población de calamares gigantes?
El calamar es una especie muy susceptible a estos cambios ambientales. Lo primero que impacta en la población es su talla. Una vez que la temperatura empieza a incrementar, vamos a encontrar calamares cada vez más pequeños. Eso es lo que quizás detonó que los cachalotes se vieran obligados a moverse a otras zonas dentro del Golfo de California o lo que nosotros sugerimos es que incluso hayan tenido que salir de allí a buscar otras zonas para alimentarse, porque la cantidad de calamar ya no era suficiente para sostener su población. Aunque quizás había calamares, eran cada vez más pequeños, entonces tuvieron que hacer ese balance de quedarse aquí y comer lo poco que hay, o moverse para buscar mejores zonas.
Como el cachalote es una especie centinela de la salud de los ecosistemas, es como un termómetro de lo que está pasando, de las condiciones del ecosistema. Entonces, si hay algún cambio en su población, es porque tuvieron que haber ocurrido otros cambios en los eslabones más abajo, Héctor Pérez-Puig.
Esto también nos evidencia el impacto que pueden llegar a tener los efectos del cambio climático, como el aumento en la temperatura, y hasta dónde pueden escalar esos efectos, al grado de que una población puede potencialmente salir de sus zonas.
¿Cuáles son las posibles consecuencias a largo plazo del colapso de su presa principal, el calamar gigante? ¿Hay una relación con la actividad de grandes flotas pesqueras?
El calamar fue altamente explotado, hace ya algunos años, al grado de que prácticamente se dice que su pesquería está colapsada. Sí hay pesca que todavía se realiza, pero ya no en la misma magnitud de lo que se estaba pescando hace algunos años.
Obviamente, es grande el impacto ecológico que puede tener el que se colapse una población clave para grandes depredadores, como los cachalotes, pero hay muchas otras especies que también dependen de los calamares. Eso, sin duda, representa un cambio en la dinámica del ecosistema marino. No sabemos cuál es el efecto a largo plazo, porque si seguimos con estas condiciones de calentamiento año con año, los escenarios no serán los más agradables, porque no pareciera que hubiese una recuperación de esta población, ya que seguirá incrementando la temperatura en el océano.
Este es el escenario de lo que ocurre detrás de una sola especie, pero hay otra especie de odontoceto, que también es teutófago, que es el calderón de aletas cortas (Globicephala macrorhynchus), que tiene el mismo síntoma debido a que también depende de los calamares. Es un ejemplo de que estos impactos no son aislados o directos entre una especie y otra, sino que hay un montón. Es toda una red de diferentes especies que dependen del calamar y que se han visto afectadas por estas condiciones.
¿En qué estado se encuentran los cachalotes en el 2024? ¿Algo ha cambiado?
Desafortunadamente, no ha cambiado nada. Está desaparición sigue siendo evidente. Del 2015 a la fecha sólo tenemos tres avistamientos. Dos de estos fueron en el 2020 —que fueron dos grupos de 6 y 7 individuos vivos, con los que sí pudimos trabajar— y otro más en el 2021, que fue un individuo juvenil varado muerto, que tuvo evidencia de colisión con alguna embarcación. Para darnos una idea sobre la cantidad de individuos en los últimos grupos que vimos, que fueron 6 y 7, podemos compararlo con el tamaño máximo de grupo que yo llegué a ver en el 2014, que fue de 40 individuos.
La moraleja de esto es que el cachalote no ha regresado y tampoco tenemos muy claro si lo volverá a hacer. En otras regiones del Pacífico hay otros colegas que también trabajan con cachalote. Por ejemplo, en las Islas Galápagos también llegaron a documentar algo muy similar a esto que estamos viendo nosotros sobre la desaparición de los cachalotes de sus zonas y que, después de un periodo de cerca de 10 años, regresaron. De hecho, hasta cambiaron un poco su distribución. No sabemos si eso puede llegar a ocurrir con los cachalotes del Golfo, es algo que todavía seguimos esperando.
¿Qué otras amenazas rodean a los cachalotes? Recientemente, se ha hablado de un megaproyecto para la explotación de gas natural licuado que amenaza con transformar el Golfo de California y que pondría en riesgo la supervivencia de varias especies de ballenas.
Esa sin duda es una amenaza potencial. Se ha mencionado la contaminación por ruido o incluso la contaminación por algún derrame que pueda llegar a ocurrir. No sabemos si eso puede llegar a pasar o no, pero sí debemos tener en el radar esa posibilidad. No sólo me preocupa este megaproyecto, porque hay otras amenazas en el Golfo que ya están ocurriendo desde hace muchos años y que, sin duda, tienen un efecto en la distribución y en la dinámica poblacional de varias especies de cetáceos.
Por ejemplo, las pesquerías de sardina y camarón en la región son bastante grandes, con barcos que están en la misma zona en donde se distribuyen los mamíferos marinos y que, sin lugar a dudas, también pueden tener un impacto en las poblaciones de estos animales. Creo que la información que estamos recolectando y compartiendo es base para cualquier cosa que se haga aquí en la región. Es algo que los tomadores de decisiones deberían considerar antes de avanzar con estos megaproyectos. Es información que considero que debe ser tomada en cuenta, porque es muy valiosa, sólida y puede ayudar mucho a determinar cuál es la situación actual de los cetáceos.
¿Qué futuro espera para el cachalote en el Golfo de California?
Desde la parte personal, desde lo que me apasiona y siendo positivo, esperaría que hubiera algún cambio en las condiciones en el Golfo. Que empezara a haber un cambio en la dinámica del ecosistema y que empezaremos a tener condiciones, quizás no las de hace 30 o 40 años, pero sí un poquito mejores que las actuales, que hagan que los cachalotes regresen. Que la población de calamar también se recupere un poco y que eso haga que los cachalotes y otras especies de las cuales dependen, regresen a la zona.
Sin embargo, desde la parte profesional y viendo los datos crudos, la verdad es que la situación no es tan esperanzadora. Dado el tiempo que tenemos sin ver esta especie y si lo relacionamos con los demás resultados que tenemos de otras especies, de las que también estamos viendo disminuciones en sus avistamientos, creo que el regreso de los cachalotes no se ve muy cercano.
Imagen superior: Cachalote muy activo en superficie después de un buceo profundo, lo que representa una excelente oportunidad para la observación de sus conductas. Foto: Héctor Pérez-Puig
RED PRENSA VERDE – MONGABAY LATAM
La Universidad Estatal Amazónica, en la provincia de Pastaza, Ecuador, encontró microplásticos en superficie y sedimentos del río Puyo. Un análisis posterior comparó estos elementos en tractos digestivos de pescados del río, en la zona urbana, y del río Cononaco, en el Parque Nacional Yasuní. Los datos mostraron más microplásticos en el afluente que atraviesa la selva.
Tesistas y un docente de la Universidad Estatal Amazónica (UEA) hallaron a inicios de 2023 microplásticos en los sedimentos y en la superficie del río Puyo, en la provincia de Pastaza, en el centro de la Amazonía ecuatoriana. En un siguiente análisis, realizado en septiembre de 2023, encontraron estos contaminantes en los tractos digestivos de pescados comestibles capturados en el mismo río, un afluente urbano, y en el Cononaco, que atraviesa el sur del Parque Nacional Yasuní (PNY).
Los microplásticos son partículas provenientes de polímeros sólidos menores a cinco milímetros. Es decir, son pequeñas piezas de plástico, algunas invisibles al ojo humano, que resultan de la degradación de artículos plásticos y de textiles sintéticos, como el poliéster o el nylon. “Actualmente se estudia su distribución debido a ser hidrofóbicos, flotables, y de largo transporte”, se explica en el documento Evaluación de la presencia de microplásticos en el tramo urbano del río Puyo, elaborado por los investigadores como parte de su investigación dentro de la universidad.
“Dado que los microplásticos pueden contener sustancias químicas tóxicas y absorber contaminantes del entorno, existe la posibilidad de que las personas que consumen estos peces estén expuestas a riesgos para la salud a largo plazo”, se lee en el texto Comparación de la presencia de microplásticos en el tracto digestivo de peces para consumo humano en una zona urbana y rural de la provincia de Pastaza.
Esta es una problemática de salud pública, de acuerdo con Ricardo Burgos, docente titular de la UEA y coautor del primer documento. En los últimos cinco años, la literatura científica ha encontrado que nano porciones de los microplásticos traspasan los tejidos de los peces, causando alteraciones hormonales, explica Burgos, también especialista en el estudio de aguas continentales. “Hay consecuencias en muchos aspectos, desde el comportamiento hasta la fisiología”, asegura, y agrega que lo mismo podría suceder con los seres humanos que consumen estos alimentos contaminados.
De momento, no se conoce cuál es el impacto de los microplásticos en la cuenca amazónica, pues eso requeriría una “revisión de estudios mucho más amplia”, dice el profesor. En la región hay peces migratorios de largo, mediano y corto alcance que pueden transportar estos elementos en sus sistemas digestivos. Uno de ellos es el bagre dorado (Brachyplatystoma rousseauxii), que atraviesa la Amazonía desde el piedemonte de los Andes hasta el Atlántico. Otro es el bocachico (Prochilodus magdalenae), que recorre trayectorias menores y se alimenta de sedimentos. “Esto implicaría que tendríamos que seguir investigando, por ejemplo, analizando estómagos de bocachico para saber qué pasa con estos animales”, reflexiona Burgos.
Deisy Borja, una de las autoras del documento Evaluación de la presencia de microplásticos en el tramo urbano del río Puyo, recuerda que al tomar las muestras para el análisis fue común ver fundas (bolsas), botellas, ropa y todo tipo de desechos en las riberas de este afluente. “La mayor cantidad de microplásticos que encontramos fueron de fibras textiles hechas a base de petróleo”, cuenta.
El Puyo recorre un trayecto de 44 kilómetros desde su nacimiento hasta su desembocadura en el río Pastaza. Atraviesa de norte a sureste un costado de la ciudad que lleva el mismo nombre y que es la capital provincial, “por lo que está sometido a una alta presión antropogénica”, se señala en el texto.
Para esta investigación, los autores establecieron zonas de muestreo a lo largo de los seis kilómetros de río que cruzan la ciudad de Puyo. Seleccionaron lugares que sufren presiones humanas, entre esos, puntos turísticos y de descarga de aguas residuales. Los puntos fueron Fátima, Las Américas, UEA, Paseo Turístico, Malecón Boayaku y El Paico. Para evaluar los microplásticos flotantes, colocaron cajas Petri —recipientes de vidrio o plástico en forma de disco poco profundo, con una tapa que los cubre. Se utiliza generalmente para estudiar microorganismos— a medio metro de la orilla del río, durante 24 horas. Y, para evaluar los sedimentos, recolectaron 250 gramos de material a 10 centímetros de profundidad del lecho del afluente.
Los microplásticos son fragmentos menores a cinco milímetros, pueden contener sustancias químicas tóxicas y absorber contaminantes del entorno. Su presencia en los ecosistemas es considerada un problema de salud pública.
Tras procesar la información para determinar la disponibilidad de microplásticos flotantes, los investigadores encontraron que las fibras fueron los microplásticos más abundantes en Las Américas y en el Malecón, dos zonas turísticas. Los fragmentos de plásticos fueron más frecuentes en las zonas El Paico y Fátima, puntos de descarga de aguas residuales.
En el análisis de los microplásticos en los sedimentos se halló que la mayor cantidad de residuos son plásticos de los tipos tereftalato de polietileno (PET), policloruro de vinilo (PVC) y polipropileno (PP). “Están relacionados a la presión antrópica sobre cada uno de los tramos del río y, especialmente, al uso de envases desechables”, se lee en el primer informe de la investigación. También se observó “una cantidad considerable” de fragmentos de vidrio, que no fueron contabilizados.
Los análisis también determinaron que la mayor proporción de microplásticos de 75 micras está en los tramos del Paseo Turístico y el Malecón. “Son los más peligrosos porque se introducen en la red trófica”, explica Borja. Mientras tanto, en El Paico y las Américas (esta última es una zona en la que se depositan aguas de una planta de tratamiento), hubo mayor presencia de fragmentos y fibras PET.
En definitiva, hay una “alta presencia de microplásticos”, comenta Borja. La diferencia entre los microplásticos flotantes y los que se encuentran en los sedimentos es que los primeros están en un proceso temprano de deterioro y podrían ser retirados de la superficie del río con mayor facilidad, según explica la bióloga. Mientras tanto, los que están en el fondo del río “llevan un proceso de degradación de años y pueden provocar mayores daños al ingresar a la cadena trófica. Retirarlos de los sedimentos sería muy difícil”, dice.
Noemí Castro, una de las autoras del informe “Comparación de la presencia de microplásticos en el tracto digestivo de peces para consumo humano en una zona urbana y rural de la provincia de Pastaza”, cuenta que al iniciar la investigación, las integrantes del equipo pensaron que iban a encontrar más microplásticos en la zona urbana que en la rural.
Para su sorpresa, hallaron 18 tipos de microplásticos en los estómagos de cinco individuos pescados en el río Cononaco, en el interior del Parque Nacional Yasuní, y 11 tipos de microplásticos en cuatro individuos atrapados en el río Puyo. En el primer caso, en el Yasuní, la presencia de microplásticos fue mayor de la que esperaban y Castro la atribuye a la contaminación provocada por la actividad petrolera, pero también a que el uso de distintos tipos de plásticos se ha vuelto común en el interior de la selva.
En Puyo, las autoras tomaron muestras desde la UEA hasta la comunidad Unión Base. Es decir, desde que el río entra a la ciudad hasta que sale de ella. En la zona rural, muestrearon el río Cononaco, dentro de la comunidad waorani Bameno. En ambos casos realizaron seis colectas en sitios seleccionados de manera aleatoria. Capturaron nueve especímenes en la zona urbana y diez en la zona rural.
Después, se extrajo el tracto digestivo de cada pescado y se lo conservó en agua destilada al 90 %. En el laboratorio de la Universidad, las investigadoras disolvieron las sustancias orgánicas, las tamizaron y con un microscopio de disección identificaron los microplásticos. “Lo que más encontramos en los tractos digestivos fueron filamentos, que resultan por fragmentación de las artes de pesca, fundas (bolsas) o botellas”, dice Castro.
La familia Pimelodidae presentó mayor número de microplásticos en su tracto digestivo. Esta familia está conformada por peces de aguas superficiales y por filtradores de comida, es decir, que se alimentan succionando agua. Estas características los hacen más sensibles a la ingesta no intencionada, según se menciona en el documento de la investigación. En seis individuos se encontraron entre una y cuatro partículas microplásticas, con un total de 16 microplásticos en esta familia.
Las familias Cetopsidae, Parodotidae, Characidae y Heptapteridae tuvieron entre dos y cuatro micropartículas. La familia Cichlidae albergó 1 microplástico. En total, en estas familias se encontraron 19 microplásticos, mientras que en las familias Loricariidae, Curimatidae y Auchenipteridae no se encontraron fragmentos. “La ocurrencia de microplásticos en el sistema digestivo de los peces puede deberse a la confusión de sus presas naturales”, se lee en el documento.
La presencia de microplásticos en los ríos y en sus peces “es un problema complejo, entonces las soluciones son complejas”, opina Burgos. El profesor de la UEA señala que la comunidad científica está clara en que los polímeros deben ser reemplazados por materiales biodegradables. Pero eso no es todo, es necesario degradar los desechos plásticos. Ya existen acercamientos para ese objetivo y científicos de México y EE.UU. ya están trabajando en la modificación de bacterias que son capaces de descomponerlos.
Imagen superior: El río Puyo, que atraviesa la ciudad del mismo nombre, es un tributario del Pastaza. Foto:Ben Travels / Pexels.
ALIANZA INFORMATIVA
MONGABAY LATAM – RED PRENSA VERDE
No se sabe la fecha en que retomarán las negociaciones. Entre los logros de la COP16 están: creación del órgano subsidiario para la participación de pueblos indígenas y comunidades locales; reconocimiento de comunidades afrodescendientes y creación del Fondo de Cali por uso de secuenciación digital de recursos genéticos. Sin embargo, no es claro cómo operará todo esto.
Antonio José Paz Cardona / Mongabay Latam
CALI, COLOMBIA. Eran cerca de las 9 de la mañana del sábado 2 de noviembre de 2024. A esa hora la falta de quórum impidió la continuidad de la última plenaria de negociaciones de la COP16 y la conferencia fue suspendida hasta una de las próximas sesiones intersesionales del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), sin que aún exista una fecha clara.
La reunión terminó con algunos logros importantes como la aprobación del “Fondo de Cali” para la Información de Secuencias Digitales (DSI, por sus siglas en inglés) sobre recursos genéticos. Se trata de un mecanismo de financiación único orientado a distribuir equitativamente los beneficios económicos del uso de esos recursos, muchas veces descubiertos y aprovechados inicialmente por comunidades indígenas o locales, y sus secuencias digitales.
También se logró el reconocimiento de los afrodescendientes dentro del CDB y la creación de un órgano subsidiario para los pueblos indígenas y las comunidades locales dentro del convenio. Esto quiere decir que tendrán un puesto permanente en las negociaciones, el cual no dependerá de la voluntad de los gobiernos de turno. “Se reconoce el papel único de los pueblos indígenas y las comunidades locales, sus innovaciones, prácticas y conocimientos tradicionales en la implementación del Convenio sobre la Diversidad Biológica, en sus protocolos y en el Marco Mundial sobre la Biodiversidad de Kunming-Montreal”, indica el documento oficial donde se creó el órgano subsidiario.
Estas dos decisiones se tomaron en la madrugada del 2 de noviembre y se sumaron a la aprobación de un acuerdo sobre las áreas marinas de importancia ecológica o biológica (EBSA, por sus siglas en inglés) situadas en aguas internacionales, que establece un proceso científico y técnico para identificar esos espacios que están fuera de la jurisdicción marítima de cualquier país. Este tema se venía debatiendo desde la COP13 en 2016 y es esencial para implementar varios objetivos del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal, al tiempo que respalda el Tratado de Alta Mar, que aún espera por ratificación.
Sin embargo, varios temas vitales quedaron estancados hasta la COP17 que se realizará en 2026 en Armenia. No hubo ningún acuerdo acerca del financiamiento para cumplir con las 23 metas del Acuerdo Kunming Montreal —este era quizás el tema más urgente para muchas organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil—, tampoco se tomaron decisiones sobre el marco de monitoreo para determinar qué tan cerca o lejos del cumplimiento de esas metas están los países. Es más, al finalizar la reunión en Cali, sólo 44 países habían entregado sus Estrategias y Planes de Acción de Biodiversidad (NBSAP, por sus siglas en inglés), es decir, el 22 % de todos las naciones que forman parte del CDB.
“La COP16 terminó sin una resolución clara y con la sensación de que este proceso ya no debe tratarse sólo de la conservación de la biodiversidad, sino de incluir las voces de aquellos que saben cómo conservarla mejor y dirigir fondos hacia quienes ya están realizando el trabajo sobre el terreno [pueblos indígenas y comunidades locales]. La obsesión por el dinero y los beneficios está desplazando la diplomacia y la cooperación necesarias para sacarnos de las crisis de biodiversidad y clima. Al final, todos perderemos porque hemos agotado el tiempo para detener el cambio irreversible”, dice Edda Fernández, asesora principal de Políticas de Avaaz y ex negociadora de biodiversidad para México.
En tanto Bernadette Fischler, directora de Incidencia Internacional de WWF Reino Unido, no disimuló su descontento con el tema de los recursos y aseguró que “seguir las discusiones sobre el financiamiento de la biodiversidad aquí en Cali fue tan agradable como una cirugía dental”.
El tema del financiamiento era crucial en esta COP16, porque sin recursos es imposible superar la crisis de pérdida de biodiversidad y quedan menos de seis años para cumplir con las metas planteadas en el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal. Cada día que pasa sin que haya una ruta clara de financiamiento, disminuyen las probabilidades de alcanzar las metas.
En la meta 19 del Marco se propuso, para 2030, movilizar al menos 200 000 millones de dólares, con el compromiso de los países desarrollados de dar 20 000 millones anuales para 2025 y 30 000 millones anuales para 2030. Sin embargo, las naciones están rezagadas en sus compromisos.
Las propuestas sobre el mecanismo de financiamiento actual, el Fondo Marco Global para la Biodiversidad (GBFF), fueron escasas, y el fondo actualmente cuenta sólo con 407 millones de dólares. Además, las acciones para identificar y eliminar subsidios perjudiciales para la naturaleza han avanzado poco desde que se adoptó el Marco Kunming Montreal.
Todo esto es de preocupación ya que, aún si se cumpliera con la cifra de 200 000 millones de dólares, cifras del 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), muestran que el gasto en conservación de la biodiversidad oscila entre 124 000 millones y 143 000 millones de dólares por año, mientras que las necesidades totales estimadas para la protección de la biodiversidad se sitúan entre 722 000 millones y 967 000 millones de dólares anuales, muy por encima de lo que se plantea en el Marco Kunming Montreal. Esto deja una brecha actual de financiamiento para la biodiversidad que va desde los 598 000 millones hasta los 824 mil millones de dólares anuales.
Precisamente, la meta 18 que propone eliminar los subsidios e incentivos a las actividades que afectan a la biodiversidad, fue otro de los temas estancados en esta COP. “La COP16 en Cali debía ser un punto de inflexión para redefinir nuestra relación con la naturaleza. Sin embargo, la omisión de la salida necesaria y urgente de los fósiles en el texto final significa otra oportunidad perdida para enfrentar la causa común de la crisis climática y de biodiversidad. Esperamos que el liderazgo que Colombia ha demostrado con su compromiso con el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que fue bloqueado en esta COP, logre ser respaldado por otras naciones en la COP 29 [de clima] que está por comenzar”, afirma Andrés Gómez, coordinador para América Latina de la iniciativa Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.
Para Bernadette Fischler, de WWF, la discordia entre los países donantes y los países en desarrollo, poco antes de la suspensión de la reunión, lamentablemente no es sorprendente, pero sí decepcionante. “Los países llevan años divididos y no han logrado encontrar una solución que funcione para todos. Esperar más para tomar la tan necesaria decisión sobre el fondo dedicado al Convenio de Diversidad Biológica amenaza el cumplimiento de los objetivos de naturaleza para 2030”.
Las negociaciones avanzaron a lo largo de las últimas dos semanas centrándose en llenar los vacíos en el marco de seguimiento y en las modalidades para un proceso de evaluación global en 2026 y 2030, que ayudaría a responsabilizar a los países por la implementación del Marco Mundial sobre la Biodiversidad Kunming Montreal. Sin embargo, las negociaciones no pudieron concluir antes de que se suspendiera la COP.
“No podemos permitirnos ser complacientes en la medición del progreso. Métricas claras y responsabilidad son esenciales para convertir las promesas de Montreal [COP15] en realidad. Sin un seguimiento sólido tanto de la cantidad como de la calidad de las acciones de conservación, no podemos asegurarnos de que estamos en el camino correcto para lograr el Marco Mundial sobre la Biodiversidad”, asegura Martin Harper, director ejecutivo de Birdlife Internacional.
Para Rebeca Hubbard, directora de la Alianza de Altamar, fue decepcionante que, a pesar de la urgencia de la crisis global de biodiversidad, los países “se quedaran sin tiempo y la reunión se suspendiera antes de alcanzar un acuerdo sobre cuestiones clave relacionadas con la movilización de recursos y el marco de monitoreo”. Hubbard asegura que apenas dos años después de comprometerse con este plan de acción global, los países están desviándose de alcanzar sus objetivos y muchos incumplieron con sus NBSAP antes de entrar a la COP16.
En esto también coincide Kirsten Schuijt, directora general de WWF Internacional, quien asegura que “nadie debería estar de acuerdo con esto, porque nos afectará a todos. Cumplir la misión de detener y revertir la pérdida de naturaleza para 2030 nunca iba a ser fácil, pero ahora nos estamos desviando peligrosamente del camino”.
En el primer día de la COP, Karen Oliveira, directora de Políticas Públicas y Relaciones Internacionales de The Nature Conservancy (TNC) Brasil, le dijo a Mongabay Latam que era muy importante que los países llegaran con los NBSAP, “porque el Marco Mundial Kunming Montreal va hasta 2030. Sólo tenemos seis años para implementarlo”.
La construcción de planes lleva mucho tiempo, además que es necesario hacer un acuerdo con diversos actores, porque no se trata sólo de un instrumento de gobierno, “sino que debe contar con la participación de la sociedad civil, el sector privado, el sector financiero y la academia para que realmente se pueda implementar”, comenta Oliveira.
La meta 13 del Marco Mundial Kunming Montreal plantea la toma de medidas jurídicas, normativas y administrativas para lograr la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y de la información digital sobre las secuencias de esos recursos, así como de los conocimientos tradicionales asociados a ellos, “y lograr que para 2030 se haya propiciado un aumento significativo de beneficios compartidos”.
Había mucha expectativa en este tema, pues los ojos estaban puestos sobre grandes industrias como la farmacéutica, la cosmética y la de alimentos, que obtienen cuantiosos ingresos gracias las secuencias digitales de información de fauna, flora y microorganismos. Diversos expertos consideraban que el lobby empresarial podría hundir cualquier tipo de avance sobre el reparto justo de beneficios.
Sin embargo, uno de los grandes logros de la COP16, que muchos también atribuyen a la gestión de Colombia, fue la aprobación del Fondo de Cali, un mecanismo mundial para recaudar recursos económicos provenientes del uso de la información de secuencias digitales de recursos genéticos (DSI, por sus siglas en inglés), es decir, el uso de los genomas digitalizados de las especies, que permite trabajar con información genética sin tener que ir a campo.
“Se logró el histórico Fondo de Cali para recoger las contribuciones de la empresa privada sobre el uso de recursos genéticos cuando están en bases de datos digitales. Esto es también un mecanismo innovador e importantísimo”, dijo la ministra de Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, Susana Muhamad.
Soria agrega que, aunque el fondo marca un paso importante hacia la distribución inclusiva de beneficios, podría enfrentar desafíos para asegurar contribuciones significativas, dado que depende de la buena voluntad de las empresas. “La efectividad del mecanismo probablemente dependerá de la disposición de la comunidad global para apoyarlo y de que las empresas consideren que existe una ganancia reputacional al hacer aportes”, comenta.
Edda Fernández, asesora principal de Políticas de Avaaz y ex negociadora de biodiversidad para México, afirma que siguen quedando muchas preguntas en el aire, por ejemplo, ¿Cómo llegarán los recursos a las comunidades?, ¿quién manejará el otro 50 % de los recursos que ingresen al fondo? y ¿cuándo empezará a operar?
Muy entrada la madrugada del 2 de noviembre, la plenaria de la COP16 acordó la creación de un órgano subsidiario permanente que le permitirá a los pueblos indígenas y comunidades locales fortalecer el trabajo en la definición de criterios, acciones y programas asociados a los conocimientos, innovaciones y prácticas ancestrales asociadas a la biodiversidad.
Para Lakpa Nuri Sherpa, copresidenta del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad (FIIB), el nuevo órgano subsidiario fortalecerá significativamente la implementación, presentación de informes y monitoreo del Marco Mundial Kunming-Montreal y los NBSAP.
“Con esta medida sin precedentes, el CDB se ha convertido en el primer proceso ambiental de la ONU que crea un órgano subsidiario dedicado al conocimiento tradicional de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Este paso histórico sienta un poderoso ejemplo para los pueblos indígenas que participan en la Convención sobre el Cambio Climático y otros mecanismos, inspirando el establecimiento de espacios permanentes similares”, asegura Sherpa.
Aunque la creación del órgano subsidiario es un logro, aún no hay consenso sobre cómo se implementará. Se espera que el tema se aborde en la COP17 de Armenia.
Los pueblos indígenas de la Amazonía aseguran que la COP16 les dejó un sabor agridulce. Juan Bay, presidente de la Nacionalidad Waorani del Ecuador (NAWE), manifiesta su preocupación porque los combustibles fósiles y otras actividades extractivas quedaron fuera de la agenda, debido a la presión de algunos países para eliminar las referencias a estos temas en los textos. “Intentan lavar el lenguaje de derechos humanos, pretendiendo discutir terminología ya consensuada y establecida, eso es vergonzoso”, y agregó que en la COP16 el mundo habló de la Amazonía, pero no dio soluciones concretas para la crisis que se vive en el territorio. “Las COP se transformaron en un Mundial de Fútbol, en un espectáculo al que los gobiernos llegan sin verdaderos compromisos ni respuestas. Ojalá la COP29 [de Clima en Bakú, Azerbaiyán, que se celebrará entre el 11 y el 22 de noviembre de 2024] nos permita ver algo distinto”, comenta Bay.
Durante la COP16 se desarrollaron las directrices para la gestión de especies exóticas invasoras. Las nuevas bases de datos, la mejora de las reglamentaciones sobre el comercio transfronterizo y la mejora de la coordinación con las plataformas de comercio electrónico fueron algunos de los temas clave en los que se pudo avanzar para contrarrestar las deficiencias en la gestión de los riesgos de las especies invasoras y alinearse así con los objetivos del Marco de Acción de Kioto para el Clima. Sin embargo, la aplicación de lo acordado es voluntaria, lo que puede restar eficiencia a la lucha contra una de las cinco principales causas de pérdida de biodiversidad mundial.
Otro de los puntos cruciales presentes en las discusiones fue la protección de las especies silvestres. Las negociaciones destacaron la necesidad de monitoreo, desarrollo de capacidades y la participación inclusiva de los pueblos indígenas, las comunidades locales y las mujeres para asegurar dicha protección. Además se pidió la cooperación de organismos internacionales como la CITES y la FAO para ayudar a cumplir la meta.
Además, en la COP 16 se asumió el compromiso de alinear los esfuerzos de conservación de las plantas con el marco de monitoreo del Marco Kunming Montreal. Esto incluye la actualización de la Estrategia Global para la Conservación de las Plantas con indicadores específicos y una plantilla de informes estandarizada, asegurando que el progreso en la protección de las plantas sea medible y consistente con los objetivos globales de biodiversidad.
Finalmente, los países parte del CDB aprobaron un Plan de Acción Global sobre Biodiversidad y Salud para ayudar a frenar la aparición de enfermedades zoonóticas, prevenir enfermedades no transmisibles y promover ecosistemas sostenibles.
En el centro del plan se encuentra un marco de colaboración que reúne a profesionales de la salud, conservacionistas y responsables de la formulación de políticas. Nuevamente, temas como este no pasan del plano de hacer sugerencias, pues el documento desarrollado para este tema simplemente “invita a las naciones a designar puntos focales nacionales para la biodiversidad y la salud, y a desarrollar políticas que reflejen estas interconexiones”.
Imagen superior: Sesión plenaria de la COP16. Foto: UN Biodiversity
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MONGABAY LATAM – RED PRENSA VERDE