No se sabe la fecha en que retomarán las negociaciones. Entre los logros de la COP16 están: creación del órgano subsidiario para la participación de pueblos indígenas y comunidades locales; reconocimiento de comunidades afrodescendientes y creación del Fondo de Cali por uso de secuenciación digital de recursos genéticos. Sin embargo, no es claro cómo operará todo esto.
CALI, COLOMBIA. Eran cerca de las 9 de la mañana del sábado 2 de noviembre de 2024. A esa hora la falta de quórum impidió la continuidad de la última plenaria de negociaciones de la COP16 y la conferencia fue suspendida hasta una de las próximas sesiones intersesionales del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), sin que aún exista una fecha clara.
La reunión terminó con algunos logros importantes como la aprobación del “Fondo de Cali” para la Información de Secuencias Digitales (DSI, por sus siglas en inglés) sobre recursos genéticos. Se trata de un mecanismo de financiación único orientado a distribuir equitativamente los beneficios económicos del uso de esos recursos, muchas veces descubiertos y aprovechados inicialmente por comunidades indígenas o locales, y sus secuencias digitales.
También se logró el reconocimiento de los afrodescendientes dentro del CDB y la creación de un órgano subsidiario para los pueblos indígenas y las comunidades locales dentro del convenio. Esto quiere decir que tendrán un puesto permanente en las negociaciones, el cual no dependerá de la voluntad de los gobiernos de turno. “Se reconoce el papel único de los pueblos indígenas y las comunidades locales, sus innovaciones, prácticas y conocimientos tradicionales en la implementación del Convenio sobre la Diversidad Biológica, en sus protocolos y en el Marco Mundial sobre la Biodiversidad de Kunming-Montreal”, indica el documento oficial donde se creó el órgano subsidiario.
Estas dos decisiones se tomaron en la madrugada del 2 de noviembre y se sumaron a la aprobación de un acuerdo sobre las áreas marinas de importancia ecológica o biológica (EBSA, por sus siglas en inglés) situadas en aguas internacionales, que establece un proceso científico y técnico para identificar esos espacios que están fuera de la jurisdicción marítima de cualquier país. Este tema se venía debatiendo desde la COP13 en 2016 y es esencial para implementar varios objetivos del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal, al tiempo que respalda el Tratado de Alta Mar, que aún espera por ratificación.
Tiburón zorro pelágico. Foto: Oceana
Sin embargo, varios temas vitales quedaron estancados hasta la COP17 que se realizará en 2026 en Armenia. No hubo ningún acuerdo acerca del financiamiento para cumplir con las 23 metas del Acuerdo Kunming Montreal —este era quizás el tema más urgente para muchas organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil—, tampoco se tomaron decisiones sobre el marco de monitoreo para determinar qué tan cerca o lejos del cumplimiento de esas metas están los países. Es más, al finalizar la reunión en Cali, sólo 44 países habían entregado sus Estrategias y Planes de Acción de Biodiversidad (NBSAP, por sus siglas en inglés), es decir, el 22 % de todos las naciones que forman parte del CDB.
“La COP16 terminó sin una resolución clara y con la sensación de que este proceso ya no debe tratarse sólo de la conservación de la biodiversidad, sino de incluir las voces de aquellos que saben cómo conservarla mejor y dirigir fondos hacia quienes ya están realizando el trabajo sobre el terreno [pueblos indígenas y comunidades locales]. La obsesión por el dinero y los beneficios está desplazando la diplomacia y la cooperación necesarias para sacarnos de las crisis de biodiversidad y clima. Al final, todos perderemos porque hemos agotado el tiempo para detener el cambio irreversible”, dice Edda Fernández, asesora principal de Políticas de Avaaz y ex negociadora de biodiversidad para México.
En tanto Bernadette Fischler, directora de Incidencia Internacional de WWF Reino Unido, no disimuló su descontento con el tema de los recursos y aseguró que “seguir las discusiones sobre el financiamiento de la biodiversidad aquí en Cali fue tan agradable como una cirugía dental”.
Trabajos en la sesión plenaria de la COP16. Foto: UN Biodiversity
La gran frustración vino por cuenta de la falta de consenso para la financiación de las 23 metas del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal y para la creación de mecanismos de monitoreo que permitan verificar que los países las están cumpliendo. Al Marco Kunming Montreal sólo le quedan cinco años.
El constante fracaso del financiamiento
El tema del financiamiento era crucial en esta COP16, porque sin recursos es imposible superar la crisis de pérdida de biodiversidad y quedan menos de seis años para cumplir con las metas planteadas en el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal. Cada día que pasa sin que haya una ruta clara de financiamiento, disminuyen las probabilidades de alcanzar las metas.
En la meta 19 del Marco se propuso, para 2030, movilizar al menos 200 000 millones de dólares, con el compromiso de los países desarrollados de dar 20 000 millones anuales para 2025 y 30 000 millones anuales para 2030. Sin embargo, las naciones están rezagadas en sus compromisos.
Las propuestas sobre el mecanismo de financiamiento actual, el Fondo Marco Global para la Biodiversidad (GBFF), fueron escasas, y el fondo actualmente cuenta sólo con 407 millones de dólares. Además, las acciones para identificar y eliminar subsidios perjudiciales para la naturaleza han avanzado poco desde que se adoptó el Marco Kunming Montreal.
Todo esto es de preocupación ya que, aún si se cumpliera con la cifra de 200 000 millones de dólares, cifras del 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), muestran que el gasto en conservación de la biodiversidad oscila entre 124 000 millones y 143 000 millones de dólares por año, mientras que las necesidades totales estimadas para la protección de la biodiversidad se sitúan entre 722 000 millones y 967 000 millones de dólares anuales, muy por encima de lo que se plantea en el Marco Kunming Montreal. Esto deja una brecha actual de financiamiento para la biodiversidad que va desde los 598 000 millones hasta los 824 mil millones de dólares anuales.
Firma de un acuerdo entre el Banco Davivienda y la Corporación Financiera Internacional (IFC) para la emisión del primer bono de biodiversidad en Colombia. Foto: UN Biodiversity.
Maximiliano Bello, consultor en políticas oceánicas internacionales y quien durante más de dos décadas ha trabajado con diversas organizaciones ambientales, dice que muchas de las naciones en vía de desarrollo vienen a las COP con el discurso de cómo van a pagar por el funcionamiento de las nuevas áreas protegidas y proteger la biodiversidad. El experto asegura que los países tienen forma de pagarlo: “Hay dinero, porque esos subsidios que están puestos en actividades extractivas, en el fondo podríamos usarlos para proteger e, incluso, para generar recursos para comunidades locales” y añade que “tenemos que transformar esos dineros que hoy día están ayudando a destruir la biodiversidad, en dineros que van a apoyar a comunidades y a proyectos en áreas protegidas que nos dan oxígeno y alimento”.
Precisamente, la meta 18 que propone eliminar los subsidios e incentivos a las actividades que afectan a la biodiversidad, fue otro de los temas estancados en esta COP. “La COP16 en Cali debía ser un punto de inflexión para redefinir nuestra relación con la naturaleza. Sin embargo, la omisión de la salida necesaria y urgente de los fósiles en el texto final significa otra oportunidad perdida para enfrentar la causa común de la crisis climática y de biodiversidad. Esperamos que el liderazgo que Colombia ha demostrado con su compromiso con el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que fue bloqueado en esta COP, logre ser respaldado por otras naciones en la COP 29 [de clima] que está por comenzar”, afirma Andrés Gómez, coordinador para América Latina de la iniciativa Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.
Para Bernadette Fischler, de WWF, la discordia entre los países donantes y los países en desarrollo, poco antes de la suspensión de la reunión, lamentablemente no es sorprendente, pero sí decepcionante. “Los países llevan años divididos y no han logrado encontrar una solución que funcione para todos. Esperar más para tomar la tan necesaria decisión sobre el fondo dedicado al Convenio de Diversidad Biológica amenaza el cumplimiento de los objetivos de naturaleza para 2030”.
En la COP16 se realizó un foro sobre negocios y biodiversidad. Foto: UN Biodiversity
Sin marco de monitoreo para metas Kunming Montreal
Las negociaciones avanzaron a lo largo de las últimas dos semanas centrándose en llenar los vacíos en el marco de seguimiento y en las modalidades para un proceso de evaluación global en 2026 y 2030, que ayudaría a responsabilizar a los países por la implementación del Marco Mundial sobre la Biodiversidad Kunming Montreal. Sin embargo, las negociaciones no pudieron concluir antes de que se suspendiera la COP.
“No podemos permitirnos ser complacientes en la medición del progreso. Métricas claras y responsabilidad son esenciales para convertir las promesas de Montreal [COP15] en realidad. Sin un seguimiento sólido tanto de la cantidad como de la calidad de las acciones de conservación, no podemos asegurarnos de que estamos en el camino correcto para lograr el Marco Mundial sobre la Biodiversidad”, asegura Martin Harper, director ejecutivo de Birdlife Internacional.
Para Rebeca Hubbard, directora de la Alianza de Altamar, fue decepcionante que, a pesar de la urgencia de la crisis global de biodiversidad, los países “se quedaran sin tiempo y la reunión se suspendiera antes de alcanzar un acuerdo sobre cuestiones clave relacionadas con la movilización de recursos y el marco de monitoreo”. Hubbard asegura que apenas dos años después de comprometerse con este plan de acción global, los países están desviándose de alcanzar sus objetivos y muchos incumplieron con sus NBSAP antes de entrar a la COP16.
Mono cariblanco (Cebus versicolor). Foto: Felipe Villegas-Vélez.
En esto también coincide Kirsten Schuijt, directora general de WWF Internacional, quien asegura que “nadie debería estar de acuerdo con esto, porque nos afectará a todos. Cumplir la misión de detener y revertir la pérdida de naturaleza para 2030 nunca iba a ser fácil, pero ahora nos estamos desviando peligrosamente del camino”.
En el primer día de la COP, Karen Oliveira, directora de Políticas Públicas y Relaciones Internacionales de The Nature Conservancy (TNC) Brasil, le dijo a Mongabay Latam que era muy importante que los países llegaran con los NBSAP, “porque el Marco Mundial Kunming Montreal va hasta 2030. Sólo tenemos seis años para implementarlo”.
La construcción de planes lleva mucho tiempo, además que es necesario hacer un acuerdo con diversos actores, porque no se trata sólo de un instrumento de gobierno, “sino que debe contar con la participación de la sociedad civil, el sector privado, el sector financiero y la academia para que realmente se pueda implementar”, comenta Oliveira.
El paujil de pico azul se encuentra en peligro crítico de extinción. Foto: Fundación Botánica y Zoológica de Barranquilla.
Recursos genéticos y secuencias digitales, un espinoso tema
La meta 13 del Marco Mundial Kunming Montreal plantea la toma de medidas jurídicas, normativas y administrativas para lograr la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y de la información digital sobre las secuencias de esos recursos, así como de los conocimientos tradicionales asociados a ellos, “y lograr que para 2030 se haya propiciado un aumento significativo de beneficios compartidos”.
Había mucha expectativa en este tema, pues los ojos estaban puestos sobre grandes industrias como la farmacéutica, la cosmética y la de alimentos, que obtienen cuantiosos ingresos gracias las secuencias digitales de información de fauna, flora y microorganismos. Diversos expertos consideraban que el lobby empresarial podría hundir cualquier tipo de avance sobre el reparto justo de beneficios.
Sin embargo, uno de los grandes logros de la COP16, que muchos también atribuyen a la gestión de Colombia, fue la aprobación del Fondo de Cali, un mecanismo mundial para recaudar recursos económicos provenientes del uso de la información de secuencias digitales de recursos genéticos (DSI, por sus siglas en inglés), es decir, el uso de los genomas digitalizados de las especies, que permite trabajar con información genética sin tener que ir a campo.
“Se logró el histórico Fondo de Cali para recoger las contribuciones de la empresa privada sobre el uso de recursos genéticos cuando están en bases de datos digitales. Esto es también un mecanismo innovador e importantísimo”, dijo la ministra de Ambiente de Colombia y presidenta de la COP16, Susana Muhamad.
Una de las amenazas para la matabuey es la pérdida de hábitat. Esta especie es clave para la elaboración de suero antiofídico. Foto: Alonso Tenorio / Imágenes en Costa Rica.
El Fondo de Cali ha propuesto un objetivo donde la mitad de los recursos se destinen directamente a los pueblos indígenas y las comunidades locales, enfocándose en apoyar la creación de capacidades, la conservación de la biodiversidad y su uso sostenible. “Sin embargo, el pago de las empresas es voluntario, y está incentivado principalmente por la oportunidad de ganar prestigio reputacional al aparecer en la lista de contribuyentes del fondo”, indica Óscar Soria, director de The Common Initiative, un colectivo que agrupa organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil que trabajan en biodiversidad, desarrollo sostenible y derechos de pueblos indígenas y comunidades locales.
Soria agrega que, aunque el fondo marca un paso importante hacia la distribución inclusiva de beneficios, podría enfrentar desafíos para asegurar contribuciones significativas, dado que depende de la buena voluntad de las empresas. “La efectividad del mecanismo probablemente dependerá de la disposición de la comunidad global para apoyarlo y de que las empresas consideren que existe una ganancia reputacional al hacer aportes”, comenta.
Edda Fernández, asesora principal de Políticas de Avaaz y ex negociadora de biodiversidad para México, afirma que siguen quedando muchas preguntas en el aire, por ejemplo, ¿Cómo llegarán los recursos a las comunidades?, ¿quién manejará el otro 50 % de los recursos que ingresen al fondo? y ¿cuándo empezará a operar?
Decenas de comunidades indígenas habitan en el Parque Nacional Yasuní. Foto: Anka Maldonado / Campaña Sí al Yasuní.
Participación de comunidades
Muy entrada la madrugada del 2 de noviembre, la plenaria de la COP16 acordó la creación de un órgano subsidiario permanente que le permitirá a los pueblos indígenas y comunidades locales fortalecer el trabajo en la definición de criterios, acciones y programas asociados a los conocimientos, innovaciones y prácticas ancestrales asociadas a la biodiversidad.
Para Lakpa Nuri Sherpa, copresidenta del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad (FIIB), el nuevo órgano subsidiario fortalecerá significativamente la implementación, presentación de informes y monitoreo del Marco Mundial Kunming-Montreal y los NBSAP.
“Con esta medida sin precedentes, el CDB se ha convertido en el primer proceso ambiental de la ONU que crea un órgano subsidiario dedicado al conocimiento tradicional de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Este paso histórico sienta un poderoso ejemplo para los pueblos indígenas que participan en la Convención sobre el Cambio Climático y otros mecanismos, inspirando el establecimiento de espacios permanentes similares”, asegura Sherpa.
Aunque la creación del órgano subsidiario es un logro, aún no hay consenso sobre cómo se implementará. Se espera que el tema se aborde en la COP17 de Armenia.
La lideresa waorani Nemonte Nenquimo junto a un derrame de petróleo cerca de Shushufindi, en la provincia de Sucumbíos, Amazonía ecuatoriana, el 26 de junio del 2023. Foto: Sophie Pinchetti / Amazon Frontlines.
Los pueblos indígenas de la Amazonía aseguran que la COP16 les dejó un sabor agridulce. Juan Bay, presidente de la Nacionalidad Waorani del Ecuador (NAWE), manifiesta su preocupación porque los combustibles fósiles y otras actividades extractivas quedaron fuera de la agenda, debido a la presión de algunos países para eliminar las referencias a estos temas en los textos. “Intentan lavar el lenguaje de derechos humanos, pretendiendo discutir terminología ya consensuada y establecida, eso es vergonzoso”, y agregó que en la COP16 el mundo habló de la Amazonía, pero no dio soluciones concretas para la crisis que se vive en el territorio. “Las COP se transformaron en un Mundial de Fútbol, en un espectáculo al que los gobiernos llegan sin verdaderos compromisos ni respuestas. Ojalá la COP29 [de Clima en Bakú, Azerbaiyán, que se celebrará entre el 11 y el 22 de noviembre de 2024] nos permita ver algo distinto”, comenta Bay.
La Guardia Indígena del Cauca está conformada principalmente por indígenas Nasa. Foto: Front Line Defenders.
¿Qué pasó con los demás temas de negociación?
Durante la COP16 se desarrollaron las directrices para la gestión de especies exóticas invasoras. Las nuevas bases de datos, la mejora de las reglamentaciones sobre el comercio transfronterizo y la mejora de la coordinación con las plataformas de comercio electrónico fueron algunos de los temas clave en los que se pudo avanzar para contrarrestar las deficiencias en la gestión de los riesgos de las especies invasoras y alinearse así con los objetivos del Marco de Acción de Kioto para el Clima. Sin embargo, la aplicación de lo acordado es voluntaria, lo que puede restar eficiencia a la lucha contra una de las cinco principales causas de pérdida de biodiversidad mundial.
Otro de los puntos cruciales presentes en las discusiones fue la protección de las especies silvestres. Las negociaciones destacaron la necesidad de monitoreo, desarrollo de capacidades y la participación inclusiva de los pueblos indígenas, las comunidades locales y las mujeres para asegurar dicha protección. Además se pidió la cooperación de organismos internacionales como la CITES y la FAO para ayudar a cumplir la meta.
El hipopótamo es el tercer animal terrestre más grande. Es una especie invasora que no tiene depredadores en Colombia. Foto: Fundación Zoológico Santa Cruz.
Además, en la COP 16 se asumió el compromiso de alinear los esfuerzos de conservación de las plantas con el marco de monitoreo del Marco Kunming Montreal. Esto incluye la actualización de la Estrategia Global para la Conservación de las Plantas con indicadores específicos y una plantilla de informes estandarizada, asegurando que el progreso en la protección de las plantas sea medible y consistente con los objetivos globales de biodiversidad.
Finalmente, los países parte del CDB aprobaron un Plan de Acción Global sobre Biodiversidad y Saludpara ayudar a frenar la aparición de enfermedades zoonóticas, prevenir enfermedades no transmisibles y promover ecosistemas sostenibles.
En el centro del plan se encuentra un marco de colaboración que reúne a profesionales de la salud, conservacionistas y responsables de la formulación de políticas. Nuevamente, temas como este no pasan del plano de hacer sugerencias, pues el documento desarrollado para este tema simplemente “invita a las naciones a designar puntos focales nacionales para la biodiversidad y la salud, y a desarrollar políticas que reflejen estas interconexiones”.
Imagen superior: Sesión plenaria de la COP16. Foto: UN Biodiversity
Tras ocho años de negociaciones, se aprobó el acuerdo para identificar y conservar áreas marinas de alta importancia ecológica en aguas internacionales.También se dio luz verde al programa de trabajo sobre el Artículo 8J del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), para la participación activa de los pueblos indígenas y comunidades locales. Los temas de financiamiento y de recursos genéticos y secuenciación digital continúan estancados. Expertos y organizaciones de la sociedad civil piden una mayor conexión entre las agendas de clima y biodiversidad.
CALI, COLOMBIA. En la recta final de la COP16 los temas de financiamiento, participación de pueblos indígenas y comunidades locales, así como el de recursos genéticos y secuenciaciones digitales siguen estancados en las negociaciones.
El tema de canje de deuda por naturaleza, propuesto por Colombia, salió del texto de discusión, al igual que la frase “financiamiento directo”, lo cual causó bastante molestía a los representantes de los pueblos indígenas que vienen abogando, desde hace ya varios años, para que los recursos lleguen directamente a ellos.
Otro tema que tampoco deja un balance positivo es la falta de cumplimiento de las naciones por entregar sus estrategias y planes de acción de biodiversidad (NBSAP, por su sigla en inglés). Antes de que iniciara la COP16, sólo 34 países presentaron sus NBSAP y después de casi dos semanas de la cumbre, sólo seis naciones más han cumplido con su tarea.
Ministros de ambiente que participaron en la COP16. Foto: UN Biodiversity
“Las posiciones (de los países) se están volviendo más duras, no más suaves”, dijo unos de los observadores que tiene acceso a las reuniones privadas. Eso augura que las conversaciones se extenderán en las noches del 31 de octubre y del 1 de noviembre.
Áreas protegidas en alta mar
En medio de la falta de consenso en los temas más sensibles (financiamiento y recursos genéticos), los países aprobaron un acuerdo sobre las áreas marinas de importancia ecológica o biológica (EBSA, por sus siglas en inglés), que establece un proceso científico y técnico para identificar estas áreas que se encuentran fuera de la jurisdicción marítima de cualquier país.
Se trata de un momento significativo, ya que este tema se viene debatiendo desde la COP13 en 2016, y enfrenta desafíos políticos, técnicos y legales. La decisión será esencial para implementar varios objetivos del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal, al tiempo que respalda el Tratado de Alta Mar.
En la COP16 se aprobó un acuerdo sobre las áreas marinas en alta mar. Foto: Greenpeace.
La presidenta de la COP16 y ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, celebró el acuerdo como un primer gran paso en los objetivos de la conferencia: “El compromiso que hoy hemos asumido representa el espíritu de cooperación y responsabilidad que impulsa la COP16. Este acuerdo nos permitirá proteger áreas clave para el planeta, asegurando que los océanos, nuestros grandes reguladores climáticos y fuente de vida, tengan una defensa sólida y global”.
El Grupo Asesor Internacional EBSA, creado con el acuerdo, deberá establecer directrices científicas de revisión voluntaria para garantizar transparencia en la identificación de áreas de interés ecológico.
Algunos de los puntos más importantes tienen que ver con el reconocimiento del carácter técnico del proceso. Esto quiere decir que la descripción de estas áreas marinas se realizará exclusivamente bajo criterios científicos y técnicos, sin implicaciones sobre soberanía territorial, manteniendo la neutralidad y respeto entre las naciones. También deberá promover la participación activa de pueblos indígenas, comunidades locales, mujeres y jóvenes en los análisis y la toma de decisiones, integrando conocimientos tradicionales fundamentales.
Para lograr estos objetivos, países como Alemania, Bélgica, Canadá, Noruega y Suecia, realizarán talleres científicos y técnicos que reunirán a científicos y representantes comunitarios para ajustar las descripciones de las EBSA.
Sesión plenaria de la COP16. Foto: UN Biodiversity
La participación indígena
Otro avance de las negociaciones en Cali ha sido la aprobación del programa de trabajo sobre el Artículo 8J del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), donde se establece que cada país respetará, preservará y mantendrá los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica. Además de promover una aplicación más amplia de estos conocimientos y la distribución equitativa de sus beneficios derivados.
Sin embargo, Ramiro Batzín, indígena maya kaqchikel de Guatemala y coordinador del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad (FIIB), asegura que es crucial que el nuevo programa de trabajo esté ligado fuertemente a un órgano subsidiario permanente que permita hacer recomendaciones al CDB, para garantizar la inclusión de las opiniones indígenas en todas las decisiones.
El problema es que, en el documento que desarrolla el artículo 8J y que se discutirá en plenaria para aprobación final, todo lo relacionado con el órgano subsidiario está en paréntesis. Es decir, tendrá que pasar a votación y ahí es donde hay altas probabilidades de que no haya consenso, por lo que existe el riesgo de que todas las referencias al órgano subsidiario terminen eliminándose.
“En los dos últimos días habitualmente hay crisis, porque es bien difícil lograr el consenso de casi 200 países. Ahí es donde veremos la mano de la Presidencia de la COP. Susana [Muhamad] tendrá el reto de liderar bien el proceso, conducirlo y generar el consenso”, asegura Manuel Pulgar Vidal, exministro de Ambiente de Perú y líder de la Práctica Global de Clima y Energía de WWF.
La colombiana María Yolanda Campo es una de las autoridades indígenas presentes en la COP16. Foto: UN Biodiversity
Conexión entre clima y biodiversidad
A lo largo de la Cumbre de Biodiversidad en Cali, científicos y organizaciones de la sociedad civil han manifestado la urgencia de crear una convergencia entre las agendas de clima y biodiversidad.
Manuel Pulgar recuerda que en 1992, en la Cumbre de Río, se suscribieron convenios fragmentados y hubo muchas críticas al respecto. “Es decir, cambio climático por un lado, diversidad biológica por otro y, el mismo año un poco más tarde, el convenio sobre desertificación. Estábamos hablando de temas que recién llegaban a la mesa, hay que recordar que para 1992 el Panel Intergubernamental de Cambio Climático recién tenía cuatro años de existencia”.
Sin embargo, Pulgar cree que teniendo en cuenta el contexto actual, es necesario que las agendas de clima y biodiversidad conversen entre sí. De hecho, cree que ya se han dado algunos pasos, pues la meta 8 del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal hace referencia al cambio climático.
“Cambio climático y biodiversidad deben conectarse pero no unirse, porque no estamos en un momento de maduración suficiente como para decir que podemos hacer una sola convención de las tres que existen [cambio climático, biodiversidad y desertificación]. Las convenciones todavía requieren seguir su camino independiente”, dice Pulgar.
En la COP16 también se discutió sobre la trazabilidad de la actividad minera. Foto: UN Biodiversity
Como un argumento para insistir en la independencia de las convenciones, Pulgar menciona un ejemplo: si América Latina no tiene suficientes recursos para ejecutar los planes de acción de las tres agendas de manera fragmentada, es mucho más difícil que tenga los recursos para abordar todo al tiempo en una sola agenda.
Por su parte, Paula Caballero, directora ejecutiva para América Latina de TNC y considerada la creadora de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), está convencida de que las tres agendas deben unirse.
“Los humanos tenemos una tendencia a poner todo en compartimientos, a encerrar todo, y esa no es la manera como funciona el mundo, la naturaleza y las economías”, comenta Caballero.
Para ella, la razón de que existan tres agendas distintas es que surgieron de procesos muy diferentes, “pero son la misma agenda y la realidad es que todo lo que hagamos para mejorar el tema de la catástrofe climática realmente va a redundar en beneficios para la biodiversidad y viceversa”.
Imagen superior: sesión plenaria de la COP16. Foto: UN Biodiversity
La COP16 comenzó sus actividades y tanto el gobierno colombiano como las directivas del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) esperan llegar al 1 de noviembre con cuatro resultados concretos. Hasta el comienzo de la COP16 solo tres países habían entregado com,pletos sus Planes Nacionales sobre Biodiversidad (NBSAP), por su sigla en inglés). El Latinoamérica solo lo hicieron Colombia, México, Cuba y Surinam.
Antonio Paz Cardona /Mongabay Latam
Cali, Colombia. La ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad y la secretaria ejecutiva del Convenio de Diversidad Biológica (CDB), Astrid Schomaker, dieron inicio oficial a todas las actividades de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16),que desde el 21 de octubre y hasta el 1 de noviembre se realizará en la ciudad de Cali, considerada la capital del Pacífico colombiano.
“La comunidad mundial debe aprovechar este momento para garantizar que la biodiversidad no sólo se preserve, sino que también se restaure y se valore por el papel crucial que desempeña en el sostenimiento de la vida en la Tierra. La COP16 es el momento de pasar de las palabras a los hechos. El futuro de la vida en nuestro planeta depende de ello”, dijo Schomaker.
Se estima que a Colombia llegaron cerca de 23 000 personas delegadas de 141 países que tienen participación presencial confirmada en esta cumbre. El segmento de alto nivel, donde se darán las negociaciones de los países parte del CDB, contará con la presencia de los presidentes de Brasil, Guinea Bisáu, Guatemala, Mozambique, Perú, Surinam y Haití; los vicepresidentes y viceprimeros ministros de Bolivia, Gabón, Cuba y Kenia, así como decenas de cancilleres.
Cumbre global de jóvenes que se desarrolla en la Zona Verde. Foto: UN Biodiversity
La COP16 también tendrá cuatro foros temáticos a nivel ministerial: implementación del Marco Global de Biodiversidad Kunming Montreal; financiamiento; paz con la naturaleza, y biodiversidad y cambio climático. El evento finalizará el 1 de noviembre con la sesión plenaria donde se hará el reporte, tanto de las negociaciones del segmento de alto nivel como de las conclusiones de la Zona Verde, un espacio interactivo para la participación de la sociedad civil, que espera recibir un promedio de 13 000 visitantes diarios. Según la ministra Muhamad, la Zona Verde tendrá incidencia formal en el espacio de alto nivel.
Entre las principales metas que se persiguen en esta reunión mundial está la generación de una arquitectura institucional financiera transparente para la conservación de la biodiversidad. También se espera la creación del fondo para la repartición de beneficios de recursos genéticos que están en bases de datos. Además, se busca la aprobación del programa de trabajo para los pueblos indígenas y comunidades locales, así como un análisis de los planes de acción de los países.
La ministra de Ambiente de Colombia aseguró que “en esta COP tenemos que dar las herramientas multilaterales para facilitar que los países y toda la sociedad en el mundo puedan implementar las acciones que protejan de fondo la biodiversidad”.
Schomaker espera que el 1 de noviembre se tengan, por lo menos, cuatro resultados concretos. Considera que, la creación del fondo para la repartición de beneficios de recursos genéticos, que están en bases de datos digitales, sería el primer hito de la COP16, porque abre el camino a que el sector privado mundial contribuya económicamente a través de mecanismos multilaterales, cuando se beneficia de los recursos que tienen los países.
El segundo resultado sería la generación de una arquitectura institucional financiera transparente que realmente logre acumular recursos en forma efectiva para la implementación del Marco Global de Biodiversidad Kunming Montreal.
Se espera que ese mecanismo financiero vaya más allá de la meta 19 propuesta en el Marco Kunming Montreal, que plantea un financiamiento de por lo menos 200 000 millones de dólares.
El tercer logro sería la aprobación del programa de trabajo para los pueblos indígenas y comunidades locales. “Esto implica el empoderamiento político de lo que llamamos los guardianes de la naturaleza, aquellas comunidades en la primera línea de la crisis y el cuidado de la biodiversidad en el mundo que no pueden ser simples beneficiarios de programas, sino que deben ser protagonistas políticos del proceso de conservación, tener una silla en la mesa de decisiones y capacidad de manejar recursos”, dijo Muhamad.
Primer día de trabajos en la COP16. Foto: UN Biodiversity
El cuarto resultado esperado es lograr un análisis profundo de cómo van los compromisos nacionales para cumplir las 23 metas del Marco Global Kunming Montreal en el 2030, a través de mecanismos solidarios e internacionales. Hasta el 21 de octubre, 108 países habían entregado algunas metas nacionales encaminadas a cumplir con las metas del Marco Kunming Montreal, sin embargo, sólo 35 entregaron completos sus Planes Nacionales sobre Biodiversidad (NBSAP, por su sigla en inglés). En Latinoamérica, hasta el comienzo de la COP16, sólo lo hicieron Colombia, México, Cuba y Surinam.
“Si la COP16 logra estos cuatro resultados, habrá generado un aporte significativo para la implementación del Marco Global”, aseguró Muhamad.
El gobierno de Colombia también busca impulsar la coalición Paz con la Naturaleza, que propone proteger la biodiversidad con la movilización de todos los gobiernos y de toda la sociedad. Colombia ha generado una declaración, que hará pública hacia el final de la COP16, y que espera sea firmada por varios países y sectores sociales.
“Creemos firmemente que la movilización de la sociedad es la real catalizadora del cambio y que eso hace que los gobiernos también puedan tomar decisiones políticas que no son nada fáciles”, concluyó Muhamad.
Desde erradicar la presencia de un pez invasor, impulsar los emprendimientos sostenibles e investigar la regeneración natural del bosque, los Parques Nacionales impulsan soluciones para frenar las amenazas a la biodiversidad en Ecuador, Argentina y Perú.
Astrid Arellano / Mongabay Latam
Los Parques Nacionales de Latinoamérica protegen las maravillas naturales que caracterizan a cada país. Su existencia, que alberga los más diversos ecosistemas, especies insólitas y muchas en riesgo de extinción, resulta crucial para la conservación de la biodiversidad en tiempos donde las amenazas a la naturaleza —como las industrias extractivas, el desarrollo urbano y la agroindustria— no siempre tienen un freno. El Día Internacional de los Parques Nacionales, que se celebra cada 24 de agosto desde 1986, es la excusa para recordar la importancia de estas áreas.
La categoría de parque nacional es la más alta entre las asignadas a las Áreas Naturales Protegidas (ANP) de todo el mundo, pues se trata de espacios geográficos que reúnen múltiples intereses: para la ciencia, el turismo, el patrimonio cultural, la educación ambiental, la conservación de la belleza de los paisajes y los endemismos de flora y fauna presentes, así como el mantenimiento de los servicios ecosistémicos de los que depende la humanidad.
Paisaje cordillerano en el Parque Nacional El Leoncito, en la provincia de San Juan. Foto: Parques Nacionales de Argentina.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) de México, este día, a su vez, es un recordatorio para que los gobiernos brinden la mayor de las protecciones a estas superficies terrestres y marinas, por tratarse de las regiones más prístinas donde se resguarda biodiversidad.
Latinoamérica y el Caribe es una región pionera que realiza trabajos enormes y así lo ha demostrado en las mediciones de cumplimientos de las convenciones internacionales, pero no sólo eso, logramos objetivos y resultados notables en función de las complejidades que encontramos en nuestros territorios”, afirma Ana Julia Gómez, coordinadora de la Celebración de las Áreas Protegidas y Conservadas, una iniciativa que existe desde el 2020 y que se celebrará por primera vez, desde la Universidad de Costa Rica, el próximo 17 de octubre.
El maquisapa o mono araña peruano (Ateles chamek) en el Parque Nacional del Manu. Foto: Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
La unión de esta fechas —junto con el Día Internacional de los Parques Nacionales— invita a una doble celebración que no sólo apuesta a dar visibilidad a los esfuerzos de conservación a nivel local, sino también a conectarlos con un movimiento regional más amplio. Es un proceso anual y colaborativo de integración, que busca valorar y aportar a la conservación efectiva de las áreas protegidas y conservadas de la región, movilizando a más de 10 000 personas, comunidades, organizaciones, gobiernos y empresas de 21 países en torno a 250 áreas para el bienestar.
“La intención es lograr la atomización de esfuerzos frente a la escasez de recursos o capacidades por parte de las pocas personas que trabajan en los territorios, como las y los guardaparques, los técnicos, los líderes y lideresas locales y defensores”, agrega Gómez. “La celebración logra que las personas, los actores vinculados a los parques nacionales, en este caso, sean los protagonistas”.
Estos son tres casos exitosos de proyectos gestados dentro de estas áreas protegidas en Ecuador, Argentina y Perú, con el objetivo de impulsar soluciones para frenar las amenazas a la biodiversidad.
Cascada Shintuya, en el Parque Nacional del Manu. Foto: Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
Parque Nacional Sumaco Napo-Galeras: bioemprendimientos contra la deforestación en Ecuador
A lo largo de más de 200 000 hectáreas en tres provincias de la Amazonía norte del Ecuador, el bosque nublado, el bosque húmedo tropical y un páramo son el hogar de especies emblemáticas como el oso de anteojos, el jaguar y el águila harpía. El Parque Nacional Sumaco Napo-Galeras los protege a todos ellos.
En las provincias de Napo y de Orellana, donde se encuentra esta área protegida, la deforestación por presiones humanas ha tenido una rápida expansión por la ganadería y la agricultura extensiva. Para enfrentarla, el Parque Nacional ha desarrollado diversas estrategias para la vigilancia, monitoreo y protección de la naturaleza que, en su conjunto, han logrado mantener más del 98 % de los ecosistemas en buen estado de conservación.
Los paisajes del Parque Nacional Sumaco Napo-Galeras. Foto: Archivo Guardaparques Sumaco.
Sin embargo, el trabajo con las comunidades locales para frenar las amenazas y convertirlos en aliados de la conservación ha sido clave. La bioeconomía y los emprendimientos sostenibles se vislumbran como la respuesta más efectiva.
El Día Internacional de los Parques Nacionales se celebra cada 24 de agosto desde 1986, con el objetivo de centrar la atención en la necesidad de conservar y proteger estos sitios que albergan una impresionante riqueza natural en el mundo.
“La producción de hongos ostra —que no son de nuestro bosque, sino producidos a través de semillas—, ha servido para que la gente deje de talar y cazar animales silvestres. Con ella, tienen un ingreso para mejorar sus condiciones de vida”, explica Augusto Granda, ingeniero en gestión ambiental, guardaparque y, desde el 2022, administrador del Parque Nacional Sumaco Napo-Galeras.
Familias emprendedoras de la Reserva de Biosfera Sumaco. Foto: Archivo emprendedores de la Reserva de Biosfera Sumaco.
Apoyar estos emprendimientos —que además de hongos incluyen la producción de café, de cacao y de guayusa, así como el fomento a un turismo de naturaleza responsable— han generado un interesante intercambio de experiencias que están ayudando al Parque Nacional a posicionar a la conservación del bosque entre la ciudadanía local.
Granda explica que varios pobladores han cambiado definitivamente sus formas de producción o se han quedado a trabajar en su territorio, es decir, que ya no participan en actividades de ganadería o agricultura extensiva, sino que ahora se dedican a producir de una manera más sostenible, siguiendo la dinámica del bosque y con deforestación cero.
Proceso productivo de los hongos ostra Sumaco. Foto: Archivo emprendedores de la Reserva de Biosfera Sumaco.
“Estos resultados nos ayudan a fortalecer la gestión del Parque Nacional y que los habitantes no nos vean como un ente que viene a imponer y prohibir todo, sino que somos parte del ecosistema y convivimos con ellos, pero que también tienen un beneficio al recibir este apoyo”, agrega el especialista.
Lo que ocurre actualmente en la Cordillera de los Guacamayos, vecina del Parque Nacional, es prueba de ello. La comunidad ahora cuenta con invernaderos para la crianza de sus hongos en espacios reducidos y donde pueden comercializar estos productos.
Reuniones para conocer los emprendimientos y generar líneas de acción con los pobladores. Foto: Archivo emprendedores de la Reserva de Biosfera Sumaco.
“En donde trabajan con hongos, la gente dejó de talar. Ahí sí que ya no hay deforestación, porque se dieron cuenta de que el bosque les da beneficios y ya se empieza a recuperar. Ha habido reforestación en ciertos sectores, pero también ha habido un proceso de restauración natural”, afirma Granda. “Todo esto les ayuda a mantener sus economías familiares y lo importante para nosotros es que más del 50 % es trabajado por mujeres. Ese es un hito importante, porque van empoderándose en este tipo de negocios”.
Proceso de empaquetado de los hongos ostra Sumaco. Foto: Archivo emprendedores de la Reserva de Biosfera Sumaco
Todos estos emprendimientos sostenibles han resultado de la propia iniciativa de los pobladores que tienen interés en optar por estas alternativas y obtener ingresos adicionales a sus fuentes habituales. A partir de allí, Parques Nacionales ha encontrado financiamientos y aliados para fortalecer la producción, la infraestructura y los procesos de comercialización que necesitan.
“Es un trabajo conjunto que nos puede involucrar y desarrollarnos como la naturaleza misma nos va enseñando”, concluye Granda. “Los humanos no podemos estar solos o pensar que somos la especie dominante, cuando somos un elemento más de la naturaleza. Tenemos que trabajar en conjunto para mejorar las condiciones del bosque, pero también las condiciones sociales de los pobladores locales”.
Participación de las mujeres productoras de hongos en ferias. Foto: Archivo emprendedores de la Reserva de Biosfera Sumaco.
Parque Nacional El Leoncito: salvando un pequeño bagre en Argentina
El Leoncito —ubicado en la provincia de San Juan, en el centro-occidente de Argentina— con sus casi 90 000 hectáreas, fue declarado como Parque Nacional en el año 2000. Su objetivo es proteger los ambientes de clima semidesértico, en las ecorregiones del monte, la Puna y los altos Andes. Se trata, además, del único parque en el país que protege la calidad del cielo, para garantizar que se mantenga prístino para dos observatorios astronómicos que funcionan dentro.
El Parque Nacional El Leoncito y sus centros de observación astronómica. Cuenta con más de 300 noches despejadas al año. Foto: Parques Nacionales de Argentina
En esta zona de muy escasas precipitaciones —que por lo general no llega a los 100 milímetros al año— sus especies de flora y fauna están adaptadas a vivir en condiciones hostiles y de altura. Cuenta con muy pocos cursos de agua y, en ellos, una especie de pez invasor comenzó a ganar terreno hace más de 40 años: la trucha arcoíris, (Oncorhynchus mykiss) que competía con un pequeño bagre endémico en riesgo de desaparecer,el bagrecito del Leoncito(Silvinichthys leoncitensis).
La trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), especie introducida en El Parque Nacional El Leoncito en la década de 1980. Foto: Pedro Cenoz
Sin embargo, una estrategia exitosa ejecutada dentro del parque hace poco más de diez años, está a un paso de poder, por fin, declarar su victoria.
“La trucha estaba en un curso de agua —que en una parte se llama arroyo El Leoncito y, en otra, arroyo de Las Cabeceras— fue sembrada por un poblador en esos arroyos entre 1980 y 1985, antes de la creación de parque, y competía con una especie endémica, un bagrecito muy pequeño, de no más de 10 centímetros. La trucha tiene hábitos alimenticios muy voraces y competía muy fuertemente con este bagrecito que solamente se encuentra en el arroyo dentro del Parque Nacional”, explica Pedro Cenoz, licenciado en Gestión Ambiental y guardaparque desde hace 16 años para la Administración de Parques Nacionales de Argentina, además de ser el encargado del área de uso público y conservación del Parque Nacional El Leoncito.
El bagrecito del Leoncito (Silvinichthys leoncitensis), especie endémica del Parque Nacional El Leoncito. Foto: Archivo Parque Nacional El Leoncito
En el año 2010, el equipo del parque se propuso sacar a la trucha del cauce. La dinámica proyectada tenía diversas ventajas de antemano: el arroyo no tiene ninguna comunicación con otro curso de agua, es una cuenca cerrada, lo que garantizaba el éxito, al eliminar la posibilidad de que vinieran más truchas de otro sitio. Además, esta especie —introducida con fines comerciales a la Argentina en 1904— era de un tamaño pequeño en el interior del parque, pues no superaba los 20 centímetros ni los 400 gramos de peso, por lo que no se tenía ningún tipo de interés económico o de explotación. Es decir, su erradicación no generaría impacto, por ejemplo, en comunidades que dependieran de su captura.
“Con el proyecto se adquiere un equipo de electropesca. Es una especie de mochila que, a través de una batería y un sistema eléctrico, da una descarga al agua y produce que la trucha entre en un estado de adormecimiento o letargo y eso nos permite sacarla del arroyo”, explica Cenoz.
Voluntaria del Parque Nacional realizando la tarea de electropesca. Foto: Pedro Cenoz
Esta descarga eléctrica no representaba un riesgo para el bagrecito, sostiene el especialista, pues, cuanto más grande la superficie de contacto —entre más grande el pez–, más sensible se vuelve a la descarga. Si un humano tocaba el agua accidentalmente durante la descarga, indudablemente la sentiría, asegura Cenoz. Para el bagrecito esto resultaba prácticamente imperceptible.
“Se empezó ese trabajo a pie, a lo largo de toda la cuenca, que son unos 30 kilómetros de arroyo. Se fue pasando el equipo de electropesca y alguien más, arroyo abajo, esperaba con una red para ir levantando todas las truchas adormecidas”, narra Cenoz.
Construyendo una red de contención para que no avancen las truchas por el cauce. Foto: Pedro Cenoz.
En el 2010, primer año de trabajo, lograron sacar 250 truchas y sólo un bagrecito que fue retornado al río. En el 2023 fue la última vez que se realizó este procedimiento.
“Hoy ya estamos en la etapa de control y, cada tantos años, se vuelve a pasar el equipo de electropesca dentro del arroyo para confirmar que ya no hay truchas. El año pasado, cuando se hizo esta pasada de control, sacamos más de 200 bagrecitos y ninguna trucha. Hemos confirmado que, efectivamente, ya no hay truchas en el arroyo, que la población de este bagre se ha restablecido y que nuestro trabajo fue exitoso”, celebra Cenoz. Sólo resta una prueba más, en el 2025, para dar por cerrado el proyecto.
Arroyo El Leoncito. Foto: Pedro Cenoz
En Argentina es muy difícil lograr la continuidad de los proyectos de conservación por razones como la falta de personal o los recursos económicos, dice el guardaparque, por lo que estar tan cerca de concluir un proyecto como el de la trucha es muy gratificante para todo el equipo que colabora en El Leoncito.
“Los Parques Nacionales hoy nos están brindando un montón de servicios que no están dimensionados y creo que eso, en cierta forma, va retrasando las acciones para mitigar con todos los impactos que nosotros estamos produciendo en la tierra”, concluye Cenoz. “Es súper necesario aumentar el porcentaje de territorio protegido en los países y que esa protección sea efectiva, que no se quede sólo en papeles”.
La presencia del puma en la zona, es una de las hipótesis por las que el sitio fue llamado “El Leoncito” por los pobladores. Foto: Parques Nacionales de Argentina.
Parque Nacional del Manu: regenerando el bosque en Perú
Por su ubicación entre los Andes y la Amazonía, en Perú, el Parque Nacional del Manu permite la vida de una enorme biodiversidad. Por donde se camine, la vida silvestre anuncia su presencia: aves, grandes mamíferos, insectos e incontables plantas se encuentran por doquier. En la zona de amortiguamiento, en un espacio que por años fue impactado por la deforestación —provocada por cinco décadas de agricultura, ganadería y tala selectiva— un centro de investigación y educación ambiental trabaja en proteger y documentar la capacidad de regeneración del bosque que lo rodea.
Mono ardilla boliviano (Saimiri boliviensis) en el Parque Nacional del Manu. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
La gran noticia es que, en 19 años de trabajos de conservación, existen evidencias de que se ha podido recuperar este ecosistema. El Manu Learning Centre de la organización —situado en una reserva privada de 643 hectáreas en el corazón de la Reserva de Biosfera del Manu—, ha dado seguimiento a todo este proceso a través de proyectos de investigación enfocados en grupos de fauna bioindicadora de la calidad del medio ambiente, con datos científicos recogidos sobre especies clave y vegetación desde el año 2003.
El propósito es saber cómo la regeneración natural del bosque genera también un espacio propicio para la fauna, que a su vez propicia un buen desarrollo de los servicios ecosistémicos y su mantenimiento.
Los paisajes del Parque Nacional del Manu. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
“Nos enfocamos, por ejemplo, en las aves de caza y mamíferos medianos y grandes como indicadores de la cantidad de recursos que se encuentran en el lugar”, explica Luis Antonio Echevarría, ingeniero ambiental y colaborador de campo en la estación biológica Manu Learning Centre.
Encontrar estos animales en el bosque, sostiene Echevarría, indica que existen suficientes recursos y cobertura vegetal para los consumidores primarios —los herbívoros—, quienes a su vez conforman una población sostenible de animales para sostener a los depredadores.
Águila arpía (Harpia harpyja). Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
Sin embargo, también han puesto los ojos sobre algunas de las integrantes más pequeñas de la vida silvestre: las mariposas. Este grupo cuenta con más de 1 300 especies registradas dentro del Parque Nacional y su presencia es una fiel indicadora de la calidad del aire.
“Ellas no tienen un sistema complejo de filtración de aire como nosotros los seres humanos, entonces, el hecho de que estas especies pueden habitar este lugar y que tengamos una gran diversidad de ellas, también nos indica que se están cumpliendo servicios ecosistémicos como la polinización y la producción de frutos, que también permiten la sostenibilidad del bosque”, agrega el especialista.
Las mariposas del Parque Nacional del Manu. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto)Monitoreo de mariposas en la estación biológica Manu Learning Centre, desarrollado en los tres tipos de bosque, con diferente grado de perturbación. Llevado a cabo por el equipo de investigadores, internos y voluntarios. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto)
Lo mismo sucede en el caso de los anfibios, útiles para definir la calidad del agua o de los componentes químicos del aire que pueden llegar a afectar sus pieles altamente sensibles.
“Nuestra actividad en campo consiste en ir todos los días a monitorear los diferentes grupos, luego obtener datos y procesarlos, porque son proyectos de largo plazo. Es decir, no tienen una duración de un año o un par de meses, sino que ya vienen desarrollándose por hasta diez años en algunos casos”, sostiene Echevarría.
Monitoreo de psitácidos en la Collpa de Guacamayos – Mascoitania. Las actividades inician en la madrugada, donde el equipo conformado por investigadores, internos y voluntarios realizan el avistamiento de guacamayos, loros y periquitos al amanecer. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
En ello radica la diferencia en cuanto a la robustez de los datos que pueden completar, para así poder identificar y contrastar la evolución de los objetos de estudio a lo largo del tiempo. Con esta información, a su vez, producen material científico con el que visibilizan la importancia de la conservación, muestran si hay algún cambio en la composición de las poblaciones de especies o si existen cambios en sus conductas y hábitos.
La importancia de estudiar estos bosques secundarios, que van creciendo luego de procesos de deforestación, representa el futuro de los bosques primarios que han sido impactados, afirma el especialista. “Es decir, entre el 80 y 95 % de especies que se pueden encontrar en bosques primarios, también pueden ser encontradas en algunos bosques secundarios. El hecho de que podamos conocer cómo se van regenerando estos bosques secundarios, nos permitirá conocer cómo, en un futuro, los impactos pueden ser mitigados por la misma naturaleza en los bosques primarios”, explica Echevarría.
La ranita venenosa de Manu (Ameerega macero) es una especie de anfibio que fue encontrada en el Parque Nacional del Manu y resultó nueva para la ciencia en el año 2017. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
Para el especialista, la protección de los Parques Nacionales resulta clave conocer la naturaleza que se posee, para valorarla y protegerla.
“La conservación ya no es solamente un tema ético, sino de responsabilidad por parte de todos los seres humanos”, afirma Echevarría. “Si no cuidamos los espacios y especies que nos brindan estos servicios ecosistémicos, el futuro del ser humano será complicado a futuro. La naturaleza nos ha demostrado que puede seguir sin nosotros, pero nosotros no podemos seguir sin la naturaleza”.
Recuerdo del aniversario 2023 del Manu Learning Centre, con el equipo de investigación, multimedia, servicios y mantenimiento. Además de invitados, voluntarios e internos. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto).
*Imagen supeior: Los paisajes del Parque Nacional del Manu. Foto: Daniel Ash Photography (@danielashphoto)
Durante los últimos cinco meses, un equipo periodístico, realizó una investigación sobre la situación del árbol de balsa (Ochroma pyramidale) en Ecuador, Perú y Colombia.
Árbol de balsa en las orillas del río Pastaza en la Amazonia ecuatoriana. Imagen: Wajai Moisés Peas Senkuan.
La denominada ‘fiebre de balsa’ se desató durante la pandemia (2020) en la zona costera y selvática de Ecuador, ante la creciente exportación de esta materia prima hacia China. Esta madera caracterizada por ser ligera (dada su baja densidad), ha sido utilizada a lo largo del tiempo por diferentes industrias, sin embargo, en los últimos cinco años la alta demanda corresponde a la construcción de aerogeneradores y equipos destinados a procesos de transición energética que desde China se comercializan hacia diferentes continentes.
Hoy Ecuador es el primer exportador mundial de balsa. Los requerimientos de altos volúmentes esta madera hicieron que se abrieran nuevos campos de cultivo en la costa y la sierra, pero también, que mucha de la balsa silvestre de Ecuador, se talara y comercializara de manera ilegal, un mercdo que trascendió hacia las fronteras de Perú y Colombia.
Cuatro años después de que iniciara el boom viajamos hasta Sharamentsa, provincia de Pastaza, en el corazón de la Amazonía ecuatoriana, para conocer las consecuencias de las incursiones de balseros en áreas indígenas. Aunque esta especie ecológicamente no se encuentra afectada porque según el Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es una especie de ‘preocupación menor’, su explotación a escala masiva ha causado una serie de consecuencias.
Encontramos que desde 2020 se generaron conflictos entre familias y comunidades que buscaban preservar el territorio y las que buscaban aprovechar económicamente la balsa que crecía en zonas silvestres. La comunidad achuar reveló el engaño que sufrieron nativos por parte de intermediarios; la tala de selva para cultivar balsa; la contaminación por plástico y combustibles en el río Pastaza; los abusos de balseros a mujeres indígenas; el cambio en la cultura, entre otras afectaciones sociales y ambientales que prevalecen.
Actualmente los líderes de Sharamentza, realizan controles del territorio a través del proyecto Sharam, en el que un grupo de jóvenes llamados ‘lanceros digitales’, desarrolla un mapeo de la zona con drones, cámaras trampa, entre otros mecanismos tecnológicos, para evitar incursiones de taladores en áreas selváticas ancestrales.
¿Qué otras medidas han tomado para proteger la Amazonia? ¿Cómo afectó la ‘fiebre de balsa’ a los territorios fronterizos de Perú y Colombia? ¿Qué opina el Ministerio de Ambiente de Ecuador sobre este asunto?
En México, un exitoso proyecto para salvar a dos especies de albatros amenazadas es un ejemplo sobre cómo la tecnología se ha desarrollado, en las últimas dos décadas, para el beneficio de las especies y la ciencia.
A unos veinte metros de distancia, el oceanólogo Julio Hernández Montoya observaba la colonia de anidación de albatros Laysan (Phoebastria immutabilis) a través de sus binoculares. Después de unos minutos de barrer el sitio dentro de la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe —la quinta isla más grande de México, cercana a las costas de Baja California—, no dio crédito a lo que tenía enfrente.
El 9 de febrero de 2024, un albatros de patas negras (Phoebastria nigripes) había detenido su vuelo por el océano Pacífico para tocar tierra y mezclarse entre los individuos de la otra especie. Hernández tenía ante sus ojos a una de las aves que, dos años y siete meses atrás, él y un grupo de científicos habían rescatado de la posibilidad de morir ahogadas por el aumento del nivel del mar en el atolón de Midway, cerca del archipiélago de Hawái, en Estados Unidos, y que habían trasladado cuando eran unos polluelos a la Isla Guadalupe.
Bruno, el primer albatros patas negras translocado que regresa a Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano
Bruno, como fue llamado el albatros criado de manera asistida en la isla mexicana, había vuelto. Su regreso es la confirmación de que la estrategia implementada por los científicos para salvar a los albatros de patas negras impactados por los efectos del cambio climático en Hawái, está funcionando. Es también un ejemplo a destacar en el Día Mundial de la Vida Silvestre que este año propone el lema “Conectando personas y planeta: Explorando la innovación digital en la conservación de la vida silvestre”, y que busca resaltar cómo las tecnologías y la innovación digital pueden contribuir a la conservación de la biodiversidad, a su comercio sostenible y legal, así como a su coexistencia con las personas.
“Fue como una cascada de emociones. Mi primer pensamiento no fue que era uno de los nuestros; pensé que era un individuo adulto que llegó inmigrante de Hawái. No podía creer que hubiera un albatros de patas negras en la colonia de Laysan. Cuando me acerqué con los binoculares y vi los anillos con nuestra numeración, lloré, quise correr para avisar a todos en la estación biológica”, dice Hernández, doctor en vida silvestre y director del proyecto de conservación, restauración e investigación en Isla Guadalupe, a cargo de la organización Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI).
Bruno, en su regreso a la Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano
Exactamente dos semanas después del emblemático encuentro, el 23 de febrero, también se sumó el regreso de Hope. Aunque esta hembra fue igualmente rescatada del atolón de Midway y trasladada a la misma isla mexicana, la diferencia que la separa de Bruno es que fue criada desde que era un huevo y que sus padres adoptivos no fueron los humanos, sino los Laysan que la empollaron como si fuera su propia cría.
“Se cierra la historia, el círculo. Bruno, nacido en Midway, Estados Unidos, y Hope nacida en Guadalupe. Diferentes técnicas, uno como polluelo y otra como huevo, cada uno con sus complejidades. Es un arco maravilloso que la historia se completó de esta manera. La percepción es de esperanza, de aliento, de que hicimos las cosas bien, de que logramos un proyecto que pareciera ser, hasta el momento, exitoso”, celebra Federico Méndez, oceanólogo y director general de GECI.
Bruno y Hope, los primeros albatros patas negras translocados que regresaron a Isla Guadalupe en el 2024. Foto: GECI / J.A. Soriano
Un largo proceso de recuperación
Los avances tecnológicos actualmente ofrecen múltiples posibilidades para proteger la biodiversidad. Aplicaciones innovadoras, drones, sistemas de monitoreo en tiempo real y soluciones basadas en la inteligencia artificial empoderan el trabajo de conservacionistas y expertos, pues son herramientas efectivas y precisas para acompañar sus conocimientos en la identificación, vigilancia, rastreo e investigación de la vida silvestre alrededor del mundo.
La historia de Bruno y Hope y el complejo proceso de translocación desde Hawái hasta México, que involucró el uso de tecnología y la innovadora colaboración entre humanos y aves, dan cuenta de ello. Pero llegar al punto en donde los científicos celebraron el regreso de estos dos albatros de patas negras no es una historia sencilla y parte con la recuperación de las poblaciones de la otra especie de albatros, los Laysan.
Monitoreo de albatros de Laysan en la colonia reproductora de Islas Guadalupe. Selección de parejas adoptivas. Foto: GECI / J.A. Soriano
El proyecto implicó un proceso de dos décadas y que inició con la restauración de la propia Reserva de la Biosfera Isla de Guadalupe, cuyos ecosistemas fueron largamente amenazados por la introducción humana de gatos ferales pensados para el control de ratones, pero que en su lugar lograron extinguir localmente plantas y seis especies de aves.
“Hubo una depredación constante sobre los albatros de Laysan. Nosotros, el GECI, iniciamos protegiendo sus colonias de anidación en el 2003. Para el 2014 construimos, en coordinación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), un cerco de exclusión de 730 metros que evitaba el ingreso de los gatos a una península, en la parte sur de la isla”, explica Hernández.
Aunado al control poblacional de los gatos, 62 hectáreas quedaron protegidas y libres de la presencia y depredación de esta especie invasora. Esto favoreció el incremento de varias especies en general, pero particularmente la de los albatros de Laysan que aumentaron de forma alentadora su población.
Elaboración de huevos falsos para retener a parejas de albatros Laysan que podrían ser padres adoptivos de albatros de patas negras. Foto: GECI / J.A. Soriano.
Durante aquellos años, los expertos trabajaron en la atracción social de los Laysan. Sus primeras acciones relacionadas con el uso de tecnologías consistieron en el uso de señuelos artificiales —aves falsas instaladas en los sitios de anidación— acompañados con bocinas que reproducían los sonidos de cortejo de los albatros y con los que lograron atraer a una mayor población de aves.
Todas ellas cuentan con anillos de identificación que, a simple vista, muestran datos como el año en que llegaron a la Isla de Guadalupe o la fecha en la que nacieron en ella. Esto ha permitido que los científicos tengan un registro de toda la población a lo largo de 20 años, con información que incluye a todas las parejas, sus descendencias y sus éxitos reproductivos, además de en dónde y cada cuanto anidan.
Monitoreo de albatros de Laysan en la colonia reproductora de Islas Guadalupe. Instalación de huevos falsos. Foto: GECI / J.A. Soriano
Además, para conocer los detalles acerca del proceso de alimentación, los Laysan fueron equipados con dispositivos GPS —Sistema de Posicionamiento Global, por sus siglas en inglés— por primera vez en el 2014. Eran aparatos caros y difíciles de conseguir en esa época, pues se encontraban sólo en el extranjero y esto hacía que los científicos también tardaran en su proceso de adaptación a las nuevas herramientas.
“Fue a partir del 2018 que empezamos a desarrollar nuestra propia tecnología de GPS con científicos mexicanos muy capacesy que entendieron perfectamente lo que queríamos. Me contacté con un grupo de ingenieros en telecomunicaciones y les platiqué nuestras necesidades. En conjunto desarrollamos unos sistemas muy adecuados y adaptados al proyecto. Con esos aparatos de GPS hemos podido rastrear exactamente todas las rutas de alimentación. Esto nos genera resultados muy positivos para la toma de decisiones”, describe Hernández, quien ahora cuenta con datos sobre los sitios visitados por los Laysan, la frecuencia con la que regresan, qué distancias recorren y a qué velocidades. Los dispositivos incluso cuentan un sistema en red, termómetros y almacenamiento suficiente.
“También generamos bases receptoras: cuando el albatros llega a su nido, la base receptora que dejamos allí recibe vía Bluetooth toda la información que trae el ave. Nosotros podemos acceder a toda esa información sin necesidad de recuperar en ese momento al albatros para revisarlo”, explica Hernández.
Parte del equipo del GECI en la Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano
Esto les permite a los científicos conocer las áreas marinas relevantes para conservar y proponer políticas públicas que ayuden a regular actividades antropogénicas en el océano que perturben estas zonas de alimentación, agrega el experto. Todos estos datos sobre las rutas marinas de los albatros están pensados además para formular un nuevo proyecto relacionado con la pesquería. La idea es investigar las interacciones y la posible competencia por el recurso, sobre todo, para mejorar las prácticas de pesca y que se evite que estas aves queden atrapadas en anzuelos, en líneas de pesca o en redes.
Actualmente, “los dispositivos de seguimiento GPS son lo suficientemente pequeños como para ser desplegados fácilmente en una variedad de aves para recopilar información sobre sus patrones de movimiento y sus interacciones con posibles amenazas, como barcos pesqueros y aerogeneradores, y para mostrar que se mueven libremente a través de fronteras internacionales y son verdaderos recursos compartidos”, dice Eric VanderWerf, director de Ciencia en Pacific Rim Conservation (PRC).
El regreso de Bruno y Hope
El éxito en la recuperación de las poblaciones de albatros Laysan, gracias a la combinación del trabajo humano y tecnológico, abonó el terreno para que los expertos pudieran trabajar, a partir de 2021, con los albatros de patas negras.
Estos dos ejemplares —Bruno y Hope— forman parte del proyecto binacional México–Estados Unidos “Translocación de albatros patas negras del Refugio Nacional de Vida Silvestre Atolón de Midway, EE.UU., a la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe, México”, que implementan GECI y PRC, en coordinación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y autoridades ambientales de los Estados Unidos.
“La Conanp fue una institución clave para viabilizar y lograr este proyecto. Su respaldo dio confianza a las instituciones de Estados Unidos para donar a México a los pollos y huevos de albatros”, dice Federico Méndez.
Importación de huevos de albatros de patas negras a México, en el Aeropuerto Internacional de Tijuana. Autoridades ambientales mexicanas presentes. Foto: GECI / J.A. Soriano
Los huevos y pollos fueron trasladados en dos grupos que soportaron largas y complejas travesías. A inicios de ese año, el primer viaje consistió en el transporte de 21 huevos —en tres distintos vuelos de avión comercial y avioneta—, al interior de incubadoras portátiles con calefacción, para sacarlos de Estados Unidos y después arrancar un largo recorrido terrestre y sobre el mar hasta la Isla Guadalupe.
Previamente, los científicos habían identificado a todos los padres de Laysan en la colonia mexicana que habían perdido su huevo, ya sea porque se había roto o porque resultaron ser infértiles. Esos fueron sustituidos por huevos falsos hechos de yeso. De esta manera mantuvieron a las parejas de Laysan incubando huevos señuelo que, tras la llegada de los de patas negras provenientes de Hawái, fueron nuevamente intercambiados. Así fue que la otra especie de albatros se convirtió en su familia adoptiva. De los 21 huevos que llegaron a México, 18 resultaron exitosos al convertirse en polluelos. Este primer grupo incluyó a Hope.
Reemplazo de huevos señuelo por huevos de albatros de patas negras en parejas reproductoras de Laysan, seleccionadas para ser padres adoptivos. Foto: GECI / J.A. SorianoEclosión de huevos de albatros de patas negras. Foto: GECI / J.A. Soriano
Pocos días después de aquella primera travesía, el segundo grupo trasladado desde Hawái a la isla mexicana ya no fue de huevos, sino de 12 polluelos de patas negras ya nacidos y rescatados de su colonia de origen, amenazada por fuertes oleajes. Sólo nueve de ellos resistieron el viaje hasta la nueva isla; uno de ellos, fue Bruno. Para estos casos, no fue posible encontrar padres adoptivos porque, básicamente, los Laysan entendieron que no eras sus crías y los pollos entendieron que no eran sus padres. En cambio, los científicos fueron quienes tomaron la tarea diaria de alimentarlos y cuidarlos en una colonia artificial donde instalaron señuelos artificiales con sonidos de la especie.
Llegada del personal de GECI y PRC con los polluelos de albatros de patas negras a la Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. SorianoPreparación de alimentos para los polluelos de albatros de patas negras, en el laboratorio de la Estación Biológica en la zona sur de la isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. SorianoAlimentación de polluelos albatros de patas negras por parte del personal científico de GECI y PRC. Foto: GECI / J.A. Soriano
Una de las características de los albatros de patas negras es que regresan a reproducirse al mismo lugar donde nacieron, un fenómeno conocido como filopatría. Son varias las especies de aves marinas que utilizan las corrientes marinas o la temperatura del agua, entre otros factores, para guiarse y reconocer el lugar a donde deben volver. En el caso de los albatros, ellos utilizan las estrellas para geoposicionarse. Este proceso sucede a partir de que los huevos eclosionan y los pollos son empollados por 15 días hasta que son capaces de termorregularse por sí solos. Después, los padres se quitan de encima y entonces ellos comienzan a ubicarse estelarmente.
Esto no representó un problema para los huevos, porque los primeros pequeños albatros nacieron en la Isla Guadalupe. Para los polluelos, en cambio, los científicos tuvieron que impedir que estos se ubicaran estelarmente en Hawái. Por eso, los mantuvieron cubiertos hasta que llegaron a Guadalupe donde pudieron ver por primera vez el cielo.
Polluelo albatros de patas negras con su padre adoptivo Laysan en la Isla Guadalupe. Edad del pollito: 10 días. Foto: GECI / J.A. SorianoPolluelos de albatros de patas negras criados por personal científico de GECI y PRC. Durante el proceso de crianza, los polluelos son acompañados por un padre señuelo. Foto: GECI / J.A. Soriano
A mediados de 2021, el total de las 27 jóvenes aves que el proyecto logró criar en esa primera temporada emprendieron vuelo para abandonar la isla. Los científicos esperaban que eventualmente volvieran para nidificar y establecer en Isla Guadalupe una población de albatros de patas negras, contribuyendo así de manera significativa a la recuperación de esta especie considerada Casi Amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y en categoría de Amenazada por las normas de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en México.
Polluelos de albatros de patas negras fortaleciendo sus alas, preparándose para salir de la isla, en 2021. Foto: GECI / J.A. Soriano
Sin embargo, ninguno de los dos regresos a la isla estaban previstos para esta fecha. Según los cálculos, los expertos hablaban de que las aves no volverían a su sitio de crianza sino hasta cuatro o cinco años más tarde para intentar reproducirse, es decir, a partir de 2025.
Estos albatros llegaron a tierra firme portando sus dispositivos GLS —Sensor de Localización Global, por sus siglas en inglés—, aparatos ultraligeros que, aunque no son tan precisos como los GPS, sirven para posicionar a las aves durante grandes migraciones por los océanos, haciendo uso de la luz solar que el sensor recibe.
Con o sin dispositivos para rastrear sus respectivos vuelos, el anuncio que estos albatros trajeron a los científicos fue muy claro: su estrategia para translocarlos, planificada y trabajada durante años, está funcionando.
Instalación de bandas y dispositivo GLS (geolocalización) en polluelos de albatros de patas negras. Foto: GECI / J.A. Soriano
El regreso de Bruno y Hope aún es bastante reciente. Hernández y el equipo de científicos instalados en la Isla Guadalupe actualmente observan a las aves con mucha cautela para no perturbarlas. Aunque los albatros están equipados con GLS que contienen información valiosa, recuperar los aparatos no es lo importante ahora, sino que se sientan cómodos y seguros en la colonia.
“La gran noticia, es que este mes de febrero nos sorprendió con dos juveniles, dos próximos adultos reproductivos, regresando a la colonia. Esperamos, todavía en la primavera, poder sorprendernos con la llegada de algunos otros”, agrega Hernández. “Ahora están reconociéndose, haciendo vínculos, entendiendo cómo es cortejar y pasando tiempo juntos. Se ve interés y empatía entre ellos, sobre todo, porque los Laysan no les hacen caso en los grupos de jóvenes precoces”.
Bruno y Hope ahora están en el proceso de reconocerse como miembros de la misma especie y pasando tiempo juntos. Foto: GECI / J.A. Soriano
Entre 2021 y 2023, se logró la crianza de un total de 93 polluelos en la isla Guadalupe. Actualmente, se están criando otros 34 que fueron igualmente transportados desde Estados Unidos en enero del 2024. El objetivo es que más de 120 polluelos se vayan de la isla mexicana y que al menos la mitad regrese a formar una nueva colonia de anidación.
La precocidad de los albatros que ya volvieron este año podría ser una señal de que, para el 2025, ya existan los primeros huevos y crías de esta generación nacidas en la isla Guadalupe. Esa es la gran esperanza de los científicos.
Bruno y Hope en la Isla Guadalupe, en febrero del 2024. Foto: GECI / J.A. Soriano
“Este proyecto ha sido de muchos pasos, planteándonos múltiples objetivos a corto plazo y que juntos van sumando”, concluye Hernández. “Cada año, el principal objetivo, es que al final de temporada —en julio— la mayor cantidad de polluelos abandonen la isla y se vayan sanos, fuertes, lo mejor preparados para llegar a adultos y que posteriormente regresen. El siguiente éxito será que alguno de estos tenga descendencia y que continúen llegando a Isla Guadalupe para reproducirse. Así cerraríamos este ciclo, rescatando a la población”.
Imagen superior: Bruno y Hope, los primeros albatros patas negras translocados que regresaron a Isla Guadalupe en el 2024. Foto: GECI / J.A. Soriano
Investigadores identifican el uso de residuos en más de 30.000 nidos de 176 especies de aves de todo el planeta, analiza las posibles causas por las que ocurre este fenómeno.
La investigación internacional publicada recientemente en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society analizó el uso de distintos tipos de materiales humanos, como el plástico o el papel, cuando algunas especies de aves construyen sus nidos.
Los científicos afirman que entre las posibles causas por las que ocurre este fenómeno, podría ser la función de señalización, y que las aves podrían usar estos materiales no naturales para alardear de su calidad reproductiva o de pareja.
Los residuos sólidos humanos son una de las características más identificativas de la actividad humana. Estos residuos, como el plástico, se van acumulando sistemáticamente en el medio ambiente y son utilizados por distintos organismos, como es el caso de las aves, que pueden confundirlas con comida o utilizarlos para elaborar sus nidos. A pesar de este llamativo comportamiento aún se desconoce el por qué las aves lo realizan o incluso cuantas especies de aves usan estos materiales de origen antrópico.
“Es sorprendente el gran número de especies que realizan este comportamiento. Y tal vez más sorprendente aún es que hemos encontrado evidencias del uso de plásticos y otros residuos por aves de prácticamente todos los continentes, también en localizaciones remotas supuestamente naturales y alejadas de la influencia humana”, explica Juan Diego Ibáñez Álamo, profesor del departamento de Zoología de la Universidad de Granada y coautor del estudio.
La investigación internacional realizó una pormenorizada revisión de toda la información existente hasta el momento sobre el tema e identificó el uso de estos residuos humanos en más de 30000 nidos de 176 especies de aves de todo el planeta.
Preferencia por el plástico
El estudio destaca la preferencia de las aves por el uso de plásticos, que corresponden con casi el 60% de los reportes de estos materiales en los nidos, aunque también usan telas, cuerdas, papeles, metales u otros materiales creados por el ser humano en menor proporción, como es el caso de las colillas de cigarrillo.
Las causas de este comportamiento que viene ya observándose durante los últimos dos siglos pueden ser varias. Los investigadores han evaluado cuatro posibles hipótesis que podrían explicar la incorporación de estos residuos en los nidos. El profesor Ibáñez Álamo indica que las evidencias descartan un efecto de la experiencia previa en el uso de estos residuos o de su adaptación a nuevos hábitats, como las áreas urbanas, sin embargo, apoyan una función de señalización.
La investigación muestra evidencias de algunos beneficios para las aves que usan algunos de estos materiales en la construcción de sus nidos como puede ser la protección frente a parásitos o depredadores, así como la señalización entre individuos. Sin embargo, lo negativo de esta situación es el aumento del riesgo de asfixia, enredamiento o incluso problemas de salud de los adultos y los pollitos en el nido.
Todavía se desconoce si los efectos son principalmente positivos o negativos, probablemente dependan de la especie, dicen los investigadores. El grupo de investigación AnimalEcoUrban de la Universidad de Granada se encuentra realizando estudios adicionales para intentar dar respuesta a ésta y otras preguntas similares para comprender mejor la compleja relación entre los humanos y la naturaleza.
Durante más de dos décadas, el genetista Manuel Ruiz-García estudió una extraña piel que permanecía guardada en una de las colecciones del Instituto Humboldt en Colombia. Exhaustivos estudios moleculares le llevaron a indicar que podría ser una nueva especie, a la cual llamó gato de Nariño (Leopardus narinensis).
Los países latinoamericanos intentan ponerse al día en el conocimiento de su gran biodiversidad. Aunque cada vez se describen más especies en grupos como anfibios, reptiles e insectos, descubrir un nuevo animal no es algo que los científicos logren de la noche a la mañana. En grupos como los mamíferos, revelar que hay una nueva especie para la ciencia es, literalmente, una proeza. Por eso, causó gran sorpresa que, en junio de este año, la revista científica Genes publicó un artículo con evidencia morfológica y genética sobre una especie de félido en Colombia que no había sido descrita: el gato de Nariño (Leopardus narinensis).
El biólogo Manuel Ruiz-García, del Laboratorio de Genética de Poblaciones Molecular-Biología Evolutiva de la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia, tardó más de 20 años en publicar este hallazgo, pues sólo contaba con una extraña piel que encontró en una colección del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, en la ciudad de Villa de Leyva, Boyacá. No había imágenes y ni siquiera un ejemplar vivo o muerto para analizar. Es por eso que aún no hay certeza de si el gato de Nariño es una especie viva, con un rango de distribución muy restringido, poblaciones pequeñas y muy difícil de ver, o si es un félido que ya se extinguió.
Ruiz-García tuvo que descifrar el enigma del gato de Nariño con muy pocas pistas.Sólo sabía que existía una piel que, para él, no correspondía con ningún félido pequeño que habitara en Colombia; que la piel fue recolectada en el páramo del volcán Galeras, en el departamento de Nariño; que había sido donada en 1989 al antiguo Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (Inderena), y que cuando esa entidad desapareció, el Instituto Humboldt la acogió en sus colecciones biológicas, ubicándola junto a muestras de tigrillo (Leopardus tigrinus).
“Lo ideal es que pudiéramos encontrar, ya sea en la naturaleza, o en alguna colección de algún museo, material que al analizarlo molecularmente muestre una coincidencia con este ejemplar. Sería la ratificación de que, extinto o no extinto, hay un linaje que ha evolucionado por separado de los tigrillos y que está más relacionado con otros felinos del género Leopardus [en el sur del continente] que con los propios tigrillos”, dice Ruiz-García.
Pasaron más de 20 años para que se propusiera al gato de Nariño como una posible nueva especie descubierta en Colombia. Foto: Manuel Ruiz-García.
Más de 20 años para llegar al gato de Nariño
La historia del gato de Nariño empezó en el 2001 cuando uno de los estudiantes de Ruiz-García se interesó en trabajar con pumas y jaguares, y decidieron pedir una cita para visitar las colecciones de mamíferos del Instituto Humboldt en Villa de Leyva, donde llegaron a observar y analizar los cráneos y pieles de estos animales.
La curiosidad científica los llevó a detenerse no sólo en las amplias muestras de pumas y jaguares sino en los cajones que contenían muestras de félidos más pequeños. Fue así que llegaron a la sección de los tigrillos que, a diferencia de los grandes félidos, solo contaba con unas ocho pieles y seis cráneos.
Ruiz-García, científico español que lleva más de 25 años viviendo en Colombia, ha dedicado gran parte de su trabajo a los primates y los félidos, por lo que rápidamente identificó que una de las pieles no se ajustaba a lo que había visto sobre tigrillos.
“Era una piel que por su coloración, el diseño de la rosetas de las manchas y el hecho de que tenía una especie de caperuza oscura en la parte superior de la cabeza, que se extendía por buena parte del lomo, no correspondía con lo que usualmente había visto en tigrillos”, cuenta el investigador.
Manuel Ruiz-García con la piel del gato de Nariño. Foto: Manuel Ruiz-García.
Para esa época, Manuel Ruiz-García ya había viajado por varios países de Latinoamérica y conocía bien las colecciones de félidos que habitan en Perú y Bolivia. La piel que encontró en el Humboldt tenía algunas coincidencias con las de gato de pajonal (Leopardus colocolo) que había visto en estos países. Sin embargo, para esa época, Ecuador era el límite norte de distribución de esa especie y no había registro del gato de pajonal en Colombia. Hoy ya hay reportes de este pequeño félido en Nariño, en el sur del país.
Con todo, el investigador tampoco lograba encajar por completo esa extraña piel con la del gato de pajonal. La intriga y la incertidumbre seguían siendo las protagonistas, por lo que decidió tomar varias fotos de la piel y se las envió a la investigadora Rosa García Perea, del Instituto de Ciencias Naturales de Madrid, ya que la científica había hecho uno de los estudios más completos sobre cráneos y pieles de gato de pajonal en toda su distribución geográfica en Sudamérica en la década de los noventa.
La piel fue hallada en 1989 en los páramos del volcán Galeras, en el departamento de Nariño. El nuevo félido sería una especie hermana del gato de pajonal (Leopardus colocolo) y estaría emparentado con la guiña (Leopardus guigna) y el gato de geoffroy (Leopardus geoffroyi), dos especies que habitan en el sur de Sudamérica.
La respuesta de García sólo produjo más curiosidad: “Las fotografías que me envías no corresponden a un gato de pajonal, debe ser uno de esos tigrillos raros que aparecen de vez en cuando”, le dijo.
¿Si no era un gato de pajonal, qué especie podría ser?
Ruiz-García empezó a hacer análisis moleculares en el laboratorio y esos primeros resultados le mostraron que era un animal que no se ajustaba muy bien a los resultados que tenían para otras especies del género Leopardus que vivían en Colombia como el margay (Leopardus wiedii), el ocelote (Leopardus pardalis) o el tigrillo. El investigador, en ese momento, también descartaba especies como la guiña (Leopardus guigna), pues su rango norte de distribución estaba en Chile.
Guigna (Leopardus guigna) uno de los parientes más cercanos del gato de Nariño (Leopardus narinensis). Foto:Jerry Laker.
Para el año 2007, Ruiz-García le envió una muestra de ADN de la piel a un científico en Canadá que estaba haciendo su tesis doctoral con gato de pajonal. El dictamen ahora era definitivo: genéticamente la piel no correspondía a esa especie.
Los años pasaron, y aunque Ruiz-García seguía con sus investigaciones genéticas con otros félidos y con primates, el deseo por descubrir al portador de la rara piel seguía dando vueltas en su mente.
Hacia el año 2012, Myreya Pinedo, estudiante de doctorado en la Universidad Javeriana, estaba trabajando en estudios con ADN mitocondrial —secuencias genéticas al interior de la mitocondria que sólo son heredadas por la madre y sirven para distinguir especies de forma más certera— con diferentes especies de félidos y ayudó a Ruiz-García a hacer la secuenciación completa del ADN mitocondrial de la piel.
“Ya con el ADN mitocondrial completo de este ejemplar, más los que obtuvimos de las otras especies del género Leopardus, hicimos los análisis matemáticos y los árboles filogenéticos, encontrando que este ejemplar no se agrupa con los tigrillos, sino que se agrupa más bien con varias especies de felinos del género Leopardus que son típicos del sur del continente, como el gato de geoffroy (Leopardus geoffroyi) y la guiña. Molecularmente representa un linaje que no está relacionado directamente con el tigrillo tradicional, sino que está más emparentado con otras especies que encontramos a más de 4 000 kilómetros de distancia desde el sur de Colombia”, comenta Ruiz-García.
¿Cómo se explica que un pariente de especies que no tienen ningún registro en Colombia haya llegado a los páramos del volcán Galeras, en el departamento de Nariño?
La piel del gato de Nariño permanecía en una colección del Instituto Humboldt y se creía que era de un tigrillo. Foto: Manuel Ruiz-García.
Una compleja historia evolutiva
“El gen mtND5 sugiere que este nuevo linaje (el gato de Nariño como lo llamamos) es un taxón hermano de Leopardus colocolo. Los análisis de microsatélites de ADN mitogenómico y nuclear sugieren que este nuevo linaje es el taxón hermano de un clado formado por la especie centroamericana y andina Leopardus tigrinus + (Leopardus geoffroyi + Leopardus guigna). La división temporal entre el ancestro de esta nueva posible especie y el ancestro más reciente dentro del género Leopardus data de hace 1,2 a 1,9 millones de años. Consideramos que este nuevo linaje único es una nueva especie, y proponemos el nombre científico Leopardus narinensis”, dice el artículo científico.
Para Ruiz García, tanto la época en la que el gato de Nariño se separó del ancestro común que tiene con la guiña y el gato de geoffroy, como el volcán Galeras —la zona donde se encontró la piel del ejemplar que reposaba en las colecciones del Instituto Humboldt— juegan un papel muy importante para entender cómo un félido que está emparentado con especies del sur del continente fue encontrado en el norte de Sudamérica.
Análisis moleculares reflejan que el gato de Nariño está emparentado con la guiña y el gato de geoffroy. Foto: Manuel Ruiz-García.
Según comenta, hace más de un millón de años se dieron glaciaciones muy intensas en la cordillera de los Andes y la zona del volcán Galeras se vio fuertemente afectada. “Si previamente existían bosques, en el momento en que el clima se volvió más seco e intenso, muchos se convirtieron en zonas esteparias y de páramo, y los que quedaron se convirtieron en parches de bosque desconectados. Esos bosques remanentes pudieron quedar aislados y constituirse como núcleos de especiación (de endemismos), al quedar desconectados físicamente de otros bosques que contenían organismos similares”.
Es en ese escenario donde el ancestro del gato de Nariño habría quedado aislado y se separó de otras formas de félidos parecidos al gato de geoffroy y a la guiña, que hace muchos años, probablemente, vivieron más al norte de los Andes.
“Si la genética molecular no se hubiera desarrollado, sólo podríamos decir que esta es una piel del tamaño de un tigrillo y que tiene unas características particulares, pero no podríamos profundizar mucho más en cuál es la historia evolutiva de la piel”, asegura Ruiz-García.
Guigna (Leopardus guigna) uno de los parientes más cercanos del gato de Nariño (Leopardus narinensis). Foto: Eduardo Silva Rodríguez.
José Fernando González Maya, director científico de la ONG Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (ProCAT) y copresidente del Grupo de Especialistas en Pequeños Carnívoros de la UICN, asegura que el estudio que se hizo con la extraña piel aporta nuevo conocimiento para entender mejor la taxonomía y supuso un enorme esfuerzo científico, pero reconoce que aún hay dudas alrededor del gato de Nariño y que este pueda ser reconocido como una nueva especie.
Por su parte, Ruiz-García indica que desde la genética, su especialidad, el objetivo principal fue observar cómo ha sido la evolución de los diferentes linajes de organismos. “Aunque ahora estemos registrando a este linaje como una nueva especie, también es posible que ya se haya extinguido en la naturaleza y que, por lo tanto, no tenga razón de ser que aparezca en los listados de las especies vivientes que hay en Colombia. Lo que sí queda manifiesto es que la evolución del tigrillo es mucho más compleja de lo que habitualmente se había sostenido”.
REFERENCIA
Ruiz-García, M., Pinedo-Castro, M., & Shostell, J. M. (2023). Morphological and Genetics Support for a Hitherto Undescribed Spotted Cat Species (Genus Leopardus; Felidae, Carnivora) from the Southern Colombian Andes. Genes, 14(6), 1266.
Imagen de apertura: Guigna (Leopardus guigna) uno de los parientes más cercanos del gato de Nariño (Leopardus narinensis). Foto: Eduardo Silva Rodríguez.
Nuestro más reciente informe multimedia https://alas-rotas.com/ relata la realidad de las aves rapaces afectadas por la cacería no sostenible, los accidentes en vuelo, el tráfico y la tenencia ilegal.
Encontramos un lugar en Pereira, Colombia, donde un grupo de investigadores especializados dedica su tiempo a recuperar estas aves maltratadas o enfermas. Es el Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces San Isidro (Crarsi) de la Fundación Águilas de los Andes (FADA) a donde llegan ‘pacientes’ de todo el país. Una vez diagnosticadas reciben tratamientos, terapias y cuidados especiales para sanar sus heridas.
Algunas de esta aves son remitidas por las autoridades ambientales y generalmente primero son atendidas de urgencia en el Bioparque Ukumarí de Pereira, especializado en fauna silvestre, dotado de alta tecnología y aliado de Crarsi.
Después de varios meses de trabajo muchas aves consiguen restaurar sus habilidades alimenticias, de vuelo o caza para una posterior liberación en la naturaleza. Otras, no lo logran y deben quedar bajo protección humana para siempre.
Felix es un macho de águila penachuda (Spizaetus ornatus). Foto: Olga Cecilia Guerrero / RPV
Este informe multimedia de Red Prensa Verde está compuesto por cuatro reportajes: Alas rotas: el trabajo de rehabilitación de las aves; Morgan alista vuelo, el estado de conservación del águila real de montaña (Spizaetus isidoris); Cetrería,como técnica de conservación y Tráfico, las cifras que se mueven en Colombia.
A lo largo del informe, la audiencia encontrará infografías y audiovisuales como por ejemplo el procedimiento de injerto de plumas que reciben las aves con traumas en sus alas y otro sobre el arte de la Cetrería.
Se reportan 2065 especies ilustradas con información sobre distribución global y altitudinal, regiones biogeográficas y departamentos, abundancia o rareza y lugares donde se puede observar la especie.
Las polillas o mariposas nocturnas han sido uno de los grupos de animales menos estudiados en Colombia y uno de los más desconocidos por el público en general. Así lo revela la nueva publicación de los investigadores Rodrigo Bernal y Blanca Martínez, quienes acaban de presentar la primera Guía de campo de Polillas de Colombia.
“Han sido consideradas insectos feos y despreciables, de colores sombríos, y a menudo han estado asociadas a supersticiones, mientras que sus parientas más cercanas, las mariposas, han sido percibidas como insectos bellos y atractivos, tiernos y coloridos. La verdad es que entre las polillas existe una asombrosa diversidad de formas, diseños y colores, y muchas de ellas son tan llamativas y sorprendentes como cualquier mariposa”.
Advierten que aunque la diversidad de polillas es 7.4 veces mayor que la de mariposas (lo cual hace que su importancia en los ecosistemas sea también mucho mayor), su estudio en Colombia ha estado muy rezagado: “El conocimiento que la sociedad en general tiene de ellas es casi nulo. Y esta situación es similar para la mayoría de países de América tropical.
Polillas de Colombia-Guía de campo es la primera guía de identificación de estos insectos que se ha publicado hasta ahora en forma impresa para un país latinoamericano y es una de las pocas en el mundo para un país tropical, informaron los autores.
El texto que acompaña a cada una de las 2065 especies ilustradas incluye información sobre distribución global y altitudinal, presencia en regiones biogeográficas y departamentos, abundancia o rareza y lugares donde se puede observar la especie. Para muchas de ellas se incluye también información sobre ecología u otros aspectos y datos que pueden cautivar la atención del lector.
La guía ilustrada con bellas imágenes a color de individuos vivos, tomadas por los autores y por casi cien personas más en todo el país, desde el archipiélago de San Andrés y las costas del Caribe hasta el río Amazonas y desde la costa del Pacífico hasta las fronteras con Venezuela y Brasil.
Las 2065 especies tratadas están agrupadas en 304 planchas a color y abarcan las polillas más comunes y llamativas que el lector puede encontrar en sus viajes por Colombia.
También hay capítulos introductorios ilustrados, que tratan sobre las polillas y su diferencia de las mariposas, su clasificación, importancia ecológica y estrategias de supervivencia. Se dan, además, indicaciones sobre la mejor manera de observar y fotografiar polillas en Colombia.
La obra es publicada por Wildlife Conservation Society (WCS), la Sociedad Antioqueña de Ornitología (SAO) y el Jardín Botánico del Quindío. “El libro pone a Colombia a la vanguardia de una nueva actividad de ciencia ciudadana que se abre paso en todo el mundo: la observación y fotografía de polillas y el turismo de naturaleza en torno a ellas, del mismo modo como se hace con las aves”, explicaron los autores.
La investigación fue realizada en el Departamento de Entomología del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
UNMSM/DICYT
Dos especies nuevas de escarabajos se dieron a conocer en dos artículos científicos publicados recientemente: Aegidium supai sp. nov. de Pasco y Colacus cuchimilco sp. nov. de Lima. La investigación fue realizada por el biólogo Luis Figueroa, miembro del Departamento de Entomología del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en colaboración con César Neita Moreno y Julián Clavijo Bustos, ambos del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldtde Colombia, y Brett C. Ratcliffe de la Universidad de Nebraska en EE.UU.
El escarabajo hallado en Pasco pertenece al género Aegidium, que se extiende desde México hasta Bolivia y las Antillas Menores y está presente en Perú con solo dos especies. Ahora se reporta la existencia de una tercera especie peruana que los investigadores han denominado Aegidium supai sp. nov.
Este nuevo escarabajo es un espécimen raro en las colecciones científicas por lo difícil de su recolección en campo. Hasta el momento solo se conoce al macho de esta especie, el cual ha sido descrito en la investigación, donde se detallan las características morfológicas que permiten distinguirlo de otras especies del mismo género. Este escarabajo pasqueño ha sido llamado ‘supai’, palabra quechua que significa diablo, por el par de cuernos que tiene en la cabeza.
La otra nueva especie de escarabajo reportada ha sido denominada Colacus cuchimilco sp. nov. y fue hallada en el Humedal Puerto Viejo en Cañete, Lima. Pertenece al género Colacus, que en los últimos años ha recibido la incorporación de dos especies nuevas halladas en Argentina y Brasil, y que ahora se registra por primera vez en Perú.
El nombre de esta nueva especie hace alusión a los ‘cuchimilco’, figurillas de cerámica asociadas a la cultura Chancay, de la costa central de Perú, y que se encontraron en varios sitios arqueológicos de Lima.
El estudio proporciona además información sobre los caracteres diagnósticos que permiten distinguirla de sus demás congéneres.
Las Lechuzas es la localidad más austral conocida en su distribución global. Dentro de las 3.139,62 ha del plan de manejo de Las Lechuzas, existen 836,63 ha que han sido declaradas como zonas de protección hidrológica. Actualmente, no hay registro de G. volans en ninguna área protegida de Honduras.
DICYT
La presencia de la ardilla voladora del sur (Glaucomys volans) fue documentada en Honduras por primera vez después de 43 años. El registro es de un sitio del plan de manejo forestal denominado “Las Lechuzas”, municipio de Concordia, departamento de Olancho. Además de esta ubicación recién confirmada, la especie también ha sido registrada en Zambrano, departamento de Francisco Morazán en 1935, en Gracias, departamento de Lempira, y finalmente en el Departamento del paraíso en 1979. Con base en estos registros, Honduras es considerada la región más austral distribución conocida para esta especie.
El descubrimiento fue posible gracias a un proyecto de El Aserradero Sansone, una empresa enfocada en actividades forestales sostenibles en Honduras, y se publica en un artículo de investigación en la revista revisada por pares Check List.
Este hallazgo confirmó que existe al menos una población de G. volans en el país, en el sitio Las Lechuzas, que actualmente es también la localidad más austral conocida en su distribución global.
La especie ha sido evaluada como de Preocupación Menor por la UICN (lo que significa que tiene poblaciones estables), pero se considera Datos Insuficientes en la Lista Roja de especies hondureñas. Considerando el bajo número de registros y la alta tasa de destrucción de los bosques de pino en Honduras, G. volans es una prioridad para la conservación en el país.
En apoyo a la conservación de la biodiversidad de Las Lechuzas, la empresa Sansone apuesta ahora por dar prioridad a la conservación de G. volans en la zona.
También se estudia el uso de refugios artificiales para G. volans, ya que el animal corre mayor riesgo cuando sus nidos son perturbados. Con base en las recomendaciones sugeridas en el estudio, Sansone trabajará para aumentar la cantidad y la calidad de las plántulas de árboles que crecerán en el dosel y educará a las personas de la comunidad sobre la necesidad de proteger los ecosistemas de pinos y los animales raros.
Dentro de las 3.139,62 ha del plan de manejo de Las Lechuzas, existen 836,63 ha que han sido declaradas como zonas de protección hidrológica. Actualmente, no hay registro de G. volans en ninguna área protegida de Honduras.
“Como profesional con una experiencia de 43 años, aprovecho la detección de la Ardilla Voladora como un evento que me abre las puertas a la verdadera dimensión que tiene la ley forestal hondureña en la adecuada gestión administrativa, que incluye la conservación y protección de la biodiversidad y racionalidad de la protección de los recursos naturales, esta última resulta de mayor importancia ante las fuertes presiones sociales a favor de la conversión del uso de las tierras forestales destinadas a la agricultura y ganadería extensiva, así como los impactos ambientales causados por cambio climático que se está sustentando en la mala gestión de nuestros recursos», dice José Muñoz, uno de los autores del estudio.
Esta especie se desempeña como regenerador de los bosques al ser dispersor de semillas. Además, al estar en un alto nivel de la cadena trófica contribuye al mantenimiento de las poblaciones de sus presas.
El más reciente avistamiento de este cánido fue por integrantes de un equipo de documentalistas en la ruta hacía el Púlpito de El Diablo, cerca al puesto de control del sector de Lagunillas, a 4.000 m.s.n.m..
Según guías, montañistas y ecoturistas, los avistamientos del zorro plateado (Urocyon cinereoargenteus) en la Sierra Nevada de El Cocuy o Güicán, Boyacá son frecuentes.
Se trata del más pequeño de los zorros de Colombia, que mide 80 centímetros de largo y tiene una cola de 30 centímetros; además, es el único de la familia de los cánidos que trepa árboles y tiene uñas retractiles.
Últimamente se les ve con frecuencia en la Sierra Nevada de El Cocuy, en donde el registro oficial a mayor altura había sido de a los 3885 msnm.
Melissa Álzate Gaviria, bióloga especialista en mastozoología explicó que en Colombia se tienen muy pocos registros de esta especie neotropical, cuya distribución es amplia, desde el sur de Canadá, Estados Unidos hasta Venezuela y Colombia. “Según la literatura existente, se había reportado que su distribución altitudinal estaba entre los 2.000 y a 3.885 m.s.n.m., lo que quiere decir que el avistamiento a los 4.000 m.s.n.m. ampliaría ese rango”.
La investigadora considera que “el zorro plateado es solitario; sin embargo, esta especie ha aumentado su rango de distribución como muchas otras, debido al cambio climático y falta de recursos como alimentación. Para el caso de El Cocuy se han ido acercando a los humanos y al olor a comida que los atrae, lo cual ha facilitado su avistamiento, incluso en pequeñas manadas, según los reportes”.
Es tanta la cercanía de esta especie que hasta el líder de la pequeña manada ha sido llamado ‘Tommy’ por la comunidad local, relata Lucía Merchán, guía de El Cocuy, quien afirma que se ha encontrado en varias ocasiones al ‘zorro colorado’, como lo denominan en la región, pero han mantenido una distancia prudencial, y no hay evidencias de un comportamiento agresivo de la especie.
Los zorros son especies focales que desempeñan un papel en la regeneración de los bosques al ser dispersores de semillas, y como se encuentran en un nivel alto en la cadena trófica, contribuyen al mantenimiento de las poblaciones de sus presas.
Una especie focal según la plataforma Ecobiodiversidad “es aquella de cierta característica, por ejemplo de restringida distribución o clave para el funcionamiento de un ecosistema, en el cual se enfoca una acción de conservación”.
La hazaña de un grupo de científicos colombianos cobra más valor porque surge a partir de anfibios incautados en el aeropuerto El Dorado que se salvaron del tráfico ilegal, luego pasaron a ser la ‘semilla’ del programa de repoblamiento en el Pacífico colombiano.
Los especímenes de rana Lehmanncuyo nombre científico es (Oophaga lehmanni) habían sido decomisados años atrás, a dos hombres que pretendían sacarlos del país ilegalmente, sin embargo, estos fueron capturados al tiempo que las autoridades recuperaron los anfibios vivos y con ellos comenzó el proceso.
Para entonces ya existía una alianza interinstitucional para la conservación de la rana Lehmann y así fue como los ejemplares pasaron a ser el grupo fundador de reproducción en un laboratorio establecido en el Zoológico de Cali (Valle del Cauca).
“Estas ranitas incautadas fueron la “semilla” del programa. Tras cerca de dos años de investigación y experimentación, con el trabajo de tiempo completo de profesionales especializados, en un laboratorio construido exclusivamente para esta especie, con condiciones de temperatura, humedad y otros factores ambientales rigurosamente controlados. Después de una cuidadosa selección genética, dieron por resultado las 29 primeras ranitas con las que se busca iniciar el repoblamiento”, reportó la CVC, entidad que lidera el programa.
Foto: CVC
“A través de estudios llevados a cabo por autoridades científicas, entre los que se encuentran los de la Universidad del Valle con apoyo de la CVC, se determinó que la Oophaga lehmanni es una especie que se encuentra en peligro crítico debido a la gran cantidad de individuos que se han extraído para el comercio ilegal, además de las afectaciones en su hábitat natural”, explico Carlos Andrés Galvis, biólogo, jefe de Poblaciones de la Fundación Zoológico de Cali.
Además del tráfico ilegal, explica WSC también la amenazan la pérdida y degradación de su hábita como consecuencia de la expansión de la frontera agrícola, así como la tala de bosquespara establecer cultivos ilícitos y su bajo rango de distribución.
En efecto, esta especie parte de la Lista Roja de Especies Amenazadas en la categoría Peligro Crítico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y hace parte del Apéndice II de CITES. organización que actúa frente al tráfico internacional de especies de fauna y flora.
La terrible conclusión a la que se llegó es que aun si se detuviera por completo el tráfico, la población está tan diezmada que no lograría recuperarse naturalmente y su existencia se iría apagando hasta desaparecer.
WCS afirma que, Oophaga Lehmanni habita la selva húmeda tropical, principalmente en el suelo; sin embargo, ocasionalmente sube a los árboles. Por parte de los machos, las tareas paternales incluyen cargar los renacuajos en la espalda para trasladarlos hasta las bromelias, plantas donde se desarrollan. Por su parte, las hembras, al recibir el llamado de los machos, alimentan a los renacuajos con huevos que ellas ponen, pero que no están fertilizados. De ahí que este género reciba el nombre de oophaga, es decir, que come huevos.
La estrategia es liderada por la CVC, el Zoológico de Cali, la Universidad del Valle y la WCS en la que también participan el Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales, la comunidad de Anchicayá, la Universidad de Los Andes, el Zoológico de Zúrich y profesionales como el profesor Adolfo Amézquita, entre otros.
Foto CVC
Marco Antonio Suárez Gutiérrez, director general de la CVC, expresó durante la liberación de las 29 ranas: “Estamos felices de estar aquí en este momento histórico, ayudando a que esta especie no desaparezca de la faz de la tierra. ¡Qué mejor forma para arrancar la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente! Ha sido un largo recorrido en el que varias entidades hemos unido esfuerzos para lograr que hoy arranque esta nueva etapa de liberación de estas hermosas ranitas que están gravemente amenazadas y que como Corporación nos hemos comprometido a proteger con nuestros aliados”.
Equipo que desarrolló el proceso de reproducción en laboratorio de las ranas Lehmann y participó en la liberación de 29 ejemplares. Foto: CVC
Las ranas liberadas recientemente en el Pacífico colombiano estarán monitoreadas por la comunidad y el equipo de herpetólogos.
La expansión de la industria inmobiliaria, más la presencia de depredadores como perros asilvestrados, amenaza el hábitat de este pequeño mamífero marino en Chile. Especialistas de Chile reúnen los escasos datos que se tiene de la especie para salvarla de su extinción. La meta del centro de rehabilitación es reinsertar chungungos en áreas donde está casi extinto.
A Javier Trivelli, ingeniero en Recursos Naturales Renovables de la Universidad de Chile, hay quienes lo catalogan como un “filántropo ambiental”. El título está directamente asociado al reconocimiento a la labor que realiza el Grupo de Acción Ecológica Chinchimén, organización que Trivelli preside y que se convirtió en la primera agrupación en el mundo en rehabilitar y reinsertar chungungos (Lontra felina) a su ambiente natural.
La especie, considerada como el mamífero acuático más pequeño del mundo, habita desde el norte del Perú hasta la región de Magallanes, en el sur de Chile. Pero a pesar de vivir en toda esa larga costa del océano Pacífico, “poco se sabe de su ciclo de vida”, asegura Trivelli.
Por ello es que tanto Chinchimén como Ñanku ―otra fundación que se dedica al rescate y rehabilitación de fauna silvestre y educación ambiental― trabajan mancomunadamente desde el año 2017 en la conservación de chungungos. Investigan, levantan información y elaboran estrategias para salvar a adultos y crías que llegan hasta sus instalaciones expulsados de sus madrigueras.
Antiguamente el hermoso pelaje de esta especie, conocida también como gato de mar, la convirtió en un objeto de caza constante. Y aunque hoy esa amenaza ha disminuido considerablemente, puesto que el chungungo está protegido, tanto la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como el Ministerio de Medio Ambiente en Chile (MMA) lo clasifican “En Peligro”.
Nutria, perro de agua o chungungo. Foto: Guido Pavez
Actualmente, su principal amenaza es “la degradación de su hábitat producto de la extracción de algas que la especie utiliza para captar su alimento”, afirma Rinaldo Verdi, especialista en nutrias de la UICN y coordinador para Chile de la especie lontra felina. Otras amenazas son los perros asilvestrados y domésticos que deambulan por las playas, puesto que no solo depredan a los chungungos, sino que también les contagian enfermedades. Además la expansión de la industria inmobiliaria ha invadido el espacio que utiliza la especie para crear sus madrigueras.
A pesar de todos estos obstáculos, los conservacionistas están decididos a lograr la efectiva reinserción de chungungos. Para hacerlo, en el horizonte asoman dos grandes desafíos: construir el primer centro de rehabilitación para chungungos en Latinoamérica y realizar el primer censo regional de la especie.
El éxito de los chungungos reinsertados
El año 2017 marca un antes y un después para Chinchimén. Ese año recibieron una cría de chungungo entregada por el Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca), institución encargada de fiscalizar los recursos pesqueros y acuícolas. Aún se percibe en el relato de Trivelli el impacto que causó en él la llegada de esa pequeña especie. “Llevaba dos días sin alimento, estaba deshidratada y padecía neumonía”, cuenta el ingeniero, y recuerda que el animal apenas pesaba 450 gramos.
La cría recibió el nombre de Changuita y estuvo bajo el cuidado de los colaboradores y voluntarios de Chinchimén, quienes catalogaron la misión como “una tarea maratónica”. Changuita necesitaba ser alimentada cada media hora, día y noche, y tras numerosas pruebas, los voluntarios de Chinchimén dieron con una mezcla de leche de perro y mantequilla con la que lograron que la chungunga pudiera sobrevivir, aunque con graves problemas estomacales. “Changuita engordaba cinco gramos diarios”, recuerda Trivelli.
Foto: Javier Trivelli
A ese proceso, además, se sumaba el cuidado nocturno. Verdi, quien también es integrante del equipo de planta de Chinchimén, cuenta que tuvieron que instalar una cama al lado de la jaula donde estaba Changuita porque el régimen alimenticio que ella debía seguir era tan estricto que no le daba tiempo al experto para ir a casa a descansar.
Por si fuera poco, todos los días había que bajar a Changuita en su jaula por un acantilado de más de 100 metros para mostrarle su hábitat. Pero el arduo trabajo rindió grandes recompensas y un año y medio más tarde el animal regresó al mar en la costa de Maitencillo, una localidad ubicada a 164 kilómetros al noroeste de Santiago. Changuita se convirtió así en “la primera chungunga en rehabilitarse e insertarse exitosamente en su ambiente natural”, afirma Trivelli.
El proceso fue un valioso aprendizaje por lo que cuando apareció Kalfu, una cría abandonada con solo diez días de vida y en estado grave de deshidratación e hipotermia, el equipo de Chinchimén estaba mejor preparado. Kalfu recibió una leche especial para nutrias importada desde Estados Unidos, con lo que su recuperación se logró en un plazo mucho menor. “Pasó a engordar 30 gramos diarios, sin ningún problema estomacal y salió inmediatamente del riesgo de muerte”, cuenta Trivelli, por lo que pudieron reinsertarla tras ocho meses de rehabilitación.
‘Kalfú’ cazando. Foto: Javier Trivelli
El presidente de Chinchimén recuerda que tanto Changuita como Kalfu “se fueron a su hábitat super improntados”, es decir, no le tenían miedo a los humanos ni a los perros. La impronta es el proceso de socialización que tiene un animal con otras especies, y en este caso es necesario evitarla para garantizar la supervivencia de los chungungos.
Hace pocas semanas Chinchimén recibió otro chungungo rescatado en Horcón, un balneario ubicado a 10 kilómetros de Maitencillo. El animal no supera los tres meses de edad y se han hecho esfuerzos por mantenerlo en condiciones salvajes, hecho que Mongabay Latam comprobó en el momento en que Trivelli se acercó a alimentar a la cría: en un ágil movimiento de menos de tres segundos, el chungungo le arrebató un trozo de pescado para alimentarse.
Las amenazas a las cuales se enfrentan los chungungos son enormes, sobre todo para las hembras, pues al momento de reproducirse deben hacerlo en un lugar seco y “lo más probable es que lo hagan en espacios muy cercanos a los humanos”, explica Trivelli. “Necesitamos que los chungungos se mantengan con su nivel de agresividad natural, que no se sientan cómodos con el ser humano”, dice Pablo Salah, médico veterinario y vicepresidente de la Fundación Ñanku, quienes se encargan de la evaluación clínica de todas las nutrias rescatadas por Chinchimén: revisan su nutrición, condición corporal y comportamiento cognitivo y neurológico.
Madrigueras made in Chinchimén
La llegada de Changuita en 2017 supuso para Chinchimén el reto de elaborar e instalar madrigueras artificiales para que los chungungos rehabilitados puedan contar con un refugio seguro.
El ingeniero señala que la construcción de cada madriguera es un desafío en sí mismo, donde la prueba y error constituyen un mantra. La primera de ellas fue construida para Changuita y tras su puesta en marcha, Chinchimén aprendió que la población de chungungos es tremendamente territorial. Changuita alcanzó a vivir diez días allí antes que fuera visitada por un chungungo macho, el que terminó desplazando a la chungunga, quien no quiso volver a ocupar la madriguera nunca más.
Posteriormente y teniendo en cuenta que cualquier chungungo o incluso guarenes (grandes ratas) podían ingresar a la madriguera, el desafío fue cómo crear un espacio seguro dentro de las madrigueras. La respuesta vino de la mano con la tecnología: puertas automáticas que reconocieran a las nutrias rehabilitadas por Chinchimén.
Kalfu fue la primera chungunga intervenida para tal proceso. Al animal le insertaron un chip “similar al que se le coloca a perros y gatos domésticos”, explica Verdi. Luego, un sensor colocado en la puerta de la madriguera lo reconocía, permitiendo el ingreso del animal a su moradora y evitando la entrada de alguna especie non grata.
Trivelli menciona que los diseños de madrigueras luego se vieron enfrentados al problema de la ventilación. El profesional explica que los chungungos hacen sus deposiciones al interior de la madriguera o bien cerca de ella, por lo tanto “tuvimos que desarrollar un sistema séptico de ventilación súper prolijo para que no se vuelva tóxico el ambiente», cuenta el presidente de Chinchimén.
Kalfú explorando su habitat natutal. Foto: Javier Trivelli
Finalmente y tras un acabado proceso de estudio en la construcción de madrigueras para rehabilitación, se llegó a su diseño final, que incluye tres recámaras. Actualmente existen tres de estas madrigueras instaladas, aunque todas terminaron siendo colonizadas, asegura Verdi, por los chungungos locales y no por los rehabilitados. “Nadie sabe para quién trabaja”, ríe Trivelli.
Primer centro de rehabilitación en Latinoamérica
Si bien el proceso de rehabilitación y reinserción de chungungos, llevado a cabo por Chinchimén, ha logrado levantar nueva y valiosa información acerca del comportamiento de este animal amenazado, urge la necesidad de aumentar la capacidad de acogida del actual centro de rescate, limitada solo a un chungungo.
Trivelli asegura que aunque el proceso implementado por Chinchimén “funciona bien”, el principal desafío que enfrenta la organización ahora es sacar al humano del proceso de rehabilitación y reinserción. La apuesta “es enorme”, dice el ingeniero y asegura que tras un convenio firmado este año con Fundación Ñanku y Foundation For International Aid To Animal ―organización que promueve la tenencia responsable de animales domésticos, y la defensa y conservación de animales salvajes en sus hábitats naturales―, llevarán a cabo la construcción del primer centro de rehabilitación para la especie lontra felina.
Nutria nadando. Foto: Javier Trivelli
Para su diseño, el equipo de Chinchimén consideró las conclusiones de importantes investigaciones, algunas de ellas realizadas por Gonzalo Medina Vogel, profesor titular del Centro de Investigación para la Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello.
Por ejemplo, uno de los estudios confirmó que los chungungos tienen la capacidad de habitar también en ríos y lagos. En 2018, Medina y un grupo de científicos realizaron una expedición a la laguna de Mamacocha, ubicada a 3 mil metros de altura, en el altiplano de Arequipa, Perú. “Desde hace tiempo había referencias de que una nutria habitaba en esa laguna, pero no se sabía con exactitud de qué especie se trataba”, cuenta el científico. La exploración, además de confirmar que se trataba de la lontra felina, sumó otra revelación: beben agua dulce.
Medina, quien estudia a la especie desde la década de los 80, participó en el año 2004 de un estudio inédito en Chile que consistió en la implantación de radiotransmisores en chungungos para registrar sus actividades diarias durante un año. El estudio reveló que este mamífero vive el 80% del tiempo en tierra, debido a que el animal posee “una limitante fisiológica” que no le permite pasar mucho tiempo en el agua pues se enfría. Debido a ello, el centro dispondrá de grandes espacios con arena, donde se situarán las madrigueras, y otras zonas para que la especie juegue con sus pares ya que “los chungungos aprenden a través del juego”, explica Trivelli.
Foto: Guido Pavez
El centro también contará con dos piscinas, una para nadar, que además estará rodeada de vertientes artificiales de agua dulce que simularán las condiciones naturales, y otra piscina que recreará el fondo marino. Esta última estará enriquecida con especies como jaibas y camarones, entre otros crustáceos que conforman la dieta alimenticia de este mamífero acuático.
Trivelli enfatiza que es vital contar con un centro de rehabilitación “que le otorgue (a la especie) esos espacios tan necesarios” para que aprenda a cazar y a defenderse.
Avances en el censo
“Nuestra meta es reinsertar chungungos en áreas donde está casi extinto”, explica Trivelli. Ello porque los chungungos locales rechazan la presencia de animales nuevos, y además porque así se podrá repoblar una porción de la costa de Chile en donde la especie está desapareciendo.
“No tenemos idea de cuántos chungungos hay en Chile”, dice Guido Pavez, biólogo marino de la Universidad de Valparaíso. Pavez trabaja en el Laboratorio de Ecología de Mamíferos Marinos de la universidad y desde el 2018 estudia a los chungungos que habitan en las islas Chañaral, Choros y Damas, ubicadas entre las regiones de Coquimbo y Atacama, al norte de Chile.
Sociabilizando (copula). Foto: Guido Pavez
En 2019 lideró un monitoreo para determinar la población de chungungos en las tres islas, donde constató la presencia de 83 animales.
La metodología que utilizó el investigador servirá de base para el plan de Chinchimén de realizar, este año, un censo regional de chungungos que habitan en la región de Valparaíso. “Es importante saber qué está pasando en esta región y determinar por qué están desapareciendo”, dice Trivelli. El objetivo final es armar un plan de conservación que ayude a contener la disminución de la población. La tarea la asumen como “una acción titánica que necesitará de muchos voluntarios para observar a la población”. Sin embargo, da la sensación de que en Chinchimén parecieran estar acostumbrados a que cualquier iniciativa que emprendan no sea para nada sencilla.
Imagen superior: Changuita bebiendo leche. Foto: Javier Trivelli
De la desaparición a la reintroducción en la isla. El águila perdicera comenzó su declive en la década del 70 como consecuencia de una intensa persecución humana.
Reintroducir especies en nuevos hábitats naturales es una estrategia que ayuda a evitar la extinción de las más amenazadas. Sin embargo, es un proceso condicionado por múltiples factores no muy explorados en la bibliografía científica, y su tasa de éxito global aún es muy baja.
Un estudio coordinado por el Equipo de Biología de la Conservación de la Facultad de Biología y del IRBio de la Universidad de Barcelona analiza la eficacia de las estrategias de reintroducción del águila perdicera en la isla de Mallorca. El trabajo aporta nuevo conocimiento científico en ecología global para incrementar las opciones de éxito de los programas de reintroducción con la máxima eficiencia económica. En el marco del proyecto europeo LIFE Bonelli, se ha llevado a cabo con la colaboración del gobierno de las Islas Baleares y el Consorcio para la Recuperación de Fauna de las Islas Baleares (COFIB).
El águila perdicera (Aquila fasciata) es una rapaz emblemática de todo el Mediterráneo que se encuentra en declive en áreas del centro y del norte de la península ibérica. En la isla de Mallorca, desapareció en la década de 1970 como consecuencia de una intensa persecución humana, a pesar de ser una especie clave en el medio natural como depredadora de aves y mamíferos y como control del equilibrio del ecosistema.
En 2011, el gobierno de las Islas Baleares, con el apoyo del proyecto LIFE, inició el proceso de reintroducción de esta águila en Mallorca. Desde el comienzo, el plan ha tenido la colaboración científica del Grupo de Biología de la Conservación de la UB y del IRBio, un equipo que ha elaborado los análisis demográficos para validar las estrategias más eficientes en la reintroducción. La iniciativa ha sido calificada como exitosa y se calcula que hoy en día hay en la isla cerca de cuarenta águilas, entre las que se encuentran nueve parejas reproductoras.
El estudio, publicado en la revista Animal Conservation, de la Sociedad Zoológica de Londres, examina la eficacia a escala demográfica y económica de las diferentes estrategias basadas en la liberación de aves de diversas edades y orígenes, es decir, provenientes de la cautividad o nacidas en libertad. Mediante un balance coste-beneficio, con indicadores biológicos y económicos, los expertos han comparado tres metodologías: la cría de águilas en cautividad y la posterior liberación de los especímenes jóvenes en el medio (CaptHack), la liberación de ejemplares jóvenes nacidos en la naturaleza y después traslocados (NestHack), y la liberación de águilas no juveniles procedentes de centros de rehabilitación (WildTrans).
«El éxito de la reintroducción de especies amenazadas en el medio natural depende de varios factores, como la cantidad y la edad de los individuos reintroducidos, la calidad del hábitat de destino, los métodos de reintroducción empleados, el origen de los individuos reintroducidos y, obviamente, las características biológicas y ecológicas de cada especie», explica el profesor Joan Real, jefe del Equipo de Biología de la Conservación.
¿Por qué liberar águilas no juveniles es el modelo más efectivo?
El sistema de liberación de águilas no juveniles (WildTrans) sería la estrategia más exitosa en la reintroducción del águila perdicera en Mallorca. «Este sistema permite liberar individuos maduros sexualmente, o casi maduros, y más experimentados. Eso facilita que se reproduzcan y hagan crecer la población más rápidamente en los primeros años de la reintroducción, que es el período más crítico de esta», precisa Jaume Badia-Boher, miembro del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales UB y primer autor del artículo.
En comparación con el resto de las alternativas testadas, la liberación de ejemplares no juveniles también es la estrategia más económica en términos de recursos económicos y humanos. Además, es la única opción que garantiza la persistencia de la población de águilas a largo plazo en los contextos de limitación de recursos logísticos evaluados.
El entorno isleño de Mallorca también podría haber favorecido los resultados de la estrategia mencionada: «La barrera natural del mar, en este caso, podría haber limitado la tendencia de las águilas liberadas de volver a las poblaciones de origen, un hecho que se puede dar en especies con una alta capacidad de dispersión», indica el profesor Antonio Hernández-Matías (UB-IRBio).
Una especie amenazada por la acción humana
Además de los factores citados, en la compleja ecuación para lograr una reintroducción exitosa hay que incluir un buen conocimiento de la biología y la ecología de la especie, así como la experiencia en gestión y la disponibilidad de recursos para criar animales en cautividad con éxito y liberarlos posteriormente.
Como la mayoría de rapaces diurnas, estas aves alcanzan la madurez sexual relativamente tarde y hacen puestas de pocos huevos, entre uno y dos polluelos por pareja y año. La baja productividad anual de polluelos hace que las poblaciones salvajes y las reintroducidas —con un número muy reducido de individuos— tengan un crecimiento muy lento.
Como consecuencia, las poblaciones de rapaces son muy sensibles a impactos naturales o humanos. «Todos estos factores hacen de las rapaces uno de los grupos animales más amenazados del mundo. Por ello, para poder alcanzar resultados positivos, las reintroducciones de estas especies exigen años de esfuerzos, persistencia y liberaciones sostenidos», señalan los autores.
La mortalidad causada por la acción humana —accidentes con las líneas eléctricas, persecución, envenenamientos accidentales o provocados, etc.— dificulta aún más las posibilidades de supervivencia de las águilas reintroducidas en el medio. «Por ello, antes de reintroducir una especie es necesario evaluar cuidadosamente si las condiciones son adecuadas, lo que puede requerir la aplicación de medidas que disminuyan la magnitud de las fuentes de peligro causadas por el hombre», alerta el equipo.
Conservar y proteger la biodiversidad
La biodiversidad se reduce día a día en diferentes puntos de todo el planeta. En este contexto de crisis biológica, mejorar los hábitats naturales es la primera estrategia para conservar la biodiversidad. Como condición previa, sin embargo, es necesario eliminar los factores que afectan a la viabilidad de las especies (causas de mortalidad, disponibilidad de alimento, etc.).
La liberación de animales en un nuevo entorno es una metodología de conservación ex situ que habría que aplicar solo cuando no existen alternativas in situ para proteger la biodiversidad. Esta solución medioambiental exige cumplir varios requisitos antes de ponerla en práctica. Entre ellos, que la especie en cuestión se haya extinguido en el área donde habitaba originalmente y que el proceso de reintroducción no altere o ponga en peligro las especies autóctonas o procesos ecológicos clave.
Uno de los factores que dificulta la valoración de los planes de reintroducción de especies es la falta de programas de seguimiento a largo plazo de las poblaciones reintroducidas. Impulsar estos estudios será decisivo para conocer la dinámica poblacional de los nuevos individuos, evaluar la efectividad de las medidas tomadas y determinar los componentes decisivos en el éxito o el fracaso de las reintroducciones en diferentes escenarios.
El estudio publicado en Animal Conservation aporta una perspectiva inédita a un ámbito de la ecología sobre el que todavía hay pocos estudios en el medio natural. «Basándonos en nuestros resultados, consideramos que esta estrategia podría ser más efectiva con especies en las que la cría en cautividad sea muy costosa, y en islas o con especies sin alta capacidad de dispersión.
El Reporte Bio, en su séptima edición, advierte que el 45 % de las plantas originarias de Colombia enfrenta un serio riesgo de desaparecer. Entidades deben asignar recursos para su conservación, piden los investigadores.
Son 5 365 las especies de árboles y arbustos referenciados científicamente en Colombia, de los cuales 1 254 son endémicos (exclusivos) del país. De esta última cifra, 566 están en riesgo de extinción, es decir el 45 % de estas especies originarias, únicas del país están amenazadas.
Esta información fue entregada en las últimas horas a través del Reporte BIO 2020, publicación anual del Instituto Humboldt, que revela el estado de la biodiversidad colombiana.
Para hacer las evaluaciones, entre 2018 y 2020 los especialistas estudiaron 860 especies de árboles y arbustos. Adicionalmente, cerca de 15 000 especímenes aportados por 23 herbarios nacionales o disponibles en bases de datos globales.
«Estas evaluaciones, y las realizadas previamente por otros investigadores, se usaron para completar la Lista Roja de las 1255 especies arbóreas registradas como endémicas para el país, que se añadieron al portal web de la lista roja global4, el SIB Colombia y la Resolución de especies amenazadas de Colombia», explica la piublicación.
Una buena parte de las especies evaluadas son arbustos y árboles poco conocidos por no ser usados por humanos y, en particular los arbustos, han recibido poca atención en conservación, a pesar de que tienen importantes contribuciones en los ecosistemas.
La investigadora Cristina López Gallo explica cómo se realizó el informe y cual es la situación de las plantas endémicas en el país:
Las Listas Rojas además de priorizar las especies que requieren mayor atención en su protección, proveen información crucial para la planificación de las acciones de conservación, explica el Reporte Bio: Las fichas de las especies que se realizan para la “Lista Roja de las Plantas de Colombia” -componente de la Estrategia Nacional de Conservación de Plantas- compilan toda la información existente para una especie y detallan la distribución geográfica de las poblaciones, las amenazas y sus causas.
“Esta información puede ser usada para que autoridades como las CAR, los entes territoriales, ONG y otros, identifiquen poblaciones con amenazas y diseñen estrategias para enfrentarlas. El proyecto de Lista Roja de los árboles y arbustos endémicos de Colombiarepresenta un importante avance en la planificación para la conservación de plantas del país y hace una considerable contribución a una iniciativa global de conservación de plantas liderada por Botanic Gardens Conservation International (BGCI)”, referencia el Reporte BIO.
Este es el arbusto endémico (Aphelandra taborensis), críticamente amenazado (CR), conocido solamente de una localidad en el municipio de Trujillo (Valle del Cauca), que se encuentra por fuera del Sistema Nacional de Áreas Protegidas del país. Actualmente, esta localidad está siendo deforestada y degradada por actividades humanas como la ampliación de la frontera agropecuaria (ganadería y cultivos) y la construcción de infraestructura como vías y la ampliación de centros poblados.
MÁS DATOS SOBRE LAS ENDÉMICAS AMENAZADAS
Según la Lista Roja nacional, la mayoría de las plantas en riesgo de extinción se encuentra en la región Andina.
Las especies que no están en riesgo presentan en su mayoría poblaciones saludables dentro de Parques Nacionales Naturales y otras áreas protegidas nacionales
Los investigadores consideran que lo anterior demuestra la importancia de la gestión del Sistema Nacional de Áreas Protegidas para la conservación de especies en el país.
El estudio recomienda que tanto las áreas protegidas como las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) pueden realizar importantes aportes a su conservación, promoviendo acciones a nivel regional para proteger sus hábitats, hacer un uso sostenible de las especies con importancia socioeconómica e implementar programas de reintroducción si son necesarios (en colaboración con actores como Jardines Botánicos y ONG de conservación. También la asignación de presupuestos par ala convervación e investigación.
Imagen superior: Reporte Bio/Instituto Humboldt
Consulta aquíel listado general de plantas endémicas amenazadas, clasificadas por jurisdicción de CAR y departamento.
Una odontóloga, una dactilocopista y un ingeniero hacen ciencia ciudadana e investigan la avifauna de su barrio. Octubre 4 es el Día Nacional de las Aves.
Hablan en lenguaje técnico y no se dan cuenta. Cuando se refieren a las aves las mencionan con el nombre científico y escasas veces con el común. No solo conocen datos específicos de cada especie, sino que también dominan los nombres de las plantas en que se perchan y de las cuales se alimentan… saben igualmente sobre su biología y ecología como si su profesión fuese la ornitología.
Ellos conversan sobre la dinámica de poblaciones de las especies que habitan el barrio, discuten sobre la conveniencia o no de los bebederos y los beneficios de la restauración. Su pasión va más allá de una simple afición de fin de semana… están en otro nivel, se consagraron a las aves y las estudian de tiempo completo.
Colibrí chillón – Foto: Alexandra Rozo
Carla Paola Linares, odontóloga especializada en endodoncia; Yazmín Alexandra Rozo, dactilocopista y diseñadora de joyas y Nicolás Sánchez García, ingeniero ambiental; son los protagonistas de esta historia que les contamos hoy Día Nacional de las Aves.
Los tres viven en el barrio bogotano Ciudad Salitre y tienen la misma afición, sin embargo hasta junio de 2020 no se conocían.
Durante la pandemia, en una reunión de la Veeduría Ambiental del barrio, alguien comentó que había tres personas que debían contactarse porque eran aficionadas a las aves. Fue Nicolás quien buscó a sus compañeras, se presentaron por teléfono y de charla en charla fue apareciendo la idea de la publicación.
Fu tal su pasión y afinidad por los pequeños alados que al poco tiempo terminaron creando la Guía Digital de Aves de Ciudad Salitre, un documento de 53 páginas que busca hacer educación ambiental y contribuir a la conservación de la avifauna de su localidad.
Tángara viotriolina.
“Nicolás fue quien sugirió que debíamos hacer la Guía, nosotras lo apoyamos”, cuenta Alexandra. Alguna vez, en la época compleja por coronavirus, salieron a pajarear por el barrio pero estaban sometidos al tapabocas y al distanciamiento. Su presentación formal fue en la entrevista virtual para Red Prensa Verde. Una conversación de 180 minutos, matizada por experiencias, vivencias, historias de aves, exposición de libros y muchos datos científicos.
Allí contaron que la Guía les tomó unos tres meses y en ella compilaron 20 familias y 45 especies de aves nativas y migratorias con sus nombres científicos y comunes, todas avistadas en el sector y fotografiadas por ellos.
Este documento circula por Bogotá y ya es referencia para muchos pajareros y comunidades capitalinas interesdadas en la conservación de estas especies. En diferentes ocasiones, estando en conferencias o eventos les han mencionado la guía, ellos levantan la mano y dicen “yo estuve ahí”.
Para realizarla, Nicolás reunió la información que venía trabajando de su sector, luego revisó los materiales de Alexandra y complementó con los archivos fotográficos y datos de Carla. Entre todos verificaron la información y luego de ser diseñada (por Nicolás), la publicaron.
Vanellus chilensis – Foto: Carla Paola Linares
“Para que las aves hayan llegado a Ciudad Salitre fue fundamental la arborización. Del 2012 para acá se han sembrado muchos árboles en la zona que han servido de alimento, percha y hábitat a la avifauna. Hemos sido afortunados, tenemos una conectividad de áreas que van desde la calle 26 al canal de San Francisco y desde la carrera 50 hasta la Avenida Boyacá, con sus corredores y parques internos. En todas esas zonas hay pájaros. Además, está la conexión con el humedal Salitre, Capellanía, el Jardín Botánico y los Cerros Orientales”, comenta Carla.
Ha sido tal el éxito de la Guía, que los tres pajareros ya están pensando en una segunda edición, esta llevará los nuevos registros, habrá tal vez otros pajareros invitados y toda la información que deje la migración de 2021.
Buho orejón (Asio stygius) avistado en Ciudad Salitre – Foto: Alexandra Rozo
Conocer para defender
¿Cómo es que una odontóloga, una dactilocopista, y bueno, un ingeniero ambiental terminan tan interesados en las aves?
La historia de Carla comenzó hace tres años cuando el Distrito quería construir una ciclorruta en Ciudad Salitre con la cual desaparecería una buena parte del arbolado. El hecho generó oposición de sus habitantes y de tantas velatones, protestas y encuentros comunitarios se fueron cruzando biólogos y defensores ambientales, quienes hablaban de la importancia de mantener las zonas verdes para el disfrute y, por supuesto, para las aves.
El Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) realizó una inspección en el barrio con todo el equipo técnico (seis profesionales, entre ellos, ingenieros ambientales y forestales) revelaron que en su conteo registraron 7 especies. Entonces Carla, quien había estado recopilando información, corrigió, y les informó que solo ella en sus registros tenía identificadas más de 20. Luego de una dura lucha comunitaria, las obras finalmente no se hicieron.
Carla Paola Linares, pajarera
Hace dos años se revivió la idea de la ciclorruta y nuevamente en otra reunión con los funcionarios distritales, Carla, quien había venido reuniendo más información, expuso sus conteos y presentó un informe en defensa del sector. “Ahí siguió con más fuerza el empeño por dar a conocer lo que se tiene a la comunidad y la Guía ha sido un instrumento para esta tarea”, comentó.
“Vivo muy contenta aquí porque a esta vecindad, como le digo yo, vienen muchos pájaros. Estoy feliz de mi zona, ‘mi patio’ porque la gente cada vez está más conectada con la naturaleza que tenemos”.
En sus inicios como pajarera, lo primero que hizo fue comprar una guía de aves, luego más libros sobre el tema y se dedicó a ver fotografías y a estudiar sus nombres. Lo que más le gusta hacer es entender el comportamiento de las aves, investigar y saber cómo son. Tiene muchas historias que ha encontrado a través de la privilegiada vista de su ventana.
De la selva a Salitre
Alexandra vivía en el barrio hasta que se fue a Leticia. Allá conoció al Grupo de Observadores de Aves del Amazonas (GOA) quienes la invitaron a una pajareada. Llegó sin binoculares y sin cámara. “Ese día todo fue prestado, pero a la vez sentí que me quitaron una venda. Ya no volví a ver los pájaros en tono gris y café como antes. Los vi diferentes, de colores, de distintos tamaños, escuché sus cantos… ese día empecé a ver en detalle y a diferenciar a cada ser. Me encantó, terminé feliz y fue de las mejores experiencias de mi vida”.
Pocos días después en la celebración del Día del Amor y Amistad, pidió a su amigo secreto la Guía Ilustrada de la Avifuana Colomnbiana de Fernando Ayerbe y ella se lo cumplió. “Eso fue un estímulo más para ese proceso. Al poco tiempo viajé a Estados Unidos y allá me equipé con binoculares y cámara que estrené en el Global Bird Day en el Amazonas, primero en el que participé”.
Jazmín Alexandra Rozo, pajarera
A su regreso a Bogotá, a finales de 2019, la embargaba la tristeza porque creía que ya no iba a pajarear como en Leticia, sin embargo, estaba equivocada. “Venir de la selva donde abundaban las aves en el patio de la casa a llegar aquí era deprimente, pero no me imaginé que iba a encontrar tantas especies. Me sorprendió mucho la migración del 2020, uno siendo citadino no se imagina la biodiversidad que hay alrededor. No la apreciamos porque no la conocemos, nos tienen que quitar la venda”.
Vuelo a los cerros
Nicolás, es bogotano pero viajaba a La Mesa, Cundinamarca, a visitar a su familia y desde muy pequeño estuvo en contacto con la naturaleza, salía con frecuencia a recorrer las veredas con sus primos.
Nicolás Sánchez García, uno de los autores de la Guía de Aves de Ciudad Salitre.
Hace un tiempo mientras estudiaba ingeniería electrónica en la Universidad Distrital, desde una pequeña ventana miraba detenidamente los cerros y anhelaba estar allá. Poco a poco descubrió que esa no era su profesión y se cambió a Ingeniería Ambiental, y en efecto, terminó en la sede de los cerros orientales.
Con su celular, un lente que le regalaron y un gran angular que adquirió, comenzó a tomar fotos de pequeños animales, insectos hasta llegar a los pájaros. Le compró una cámara a un profesor y desde entonces no ha parado de estudiar y clasificar aves y plantas. Ha viajado por muchos municipios del departamento y se dio cuenta que en cada recorrido hallaba una especie nueva. Por eso también comenzó a trabajar en la creación de las guías aves de La Mesa, Guasca y Gachetá.
Actualmente, a través de la Comisión Ambiental del barrio en la que ejerce su liderazgo, también promueve de manera voluntaria con el Jardín Botánico de Bogotá diferentes proyectos, uno de estos busca generar más áreas de conexión en los sectores aledaños, con el fin de que las aves tengan más alimento.
“Uno no se imagina que unas reinitas puedan estar aquí, es increíble saber que hay aves tan hermosas en nuestro propio barrio. Las aves migratorias nos conectan al planeta, es imprescindible conocerlas”.
Reinita de Canadá (Cardellina canadensis) avistada en Salitre Oriental por Nicolás Sánchez García.
La protección del 80 % de la Amazonía fue uno de los temas centrales del Congreso de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza que se realizó del 3 al 10 de septiembre en Marsella, Francia.
La protección del 80 % de la Amazonía para el 2025 fue una de las decisiones centrales del Congreso Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en el que, por primera vez, los pueblos indígenas participaron, con voz y voto, en la presentación y aprobación de los acuerdos.
La cita realizada en Marsella, Francia, reunió durante ocho días a más de 1500 miembros de la UICN que adoptaron 148 resoluciones y recomendaciones destinadas a enfrentar la emergencia climática y de biodiversidad en el planeta, así como una reconstrucción postpandemia basada en la naturaleza que debería contar —según el pedido que hicieron a los gobiernos— con una inversión de por lo menos el 10 % de los fondos mundiales para la recuperación de la misma.
José Gregorio Díaz Mirabal, coordinador general de Coica, celebra decisión de protección del 80 % de la Amazonía. Foto: IISD / ENB / UICN.
Durante la clausura, los miembros de la UICN —estatales, no gubernamentales y de organizaciones de pueblos indígenas— aprobaron el Manifiesto de Marsella, documento que incluye, entre otros, el compromiso de llevar a la práctica la primera Agenda Global Indígena de la UICN, así como acciones específicas adoptadas por varios países, entre ellos Francia, el anfitrión del encuentro.
Decisión sobre la Amazonía
«La protección del 80 % de la Amazonía ha sido el tema central para Sudamérica en el congreso», dice Gabriel Quijandría, director regional para Sudamérica de la UICN.
Arroyo en la selva amazónica. Imagen de Rhett A. Butler
Esta moción está sustentada en estudios de científicos como Thomas E. Lovejoy y Carlos Nobre (2019), cuyos resultados muestran que los índices de deforestación en toda la cuenca amazónica han alcanzado un 17 % y en Brasil bordea el 20 %, cifras que alertan sobre el llamado punto de quiebre (tipping point), es decir, el momento en que, según algunos científicos, el nivel de deforestación de los bosques amazónicos será de tal magnitud que este ecosistema terminará convirtiéndose en una sabana.
«Si llegamos a esta cifra de afectación de la Amazonía, este ecosistema podría perder la capacidad de regenerarse y continuar siendo, por ejemplo, una zona de captación de carbono. En ese momento no habría vuelta atrás», agrega Quijandría.
Puesto así el panorama de la selva tropical más grande del planeta, la moción que apunta a la protección del 80 % de la Amazonía para el 2025, presentada por la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), fue aprobada en la sesión del viernes 10 de septiembre con el respaldo de 61 Estados miembros de la UICN.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron y el director general de la UICN Bruno Oberle durante la inauguración del Congreso de la UICN. Foto IUCN.
«Esta iniciativa amplía la conversación sobre la crisis planetaria y las decisiones del futuro», señaló José Gregorio Diaz Mirabal, coordinador general de Coica tras la aprobación de la propuesta. «Requerimos medidas urgentes desde la especificidad y diversidad de los ecosistemas, y de quienes habitan en ellos. De lo contrario, la inercia de la política global nos llevará a un escenario apocalíptico», agregó Díaz Mirabal.
Para Leila Salazar López, directora ejecutiva de Amazon Watch, la conservación del 80 % de la Amazonía está ligada a otras propuestas que han tomado fuerza entre los países y que se discutieron en la última Cumbre sobre Biodiversidad. Una de ellas se enfoca en elevar del 17 % al 30 % el espacio terrestre y marino que debería estar bajo protección en el planeta. «Muchos gobiernos e instituciones se están sumando a esta propuestas del 30 % para el 2030, pero eso no es suficiente para la Amazonía, donde tiene que ser el 80 % lo que esté bajo protección», sostiene Salazar.
La directora de Amazon Watch considera también urgente que el 100 % de los territorios indígenas sean reconocidos legalmente y demarcados, «no solamente titulados, sino también con asignación de recursos financieros, porque las áreas naturales protegidas reciben fondos de los gobiernos pero los territorio indígenas no».
En este Congreso, en el que por primera vez los pueblos indígenas tuvieron la opción de participar en la votación de las propuestas, su agenda temática estuvo presente desde el inicio. El 4 de setiembre lanzaron la Agenda Global Indígena para la Gobernanza de las Tierras, Territorios, Aguas, Mares Costeros y Recursos Naturales Indígenas que reúne 10 propuestas relacionadas a cinco temas: gobernanza indígena, conservación de la biodiversidad, acción sobre el clima, esfuerzos de recuperación post-COVID 19 y seguridad alimentaria, así como el establecimiento de políticas globales.
Los compromisos para América Latina
José Fernando González, director del Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (Procat) de Colombia, señala que además del compromiso por la Amazonía, fundamental para el funcionamiento del planeta por la importancia que tiene este bioma, hay otros compromisos importantes para Latinoamérica que se han adoptado en el congreso. «La protección de los ríos andino amazónicos en el Perú que incluye el Marañón, Ucayali, Huallaga y el Amazonas, así como temas relacionados con el jaguar y con el bosque seco suramericano», menciona González, como algunos de los temas de importancia para Latinoamérica.
El 37 % de los tiburones y las rayas están críticamente amenazadas. Foto: Tony Gilbert / UICN
González destaca el reto que significa la conservación en Latinoamérica porque se trata de una región privilegiada por su biodiversidad. «Somos responsables de mantener esa riqueza natural bajo las presiones del crecimiento económico global y las múltiples presiones que tenemos», indica.
La protección de los ríos de la Amazonía Andina del Perú —Marañón, Ucayali, Huallaga y el Amazonas— frente a los grandes proyectos de infraestructura fue una de las mociones aprobadas durante el congreso de la UICN.
Mediante esta propuesta se exhorta al gobierno peruano a evaluar la pertinencia del Proyecto de la Hidrovía Amazónica en las actuales condiciones que tiene la propuesta, así como a priorizar alternativas sostenibles para promover un transporte fluvial amazónico seguro y mejorado pero sin el dragado que contempla el actual proyecto.
La aprobación de esta moción también se basó en la preocupación que causa haber declarado de interés nacional los 20 sitios para la construcción de hidroeléctricas en el río Marañón y la entrega de concesiones a cinco de estas propuestas.
En cuanto al jaguar, la moción para dar prioridad continental a la conservación del jaguar fue aprobada con una votación mayoritaria. Mediante esta iniciativa se solicitó al director de la UICN que convoque a los países del área de distribución de esta especie, desde Estados Unidos hasta Argentina, para que se comprometan a conservar el jaguar como especie focal y emblemática de América.
En ese sentido, se solicita a los países miembros a valorar y enriquecer las prácticas culturales asociadas al jaguar que son compatibles con la conservación de la especie. Además, se pide a la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN que realice la actualización del estado de conservación de la especie y evalúe la pertinencia de considerarla en la categoría Vulnerable, tomando en cuenta la degradación y destrucción vertiginosa de su hábitat.
Los niños aprenden sobre las especies en peligro en la zona del Espaces Générations Nature-Foto: UICN.
La reunión de Marsella también sirvió de escenario para la presentación de la actualización de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. Según la información presentada el 4 de setiembre, por lo menos cuatro especies de atún comerciales están en vías de recuperación. Sin embargo, no sucede lo mismo con los tiburones y las rayas, pues un 37 % de su población está amenazada debido al aumento de las presiones sobre las especies marinas, principalmente por la sobrepesca, la degradación de los hábitats y el cambio climático.
Hasta el momento que se presentó esta lista se habían evaluado 138 374 especies. De ellas 38 543 están amenazadas; 902 se han extinguido; 8404 están en Peligro Crítico; 14 647 En Peligro; 15 492 en situación Vulnerable y 8127 figuran como Casi Amenazadas. Además, 71 148 están consideradas en Preocupación Menor y 19 404 aparecen con Datos Insuficientes.
Gabriel Quijandría, de la UICN, menciona que los países de Centroamérica han priorizado el tema de la restauración de los ecosistemas, principalmente porque en países como El Salvador y Haití la presión y pérdida de bosques y áreas prístinas ha sido de tal magnitud que la opción de establecer nuevas áreas protegidas prácticamente no es viable.
Reservas forestales, campos de pastoreo y granjas de soya en la Amazonía de Brasil. Foto: Rhett A. Butler
Para Quijandría, la situación de Brasil es preocupante. En ese sentido, mencionó el último reporte del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina, publicado el 30 de agosto, que indica que la Amazonía brasileña se ha convertido en una fuente neta de carbono, es decir, que emite más carbono del que absorbe. «En Brasil no se ha declarado ninguna área protegida ni un territorio indígena desde que empezó el actual gobierno. Y es la primera vez que ocurre esto durante casi 40 años, que no hay una sola hectárea de territorio indígena o área protegida nacional declarada en Brasil durante la gestión de un gobierno».
Una mirada global
Otro de los temas centrales del Congreso de la UICN fue la recuperación de la economía postpandemia basada en la naturaleza. Quijandría menciona que no se puede pensar en salir de la crisis económica del COVID-19 intensificando la extracción de recursos y priorizando la construcción de carreteras, porque «es el modelo que nos condujo a esta crisis global. ¿Son necesarias todas las carreteras?», se pregunta y considera que los fondos para esas vías, por ejemplo, deberían orientarse a proyectos viables. «Debemos repensar la pandemia y eso incluye el modelo económico».
El Congreso de la UICN se realizó de manera presencial y virtual. Foto: UICN
En ese sentido, entre los llamados que se hicieron en el congreso está el pedido a los gobiernos para invertir en la naturaleza por lo menos el 10 % de los fondos mundiales de recuperación para la crisis del coronavirus.
Quijandría también se refiere a la pérdida de biodiversidad en los océanos y considera que es momento de pensar en cómo pasar de la protección del 10 % de áreas marinas protegidas, según las metas Aichi, al 30 % que se ha propuesto para debatir en la COP 15 sobre Diversidad Biológica que se realizará en octubre. El representante de la UICN Sur también considera que se debe incorporar el manejo de la pesca sostenible en ese esquema de espacio bajo protección.
Con relación al mar, los estados del Océano Índico occidental se comprometieron a crear la iniciativa de la Gran Muralla Azul, la primera red conectada a nivel regional que apunta a construir una economía azul regenerativa en beneficio de 70 millones de habitantes, que considera la preservación y restauración de la biodiversidad marina y costera.
Uno de los compromisos del Congreso de la UICN ha sido la realización de una cumbre sobre océanos. Foto: Peter de Maagt
En tanto Francia, el país anfitrión, se comprometió a promover el avance de la agenda internacional de protección de los océanos organizando, junto con las Naciones Unidas, Una Cumbre Un Océano, así como acelerar la lucha contra la deforestación importada —en referencia a los bienes cuya producción ha contribuido a la deforestación o conversión de ecosistemas forestales naturales— y proteger los bosques con la ayuda de la Alianza para la Conservación de los Bosques Tropicales (TFA por sus siglas en inglés), una asociación público-privada global que impulsa acciones para lograr cadenas de suministros libres de deforestación. También se comprometió a reforzar las inversiones favorables a la biodiversidad, en particular, las soluciones basadas en la naturaleza, para apoyar la transición ecológica en la agricultura, los bosques, los suelos y los sumideros de carbono.
Imagen principal: Por primera vez los pueblos indígenas participaron con su voto en las decisiones del Congreso de la UICN. Foto: UICN.
Dos plantas conocidas en el norte de Brasil cuentan con potencial para convertirse en alternativas a la caña de azúcar destinada a la generación de etanol de segunda generación y bioelectricidad.
AGENCIA FAPESP/DICYT
Dos variedades de plantas halladas comúnmente en la región norte de Brasil –las lentejas de agua y el tarantán (Senna reticulata)– poseen un gran potencial de uso como materia primas para la producción de bioenergía, según lo indican estudios a cargo de investigadores brasileños del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología del Bioetanol, uno de los Institutos Nacionales de Ciencia y Tecnología (INCT) apoyados por la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo -(FAPESP) y por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) en el estado de São Paulo.
Las pruebas realizadas en laboratorio revelaron que la producción de azúcares simples de las lentejas de agua, luego de que se somete a la biomasa de estas plantas a un proceso denominado sacarificación, fue mayor que la de la caña de azúcar, la principal materia prima del etanol de segunda generación en la actualidad. En tanto, el tarantán crece muy rápido y puede erigirse como una opción factible para la producción de bioelectricidad en la región amazónica con base en la quema de la biomasa de esta planta y sin provocar desmonte, según sostienen los investigadores.
Los resultados de estos estudios salieron publicados en el periódico científico Bioenergy Research. “La tarantán y las lentejas de agua podrían complementar o erigirse como alternativas a la caña de azúcar para la producción de bioenergía”, dice Marcos Silveira Buckeridge, director del INCT del Bioetanol y coordinador de los proyectos.
Los investigadores analizaron la composición y el potencial de sacarificación de la biomasa de ambos tipos plantas para la producción de bioenergía. Los resultados de los estudios de cinco especies de lentejas de agua –Spirodela polyrhiza, Landoltia punctata, Lemna gibba, Wolffiella caudata y Wolffia borealis– revelaron que tres monosacáridos –glucosa, galactosa y xilosa– constituyen el 51,4 por ciento de las paredes celulares de estas plantas.
Los resultados también apuntaron que la biomasa de las lentejas de agua tiene baja resistencia a la hidrólisis o sacarificación. En ese proceso, se pone a la biomasa lignocelulósica en contacto con un cóctel enzimático con el objetivo de transformar los azúcares complejos presentes en las paredes celulares de las plantas en azúcares simples, que pueden fermentarse con las levaduras para la obtención de etanol de segunda generación.
“Las lentejas de agua exhibieron una baja resistencia a la hidrólisis, probablemente porque carecen de lignina prácticamente”, sostiene Silveira Buckeridge. La lignina es una macromolécula que, en asociación con la hemicelulosa y a la celulosa en las paredes celulares posee la función de dotar de rigidez, impermeabilidad y resistencia contra los ataques biológicos y mecánicos a los tejidos vegetales.
En tanto, los resultados de los análisis del tarantán revelaron que casi el 50 por ciento de la biomasa de las hojas y del tallo de esta planta está compuesto por pectinas, hemicelulosas y celulosa. La lignina varió considerablemente entre los órganos de la planta: se mostró más presente en las raíces (35 por ciento), en las hojas (10 por ciento) y en el tallo (7 por ciento).
“Al analizar la biomasa entera de la planta, observamos que posee una cantidad enorme de almidón en sus hojas, mucho mayor que la que habíamos encontrado en otras plantas”, compara Silveira Buckeridge.
Los investigadores también evaluaron el efecto del aumento de dióxido de carbono (CO2) presente en la atmósfera sobre la composición de la biomasa del tarantán. Los resultados indicaron que, si bien no alteró significativamente la composición de lignina en la pared celular, el elevado CO2 disminuyó la proporción de esta macromolécula en las hojas y en las raíces de la planta. Asimismo, aumentó un 31 por ciento la concentración de almidón en las hojas y mejoró un 47 por ciento la sacarificación de la biomasa de la planta.
“El tarantán se desarrolla muy bien a altas temperaturas. Por eso constituye una opción interesante para la generación de bioelectricidad mediante la quema de su biomasa, fundamentalmente en la región norte de Brasil”, afirma Silveira Buckeridge.
Por su parte, las lentejas de agua también crecen en todas las regiones del mundo. Aparte de constituir una opción para la producción de etanol de segunda generación –al ser más fácil hidrolizarlas que la caña de azúcar–, estas especies de plantas también limpian el agua, según destaca el investigador.
“Otra ventaja de las lentejas de agua con respecto a otros cultivos que se han estudiado para la producción de bioenergía reside en que no requiere de tierra. Por tal motivo, no compite con la producción de alimentos”, afirma Silveira Buckeridge.
El Parque Nacional Natural Macuira reabre sus puertas a los visitantes que quieran conocer esta reserva de vida, cultura y tradición del pueblo wayuu.
Este Parque Nacional Natural tiene como gran atractivo las dunas de Aleewolu, un escenario importante dentro de la cosmología, mitología, orden social y cultural de la étnia Wayuu. A su vez, es un refugio de especies de aves endémicas y migratorias, que la hicieron merecedora de la declaratoria de Área Especial para la Conservación de las Aves (AICA)de Colombia y del mundo en el año 2003.
La Macuira, como se le reconoce en la región, es el hábitat de especies endémicas como el arbusto Cordia macuirensis y la rana Allobates wayuu, así como de muchas especies simbólicas como el ave Cardenal guajiro y el venado coliblanco, entre otros.
Biodiversidad en el PNN Macuira – Foto: LauraRodríguez
Se destaca por ser la despensa hídrica más importante en la subregión de la Alta Guajira, ya que su privilegiada posición frente al mar Caribe permite la existencia de una red hídrica superficial y subterránea de la que surgen formaciones de bosque seco tropical y bosques de galería que albergan una importante riqueza de especies de flora y fauna.
Como en todos los parques abiertos al ecoturismo, en esta área se llevan a cabo actividades de educación ambiental, a través de las charlas de inducción a los visitantes, la interpretación ambiental y cultural asociada a los diferentes recorridos ecoturísticos, reuniones comunitarias y visitas a instituciones educativas locales, que son realizadas por intérpretes de las comunidades indígenas Wayuu.
Parques Nacionales Naturales explica que ante el arribo de visitantes se realizará el control para el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad y las condiciones del área protegida. Al parque no se puede ingresar plásticos de un solo uso, como bolsas, botellas, pitillos, envases, platos y cubiertos a sus áreas protegidas.
PNN Macuira – Foto: LauraRodríguez
Fotografía externa Colombia en Paisajes: Laura Rodríguez
El individuo fue detectado por investigadores de la Universidad de Costa Rica mediante el uso de estaciones submarinas de video que se utilizan para el monitoreo de los tiburones.
Un artículo científico publicado recientemente por investigadores de la Universidad de Costa Rica (UCR) informa sobre el primer avistamiento de un neonato de tiburón tigre (Galeocerdo cuvier) en la Isla del Coco, en el Pacífico costarricense.
Además, se detectaron hembras potencialmente embarazadas de la misma especie, lo que sugiere que el parto puede tener lugar en ese parque nacional o en sus alrededores.
La importancia del estudio radica en que la información sobre la ecología reproductiva del tiburón tigre es escasa y, sobre todo, porque los datos históricos demuestran que la Isla del Coco había sido utilizada por esta especie únicamente como un área migratoria y no con fines de reproducción.
El posible neonato fue grabado nadando por encima de un fondo marino arenoso en la Bahía Yglesias, el pasado 16 de octubre del 2020, por medio de estaciones de vídeo con cebo que se colocan en diferentes puntos del lugar para el monitoreo de los tiburones.
El individuo mostraba características físicas reportadas anteriormente en neonatos de esta especie, como por ejemplo la forma cónica de la cabeza, su cuerpo robusto y una aleta caudal desproporcionada al tamaño de su cuerpo.
Lo anterior es posible gracias al aporte de conocimiento y el trabajo de investigación de la estudiante de postgrado en Biología, Marta Cambra Agusti; el profesor Dr. Mario Espinoza Mendiola y el estudiante Sergio Madrigal Mora.
“El hecho de pensar en la Isla del Coco, no solo como un espacio de alimentación y de paso, sino también como un sitio de reproducción para los tiburones tigre, podría generar una serie de repercusiones en el ecosistema, por ser un gran depredador natural”, aseguró la bióloga marina, Marta Cambra.
¿Cuál es el impacto?
Para los científicos, es muy temprano considerar si la reproducción de la especie tiene impactos positivos o negativos en el ecosistema marino de la Isla. Sin embargo, la identificación temprana de la zona como un área potencial de reproducción es fundamental para la planificación de la conservación de la especie.
“Tiene un impacto en el ecosistema porque es una de las especies de tiburones más grandes y podemos decir que es uno de esos depredadores que están en lo más alto de la cadena trófica, por lo que lo llamamos un depredador de control de otras especies”, confirmó el biólogo Mario Espinoza Mendiola.
Buena calidad y cantidad de comida, variedad de hábitats, bahías y cuevas profundas son algunas de las condiciones favorables que la especie consideraría para reproducirse en la región.
Mientras la mayoría de especies de tiburones están en declive en la Isla del Coco, la población de tiburones tigre se encuentra en aumento, debido a su posible reproducción y a su resistencia ante las condiciones adversas.
“Uno de los factores importantes es que esta especie es más resistente que las demás al factor pesquería, resiste mejor al efecto de la pesca que los tiburones martillo (Sphyrna mokarran) y silky (Carcharhinus falciformis), por lo que puede tener mayor cantidad de condiciones favorables para la reproducción”, afirmó Cambra.
Sin embargo, los investigadores aseguran que aún no está claro si la presencia de un solo recién nacido es un evento aislado o evidencia que la especie se está reproduciendo en las aguas de la Isla del Coco.
Otros métodos de estudio
Es por esto que en las próximas expediciones de control se usarán otros métodos para profundizar sobre las conductas reproductivas de la especie, como realizar pruebas de sangre y ultrasonidos en hembras para comprobar si están embarazadas.
“Muchos tiburones y especies de tiburones más grandes equivalen a una mayor salud del ecosistema, lo cual ayuda a la economía en torno a la extracción de recursos marinos. De ahí que las áreas marinas protegidas como la isla del Coco juegan un papel vital para la salud de las aguas costarricenses y del mundo en general”, concluyó Mario Espinoza.
El galeocerdo cuvier, por su nombre científico, presenta una serie de características específicas que lo hacen un individuo importante en los ecosistemas que habita.
Video: Universidad de Costa Rica
Referencia
Cambra, M., Madrigal‐Mora, S., Chinchilla, I., Golfín‐Duarte, G., Lowe, C. G., & Espinoza, M. (2021). First record of a potential neonate tiger shark (Galeocerdo cuvier) at a remote oceanic island in the Eastern Tropical Pacific. Journal of Fish Biology.
En febrero de 2021 se realizó el primer censo del cóndor en Colombia. Durante tres días decenas de personas registraron avistamientos en 84 sitios del país, pero solo se observaron 63 aves. Los investigadores están preocupados por la ausencia de juveniles pues esto podría ser un indicador de problemas reproductivos y pondría en riesgo la renovación de las poblaciones.
El cóndor andino (Vultur gryphus) es una de las aves más grandes y emblemáticas de Sudamérica. Su distribución es amplia y va desde Chile hasta Venezuela. Sin embargo, sus poblaciones vienen decreciendo, lo que se refleja en que aparezca catalogado como Vulnerable en la Lista Roja de la UICN. Su situación en los Andes del norte es aún más grave y en Colombia está registrado como En Peligro Crítico.
Según el último censo, realizado con el apoyo de organizaciones como la Fundación Neotropical, Parques Nacionales, WCS y WWF, entre el 15 y el 17 de febrero de este año, solose registraron 63 cóndores en todo el país.
Por eso, todas las alarmas se encendieron el pasado 30 de mayo, cuando se encontraron tres aves muertas en el páramo de Almorzadero, en el departamento de Santander. Los posteriores análisis forenses determinaron que los fallecimientos ocurrieron por envenenamiento, una práctica cada vez más recurrente y que hace cuatro meses también acabó con la vida de 34 cóndores en Bolivia.
Julio Aguirre, decano de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Corporación Universitaria Remington en Medellín, donde se hicieron los análisis, dijo que en el caso de dos cóndores adultos, una hembra y un macho, se encontraron componentes tóxicos como organofosforados, anticoagulantes y piretrinas, mientras que un cóndor juvenil macho tenía anticoagulantes y piretrinas.
“En Colombia, se ha registrado al menos un cóndor muerto cada año durante la última década. Es una pérdida significativa”, comenta Fausto Sáenz, director científico de la Fundación Neotropical.
¿Cómo están las poblaciones de cóndores en Colombia? ¿Cuáles son sus principales amenazas?¿Qué se debe hacer para protegerlos?
Cuando la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) trasladaba a este macho hallado muerto, se enteró que otros dos habían sido envenenados.Foto: Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS).
Pocos cóndores y pocos juveniles
Durante más de cinco años la Fundación Neotropical buscó la forma de realizar el primer censo del cóndor andino en Colombia. Con apoyo de varias instituciones, y un gran grupo de voluntarios, logró materializar su proyecto en febrero de este año cuando más de 200 personas, en 84 puntos del país, salieron durante tres días para tratar de registrar a esta ave. Las observaciones se concentraron en la Sierra Nevada de Santa Marta y sus estribaciones, la Serranía del Perijá, en páramos de los Andes Nororientales —Santander, Norte de Santander y Boyacá, incluido el Parque Nacional Natural el Cocuy—, el Corredor Guantiva – La Rusia, los páramos de la zona centro del país, el Parque Nacional Natural Los Nevados, el Parque Nacional Natural Puracé y el Resguardo Indígena Chiles, en inmediaciones con Ecuador.
“Si bien se habían planteado algunas cifras en el 2006 y el 2016, eran estimaciones elaboradas a partir de observaciones puntuales hechas en años diferentes. Nunca se había hecho una estimación real, con metodología estandarizada y que tuviera en cuenta las características de gran movilidad de la especie. Los cóndores que vemos en Santander o Norte de Santander, en un día pueden llegar a la Sierra Nevada de Santa Marta”, comenta Fausto Sáenz de la Fundación Neotropical.
Los resultados del censo señalaron la presencia de al menos 63 cóndores en el país, avistados en 44 de los 84 puntos dispuestos, y una tendencia leve a favor de los machos. Por cada hembra hay 1.3 especímenes del sexo opuesto, lo que los expertos calificaron como una proporción relativamente balanceada. En cuanto a la edad, hay más cóndores adultos que inmaduros, pues por cada adulto se registraron 0.43 jóvenes.
Sáenz comenta que la información sobre las proporciones de edades fue uno de los resultados más desalentadores porque podrían ser señal de que no se está dando una renovación adecuada de la población.
En esto coincide Luis Germán Naranjo, ornitólogo y director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia. Sin embargo, dice que esto es algo que no se puede afirmar con total certeza pues el censo es como una fotografía que refleja lo sucedido en un tiempo determinado y los cóndores son muy longevos, se demoran mucho tiempo en levantar a sus crías y los intervalos entre eventos reproductivos también pueden ser largos. “Perfectamente pudo suceder que el censo coincidiera con una época no reproductiva y que los últimos cóndores que nacieron ya hubieran adquirido su plumaje adulto”, comenta.
Muchos cóndores liberados desde finales delos ochenta en Colombia han perdido las bandas alares que los identificaban. Foto: Fundación Neotropical.
Según Sáenz, estos datos muestran un patrón y una tendencia que apunta a la baja densidad de cóndores en el país, pero no significa que solo queden 63 de estas aves. Por ejemplo, en la región central de Colombia, sobre todo en los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, no hubo registros pero esto podría relacionarse con condiciones climáticas que no fueron favorables para las observaciones, como lluvia y neblina.
Otro dato revelador del censo fue que solo se avistaron nueve especímenes reintroducidos a su hábitat natural, es decir, que estuvieron en cautiverio un tiempo y luego fueron liberados. Los registros se dieron en el Parque Nacional Natural Puracé y en el Parque Nacional Natural de Los Nevados.
Los expertos creen que muchos de los 71 cóndores reintroducidos desde finales de los ochenta en Colombia han perdido la marquilla que los identificaba. El último dato sobre ellos es del 2010, año en el que se confirmó la supervivencia de 39. Esto evidencia el gran vacío de información que hay con relación a la población reintroducida.
Investigadores como Sáenz creen que algunas de las aves reintroducidas observadas probablemente se han mezclado con las poblaciones silvestres “pero tendríamos que capturarlos para escanear un chip subdérmico que se les instaló al momento de la liberación para corroborar si son reintroducidos o no”, dice.
A pesar de que el programa de reintroducción mostró algunos resultados positivos como la aparición de estas aves en zonas de la cordillera central y oriental donde hace mucho tiempo no se veían, en muchos casos solo se hizo seguimiento uno o dos años y luego se dejó de monitorear. “Fueron inversiones muy grandes y actualmente no se sabe si en realidad tuvieron éxito”, comenta Sáenz y agrega que lo ideal hubiera sido ponerles un rastreador satelital para saber las zonas que visitan, dónde duermen y dónde anidan.
Desde 2019 la Fundación Neotropical le hace seguimiento satelital a dos cóndores. Foto: Fundación Neotropical
Luchar por el alimento y evitar la carroña envenenada
Los cóndores cumplen un papel fundamental en la naturaleza pues al ser aves carroñeras son “limpiadoras naturales” de los ecosistemas donde habitan. De acuerdo con Naranjo, en las zonas de alta montaña esta ave es prácticamente la única carroñera silvestre que cumple ese papel. Si desaparece, aumenta la probabilidad de contaminación de fuentes hídricas con los restos de los animales muertos que “quedan expuestos y tardarán más tiempo en descomponerse por las condiciones de frío. Eso podría ser un riesgo puesto que una carroña expuesta durante mucho tiempo puede ser fuente de infecciones para otros animales”, comenta.
Todo esto podría llegar a un desequilibrio fatal si la especie continúa reduciendo sus poblaciones, como sucede desde finales de los años sesenta cuando empezó a darse un fuerte proceso de colonización en la alta montaña; a medida que avanzaba la industrialización de la agricultura, que aumentó la demanda y explotación de las tierras de zonas bajas.
Naranjo recuerda que mucha gente fue desplazada de los valles interandinos hacia arriba en la montaña y esto pudo tener mucha influencia en las poblaciones de cóndores, al punto que hoy una de sus amenazas más fuertes es que no tienen comida suficiente porque los animales de los que se alimentaban, como venados o dantas, ya no se encuentran o están en densidades muy bajas. Esto disminuye considerablemente la probabilidad de que encuentren carroña.
Todo esto genera una serie de modificaciones en la cadena trófica, ya que al no hallar suficiente carroña silvestre, cada vez es más común verlos cerca de carroña de animales domésticos, “porque es lo único que ellos encuentran”, enfatiza Naranjo.
El problema se agranda porque los cóndores pueden atacar, aunque con muy baja frecuencia, a corderos o cabritos recién nacidos, así como a animales viejos o enfermos. Los expertos aseguran que otra razón por la que esta ave entra en conflicto con los humanos es porque se acerca a comer de la carroña que queda luego de la caza efectuada por depredadores como el puma. El campesino, al ver al cóndor, lo culpa de la muerte del animal. Estas son, precisamente, algunas de las hipótesis que han surgido luego de conocerse el envenenamiento de los tres cóndores en el departamento de Santander.
Los cóndores suelen alimentarse de la carroña dejada por otros depredadores como los pumas pero la gente piensa que fueron ellos los que atacaron el ganado. Foto: Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS).Análisis forense de uno de los cóndores muertos en Santander. Foto: Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS).
La muerte de estos animales se ha convertido en otra amenaza enorme contra la gran ave sudamericana. Es por eso que Fausto Sáenz, de la fundación Neotropical, asegura que se debe tener una mayor regulación de los agroquímicos que están siendo usados para envenenar los restos de animales. Además, destaca que el uso de anticoagulantes en el ganado genera un problema para poblaciones de especies carroñeras como el cóndor.
También se necesita un fuerte trabajo de educación ambiental con las comunidades locales, donde se les pueda mostrar la importancia de velar por la conservación del ave insignia de Colombia y que puede haber una oportunidad económica con el turismo de observación de aves.
Por ejemplo, Sáenz comenta que las ovejas están sueltas y sin acompañamiento durante semanas y no hay un cuidado adecuado en las épocas de parto. Debido a esto se pueden dar encuentros entre los recién nacidos y los cóndores, se genera un conflicto con las comunidades y por eso ellas envenenan la carroña. Así mismo, el biólogo asegura que se necesita apoyar a los campesinos de páramo para mejorar sus medios de vida, buscando una transformación de sus sistemas agrícolas y pecuarios porque suelen ser poblaciones en condiciones de vulnerabilidad.
Luis Germán Naranjo de WWF Colombia añade que es muy importante insistir en el cuidado de las áreas protegidas de montaña, mejorar la efectividad de su manejo y garantizarles los recursos necesarios para su operación. No es una casualidad que la mayoría de los avistamientos durante el censo de febrero se registraron en áreas protegidas o en zonas muy cercanas.
Para Naranjo, este censo tuvo un gran valor porque del monitoreo de poblaciones de animales silvestres depende que el país tenga un conocimiento adecuado de las tendencias poblacionales y las posibilidades de supervivencia.
Muchos cóndores que han sido reintroducidos en Colombia no contaron con un monitoreo frecuente a lo largo de los años. Foto: Fundación Neotropical
Para el investigador, lo ideal es que los censos de cóndores se realicen por lo menos una vez al año, y que esto permita comparar resultados para tener respuestas más certeras a preguntas como si la población se está renovando, si se están observando siempre los mismos individuos, o si han llegado aves provenientes de otras partes de los Andes.
Naranjo incluso cree que sería importante hacer el esfuerzo para tener dos censos anuales que permitan cubrir condiciones climáticas distintas: época seca y época lluviosa. “La estacionalidad puede determinar que [los cóndores] estén en una región y no en otra. Muy seguramente en Colombia podrían llegar cóndores de Ecuador. Los cóndores de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía de Perijá seguramente se mueven también por Venezuela. Son aves que se desplazan grandes distancias”.
Finalmente, Sáenz considera que es necesario realizar capturas de cóndores en medios silvestres “para instalarles rastreadores satelitales que nos muestren datos sobre sus movimientos, sus lugares de descanso, nidos y dormideros; sobre todo en el centro y sur del país que es donde tenemos menos información”.
Colombia, siendo un país megadiverso, sufre una grave pérdida de biodiversidad. Así lo revela este documento que a la vez orienta hacia un cambio a partir de información consolidada, que puede ser utilizada tanto en una clase de biología como en el desarrollo de políticas en cualquier nivel del Estado.
Lo explica Clara Solano, directora ejecutiva de la Fundación Natura y a la vez copresidenta de la Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, que por primera vez se realiza en Colombia.
Se trata de un amplio análisis sobre los ecosistemas terrestres y marinos del país, con participación de 105 expertos y sabedores tradicionales, quienes trabajaron durante tres años para entregar una serie de resultados.
La Evaluación comprende seis capítulos y es una herramienta que permite obtener información sobre el estado de la biodiversidad nacional con miras a ser utilizada por ‘tomadores de decisiones’.
Los expertos afirman que reconocen al país como megadiverso, pluriétnico y multicultural que cimenta el bienestar de su gente en la naturaleza, pero con un conocimiento aún incipiente de esta y sin la debida valoración.
Colombia mantiene una tendencia general al grave deterioro de su biodiversidad. Esa es la principal conclusión de la primera Evaluación Nacional de la Biodiversidady los Servicios Ecosistémicos, realizada por 105 expertos y sabedores de diferentes regiones del país.
El documento construido durante tres años reúne datos estratégicos sobre el estado y tendencias de la diversidad biológica ligada al bienestar de los colombianos, evidenciando cambios y futuros posibles del país a 2050, indicó el Instituto Humboldt.
De allí se destaca, por ejemplo, que de la diversidad biológica colombiana al menos el 10% del PIB deriva directamente de la explotación de recursos naturales, y alrededor de 14% del empleo se basa en actividades agropecuarias y pesqueras.
Colombia es el primer país latinoamericano en publicar su Evaluación Nacional de Biodiversidad. Al tiempo lo hacen Camerún, Vietnam, Etiopía, Azeirbyán, Bosnia-Herzegovina, Granada y Camboya. También es pionera en incluir el capítulo sobre Conocimiento y perspectivas de los pueblos indígenas, afrodescendientes y las comunidades locales, quienes fueron involucrados a través de talleres participativos.
“Con este informe queremos que los resultados se incorporen en las entidades públicas y privadas, que haya diálogo y el país se movilice hacia la sostenibilidad”, manifestó Hernando García, director Instituto Humboldt.
Participaron 105 expertos de los cuales 54% son mujeres y 46% hombres. Todos conformaron un equipo con 3 copresidentes, 13 coordinadores de capítulo, 47 autores líderes y 42 contribuyentes. En total trabajaron 93 mil horas de voluntariado y superaron las 1.500 fuentes de información. Juntos construyeron seis capítulos temáticos:
. Estado de la biodiversidad en Colombia
. Contribuciones de la naturaleza para la gente
. Diversidad biocultural: conocimientos y prácticas para el cuidado de la vida en territorios indígenas y comunidades locales
. Motores directos de transformación y pérdida de biodiversidad y de contribuciones de la naturaleza para la gente
. Políticas, las Instituciones y la Gobernanza; y Escenarios futuros de biodiversidad y servicios ecosistémicos en Colombia.
“No se trata de un informe más, de un documento académico y pesado, esta es una herramienta con la que debemos preguntarnos ¿Cómo nos vemos a futuro, cómo estará nuestra biodiversidad a 2030? Tampoco es una evaluación prescriptiva, no da órdenes, pero si recomendaciones”, comentó Wilson Ramírez, biólogo asesor del Ministerio de Ambiente y copresidente del estudio.
Según el reporte, los expertos de la Evaluación Nacional apuntan a romper, urgentemente, la dinámica de pérdida y degradación de la biodiversidad y de las contribuciones que ofrece la naturaleza para el bienestar humano, a través de mayor inversión en investigación y una gestión integral y participativa de la naturaleza que propicie cambios, a partir del diálogo de saberes que genere conocimiento transformativo e información de calidad para una efectiva toma de decisiones.
Los siguientes son los más importantes resultados de la Evaluación, según la compilación del Instituto Humboldt:
Desaparición de especies
La Evaluación informa que numerosas especies de animales y plantas han desaparecido, otras están en estado crítico o son amenazadas por la degradación de los ecosistemas por actividades humanas legales e ilegales.
A pesar de la gravedad de la situación, solo se ha evaluado la pérdida real de una fracción muy pequeña de algunos grupos de animales y plantas, sin que se tenga conocimiento preciso de las pérdidas en ecosistemas, genes y funciones, información requerida para implementar medidas de conservación. Las estrategias para estas tendencias, sugieren los expertos, deben enfocarse en continuar el monitoreo y ampliar el conocimiento del estado de amenaza, acudiendo a las competencias científicas y a las tradicionales de las comunidades que habitan las distintas regiones del país.
Son relativamente pocas las investigaciones disponibles sobre la evaluación del estado actual de la diversidad biológica en el país.
Esto significa que la mayor parte del esfuerzo realizado en términos de estudios de biodiversidad se ha concentrado en la exploración de nuevas especies, con muchas menos iniciativas o estudios con énfasis en cuantificar o cualificar las pérdidas.
En su mayoría los casos documentados se encuentran en las evaluaciones de los libros rojos. Sobre los invertebrados terrestres, por ejemplo, se analizó sólo el 0.3% de las especies conocidas de mariposas, polillas, abejas, avispas, escarabajos y arácnidos. Para algunos grupos biológicos como hongos, no hay muchos registros, estudios o listas de especies que indiquen su grado de amenaza o pérdida de especies.
Si bien en grupos como los vertebrados existe mayor representatividad en relación con las especies evaluadas, el trabajo realizado no cuenta con una periodicidad programada que permita hacer seguimiento al estado y cambios de esta biodiversidad. En el caso de las evaluaciones ambientales y de paisaje, estas se basan en su mayoría en estimaciones de pérdida de cobertura boscosa, sin analizar otros componentes de los ecosistemas.
Los expertos sugieren considerar el conocimiento tradicional, frecuentemente no incluido en relación con la pérdida de la diversidad, pues son las comunidades quienes, por estar en el territorio mismo, pueden dar alertas e incluso tempranas sobre las especies y ecosistemas con cambios o que han desaparecido de su entorno.
Déficit de información
El informe detectó que existe disminución de la diversidad genética que afecta negativamente la habilidad de las especies para adaptarse a ambientes y ecosistemas. No obstante, se cuenta con información genética sobre pocas de las especies presentes en Colombia.
La brecha entre el conocimiento de especies y el conocimiento de su diversidad genética es amplia.
Se tiene información genética de solo 1% de especies de plantas, 4% de las especies de insectos, 8% de las especies de aves, 3% de las especies de peces, 12% de las especies de anfibios, 5% de las especies de reptiles y 5% de las especies de mamíferos.
La ausencia de esta información impide evaluar la viabilidad de las poblaciones y limita el uso sostenible de los recursos genéticos.
Sobrexplotación pesquera y pérdida de hábitats
Entre 2002 a 2017 pasamos de 34 a 53 especies de peces de agua dulce con algún tipo de amenaza y de 28 a 56 de mar. Según los libros rojos, en Colombia se reconoce que el 90% de los recursos hidrobiológicos continentales está en el máximo nivel de aprovechamiento sostenible, y para algunas poblaciones incluso se ha sobrepasado.
Se confirma una pérdida de ecosistemas y biodiversidad marina y dulceacuícola. Esta situación es evidente en la crisis biológica de las cuencas del Magdalena—Cauca, San Jorge y Sinú, que han reducido sus aportes pesqueros hasta en un 85%.
De las 490 especies de peces de agua dulce de interés pesquero u ornamental reportadas para Colombia, 9,6% (47 especies) presentan algún grado de amenaza. Así que la sobrepesca, si bien es una de las razones para la disminución del tamaño de las poblaciones y los volúmenes de captura, no es el principal motor. Otros factores como la pérdida y degradación de hábitat, pueden representar los principales motores detrás de dichas disminuciones.
Agroindustria, ganadería y deforestación
Sobre este último factor, la pérdida y degradación de hábitats (terrestres, dulceacuícolas y marinos) son los principales motores directos de transformación y disminución de biodiversidad en Colombia.
Los motores de mayor incidencia en la transformación de ecosistemas del país se encuentran vinculados al cambio en el uso del suelo por expansión de la frontera agrícola y ganadera, consolidación de enclaves productivos como el cultivo de palma de aceite o el desarrollo petrolero en el caso de los llanos orientales, proyectos de infraestructura, en especial vías, y la expansión urbana.
En particular, la deforestación amenaza la contribución de la naturaleza relacionada con la regulación climática. Aún más, el cambio climático está acelerando cambios en la biodiversidad y la pérdida de las contribuciones de la naturaleza para la gente en todo el territorio nacional.
Tierra para el ganado
La deforestación es el principal motor asociado a la pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos en Colombia. La mayor tasa de deforestación actual se encuentra en la región de la Amazonia. Actualmente, la ganadería extensiva representa el principal uso de las tierras deforestadas, tanto en los bosques húmedos de la Amazonia, como en las sabanas de la Orinoquia y en los páramos.
Se estima que se usan más de 34 millones de hectáreas (ha) para la ganadería (con una vocación ganadera del suelo de sólo 15 millones de ha), cinco millones de hectáreas para actividades agrícolas; y 568.000 ha para plantaciones forestales.
Si la deforestación continúa en aumento, a 2030 Colombia podría perder alrededor de 1,5 billones de pesos del Producto Interno Bruto (PIB) y entre 1.034 y 1.670 millones de pesos en ahorros genuinos; según estimaciones del BID, en 2014 se contaba con 58,8 millones de ha de bosque, mientras que a 2030 la cifra podría reducirse a 48,8 millones de ha.
Una oportunidad estaría en la restauración de tierras deforestadas que, a pesar de no ser lo ideal, es viable y está consignada en el Plan Nacional de Restauración, así como en varios proyectos modelo entre sectores y academia.
Entre el 2014-2017 Colombia restauró 190.000 hectáreas de ecosistemas naturales. Sin embargo, con una tasa de deforestación anual mayor a 150.000 ha en los últimos años, la pérdida y transformación de bosques y otros ecosistemas sigue superando a su recuperación. Una buena estrategia es la inclusión de diversas formas de áreas protegidas y otras medidas efectivas de conservación (OMEC), que en conjunto actúan como redes ecológicas. Estas redes pueden reducir y evitar la deforestación, ya que varios modelos cuantitativos indican que la deforestación tiende a ser menor dentro de estas redes, en comparación con áreas de características similares no protegidas.
Fragmentación de ecosistemas
Conversión y degradación de otros hábitats como los terrestres, dulceacuícolas y marinos, son también motores directos de transformación y pérdida de biodiversidad en Colombia. Debido a estos motores directos, cerca de la mitad de los ecosistemas del país presentan condiciones que ponen en riesgo su permanencia y provisión de servicios a la sociedad.
En la actualidad, el 15% de los ecosistemas del páramo se encuentra degradado a nivel nacional debido a actividades de ganadería y agricultura, principalmente papa, minería de oro y carbón, y en menor parte a construcción de obras y cacería.
Análisis realizados identificaron un incremento progresivo en la huella humana en Colombia entre 1970 y 2015, reduciendo áreas naturales a menos de la mitad y con probabilidad de mantener esta tendencia hasta en un 9% para 2030 en la Orinoquía y la Amazonía, sobre todo en el piedemonte hacia las tierras bajas donde actualmente los impactos por la deforestación y avance de la frontera agrícola son considerables.
En ese sentido, los ecosistemas representativos como selvas tropicales y sabanas inundables serán afectadas por un rápido crecimiento del impacto humano, pese a ser el área más grande sin transformar en comparación a los demás equivalente al 85 y 91 % respectivamente. Así mismo, para 2030 se espera que se acentúe la fragmentación en el norte de los Andes colombianos, generando “islas” con una relativa huella baja, pero impactos humanos altos, afectando considerablemente la conectividad funcional entre Mesoamérica y Suramérica.
«Reconocemos a Colombia como un país megadiverso, pluriétnico y multicultural que cimenta el bienestar de su gente en la naturaleza, pero con un conocimiento aún incipiente de esta y sin la debida valoración»: expertos Evaluación Nacional de Biodiversidad.
Desaparición de humedales
Los cambios en el uso del suelo a tierras bajo sistemas de producción intensivos o urbanizadas constituyen el principal motor de pérdida de contribuciones de la naturaleza a la sociedad. La deforestación y el mal manejo de los suelos resultan en deterioro por erosión en un 40% del área nacional.
Adicionalmente, las actividades extractivas asociadas a la urbanización aumentan considerablemente el transporte de sedimentos y la degradación de ecosistemas terrestres y acuáticos. Así, el crecimiento de las ciudades ha llevado a la pérdida directa de humedales urbanos.
Entre 1950 y 2016 los humedales de Bogotá perdieron en promedio el 84,52% de su extensión, mientras que, en Cali, durante las últimas décadas, se perdió más del 90% del área de los humedales urbanos.
Impacto por erosión
La degradación por erosión es el tipo de degradación de suelos más importante en el país. El 40% de la superficie continental presenta algún grado de degradación de suelos por erosión, con un total de 34 focos en todo el país: 16 en el área hidrográfica Magdalena–Cauca, 8 en la del Caribe, 4 en la de Amazonas, 3 en la del Orinoco y 2 en la del Pacífico, y uno incipiente pero importante en la isla de Providencia.
Las actividades que presentan mayor proporción de área afectada son los distritos de riego asociados a áreas de agricultura comercial con altas producciones, el sector agrícola, el uso agropecuario definido por mosaicos de cultivos y pastos, y la ganadería que por su gran extensión afectan mayor cantidad de hectáreas.
Aporte de comunidades a la conservación
La mayoría del carbono almacenado en los bosques de Colombia está en las regiones amazónica y andina. Sin embargo, la región pacífica presenta las áreas boscosas con uno de los promedios más altos de fijación de carbono, a pesar de ser la región con la menor extensión total (siete millones de hectáreas).
Cuatro departamentos almacenan cerca de 53% del carbono total de los bosques del país: Amazonas (20,8% del total), Caquetá (12,14 %), Guainía (10,27%) y Vaupés (9,91%).
Las áreas con valores altos de almacenamiento en biomasa aérea están concentradas, principalmente, en la jurisdicción de resguardos indígenas (64.16%), áreas protegidas del Sistema de Parques Nacionales Naturales (18.6%), y en la jurisdicción de los Consejos Comunitarios de Comunidades Negras (4.83%).
Las áreas de mayor conservación de los bosques coinciden con territorios donde los pueblos indígenas, negros, raizales, campesinos y de otras comunidades locales desarrollan sistemas propios de gobierno y manejo, por lo cual es urgente reconocer y articular de forma más clara los conocimientos y sistemas de gobernanza comunitaria y la institucionalidad ambiental.
Foto: IAVH
Sin información sobre polinizadores
La polinización determina en gran medida la seguridad alimentaria y nutricional de los colombianos. Aunque hasta el momento no existe una evaluación económica de los servicios de la polinización a nivel nacional, la información disponible da una idea de la importancia de este servicio para la economía del país.
La polinización por insectos incrementa la producción del café colombiano alrededor de 10%, de tal manera que su ausencia significa una pérdida por hectárea (ha) para el productor de alrededor de 5.4% de su ingreso neto; la producción de la cholupa (Passiflora maliformis) se beneficia en un 27% de los insectos lo que representa alrededor de 5 millones de pesos por cada ha; para el agraz (Vaccinium meridionale) el beneficio es entre 50 y 65%, es decir que por cada kilo de agraz se obtienen entre $800 y 900 pesos de ganancia.
Crecimiento poblacional en ciudades
Para 2050, más del 85% de la población colombiana habitaría en ciudades. Este aumento en la ocupación espacial de los centros urbanos altera radicalmente el uso del suelo y conlleva su impermeabilización, fragmenta los ecosistemas y altera la temperatura ambiente, a partir de las islas de calor que influyen en el cambio climático.
Sólo en 21 de las 54 ciudades del país, cuya población supera los 100 mil habitantes, se manifiesta un consistente proceso de incorporación de elementos de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos en la planificación y el ordenamiento ambiental del territorio para el ámbito urbano-regional.
Frente a dicha situación es importante asegurar mejor sinergia entre gobierno central y los municipios, e incluir formalmente este proceso en todos los Planes de Acción de los entes territoriales como municipios y departamentos y en los programas de las autoridades ambientales de las ciudades y regiones, con el fin de fundamentar la toma de decisiones para el desarrollo sostenible de los centros urbanos y de las regiones que los hacen viables.
Pocos datos sobre impactos marinos
En 2100 cerca del 35,3% de los corales estarían expuestos a temperaturas marinas superiores a 28.9°C. Aproximadamente el 7% de las áreas de pastos marinos tendrían un nivel de exposición a temperatura superior a 30°C y empezarían a presentar estrés térmico. Los más afectados serían el Archipiélago del Rosario y San Bernardo. En cuanto a la acidificación marina, los modelos mundiales muestran un posible incremento para el área marina del país.
Los modelos son muy generales y el país carece de información detallada para medir acidificación a escala local y por lo tanto requiere inversiones considerables para evaluar los impactos a escala más detallada.
Todo lo anterior, evidencia la necesidad de avanzar en acciones para el conocimiento, fortalecimiento de la gestión y planificación del territorio marino y costero.
Sobre conflictos en el territorio
Colombia tiene mayor número de conflictos ambientales en el mundo, generados principalmente por minería (oro, petróleo, carbón) y la consecuente remoción de biomasa. Lo anterior afecta los cauces de agua, los recursos hídricos y alimentarios principalmente en las regiones andina, del Pacífico y Caribe. De seguir la tendencia de degradación actual, con el consecuente incremento de conflictos ambientales asociados y la represión y asesinato de líderes ambientales y sociales, no sólo se alcanzará puntos de insostenibilidad cada vez mayores, sino que las comunidades locales, ya muy vulnerables, sufrirán en mayor medida la pérdida de bienestar generada por los impactos en servicios ecosistémicos, al ser las más dependientes de la naturaleza.
Ante este panorama, es urgente avanzar en valoraciones integrales considerando la complejidad territorial, alta biodiversidad, conflictos internos, desigualdad social, grandes asimetrías de poder y conflictos ambientales, y generar acuerdos entre los actores en pro de consolidar mecanismos de participación efectivos de acción colectiva, para una mejor gestión de los ecosistemas y los servicios ecosistémicos. Sin este tipo de diálogos o acuerdos, es probable que los conflictos ambientales asociados a servicios ecosistémicos sigan en aumento.
En peligro de exterminio
La presión creciente de la actividad económica sobre el ambiente y los territorios está asociada con el incremento en los conflictos ambientales. La exclusión en los procesos de toma de decisiones de diferentes lenguajes de valoración, formas como las personas conciben y expresan su relación con la naturaleza y la importancia que esta tiene para ellos, contribuye a la generación de conflictos ambientales. Adicionalmente, las diferentes formas de violencia en el país afectan de manera desproporcionada a los pueblos indígenas y comunidades locales, y de esta forma directamente a sus sistemas de conocimiento, cuidado y gestión de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.
Según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, el número de personas reconocidas como víctimas e incluidas en el Registro Único de Víctimas (RUV) asciende a cerca de nueve millones, que corresponden casi en su totalidad a personas que habitan zonas rurales; cerca de 17% (1´520.299 personas) pertenecen a pueblos y comunidades indígenas y locales.
La Comisión de la Verdad considera que 92 de los 104 pueblos indígenas del país han sido víctimas del conflicto y resalta que, según el Registro Único de Víctimas (RUV), un niño o una niña indígena tiene 674 veces más posibilidades de ser víctima o reclutado y usado por un grupo armado ilegal que cualquier otro niño en todo el país. Según el informe sobre pueblos indígenas en Colombia, realizado por la ONIC y el Centro de Memoria Histórica, el 70% de estos pueblos están en peligro de exterminio.
Los afectados por la violencia no se reducen a grupos humanos; de acuerdo con la concepción de los pueblos indígenas y locales, se agrede también la Red Vital o la Madre Tierra, que persiste gracias a relaciones mutuas y complejas entre pueblos y naturalezas.
Una de las grandes conclusiones del Estudio Nacional de Biodiversidad es que el conocimiento tradicional, aunque ha sido excluido, es clave en la conservación de la biodiversidad. Fotos: Instituto Humboldt
Aislados de la investigación científica
Escasa participación de los pueblos indígenas y comunidades locales en la investigación del sistema de ciencia, tecnología e innovación de universidades, institutos de investigación del SINA. Esta necesidad es especialmente notoria en torno a poblaciones afro, negras, raizales, palenqueras y Rom que están subrepresentadas en la literatura académica, así como las regiones pacífica, orinocense y notoriamente en la caribe insular (archipiélago de San Andrés y Providencia).
Los sistemas de conocimiento de los habitantes urbanos sobre la naturaleza son prácticamente invisibles, a pesar de que la mayoría de la población colombiana habita en las ciudades.
También los estudios sobre conocimientos indígenas y locales en torno al cambio climático son escasos, así como su articulación a medidas de adaptación del orden regional y nacional, a pesar de que esta ha sido ampliamente recomendada y podría contribuir de forma significativa.
Los expertos sugieren promover e implementar la participación mediante programas consensuados que fomenten la formación y capacidad de decisión de las comunidades en la documentación, diseminación y transmisión de estos saberes. No obstante, es necesaria para el diseño y desarrollo de estrategias de conservación y uso sostenible.
Virus no descubiertos
La aparición del COVID-19 evidencia vínculos entre la biodiversidad, el cambio ambiental global y la salud humana. Virus como COVID-19 y otros microorganismos patógenos son parte de la biodiversidad y son alojados y transmitidos por diversas especies animales, incluidos los humanos. Se estima que otros 1,7 millones de virus actualmente «no descubiertos» existen en mamíferos y aves, de los cuales hasta 850 mil podrían tener la capacidad de infectar al humano. Diferentes artículos científicos publicados en los últimos años sugieren que los mismos cambios ambientales que amenazan la pérdida de biodiversidad a escala global (por ejemplo, cambios en el uso de la tierra como deforestación; cambio climático; comercio y consumo insostenible de vida silvestre; intensificación agrícola; comercio globalizado) también están impulsando el creciente desbordamiento, amplificación y propagación de estas nuevas enfermedades virales.
En conclusión, los expertos de la Evaluación Nacional envían como mensaje de urgencia a la sociedad colombiana “romper, urgentemente, la dinámica de pérdida y degradación de la biodiversidad y de las contribuciones que ofrece la naturaleza para el bienestar humano, a través de mayor inversión en investigación y una gestión integral y participativa de la naturaleza que propicie cambios transformadores. Esto a partir del diálogo de saberes que genere conocimiento transformativo e información de calidad para una efectiva toma de decisiones”.
CAMBIOS ATMOSFÉRICOS Y BIENESTAR HUMANO
. Hacia 2050 habrá un incremento en la precipitación de la región andina y una reducción al norte del país. Habrá incrementos de precipitación hacia el 2050 en el centro y norte del Pacífico, el Magdalena Medio, la Sabana de Bogotá, Sogamoso, los valles de Catatumbo y Arauca. Por el contrario, el piedemonte llanero y amazónico, el centro de la Orinoquia, y la región central amazónica tendrán una reducción de la precipitación, entre el 10% y 15% para 2050.
. En 2022, la cantidad de agua que demandará el país será superior a la oferta actual. Estudios a nivel nacional demuestran que la demanda proyectada de agua hacia 2022 será un 42% superior a 2012. El sector que mayor demanda tendrá será el agrícola seguido por el sector energético. El uso doméstico no será el sector de mayor demanda, incluso puede reducir su consumo un 11% si se implementan los programas de uso eficiente del agua.
. Colombia como país megadiverso, pluriétnico y multicultural ha cimentado el bienestar de su gente en la naturaleza. Aunque se dice que el capital natural del país corresponde a 12% de su riqueza total, esta cifra es sólo una mirada parcial a las contribuciones para el desarrollo económico y social del país. No obstante, persiste un conocimiento incipiente de la biodiversidad y sin la debida valoración. Los mayores vacíos de información están a nivel genético y funcional.
. La pérdida de biodiversidad tendría importante efecto directo en la salud humana si los servicios de los ecosistemas no satisfacen las necesidades sociales. Se calcula que la población colombiana pierde anualmente 3,3 años de vida saludable por factores ambientales, significando un costo de casi 10 billones de pesos al año. Por ejemplo, en 2010 la contaminación del aire y el agua causó 7.600 muertes prematuras, con costos que ascendieron al 2 % del PIB anual.
Foto superior: Instituto Humboldt
Amplía la información sobre La Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, aquí.
Pescadores artesanales organizados buscan crear nuevos mercados que pongan en valor la pesca responsable mientras que intentan educar a los consumidores para que exijan productos capturados de manera sustentable.
Mongabay Latam
Los océanos generan al menos el 50% del oxígeno que respiramos, albergan la mayor parte de la biodiversidad de la tierra y son «la principal fuente de proteínas para más de mil millones de personas en todo el mundo”, asegura la ONU. Además, tienen un rol clave para la seguridad alimentaria mundial, considerando que con el ascenso del número de habitantes en el planeta, como lo indican las tendencias actuales, los expertos estiman que el mundo necesitará duplicar la producción de alimentos para el 2050. Y son los océanos, en este escenario, uno de los principales aliados para atender esta necesidad.
Conservar y utilizar de manera sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos es urgente para asegurar nuestra propia supervivencia, y es por eso que es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que deben ser alcanzados de aquí al 2030.
Para lograrlo “debemos crear un nuevo equilibrio, arraigado en la verdadera comprensión del océano y cómo la humanidad se relaciona con él. Debemos construir una conexión con él que sea inclusiva, innovadora y basada en lecciones del pasado”, señala la ONU. Por eso, el tema del día mundial de este año es «El océano: vida y medio de subsistencia«.
Mongabay Latam rescata en esta publicación algunas estrategias para ayudar a los pescadores a extraer recursos de una manera más sostenible y a los investigadores para trabajar de manera más eficiente en la protección de la vida marina.
Creando formas de pesca más eficientes
A pesar de todos los desafíos ambientales que aún siguen pendientes y de que el tiempo se agota para poder alcanzar las metas, algunos expertos señalan que es posible tener la esperanza de que los objetivos podrán cumplirse a tiempo, pues “estamos pasando de una época de relativamente pocos defensores de los océanos a una época de conciencia global de que nuestra supervivencia está vinculada a océanos saludables”, le dijo Eric Schwaab, vicepresidente senior de ecosistemas y océanos de la Environmental Defense Fund (EDF) a Mongabay EUUU en una entrevista.
Parte de esa conciencia es que existen diversos esfuerzos para lograr tener una pesca sostenible. Las iniciativas son variadas y van desde modificar las artes de pesca para evitar la sobreexplotación de especies, fomentar la organización de los pescadores incentivando el cumplimiento de las normas, hasta crear tecnologías para aumentar la vigilancia y la fiscalización, pero también para promover el intercambio de conocimiento y así crear métodos de conservación más eficaces.
Foto: Percy Bayona
Por ejemplo, en ciertas localidades del norte peruano como Máncora, Los Órganos, Ñuro y Cabo Blanco, algunos pescadores están probando un nuevo método de pesca que permite capturar exclusivamente la especie objetivo y reducir al máximo la pesca incidental. Es decir, que si lo que se busca es pescar atún, la técnica permitirá que únicamente sean capturados los atunes y no otras especies. Esto es importante porque cuando los barcos salen a pescar en sus redes caen todo tipo de peces, además de delfines, aves marinas, tortugas y hasta ballenas. Esta pesca, llamada incidental, es uno de los principales problemas que afecta a los océanos. De hecho, estudios científicos estiman que representa el 40 % de las capturas marinas globales y en América Latina es la principal razón por la que mueren todo tipo de tiburones.
El sistema que se busca implementar consiste en utilizar una caña de pescar al mismo tiempo que se instala en la embarcación una bomba que inyecta agua hacia el mar en forma de lluvia. Adicionalmente se van arrojando al agua pequeños peces vivos y “cuando los cardúmenes de peces ubican esto comienzan a comer y el pescador empieza a trabajar golpeando el mar con la punta de la caña”, explica Baltazar Chapilliquen, quien es ingeniero pesquero además de pescador.
El movimiento de la caña es rápido. Con un golpe se captura el pez, se levanta del agua y se lanza sobre la cubierta. Además, el anzuelo que se usa es especial y permite que el pescado se suelte rápidamente de él. Por lo que cuando el pescado llega a la cubierta inmediatamente la caña vuelve al mar. “Es una pesca tan rápida que cuando hay un buen cardumen se pesca muchísimo más rápido que con otras herramientas”, asegura el ingeniero que actualmente se encuentra realizando la consultoría para lograr implementar este proyecto del Ministerio de la Producción que ya “está funcionando con buenos resultados en Ecuador y es países asiáticos”, asegura.
El valor de esta técnica es que se trata de una pesca dirigida, asegura Chapilliquen, es decir, “no hay pesca incidental como con otros métodos”, señala.
En Colombia, Brasil, Surinam, Trinidad y Tobago, Costa Rica y México también se han introducido cambios en la tecnología de las redes de arrastre que capturan camarón gracias a un proyecto impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Dichos cambios consisten principalmente en hacer más grandes los agujeros del tejido de la red, mejor dicho, el enmalle, para que la fauna que no es objetivo pueda salir de ella. Con estas modificaciones se logró reducir hasta en un 20 % la pesca incidental y también el descarte, la acción de devolver al mar la pesca desechada por los pescadores, lo que también constituye un serio problema ya que muchas veces esa pesca llega al mar ya muerta.
Actualmente en México instituciones de enseñanza e investigación, el Centro de Estudios Tecnológicos del Mar de Campeche y la FAO están desarrollando también alternativas para aprovechar las especies que son capturadas incidentalmente en la pesquería de arrastre del camarón y que hoy son descartadas. En concreto, han desarrollado una nueva fórmula de embutido -a partir de la pesca de descarte- que sirve como carnada para extraer pulpo. Considerando que esta pesquería, la del pulpo, “es la más importante en la península de Yucatán, esta acción aportará grandes beneficios al disminuir el esfuerzo de pesca sobre las especies utilizadas actualmente como carnada”, señala la FAO en su sitio web. Es decir, se aprovecha la pesca incidental y así se reduce la presión sobre otras especies que solían ser explotadas para ser usadas como carnada.
Pescadores organizados
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la pesca artesanal en Latinoamérica es la trazabilidad. Es decir, la implementación de sistemas que permitan rastrear eficazmente a todos los intermediarios que participan en la cadena de suministro desde el momento en el que el pescado es capturado hasta que es consumido. Un buen sistema de trazabilidad permite saber qué se pescó, cómo, cuándo y dónde se hizo, así como también quién lo capturó, procesó y vendió. De esa manera es posible saber exactamente cuánto recurso se está extrayendo del mar y de qué especies y con esa información se puede, por ejemplo, administrar correctamente las pesquerías para evitar su sobreexplotación.
Al contrario, la falta de trazabilidad fomenta malas prácticas como los subreportes, es decir, que los pescadores declaren menos capturas que las reales o que caigan en la pesca ilegal. Esta actividad pesquera que se desarrolla “en la oscuridad” finalmente repercute en una sobreexplotación de los recursos.
Pescadores de merluza. Foto: Michelle Carrere
La organización Future of fish identificó que a través del mercado era posible fomentar la pesca sostenible creando incentivos para los pescadores que se ajusten a las normas y abandonen las malas prácticas. Diego Undurraga, director del programa en Chile, explica que lo que la organización está haciendo en ese país es “tratar de generar un mercado diferenciado que ponga en valor la pesca responsable”.
En concreto, lo que han hecho los miembros de Future of Fish, junto con el Centro de Pesca Responsable y pescadores artesanales de Duao y de San Antonio, fue crear una comercializadora de pesca responsable llamada Fundación Mi Caleta. La comercializadora tiene una tienda física en Viña del Mar y están haciendo algunos despachos en la zona de Viña del Mar, Valparaíso y ConCón, además de algunos pilotos de distribución en Santiago, la capital, donde se encuentra el grueso de la demanda. «Ahí lo que hacemos es comercializar exclusivamente productos sacados, procesados y vendidos directamente por comunidades de pescadores en Chile que nosotros sabemos que tienen buenas prácticas y que cumplen los estándares de trazabilidad”, explica Undurraga.
“El objetivo es habilitar los espacios para que los pescadores puedan tener acceso a estos mercados, a mejores precios y a través de ese incentivo se empiece a generar un círculo virtuoso de que todo lo que es pesca legal, bien acreditada y con buenas prácticas, se pague mejor”, explica el director de Future of Fish.
Pero para que esto funcione, una buena parte del trabajo tienen que hacerlo los consumidores. Muchas veces son ellos los que pueden promover un cambio de comportamiento en la cadena de suministro, asegura Undurraga. El problema, agrega, es que “hoy los consumidores en Chile saben muy poco de la situación precaria en la que están muchas pesquerías y también de los muy bajos sueldos que reciben los pescadores artesanales”.
Por lo mismo, el trabajo de la organización consiste en visibilizar la problemática para educar a la población y también entregar la solución. “Decirle a la gente, este es el problema y acá nosotros estamos tratando de generar mercados que habiliten una garantía para que tú estes seguro de que lo que estás consumiendo efectivamente es legal, [que] se le pagó un buen precio a los pescadores en la playa, el valor agregado quedó dentro de las mismas comunidades”, precisa Undurraga.
La tecnología como aliada
Aunque existen varias iniciativas que se están desarrollando para apoyar una pesca artesanal sostenible, los expertos de EDF observaron que no existía ningún espacio que reuniera todo ese conocimiento, sino que se encontraba disperso. Por lo mismo, la organización decidió crear una plataforma llamada SSF Hub donde se puedan encontrar las herramientas y los recursos que se están generando para apoyar la pesca sostenible. Además, la plataforma busca ser un puente entre pescadores artesanales de todo el mundo, un espacio donde puedan hacer preguntas, crear grupos de conversación y así aprender de las experiencias de sus pares.
Lo que busca la plataforma es utilizar herramientas digitales para trasladar a este espacio virtual una experiencia que EDF lleva un buen tiempo desarrollando en campo como, por ejemplo, los intercambios pesqueros, que consisten en llevar a un grupo de pescadores de una comunidad a otra para que compartan experiencias y aprendan los unos de los otros sobre sus aciertos y retos. “Muchas veces aunque son pesquerías bastante distintas, hay más cosas en común que diferencias y (los pescadores) pueden aprender muchísimo sobre cómo hacer una gestión más sostenible, cómo pueden tener mejor acceso al mercado o cómo pueden participar más activamente en la política pública”, cuenta Pamela Ruiter, gerente de SSF Hub .
“En lo personal me permitió poder dar a conocer la herramienta de la balsilla (una embarcación a vela con la que ancestralmente han pescado los pescadores artesanales de Cabo Blanco al norte de Perú) y que las personas me puedan hacer consultas, preguntarme cómo se usa”, cuenta Percy Bayona, pescador peruano de la Islilla y estudiante de ingeniería pesquera.
Aunque la plataforma está dirigida a pescadores, “sabemos que muchas veces hay barreras tecnológicas para que cualquier pescador pueda acceder”, dice Ruiter. Por ello, señalan que lo más probable es que sean «los líderes de esas comunidades, de las cooperativas o las personas de ONG y gobiernos, que está trabajando en el campo con los pescadores, los que van a ser los usuarios primarios”, explica Ruiter.
La pandemia, sin embargo, ha obligado a muchos pescadores a aprender a usar herramientas digitales para organizarse y seguir levantando proyectos a pesar de las restricciones, lo que ha favorecido a SSF Hub. “En un principio, como toda cosa cuando es nueva, está el temor para poder adaptarse. Pero con el transcurrir del tiempo, uno que otro pescador ha ido teniendo poco más de práctica con la tecnología y esto se va extendiendo para los demás pescadores”, cuenta Percy Bayona padre, quien ha tenido que aprender a utilizar plataformas como Zoom o Jitsi. “Al principio era un poco tedioso porque no se le entendía. Nosotros estábamos acostumbrados a trabajar de una manera tal que se nos hacía fácil y no había mucho conocimiento de la nueva tecnología que podía estar al servicio de la pesca”, explica.
Desde enero SSF Hub se está dando a conocer en varias comunidades en diferentes partes del mundo y ya está empezando a ver los primeros frutos. Por ejemplo, “una pesquería que trabaja con el pulpo en Portugal está empezando a conectar con otras pesquerías del pulpo en otras partes del mundo para aprender sobre cómo la están gestionando o cómo han podido tener mejor acceso al mercado”, cuenta Ruiter. Pero por ahora la conversación más activa es sobre la tecnología. De hecho, hay un grupo que está trabajando en el desarrollo de aplicaciones digitales que puedan ayudar a la venta más directa, cuenta la experta.
Hasta ahora la plataforma tiene más de 500 usuarios y casi 10 000 personas están visitando el portal, lo que ha sido “una respuesta bastante buena hasta ahora”, asegura Ruiter.
Las soluciones basadas en la naturaleza deberán triplicarse para 2030 y multiplicarse por cuatro para 2050, recomienda nuevo estudio internacional.
La necesidad de acelerar los flujos de capital hacia soluciones basadas en la naturaleza y hacer de esta un elemento central en el sector público y privado frente a desafíos sociales como la lucha contra las crisis climática y de biodiversidad, urge el nuevo estudio dado a conocer esta semana en Ginebra, Suiza.
La Iniciativa Económica de Degradación de la Tierra (ELD) de la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) en colaboración con Vivid Economics, instaron a gobiernos, instituciones financieras y empresas a superar esta brecha de inversión poniendo a la naturaleza en el centro de la toma de decisiones económicas en el futuro.
Encuentran que las inversiones anuales en soluciones basadas en la naturaleza deberán triplicarse para 2030 y multiplicarse por cuatro para 2050, a partir de la inversión en soluciones basadas en la naturaleza de US$ 133.000 millones de 2018.
Para Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el informees un llamado de atención para que gobiernos, instituciones financieras y empresas inviertan en la naturaleza, incluida la reforestación, la agricultura regenerativa y la restauración de nuestros océanos: Los países y líderes de la industria tendrán la oportunidad de hacerlo en las próximas cumbres relacionadas con el clima, la biodiversidad, la degradación de la tierra y los sistemas alimentarios, y en el contexto del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030.
Cerrar la brecha financiera a 2050
El estudio reporta que para poder cerrar esa brecha financiera de 4,1 billones de dólares a 2050 se necesitan transformaciones estructurales: Esto puede lograrse reconstruyendo de manera más sostenible después de la pandemia COVID-19, pero también desviando los subsidios dañinos a la agricultura y los combustibles fósiles y creando otros incentivos económicos y regulatorios.
Los investigadores recomiendan que invertir en la naturaleza apoya la salud humana, animal y planetaria, mejora la calidad de vida y crea empleos. La naturaleza actualmente solo representa 2,5% del gasto en estímulos económicos proyectado a raíz del COVID-19. Por tanto, el capital privado también tendrá que ampliarse drásticamente para cerrar la brecha de inversión, explican: El desarrollo y la ampliación de los flujos de ingresos de los servicios de los ecosistemas y el uso de modelos financieros combinados como medio para atraer capital privado se encuentran entre el conjunto de soluciones necesarias para que esto suceda, lo que también requiere que las entidades del sector privado compartan los riesgos.
Por sí solas, las soluciones basadas en los bosques, incluidas la gestión, la conservación y la restauración, requerirán US$ 203.000 millones en gastos anuales a nivel mundial, según el informe. Eso equivale a poco más de US$ 25 por año por cada ciudadano en 2021, por eso el llamado a unir las inversiones en acciones de restauración con el financiamiento de las medidas de conservación. Esto podría resultar, dicen, en aumentos del área forestal y agroforestal que sería la combinación de producción de alimentos y cultivo de árboles, aproximadamente 300 millones de hectáreas para 2050, en relación con 2020.
«La pérdida de biodiversidad ya le está costando a la economía global 10% de su producción cada año. Si no financiamos suficientemente las soluciones basadas en la naturaleza, se afectará la capacidad de los países para avanzar en otras áreas vitales como la educación, la salud y el empleo. Si no salvamos a la naturaleza ahora, no podremos lograr el desarrollo sostenible», Inger Andersen, directora ejecutiva PNUMA.
La publicación advierte que en las próximas cumbres sobre clima, la biodiversidad, la degradación de la tierra y los sistemas alimentarios, así como el lanzamiento del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de Ecosistemas el 5 de junio de 2021, brindan la oportunidad de aprovechar el impulso político y empresarial para alinear la recuperación económica con el Acuerdo de París y el Marco Mundial para la Diversidad Biológica posterior a 2020 y, por lo tanto, ser coherentes con los objetivos de limitar el calentamiento a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales y de detener y revertir la pérdida de biodiversidad.
Naturaleza, negocios e inversión
Los autores del informe afirman que en 2018 la inversión anual del sector privado en soluciones basadas en la naturaleza fue de US$ 18.000 millones. La financiación privada solo representa 14%, incluido el capital movilizado mediante cadenas de suministro agrícolas y forestales sostenibles, inversiones de capital privado, compensaciones por biodiversidad financiadas por el sector privado, capital filantrópico, financiación privada respaldada por organizaciones multilaterales y mercados de carbono relacionados con los bosques y otros usos de la tierra.
En el financiamiento climático, la inversión del sector privado representa la mayoría de los flujos de capital (56% según la Iniciativa de Política Climática). La ampliación del capital privado para soluciones basadas en la naturaleza es uno de los desafíos centrales de los próximos años, con un enfoque específico en invertir en la naturaleza para apoyar el crecimiento económico sostenible en el siglo XXI.
Resaltan que los inversionistas, desarrolladores, creadores de infraestructura de mercado, clientes y beneficiarios pueden desempeñar un papel en la creación de un mercado en el que las soluciones basadas en la naturaleza accedan a nuevas fuentes de ingresos, aumenten la resiliencia de las actividades comerciales, reduzcan los costos o contribuyan a la reputación y el propósito.
Si bien ya han surgido varias iniciativas impulsadas por el sector privado, el informe destaca la necesidad de que las empresas y las instituciones financieras sean cada vez más parte de la solución compartiendo el riesgo y comprometiéndose a impulsar las finanzas y la inversión en soluciones basadas en la naturaleza de una manera ambiciosa y con metas claras y plazos determinados.
Finalmente el informe aclara que las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza no pueden sustituir a la descarbonización de todos los sectores de la economía, pero sí tienen la capacidad de contribuir al ritmo y la escala requeridos en la mitigación y adaptación al cambio climático.
Muchos gobiernos aseguran públicamente que están comprometidos con la conservación de la biodiversidad en sus países, pero estas afirmaciones suelen entrar en contradicción con los modelos de producción que amplían la frontera agrícola, deforestan y degradan los suelos.
Antonio José Paz Cardona / Mongabay Latam
Plantas, animales y microorganismos forman parte de la biodiversidad del planeta. Y esta gran variedad es fundamental para el sustento y la vida de las civilizaciones. Por ejemplo, las Naciones Unidas estima que los peces proporcionan el 20 % de las proteínas animales a unos 3000 millones de personas, que más del 80 % de la dieta humana está compuesta por plantas y que aproximadamente el 80 % de las personas que viven en las zonas rurales de los países en desarrollo dependen de medicamentos tradicionales basados en plantas para la atención básica de la salud. Sin embargo, también resaltan que las tendencias negativas actuales en la biodiversidad y los ecosistemas serán obstáculos para el 80 % de los desafíos contemplados en ocho de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La pérdida de esta diversidad amenaza no solo la alimentación sino también a la salud, como se ha demostrado con la actual pandemia de COVID-19. Existen pruebas de que perder nuestra biodiversidad podría aumentar los casos de zoonosis —enfermedades transmitidas de los animales a los humanos—. “Los científicos sugieren que la degradación ambiental puede acelerar la diversificación y los procesos evolutivos de las enfermedades, ya que los patógenos se propagan fácilmente al ganado y los humanos”, asegura Naciones Unidas en un artículo del 2020.
El llamado mundial es a actuar ya. En este 2021, el eslogan del Día Internacional de la Diversidad Biológica es “Soy parte de la solución”; como un recordatorio de que las respuestas están en la naturaleza y que la biodiversidad sigue siendo indispensable en muchos de los desafíos del desarrollo sostenible. Mongabay Latam conversó sobre estos temas con el biólogo argentino Matías Mastrangelo, científico que, en 2019, colaboró en el informe reciente más completo sobre el estado mundial de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas, publicado por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).
Matías Mastrangelo es PhD en Biología de la Conservación de Victoria University of Wellington. Foto: Matías Mastrangelo.
¿Qué piensa de las acciones que vienen tomando los gobiernos para combatir la pérdida de biodiversidad?
Matías Mastrangelo (M.M.): Hay señales positivas de muchos gobiernos de incorporar toda la biodiversidad en sus políticas públicas. Lo que sucede en países latinoamericanos como los nuestros es que eso entra en conflicto con las actividades económicas que nos sustentan y ese es el gran desafío. La conservación de la biodiversidad no avanzará solo creando áreas protegidas en zonas remotas o tomando decisiones que tienen que ver solo con lo ambiental. Se necesitan cambios más profundos del sistema económico en que se sustenta el llamado desarrollo social.
Para darte un ejemplo concreto. Yo trabajo en la región chaqueña sudamericana y los gobiernos reconocen que son ecosistemas únicos importantes para la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio climático y se oponen a la deforestación. Pero luego, esos mismos gobiernos nacionales y provinciales son dependientes de actividades económicas que van en contra de los ecosistemas porque están basadas en la deforestación para ampliar la frontera agropecuaria. Los gobiernos tienen muchas contradicciones internas.
¿Cuáles son los ecosistemas y zonas que requieren mayor atención?
En los últimos 40 años, en Latinoamérica se han valorizado económicamente las regiones subtropicales y tropicales, cubiertas por ecosistemas boscosos muy diversos biológica y culturalmente. Se convirtieron en las nuevas reservas de tierra para la expansión de las actividades agropecuarias como la soya y la carne. Eso se ve sobre todo en los bosques secos en países como Argentina, Paraguay, Bolivia, Colombia y Ecuador. A nivel mundial los bosques secos son uno de los tipos de ecosistemas más amenazados y a la vez menos estudiados.
Hasta hace algún tiempo eran zonas sobre las que no había avanzado la agricultura pues la actividad se concentraba en zonas más templadas. Pero los cambios tecnológicos, climáticos y de infraestructura hicieron que las tierras del trópico tuvieran más valor para el sector privado porque tenían suelos fértiles que podían sostener monocultivos y extensiones de pasturas con un modelo de producción industrial de gran escala. Sin embargo, esa explotación es en el corto plazo ya que al remover la cobertura vegetal, después de un tiempo, se pierde esa fertilidad. Muchas veces lo que vemos es que donde había bosque seco hace 40 años, hoy tenemos prácticamente un desierto. Ya no está el bosque y tampoco está el sistema de producción porque se agotaron los recursos. Es una situación en la que perdemos todos.
¿Qué se puede hacer para velar por la conservación de la biodiversidad y al tiempo garantizar un aprovechamiento sostenible de los recursos naturales?
Lo más transformador sería que los países de nuestra región dejen de ser proveedores de materias primas para el resto del mundo. Pero esa es una situación geopolítica de mucha historia y que difícilmente va a cambiar en poco tiempo. Se deben fortalecer las economías regionales, que cada región aproveche sus ventajas comparativas y genere un desarrollo a escala local. Hoy encontramos que casi todo el centro del continente —la Amazonía, el Cerrado, la Chiquitania o el Chaco— está abocado a la misma actividad económica: exportar materias primas, principalmente granos y carnes para Asia y Europa. Eso lleva a una homogeneización de las regiones, de los paisajes y a la pérdida de la diversidad biológica y cultural.
Si esas regiones explotaran la riqueza natural y cultural que tienen y buscaran un desarrollo hacia adentro y no hacia afuera, se generarían motivos para conservar y enriquecer esa diversidad. La insistencia en generar materias primas de exportación lo único que hace es erosionar la diversidad porque hace que todos los paisajes sean iguales, monocultivos a gran escala manejados por los mismos tipos de actores que la mayoría de veces no son locales sino que son grandes empresas de otras regiones.
¿Esa tendencia de homogeneización del paisaje nos puede hacer más propensos a enfermedades zoonóticas?
Por supuesto. Ahora prestamos mucha atención a la aparición de enfermedades zoonóticas por lo que nos está pasando, y porque ocurre a nivel global pero, local y regionalmente, las poblaciones vienen sufriendo las consecuencias de la homogeneización de los paisajes desde hace mucho tiempo.
Esto nos hace más vulnerables a muchas cosas. Nos hace más vulnerables a desastres naturales como inundaciones y sequías. También a la aparición de plagas resistentes y de nuevos vectores de enfermedades, con la respectiva ampliación de sus zonas de distribución. Son un montón de cambios debido a que los ecosistemas pierden su diversidad y autorregulación. Algunas especies se benefician de esto, como es el caso de las especies invasoras.
¿Por qué se considera que las especies exóticas invasoras son uno de los grandes problemas para la biodiversidad mundial?
Antes de responderte, no hay que perder de vista que dentro de las cinco principales fuerzas transformadoras de los ecosistemas la principal es el cambio en los usos de la tierra, que está ligada con la deforestación, la degradación de los bosques y el reemplazo de coberturas nativas. Después de eso está el cambio climático, la contaminación y las especies invasoras. Son problemas graves que no actúan de forma aislada, sus efectos se suman y hacen más complejo el abordaje de la conservación. En ciertos ecosistemas el efecto de las especies invasoras es bastante importante.
¿Cuál es el efecto que generan?
Sus poblaciones aumentan desproporcionadamente porque no tienen predadores naturales o porque utilizan eficientemente algún recurso disponible en los ecosistemas. Afectan a especies nativas ya sea por competencia o por depredación y eso genera un cambio en las especies y sus poblaciones, que a la vez lleva a la modificación del ecosistema. Ese cambio en la composición y estructura del ecosistema cambia su funcionamiento.
Por ejemplo, la cantidad de cursos de agua que se generan en la zona andina son muy importantes para las poblaciones que viven en las zonas más áridas de la estepa de la Patagonia y esos cursos están siendo transformados en su recorrido, y en su cantidad y calidad de agua, por la presencia de especies invasoras como los castores. Transforman completamente el ecosistema en su estructura, funcionamiento y en los servicios que brinda a la sociedad. Se generan efectos en cascada, es decir, efectos que se van amplificando a medida que estas poblaciones invasoras crecen.
Uno de los llamados de la ONU en el Día Mundial de la Diversidad Biológica es a conservar pero también a restaurar. En una región como Latinoamérica, ¿qué acciones deberían priorizarse y dónde deberían focalizarse?
En aquellas regiones donde los ecosistemas nativos todavía conservan una buena representación y extensión en buen estado, los esfuerzos deberían concentrarse en la conservación de esos remanentes. Mientras que en regiones donde los ecosistemas ya han sido muy transformados y los ecosistemas remanentes ocupan poca superficie, ahí los esfuerzos deberían priorizar la restauración. Te doy dos ejemplos. La Selva Atlántica o paranaense que comparten Argentina, Paraguay y Brasil, de la cual se ha perdido más del 90 %, necesita una restauración prioritaria a gran escala, a nivel de paisaje. En cambio, en regiones como el Gran Chaco, donde se vienen perdiendo millones de hectáreas, pero que todavía hay más de un 50 % del bosque en pie, los esfuerzos de protección deberían ir dirigidos a conservar esos remanentes, a impedir que se siga transformando lo que queda.
También es cierto que hay ecosistemas muy importantes en ciertas zonas como la montaña alta, la cabecera de una cuenca o los alrededores de las ciudades donde los ecosistemas prestan más servicios y beneficios para la sociedad, ahí también debería priorizarse la restauración.
Algunos autores vienen hablando de un concepto denominado ‘plant blindness’ o ceguera hacia las plantas. ¿Por qué cree que suele haber un mayor interés por programas de conservación de fauna y las plantas parecen quedar relegadas a un segundo plano?
Efectivamente, muchas veces creo que es así y por eso los grupos con los que trabajo, incluso IPBES, tienen una orientación a la conservación a nivel de ecosistemas, no a nivel de las especies. Ese es un paradigma que ya está un poco en desuso porque se mostró que no es el mejor abordaje o el que genera mejores resultados, era una forma de trabajo sobre todo en los años ochenta. Es necesario conservar los ecosistemas completos para que las especies que allí habitan puedan persistir en el tiempo.
Sin embargo, muchas veces es cierto que la conservación de especies que tienen un valor estético, o son carismáticas, como el jaguar, se utilizan como especies bandera. Son muy atractivas para las personas y generan mucha empatía de conservación, de esa manera sirven para generar una apropiación por parte de la sociedad, que en última instancia apunta a la conservación de los hábitats, los ecosistemas y los paisajes. Por ejemplo, hoy en día el jaguar es un emblema para la gente del Chaco argentino; es una especie que de cierta forma ayuda a conservar todo el ecosistema.
El biólogo argentino Matías Mastrangelo participó en el informe IPBES sobre biodiversidad en 2019. Foto: Matías Mastrangelo.
En octubre se hará la COP 15 sobre biodiversidad y se evaluará el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 (metas AICHI). ¿En qué considera usted que se avanzó y en qué se retrocedió?
Hay bastantes estudios que analizan el cumplimiento de los objetivos de Aichi y la mayoría coincide que muchos no se han alcanzado. Sin embargo, hay que tener en cuenta las diferencias a nivel continental. Muchas veces sucede que los objetivos de conservación avanzan en países desarrollados de Europa, Norteamérica o Asia, pero eso tiene su correlato directo con una pérdida y una degradación de esa misma biodiversidad, ecosistemas y ambiente en países de Latinoamérica, África o el sudeste de Asia.
Los países ricos suelen deslocalizar la producción de alimentos, los importan de otros países y eso es equivalente a exportar degradación ambiental. Esa tierra que se usa para producir granos o carne en Latinoamérica genera impactos en esta región pero les ahorra esos impactos ambientales a los países ricos. Cuando se hacen análisis sobre el avance o el retroceso de la conservación siempre hay que preguntarse dónde y por qué. El avance en algunos lugares podría relacionarse con un retroceso mayor en otras zonas y el balance neto a nivel global podría ser negativo.
¿Resaltaría algunos proyectos de conservación de biodiversidad que estén mostrando resultados positivos actualmente?
Hay muchos y seguramente yo solo conozco algunos. En la Selva Atlántica de Brasil hay proyectos muy interesantes que están dando muchos resultados a nivel de restauración de paisaje: grandes extensiones de tierra, muchas de las cuales pertenecen a privados que se alían con organismos gubernamentales, ONG y grupos de investigación para trabajar en áreas críticas como márgenes de los ríos y otros puntos importantes en provisión de servicios ecosistémicos.
Esto va generando una conexión de áreas que se traduce en corredores a nivel regional que también se unen a áreas protegidas y tierras de pueblos originarios. Esto es muy importante porque conservar y restaurar solo en las áreas protegidas no es suficiente.
Imagen superior: Paraba de frente roja (Ara cuprogenys) , endemismo de los Valles Interandinos de Bolivia. Tomina Chica, Chuquisaca, Bolivia
ALIANZA INFORMATIVA MONGABAY LATAM – RED PRENSA VERDE
Este año, elGlobal Big Day (GBD)se vivió nuevamente de una manera atípica. Luego de que en el 2020 este evento mundial de observación de aves se realizara en medio de una cuarentena mundial por la pandemia del Covid-19, la reciente versión del GBD llegó cuando el planeta aún enfrenta al coronavirus, pero, además, cobró relevancia en Colombia en medio de la ola de violencia que se vive en el país.
Los resultados de lo que fue este evento mundial se dieron a conocer el jueves 13 de mayo y según el e-bird –el portal del GBD– en esta oportunidad se estableció un nuevo récord en la cantidad de participantes. Fueron 51 816 personas en 192 países que registraron 7234 especies de aves en un solo día.
Jóvenes se unieron al Imágenes en Panamá. Personas tomando las medidas de seguridad se unieron al Global Big Day. Foto: Asociación de Iniciativas Ambientales para el Desarrollo Comunitario.
Esta vez el primer lugar, en cuanto a número de especies avistadas, lo ocupó Perú con 1351 registros, luego de posicionarse cuatro años consecutivos en el segundo lugar. Colombia conquistó la segunda ubicación con 1190 registros, tras cuatro años de liderar este ranking. El top cinco se completa con Ecuador (1114), Brasil (985) y Bolivia (889).
En la lista de los diez primeros lugares también están México, en séptimo lugar, con 772 registros; Venezuela con 756 especies de aves en el puesto ocho; y Argentina con 750 registros en el noveno lugar. En total, ocho países Latinoamericanos forman parte del top 10 del Global Big Day 2021.
Después de que el año pasado se viviera un Global Big Day desde las casas observando aves a través de las ventanas, en balcones, jardines y parques, en esta ocasión fotografías de personas provistas de binoculares y mascarillas se han visto en todo el mundo. Pero a diferencia del año anterior, las redes sociales se llenaron también de mensajes de colombianos anunciando que no participarían como protesta por los actos de violencia registrados durante el paro en su país como por los continuos asesinatos de líderes sociales.
Colombia: la decisión de apoyar las protestas
El hashtag #CuelgoMisBinocularesPorColombiaempezó a circular días antes del 8 de mayo, fecha establecida por The Cornell Lab –institución que organiza el GBD– para el evento.
El Global Big Day de este año en Colombia estuvo dedicado a Gonzalo Cardona. Foto: Global Big Day Colombia.
Se trataba de una decisión adoptada por científicos y ornitólogos ante la respuesta violenta del gobierno de Colombia contra miles de personas que salieron a las calles a protestar por la reforma tributaria que impulsó la gestión del presidente Iván Duque.
«En esta ocasión, nos unimos muchos de los observadores de aves de Colombia como una muestra de protesta ante los actos de violencia que han sucedido en el país en tantos años y que esta sucediendo en estos momentos en contra de los protestantes que van de manera pacifica en las ciudades, y han sido atacados por la Policía y las Fuerzas Armadas», dice la bióloga Natalia Ocampo desde Colombia.
Ocampo mencionó que las manifestaciones en Colombia fueron también para expresar su rechazo a «los asesinatos de líderes sociales, entre ellos quienes han cuidado la biodiversidad y, en especial las aves, como Gonzalo Cardona, el guardián del loro amarillo, asesinado este año». La bióloga agrega que «ha sido una iniciativa de muchos ornitólogos y de muchas personas cansadas de la violencia en el país».
Mensajes en todas las redes sociales expresaban su rechazo a la violencia desatada desde el 28 de abril en Colombia y que lleva casi tres semanas con un saldo hasta el momento de 42 fallecidos y más de 15 desaparecidos.
Afiches con mensajes como «En Colombia no podemos volar con las alas rotas, nos están matando» y «No se puede celebrar el día mundial de las aves en un país donde el estado nos está cortando las alas», se repetían en las redes sociales.
También científicos y ornitólogos que se unieron a esta protesta simbólica escribieron mensajes como: «Hoy en el #GlobalBigDay2021 no estaré contando aves y sumando a los totales del campeón en aves Colombia. Nuestro país duele y pide a gritos un cambio», «Que la comunidad científica internacional se entere de lo que está pasando. Si este año no hay lista del país con más aves del mundo es porque está en medio de un genocidio» y «#NingúnAveCuenta si se cuenta sobre la sangre derramada de los colombianos».
El loro orejiamarillo, la especie a la que dedicó su vida Gonzalo Cardona. Fotografía tomada del portal web de la Fundación ProAves.
Según los resultados del e-bird, el país con mayor cantidad de especies de aves en el mundo quedó en segundo lugar, detrás de Perú que luego de cuatro años volvió al primer puesto.
Mauricio Ossa, director de Birds Colombia e integrante de la Coordinación Nacional del GBD Colombia, dijo que desde el equipo central de coordinación invitaron a la comunidad a que decida libremente si sale y participa del GBD o se une a quienes decidieron no salir a buscar aves.
«Las que no han querido salir lo han expresado libremente, por solidaridad con el paro y con lo que se esta viviendo. Otros salimos para honrar la vida de Gonzalo Cardona», señala Ossa.
Colombia dedicó este Global Big Day al ambientalista y conservacionista dedicado a la protección de aves Gonzalo Cardona, conocido como el ‘guardián del loro orejiamarillo’ —Ognorhynchus icterotis— a quien mataron en enero de este año cuando retornaba de visitar a su familia por Año Nuevo.
#HonrandoAGonzaloCardona ha sido también uno de los hashtags que este año aparecían en los afiches del evento en Colombia y mensajes como «por un país donde cuidar y proteger la naturaleza no sea una cuestión de vida o muerte», daban cuenta del homenaje al conservacionista que estaban haciendo los observadores de aves en el GBD.
«Gonzalo Cardona hizo mucho por la conservación y por eso decidimos levantar la voz por su asesinato», comenta Ossa. «Hay que alzar la voz para estar en contra de la violencia sea donde sea», agrega el experto en aves.
Con los resultados obtenidos, Ossa reflexiona sobre lo que significa Latinoamérica para el planeta. «Estamos en un sitio privilegiado y las cifras no mienten. Ahora nos toca trabajar en conjunto para mejorar la información que subimos al portal e-bird. Mientras mas personas miremos las aves, será mucho mejor», comenta sobre lo que toca a los países latinoamericanos en la conservación de su avifauna.
El biólogo e investigador Diego Calderón considera que la decisión de muchos observadores de aves de no salir o salir y no subir sus listas en el GBD ha sido una de las formas en que la ‘pajarería’ colombiana puede decidir cómo impactar en las decisiones sobre los problemas en el país. «Estamos en Colombia en tiempos muy difíciles y precisamente si las aves nos conectan es bueno tornarlas en una forma de protesta y descontento».
Perú lideró la competencia
«Ahora existen grupos locales que se organizan para salir a observar aves. Las personas coordinan en cada lugar. Y este año han sido muy activos los guardaparques del Sernanp [Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas]», asegura Fernando Angulo, integrante del Centro de Ornitología y Biodiversidad (Corbidi) y uno de los impulsores del GBD desde su primera versión.
El colibrí rutilante o chillón común (Colibri coruscans) observado en la Reserva Nacional de Calipuy, en La Libertad, Peru. Foto: Sernanp.
Angulo señala que los guardaparques del Sernanp han sido quienes más especies de aves han registrado en el e-bird. En efecto, una revisión de la página del GBD muestra que el Sernanp aportó 1003 especies para la cuenta total de Perú.
«Perú ha quedado en primer lugar sumando esfuerzos espontáneos y grupos locales. Hubo una participación intensa en el centro de Perú», destaca Angulo y agrega que debido a la pandemia por el coronavirus no se organizaron desplazamientos largos o a zonas lejanas, sin embargo, eso permitió que se realizaran rutas locales y aumentaran los registros en esas zonas.
En las listas del e-bird se observa que en elParque Nacional el Manu y en la Reserva de Biósfera del Manu se registraron la mayor cantidad de especies.Otro grupo que destaca en la lista del GBD es el Club de Avistadores de Aves de Loreto, una iniciativa local que logró registrar 340 aves.
Guardaparques de Santuario Nacional de Ampay participaron en el Global Big Day. Foto: Santuario Nacional de Ampay.
«Cada año participa más gente, no solo los expertos. Hay personas que se sumaron el año pasado en plena cuarentena y se apasionaron por esta actividad», cuenta Angulo, quien este año se sumó desde Tahuamanu, en Madre de Dios, y logró registrar «la cotinga de cara negra, una especie no muy común en la selva sur del Perú».
Desde el Santuario Nacional de Ampay, el jefe de esta área protegida, Jaime Valenzuela, cuenta que hace tres años decidieron en Sernanp participar de forma coordinada en todas las áreas protegidas.
«Ampay es importante para la conservación de aves porque alberga alrededor de diez especies endémicas, hay mucho endemismo y eso la hace atractiva para observadores de aves e investigadores», cuenta el jefe de la reserva, quien agrega que este año invitaron a un equipo de tres jóvenes de la Asociación de Observadores de Aves de Apurímac para que se una al grupo de guardaparques que salió en el GBD. «En total fueron seis personas que organizaron dos rutas y lograron avistar 63 especies», menciona.
Un evento mundial que suma adeptos
Desde Panamá, la Asociación de Iniciativas Ambientales para el Desarrollo Comunitario (AIA el Retiro), que reúne a jóvenes en la provincia de Coclé, organizó un grupo de seis personas que recorrió su comunidad provistos de binoculares, cámaras y mascarillas.
Un grupo de jóvenes se organizó en la provincia de Coclé, en Panamá. Foto: Asociación de Iniciativas Ambientales para el Desarrollo Comunitario.
«Durante nuestro recorrido pudimos observar diferentes especies de aves, sin embargo, la mayor sorpresa vino de las personas de la comunidad, de los vecinos, de los niños que salían cuando nos veían en la calle para preguntar qué hacíamos», cuenta Viviana Rodríguez, responsable de la asociación.
Rodríguez menciona que uno de los vecinos les contó que en su casa había un ave que tenía su nido allí, pero que él nunca se había detenido a mirar cómo era ni los colores que tenía. «Más allá de ver las aves, el GBD nos llevó a vivir una experiencia distinta y acorto esa distancia que tenemos los seres humanos con nuestro entorno».
Rosabel Miró, directora ejecutiva de la Sociedad Audubon de Panamá, comenta sobre las experiencias de algunas personas que el año pasado, durante la cuarentena, se unieron por primera vez a esta actividad, como ha sido el caso de Yesenia Ortega que el año pasado lo hizo desde su casa y esta vez sí se animó a salir al campo. «Luego de su reciente ‘encuentro con las aves’ participó por primera vez ‘en campo’ en un GBD. Su emoción fue total al encontrarse con gente que solo conocía por chat y ver aves hermosas que solo las había visto en los libros».
Una de las aves que logró observar Yesenia Ortega en su primera salida al campo. Foto: Yesenia Ortega.
Miró también cuenta la experiencia de un grupo de jóvenes de la provincia de Bocas del Toro, «un lugar donde llovió durante todo el sábado 8 de mayo, pero aún así lograron reportar tres especies de aves que no habían sido registradas en versiones anteriores. Una de las especies se vio por primera vez en Panamá hace más o menos tres semanas».
Yesenia Ortega también cuenta que desde hace años quería unirse al grupo del GBD en Panamá, pero siempre tenía una excusa los domingos que hacían las reuniones. «El año pasado, en abril, en mi jardín, vi cómo llegaban diferentes especies de aves y pensé: ellas siempre han estado aquí y yo no las he detallado, ni observado, ni escuchado… solo las veía”, dice Yesenia Ortega desde Panamá.
Ortega menciona que este año una de las expertas la invitó a formar parte de su equipo y fueron a uno de los spots con mayor afluencia de aves en Panamá. «Simplemente, pude enriquecer mis conocimientos auditivos y visuales de las aves. Ya no solo reconozco a los bellos dueños de mi jardín, aves comunes, sino a las aves migratorias y hemos estado pendientes de los nidos». En cuanto a las especies que esta vez logró observar, Yesenia dice «la Blue cotinga (Cotinga nattererii) me robó el corazón, vimos una familia completa hembra, macho, inmaduro en pleno cambio de plumaje. Y el crane hawk, cuando cantó, fue espectacular».
La experiencia en Panamá permitió a los jóvenes de la provincia de Coclé conectar con su comunidad. Foto: Asociación de Iniciativas Ambientales para el Desarrollo Comunitario.
Rodrigo Soria, director de la Asociación Armonía de Bolivia, cuenta que el GBD de este año ha superado lo alcanzado por el país en el 2020.
«Este año ha sido el número de registros más alto para Bolivia y en términos de listas también. Ha sido un año muy positivo para Bolivia», comenta Soria sobre las 889 especies que ha registrado el país en el e-bird.
Soria también comenta que la pandemia no permite organizar grupos grandes ni salir a lugares lejanos, pero que eso no ha impedido que más gente se una a esta experiencia.
El equipo en el que participó Yesenia Ortega. Foto: Carlos Nieto.
Según el registro del portal del GBD la mayor cantidad de aves en Bolivia, mas de 200, se registraron en el Parque Nacional Madidi, una de las áreas naturales más biodiversas del planeta.
«Las aves nos sorprenden e inspiran constantemente, y también garantizan que no existan dos Global Big Day iguales», se lee en el portal del GBD que este año alcanzó los mil millones de registros desde su creación.
Imagen superior: Asociación de Iniciativas Ambientales para el Desarrollo Comunitario.
Los pesticidas y fertilizantes utilizados por la agroindustria, así como la introducción de insectos exóticos para el control de plagas y polinización junto con la eliminación de la flora nativa para la instalación de monocultivos, amenazan la sobrevivencia de las abejas.
Chile central es considerado un hotspot o punto caliente de biodiversidad debido a su alta tasa de endemismo, es decir, de especies que no habitan en ningún otro lugar del mundo. Prueba de esta peculiaridad, son las abejas. Cerca de 450 especies se han descrito para Chile aunque se cree que hay unas 800 en total. De ellas, un 70 % son endémicas. Sin embargo, muchas de estas abejas se encuentran en serio peligro debido, principalmente, a la pérdida de hábitat provocada por la expansión de la agricultura intensiva y la urbanización.
Aunque no se sabe con exactitud qué tanto se han reducido las poblaciones de abejas en Chile, sí se sabe que hay una tendencia global a la disminución de ellas, así como de los insectos en general. De hecho, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Radboud, en Países Bajos, y por la Sociedad Entomológica Krefeld, en Alemania, asegura que en tan solo tres décadas la población de insectos se redujo en un 75 %.
Esta pérdida de biodiversidad, principalmente de aquellas especies que son polinizadoras como las abejas, es preocupante debido, entre otras cosas, a que “el 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización”, asegura las Naciones Unidas
Para crear conciencia sobre la importancia de proteger los polinizadores, el 20 de mayo de cada año se celebra el Día Mundial de las Abejas.
El peligro de la pérdida de hábitat
La acción de arrancar las plantas nativas e instalar otras, todas de la misma especie, es conocida como homogeneización del paisaje y tiene serios impactos en la sobrevivencia de las abejas.
“En general, las abejas dependen de múltiples especies florales para sobrevivir. Si tienes pocas especies florales, o peor una sola, no vas a cubrir los requerimientos nutricionales de las abejas que viven allí”, explica la entomóloga Patricia Henríquez-Piskulich. Pero además, “puede ser que simplemente no sean compatibles las plantas que se están integrando en ese sistema y que las abejas no logren completar sus ciclos de vida”.
Por otra parte, el impacto también ocurre bajo tierra. Alrededor del 70 % de las abejas nativas en Chile nidifican en el suelo y “cuando un agricultor decide destruir toda la flora nativa y dejar solamente su planta de interés, gran parte de las especies que nidifican en el suelo pierden su hábitat”, asegura Cristian Villagra, profesor del Instituto de Entomología de La Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Lo que ocurre, explica el entomólogo, es que las abejas “ocupan resinas y aceites naturales que producen ciertas flores para impermeabilizar su nido y de esa forma poder sobrevivir a cambios de humedad”. Si las características del entorno cambian y las abejas ya no pueden acceder a aquellas flores que le proveen esa resina, “estoy reduciendo las posibilidades de que sobrevivan”, señala el experto, ya que no podrán nidificar.
Foto: Hugo Monzon -abejasnativaschile.cl/
Pero, además, “cuando se elimina la cobertura vegetal nativa llegan las plantas exóticas”, dice el experto, y lo que han descubierto los científicos es que cuando ello ocurre las abejas también sufren.
Henríquez-Piskulich investigó cómo la flora exótica altera la composición de las especies de abejas nativas en zonas de altura, específicamente en Los Andes. Sus hallazgos dan cuenta de que donde hay mayor abundancia de flora introducida, la proporción de abejas pequeñas es mayor y la proporción de abejas más grandes es menor. La implicancia de esto tiene que ver con que el tamaño corporal está asociado a la distancia de forrajeo, señala la experta. “Las abejas pequeñas tienen un límite acotado hasta donde pueden volar de acuerdo al sitio donde nidifican. Entonces, puede ser que esta mayor cantidad de abejas pequeñas se encuentre en donde hay mayor abundancia de flora introducida porque no son capaces de ir más lejos en busca de otros recursos”, explica. Como consecuencia, esto puede afectar el servicio de polinización que estos insectos proveen y, por lo tanto, afectar la reproducción de ciertas plantas.
Abejas con problemas cognitivos
Los fertilizantes y pesticidas también tienen efectos dañinos en las abejas. “Se ha demostrado que los herbicidas son muy dañinos para el ecosistema, que contaminan el suelo lo que daña directamente la progenie (descendencia familiar) de la abeja”, dice Villagra.
Según explica el entomólogo, “en los últimos años se ha descubierto algo muy preocupante que es que ciertos pesticidas, como el glifosato, pueden perturbar la microbiota del tracto digestivo de abejas lo que repercute en el aumento de su mortalidad”. Además, también se descubrió hace algunos años atrás que existen ciertas especies de abejas nativas que necesitan de microorganismos que están en la tierra para producir su metamorfosis, asegura el científico. El proceso ocurre así: la abeja lleva a su nido una bolita de polen que luego será colonizada por bacterias y microorganismos. Luego, la larva se come el polen, incluyendo ese paquete microbiológico, lo que le permite completar su metamorfosis. “Entonces cuando existe contaminación por pesticidas que tienen un rol fungicida, podría ser altamente perjudicial”, dice Villagra, ya que se estarían eliminando los organismos que ayudan a la metamorfosis.
Foto: Hugo Monzon -abejasnativaschile.cl/
Pero, además, según explica el científico, los impactos que estos productos tienen en los insectos no tienen que ver necesariamente con la muerte de los mismos, sino con daños genéticos que pueden incluso heredarse. “Se alteran procesos de desarrollo, cognitivos e incluso fisiológicos que en su conjunto lo que hacen es reducir la viabilidad del insecto”, explica Villagra. Así, por ejemplo, “si un insecto necesita volver a su nido, pero está alterado en su neurobiología lo que ocurre es que se va a perder. No va a poder volver a su casa y se va a morir de hambre”, dice el experto.
Un problema agregado es que ese tipo de daño muchas veces no es considerado a la hora de evaluar si el producto impacta la biodiversidad. Según el entomólogo, las pruebas de calidad consisten en aplicar dosis subletales: “meten al bicho en una caja, lo asperjan con el pesticida y si no se murió entonces el producto está bien”, pero los impactos cognitivos producidos no son registrados, dice.
Además de los fertilizantes y pesticidas, la agricultura industrializada también utiliza insectos manejados o exóticos para polinizar y para controlar plagas. Es el caso del Bombus ruderatus y Bombus terrestris, dos abejorros exóticos que son importados a Chile a pesar de que la ciencia ya ha demostrado que están provocando daños en las abejas nativas como en el abejorro colorado (Bombus dahlbomii), que se encuentra En Peligro según la Unión Internacional para Conservación de la Naturaleza.
“El B. terrestris ha producido la declinación de hasta un 99,4% de la abundancia relativa del abejorro nativo B. dahlbomii, y de cerca de un 40% de la abeja melífera asilvestrada”, señala una investigación publicada en 2018 en la revista científica Gayana. Además, el artículo precisa que “durante el forrajeo B. terrestris daña muchas especies de plantas tanto silvestres como de cultivos, disminuyendo además la cantidad de néctar disponible para otras abejas, insectos y aves nectarívoras que podrían actuar como agentes polinizadores”.
Mongabay Latam envió preguntas al Ministerio de Agricultura para saber por qué se siguen importando estos insectos a pesar de que la ciencia ya ha demostrado sus impactos negativos. Sin embargo, hasta la publicación de esta historia el Ministerio no entregó respuesta.
Agroecología: un camino hacia la solución
Aunque todavía no hay estudios que hayan demostrado que todos estos impactos están disminuyendo la producción de alimentos, sí los hay sobre la efectividad polinizadora. Por lo mismo, “uno sí puede hipotetizar que si desaparecen los polinizadores, voy a tener menor productividad”, dice Henríquez-Piskulich.
Para solucionar este problema, científicos señalan la necesidad de avanzar hacia un modelo agroecológico que comprende tres etapas: la primera es potenciar la eficiencia del ecosistema utilizando menos insumos agrícolas como pesticidas o fertilizantes. La segunda es sustituir aquellos productos por otros que pueden ser utilizados en agricultura ecológica y por último es necesario evitar los monocultivos integrando diferentes productos en un mismo espacio.
Es necesario “combinar áreas de cultivo con áreas nativas. No hacer grandes extensiones de plantaciones, sino que tener parches mezclados con hábitat nativos”, dice Henríquez-Piskulich. Al respecto, Villagra cuenta que han realizado muestreos en zonas de Parral y el Maule “y es muy sorprendente ver que donde hay zonas donde los agricultores han dejado bosquecito, la cantidad de densidad de insectos beneficiosos como las abejas nativas es mucho mayor. Es increíble la diferencia que hay”, dice.
Ese es el caso también de Alejandro Donoso, un agricultor que tiene una empresa familiar llamada @lapitru_ en un campo de 35 hectáreas ubicado en la comuna de Maipú, en los límites de la capital, Santiago. Allí, siembra tomates, berenjenas, pimientos, ají, papas, zapallos, pepinos, sandias y melones, entre otras hortalizas. En total son unos 20 artículos que van rotando en el área donde lo primero que hizo, dice, fue “arrancar de los plaguicidas”.
El sistema de producción de la familia de Donoso se sustenta en el principio de que sea la propia tierra la que permita lograr cultivos sanos y un negocio próspero. Para lograrlo son diversas y complementarias las estrategias que utiliza, pero una de ellas son los corredores biológicos, líneas de árboles nativos y frutales de diferentes alturas que atraviesan el campo y se cruzan entre ellos formando caminos por donde transitan aves, insectos y otros animales. “También tenemos bandas florales que vamos metiendo dentro de los cultivos”, dice Donoso, y prestan a su vez diversas utilidades. “Por ejemplo tenemos unas bandas florales que nos permiten frenar el viento y a la vez hacer controles de monitoreo para el vuelo de la arañita (una de las enfermedades más comunes en las hortalizas)”, cuenta el agricultor. Con el tiempo, todas esas estrategias no solo le han traído buenos resultados económicos y productivos sino que han permitido restaurar el ecosistema y atraer distintas especies de abejas nativas.
“No estamos diciendo que se tiene que acabar la agroindustria, sino que estas medidas se tienen que tomar como un buffer (o amortiguamiento) para que todos los efectos que se saben son dañinos para la biodiversidad y para la salud humana puedan ser disminuidos”, dice Villagra.
Imagen superior: Foto: Hugo Monzon – abejasnativaschile.cl
«A menos que la humanidad cambie la forma de producir alimentos, la pérdida de biodiversidad en el planeta seguirá acelerándose».
El sistema alimentario global es el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad y en este sentido la agricultura ha sido identificada como una amenaza para 24.000 de las 28.000 (86%) especies en riesgo de extinción.
Así lo revela el informe Impactos del sistema alimentario en la pérdida de biodiversidad, elaborado por el Instituto Chatham House, con sede en Londres, dedicado a apoyar a gobiernos y sociedades en la construcción de políticas sostenibles. Este fue apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA ) y la organización Compassion in World Farming (Compasión en la agricultura mundial), líder en el bienestar de los animales de ganadería y a la producción de alimentos sostenibles.
“En las últimas décadas, nuestros sistemas alimentarios han seguido el paradigma de producir más alimentos a menor costo mediante el aumento en el uso de insumos como fertilizantes, pesticidas, energía, tierra y agua. Este modelo conduce a un círculo vicioso: el menor costo de producción crea una mayor demanda de alimentos que también deben producirse a un bajo costo a través de una mayor intensificación y un mayor desmonte de tierras”.
Indica también que los impactos de producir más alimentos baratos no se limitan a la pérdida de biodiversidad. El sistema alimentario mundial es uno de los principales impulsores del cambio climático y es responsable de alrededor de 30% del total de emisiones producidas por el hombre.
Actualmente la tasa global de extinción de especies es la más alta de los últimos 10 millones de años.
“Nuestro sistema alimentario actual es un arma de doble filo, moldeada por décadas por el paradigma de producir más alimentos, de forma rápida y barata, sin tener en cuenta los costos ocultos para la biodiversidad –y sus servicios de soporte vital–, y nuestra propia salud. Cambiar la forma en que producimos y consumimos alimentos es una prioridad urgente: necesitamos transformar los patrones alimentarios mundiales, proteger y reservar tierras para la naturaleza y cultivar de una manera más respetuosa con la naturaleza», manifestó Susan Gardner, directora de la División de Ecosistemas del PNUMA.
Sugieren tres acciones
El informe describe tres acciones necesarias para la transformación del sistema alimentario en beneficio de la biodiversidad, y establece recomendaciones para incorporar la reforma del sistema alimentario en los procesos políticos de alto nivel sobre naturaleza que se desarrollan este año.
Según el nuevo informe, reformar los sistemas alimentarios es una cuestión de urgencia y debe centrarse en tres acciones interdependientes:
En primer lugar, los patrones dietéticos globales deben avanzar hacia dietas más ricas en vegetales, principalmente debido al impacto desproporcionado de la ganadería sobre la biodiversidad, el uso de la tierra y el medio ambiente. Tal cambio, junto con la reducción del desperdicio mundial de alimentos, reduciría la demanda y la presión sobre el medio ambiente y la tierra, beneficiaría la salud de las poblaciones de todo el mundo y ayudaría a reducir el riesgo de pandemias.
En segundo lugar, es necesario proteger más tierras y preservar áreas exclusivamente silvestres. Mayores beneficios para la biodiversidad se producirán cuando preservemos o restauremos ecosistemas completos. Por tanto, debemos evitar la conversión de tierras para la agricultura. Los cambios en la dieta humana son esenciales para preservar los ecosistemas nativos existentes y restaurar aquellos que han sido eliminados o degradados.
En tercer lugar, debemos cultivar de una manera más respetuosa con la naturaleza y que sustente la biodiversidad, limitando el uso de insumos y reemplazando el monocultivo con prácticas agrícolas de policultivo.
El cambio dietético es necesario para devolver la tierra a la naturaleza y permitir la adopción generalizada de una agricultura amigable con el ambiente. Cuanto más se adopte esta primera acción, más margen habrá para las otras dos recomendaciones, asegura el reporte.
Opinan expertos mundiales
Tim Benton, director de investigación sobre riesgos emergentes de Chatham House: “El uso de la tierra con fines de explotación es el origen de las principales amenazas para la biodiversidad. Estas son impulsadas por la demanda económica de producir cada vez más alimentos ricos en calorías, pero nutricionalmente pobres, a partir de unan diversidad cada vez menor de productos cultivados a gran escala.
Estos productos básicos sustentan un sistema alimentario derrochador que no nos nutre, socava la biodiversidad e impulsa el cambio climático”.
El informe fue dado a conocer en un evento mundial donde el director ejecutivo de Compassion in World Farming, Philip Lymbery, advirtió que en un momento en el que gran parte del mundo continúa luchando contra la pandemia de COVID-19, nunca ha sido más obvio que el bienestar de las personas y los animales, silvestres y criados, está entrelazado.
“Como muestra este nuevo informe, el futuro de la humanidad depende de que vivamos en armonía con la naturaleza. Necesitamos trabajar con la naturaleza, no contra ella. Nunca ha sido tan oportuno para nosotros darnos cuenta de que proteger a las personas significa proteger también a los animales. El futuro de la agricultura debe ser respetuoso con la naturaleza y regenerativo, y nuestras dietas deben ser más basadas en plantas, saludables y sostenibles. Sin poner fin a las granjas industriales, corremos el peligro de no tener ningún futuro».
Jane Goodall, PhD, Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico, fundadora del Instituto Jane Goodall y Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas: “La cría intensiva de miles de millones de animales a nivel mundial daña gravemente el medio ambiente, provoca la pérdida de biodiversidad y produce enormes emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global.
Las inhumanas condiciones de hacinamiento no solo causan un sufrimiento intenso a los seres sensibles, sino que permiten la transferencia de patógenos de animales a humanos, lo que crea el riesgo de nuevas enfermedades zoonóticas. Por motivos éticos, debería eliminarse lo antes posible».
La región ha sufrido una reducción del 94 % de las poblaciones de animales analizadas para este estudio. La mayor parte de las pérdidas de poblaciones se está registrando en anfibios, reptiles y peces de agua dulce.
El planeta se está transformando más rápido que nunca. Las cifras de pérdida de ecosistemas, biodiversidad y degradación que se acaban de presentar en el informe Planeta Vivo 2020 son, nuevamente, una alerta que evidencia cómo se están sobreexplotando los recursos en todo el mundo.
De acuerdo con este informe, de las casi 21 000 poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios analizados en todo el planeta, el 68 % en promedio muestra un declive, un descenso registrado entre 1970 y 2016.
Latinoamérica y el Caribe son las zonas con mayor pérdida de poblaciones de animales. Foto Rodrigo Durán Bahamón.
En este escenario, las poblaciones de las especies de América Latina y el Caribe están entre las más golpeadas, según el índice de Planeta Vivo. Para ser más exactos, el 94 % ha sufrido una reducción. “La alteración de praderas, sabanas, bosques y humedales, la sobreexplotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas constituyen las principales amenazas”, señala el informe.
“Estamos llegando a un punto de no retorno”, señala Luis Germán Naranjo, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia y uno de los editores del informe, quien además agrega que la situación más grave se presenta en las especies de agua dulce, anfibios y reptiles.
El informe Planeta Vivo es un estudio bianual elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) que cuenta con la cooperación de la Sociedad Zoológica de Londres (SZL por sus siglas en inglés). “Es un informe que hacemos desde hace 22 años. Empezamos en 1988, buscando obtener una medida de cómo le está yendo a la biodiversidad en el planeta”, aclara María José Villanueva, directora de Conservación de WWF México.
Una región en problemas
“La biodiversidad de los ecosistemas dulceacuícolas está disminuyendo a un ritmo más rápido que en los mares o los bosques”, precisa Naranjo y explica que la declinación de los reptiles y peces se debe a la destrucción y fragmentación de sus hábitats, principalmente por el cambio de uso de suelo. “América Latina —indica— ha tenido una transformación acelerada a partir de finales de la década de 1960, y esa transformación de los ecosistemas no ha cesado desde entonces”.
La biodiversidad de los ríos se está reduciendo más rápido que las poblaciones de los mares y los bosques Foto: Franco Banfi / WWF.
Según el informe de WWF, de las 3471 poblaciones de agua dulce evaluadas por el índice Planeta Vivo, el 84 % en promedio se ha reducido desde el año 1970, es decir, alrededor de un por año. “La mayor parte de estas pérdidas se están dando entre los anfibios, reptiles y peces de agua dulce en todas las regiones del planeta, pero especialmente en Latinoamérica y el Caribe”, se lee en el documento.
El informe también precisa que, desde el siglo XVIII, casi el 90 % de los humedales del planeta ha desaparecido. “Al afectarse los sistemas de agua dulce no solo afectamos a las especies sino principalmente a nosotros mismos”, comenta Naranjo.
El índice de Planeta Vivo solo recoge datos de especies de vertebrados, debido a que han recibido mayor seguimiento. Sin embargo, los investigadores a cargo de esta evaluación proponen incorporar datos sobre especies de invertebrados. En comparación con el informe de 2018, el reporte de este año toma en cuenta a casi 400 especies nuevas, especialmente anfibios, y 4870 nuevas poblaciones.
“La pérdida de biodiversidad no es una mera cuestión ambiental, sino un auténtico desafío para la economía, el desarrollo y la seguridad global […]. Se trata de una cuestión de autoprotección”, precisa el reporte.
Fanny Cornejo, coordinadora regional del Grupo de Especialistas en Primates para la sección del Neotrópico de la UICN, considera que la reducción de las poblaciones es “una pérdida gravísima, entre otras cosas, por los roles de estas especies en la salud de los ecosistemas”.
Cornejo menciona que algunos de estos efectos no serán visibles de forma inmediata. “Muchas especies pueden haber perdido poblaciones importantes que en estos momentos no pareciera tener un efecto serio, pero está ocurriendo lo que se conoce como ‘deuda de extinción’. Y es cuestión de tiempo para su desaparición”, explica la también directora de Yunkawasi, una organización dedicada a la conservación de especies y hábitats en Perú.
La alteración de los ecosistemas es una de las principales causas de reducción de especies. Foto: Lynn M. Stone / WWF.
Renzo Piana, director de ciencia y conservación de la Sociedad de Conservación del Oso de Anteojos de Perú (SBC por sus siglas en inglés), explica que esta reducción de la diversidad biológica afecta también la provisión de los servicios ambientales que son fundamentales para la supervivencia del ser humano.
“Las personas que viven en zonas rurales dependen directamente de estos recursos cada vez más escasos”, comenta Piana, quien señala que, en general, todas las personas dependen de los servicios ambientales. Piana cita como ejemplo la costa peruana que depende directamente del agua de los glaciares de los Andes —actualmente en retroceso— que se traducirá en millones de habitantes con serios problemas para acceder a los servicios de agua.
“Todo está relacionado con los servicios ambientales, la provisión de agua, la industria, la agricultura. Y estos servicios ambientales están conectados con el mantenimiento de un ambiente saludable”, precisa Piana, quien también se refiere a la importancia de la polinización.
Anfibios, reptiles y peces enfrentan una disminución más grave de sus poblaciones. Foto: Jhonattan Vanegas / Keeping Nature.
El informe recuerda que “la biodiversidad desempeña un papel crucial para el aprovisionamiento de comida, fibra, agua, energía, medicinas y otras materias primas”. El reporte precisa que la biodiversidad resulta clave para la regulación del clima, calidad del agua, la polinización, el control de inundaciones y de grandes mareas.
La vegetación que desaparece
El informe Planeta Vivo 2020 también alerta sobre la pérdida de vegetación. “El número de plantas extinguidas documentadas es el doble que la de mamíferos, aves y anfibios juntos”, se precisa en el documento.
Se calcula que una de cada cinco especies de plantas está amenazada de extinción. Foto: Mauricio Granados / WWF.
“Existe el concepto denominado ‘plant blindness’, que se puede traducir como ceguera hacia las plantas”, comenta Reynaldo Linares, investigador del Instituto Smithsonian para la Biología de la Conservación, en referencia a que percibimos como biodiversidad principalmente a los animales y la mayoría de los estudios están enfocados en esta biodiversidad.
Linares explica que todo está basado en interrelaciones y en el intercambio de materia y energía entre las especies, por lo tanto, si se saca el componente vegetal clave en un ecosistema todo se cae. “La consecuencia última es el colapso”, precisa.
Algunas zonas de la Amazonía aún permanecen bien conservadas. Foto: Instituto del Bien Común.
“Las actividades humanas han ido degradando y destruyendo de forma creciente los bosques, praderas, humedales y otros ecosistemas importantes, amenazando el propio bienestar humano. Hasta un 75 % de la superficie terrestre no cubierta de hielo ya ha sido significativamente alterada”, señala el informe Planeta Vivo 2020.
Iván Arnold, director de la Fundación Naturaleza Tierra y Vida (Nativa), señala que se trata de una realidad totalmente alarmante “por el deterioro del planeta”. Al igual que Linares, Arnold considera que las plantas, a pesar de su importancia, tienen menos protagonismo que otras especies, por lo tanto, destaca que en este informe se haga énfasis en la situación de las plantas silvestres y los bosques.
América Latina y el Caribe también es señalada como la región donde la deforestación y fragmentación del hábitat avanzan de manera acelerada. “La mitad de la causa de la pérdida de diversidad se debe a la pérdida de hábitat”, señala Villanueva de WWF México.
El cambio de uso de suelo y la expansión de la agricultura y la ganadería está provocando la deforestación en América Latina. Foto: Greenpeace.
Naranjo de WWF Colombia señala que el cambio en los patrones de uso de la tierra y el avance de frontera agropecuaria son claves en la deforestación de los bosques y la Amazonía en América Latina.
“Los frentes de deforestación noroccidental y sur oriental de la Amazonía han estado activos. Estamos perdiendo la conectividad entre la Amazonía y Los Andes. La colonización del sur de Brasil también es alarmante. En Colombia, Bolivia, Perú y Venezuela también se han dado cambios drásticos por la deforestación”, señala Naranjo.
Un poco de esperanza
Pese a las cifras alarmantes, el reporte también indica que existen ecosistemas que aún se mantienen prácticamente “sin huella humana”. Entre estos lugares se consideran algunos sectores de la Amazonía sudamericana, principalmente en Brasil. “Aún existen áreas de conservación muy grandes”, comenta Naranjo.
Reducir la curva de pérdida de biodiversidad es un problema que involucra a todos, dice María José Villanueva de WWF. Foto: Jhonattan Vanegas / Keeping Nature.
A esta esperanza se suma Villanueva, quien asegura que existen soluciones que pueden revertir estas pérdidas. “No se trata solo de un tema ambiental, ni de los conservacionistas y ministerios del ambiente, es un problema que involucra a todo el mundo”, agrega la directora de WWF México.
Según el informe, son tres los tipos de intervenciones centradas en revertir esta curva de pérdida de biodiversidad. La primera es el incremento del esfuerzo de conservación que incluye una mayor extensión y gestión de las áreas protegidas, así como más esfuerzos en restauración y planes de conservación a escala paisajística.
La segunda es una apuesta por una producción más sostenible, tanto en la producción como en el comercio de alimentos. Y la tercera se basa en un consumo más sostenible que contempla una reducción del desperdicio de alimentos e incluye cambios en la dieta, con miras a una menor ingesta de calorías de origen animal en los países con alto consumo de carne.
El informe Planeta Vivo 2020 presenta tres caminos para revertir la curva de pérdida de biodiversidad. Foto: Antonio Busiello / WWF USA.
Villanueva recuerda que la pérdida de hábitats y biodiversidad, así como la modificación de ambientes naturales son factores que han propagado enfermedades como el COVID-19. “Para prevenir futuras pandemias tenemos que cambiar y restaurar la relación de la humanidad con la naturaleza”, señala la directora de Conservación de WWF México.
“Son cambios profundos pero esta pandemia ha demostrado que querer es poder, porque hemos visto un vuelco de acciones para atender la emergencia de manera inmediata. Hace años que pedimos acciones para enfrentar el cambio climático, pero estos son lentos. Sin embargo, con un poco de voluntad política se puede lograr”, concluye Villanueva.
El área protegida Uramba Bahía Málaga cumple diez años de haber sido creada.
El parque tiene 50.537 hectáreas ubicadas en la porción media de la Costa Pacífica Colombiana, jurisdicción del Distrito Especial de Buenaventura (Valle del, Cauca).
Allí, han sido reportadas 1.396 especies en 9 grupos de animales y plantas. Es un escenario clave para la reproducción y crianza de la ballena jorobada, la conservación de aves marinas y playeras, tortugas marinas, crustáceos, peces estuarinos y marinos.
Foto: PNN Uramba Bahía Málaga
«El Parque Natural contiene parte de la riqueza natural del Pacífico Colombiano, que se complementa con su inmensa diversidad cultural, debido a la presencia de comunidades negras y pueblos indígenas en la zona, que han alcanzado un importante grado de organización social en su relación ancestral con el territorio y cuyas prácticas culturales contribuyen sustancialmente a la conservación de sus ecosistemas», explica Parques Nacionales.
Después de 10 años de haber sido creada el área protegida sigue siendo administrada a través de los consejos comunitarios y Parques Nacionales, el fin es aplicar el conocimiento tradicional en procesos de conservación de la biodiversidad y manejo del territorio.
Los primeros avistamientos de ballenas jorobadas o yubartas (Megaptera novaeangliae) migrando hacia las cálidas aguas del mar Pacífico se reportaron en Bahía Solano, departamento del Chocó a mediados de junio. Días después, funcionarios del Parque Nacional Natural Utría observaron a a una ballena madre, su ballenato y un adulto más al que se le conoce como escolta.
Fueron avistadas buscando aguas tranquilas, respirando por sus espiráculos, sacando partes de sus extremidades y disfrutando del espacio marino.
Estos cetáceos realizan un largo viaje desde la Antártida, en cerca de 8.000 kilómetros, y llegan especialmente a reproducirse. Esta es una etapa que comprende parte de su gestación, nacimiento, crianza y el cuidado de los ballenatos.
Según Parques Nacionales Naturales, se estima que cada año entre el 15 de julio y el 15 de octubre se presenta el mayor número de individuos en el Pacífico colombiano.
Las ballenas yubartas también visitan otras áreas protegidas del Pacífico como el Distrito Nacional de Manejo Integrado Cabo Manglares, el Santuario de Fauna y Flora Malpelo, el Parque Nacional Natural Gorgona y Uramba Bahía Málaga.
Estas áreas protegidas, algunas con vocación ecoturística, se encuentran temporalmente cerradas a los visitantes, debido a la pandemia generada por el coronavirus, por lo cual la temporada de avistamiento 2020 aún no está confirmada, informó Parques Nacionales.
A partir de diferencias evolutivas, un equipo chileno e internacional logró describir a este animal marino que habita en un amplio territorio del Océano Austral y en la Patagonia chilena.
Tiene cabeza negra, pico anaranjado y sobre sus ojos se extiende una mancha de plumaje blanco. Habita a lo largo del océano Austral, en islas subantárticas, en Sudamérica y en la Península Antártica. También deambula por territorio chileno, principalmente, en Tierra del Fuego y cercanías del Cabo de Hornos.
Se trata del pingüino papúa, ave marina que, a simple vista, pareciera ser una sola y gran especie. Sin embargo, investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad, junto a otros investigadores chilenos y un equipo internacional, descubrieron diferencias evolutivas e identificaron al menos cuatro linajes divergentes en estos animales.
El estudio, publicado en la Revista Diversity and Distributions, estuvo liderado por Daly Noll, Nicolás Segovia y Elie Poulin, del IEB, Juliana Vianna de la Pontificia Universidad Católica de Chile y un grupo de investigadores de Chile, España, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Reino Unido, Francia y Estados unidos.
“Se pensaba que el pingüino papúa era una sola especie, con una distribución muy amplia en el océano Austral. Sin embargo, nuestro estudio muestra que las colonias presentes en islas subantárticas, en Sudamérica y en la Antártica, corresponden a grupos que se habrían separado hace cientos de miles de años. En base a la divergencia genética observada, éstos podrían ser considerados especies distintas”, explica Elie Poulin, académico de la Universidad de Chile.
Para indagar en esta materia, los investigadores realizaron trabajos en terreno y diversos análisis, que incluyen indagaciones en el hábitat terrestre y marino de estas aves, información satelital y estudios genéticos en laboratorio. Toda ésta, evidencia científica que busca impulsar la preservación de este animal que hoy está clasificado en categoría de Preocupación Menor.
“Uno de los aspectos más importantes de este trabajo, es que se puede considerar a cada uno de estos linajes – grupos genéticamente diferentes- como una unidad evolutiva independiente y, gracias a ello, reevaluar su clasificación y categoría de conservación, enfocándonos en cada grupo independiente y no en papúa como una única especie”, explica Daly Noll, estudiante de Doctorado de la Universidad de Chile.
El papúa y nuevos linajes
Se estima que estas aves originarias de la Antártica, habitan en nuestro planeta desde hace cuatro millones de años. Repartidos hoy por varios puntos del océano, éstos tienen características físicas que, en apariencia, no parecen diferir entre colonias. Sin embargo, se estima que aquellas poblaciones de papúa más cercanas a la Antártica, tendrían individuos de tamaño más pequeño que en otros sectores. En cuanto a la alimentación, estas aves se conforman a lo que tienen en su hábitat y no se regodean: consumen krill, peces, crustáceos y lo que tengan a la mano, según explica Daly Noll.
En ese contexto, otro rasgo distintivo es el tipo de movilidad que presentan. “Se ha observado que el papúa se desplaza muy poco y que no se mezcla con poblaciones lejanas, ya que tiene todo disponible para su alimentación en las cercanías de su colonia, rasgo que también fortalece la divergencia, es decir, la separación de las poblaciones”, comenta la investigadora del IEB.
Asimismo, ésta es un ave que circula entre el hábitat terrestre y marino. En el primero, principalmente, durante su actividad reproductiva, y adentro del agua, cuando se trata de buscar comida. Pero entonces, ¿qué elementos los hacen divergentes? ¿Cómo se podrían distinguir nuevos linajes? Al respecto, Elie Poulin señala que esa diferenciación genética observada durante la investigación, se asocia en gran medida a factores ecológicos y a los procesos de adaptación a diferentes ambientes.
Respecto a los linajes, el estudio respaldó la existencia de cuatro principales: en islas al norte del frente polar (Islas crozet y Marion); en la Isla Kerguelen; en América del Sur e Islas Malvinas, y en la Península Antártica y Antártica marítima.
¿Cómo lo descubrieron? El trabajo, que se inició el 2017, combinó herramientas genómicas y de modelamiento ambiental. Para ello, los ecólogos generaron un modelo para caracterizar el ambiente terrestre y marino de una colonia, basándose en información satelital y georreferenciación para medir condiciones de temperatura, humedad, salinidad, productividad primaria y precipitaciones.
Por otro lado, tanto Elie Poulin como Daly Noll, junto a una red de colaboradores nacionales e internacionales, también viajaron a terreno para tomar contacto directo con los pingüinos y colectar las muestras.
“Éste es un trabajo muy lindo, ya que tiene muchas herramientas para su desarrollo. Una vez estamos en el laboratorio, analizamos el ADN de los pingüinos papúa y secuenciamos gran parte de sus genomas, información que nos permite estudiar la distribución de las poblaciones, reconstruir la historia y relaciones de parentesco, entre otros elementos”, comenta Daly Noll.
Necesidad de conservación
Los científicos del IEB, explican que una de las mayores amenazas para las especies que se encuentran alejadas de asentamientos humanos, son los cambios en sus hábitats, producidos fundamentalmente por el cambio climático. Las especies deben tener el potencial para adaptarse a nuevas condiciones y puede que no siempre lo logren, aseguran.
En ese contexto, Elie Poulin, señala que las poblaciones de papúa presentes en la Antártica, se han ido expandiendo cada vez más hacia el sur, debido a la disminución del hielo en las regiones que habitan.
Es por eso que, el científico y también director del Proyecto Anillo de Biodiversidad Genómica Antártica, valora la generación de conocimiento para fines de conservación, y la contribución internacional y de ecólogos como Juliana Vianna, quien hace pocas semanas, recibió el Premio de Excelencia Científica “Adelina Gutiérrez”, que entrega anualmente la Academia Chilena de Ciencias.
“La conservación de esta especie en Chile debe tener mayor importancia y ser reevaluada. Sabemos que los criterios de clasificación de riesgo dependen de dos grandes factores: la distribución de una especie y qué tan abundante es la misma. Pero obviamente, es muy distinto observar a una sola especie con muchos individuos a lo largo de todo el océano austral, que a un grupo reducido geográficamente y separado”, explica.
Daly Noll, también respalda la necesidad transformar las clasificaciones en términos de conservación y la importancia de seguir generando conocimiento. “Por todo ello, es muy necesario hacer investigación para conocer los sistemas y especies más vulnerables y así, desde la ecología y otras áreas, profundizar en los múltiples enfoques. En el caso del reciente trabajo que hemos desarrollado, sin duda hay un gran potencial evolutivo que debemos proteger con fuerza”, puntualiza.
Casi una cuarta parte de todas las especies corren actualmente el riesgo de extinguirse en las próximas décadas: ONU.
En el Día Mundial de la Vida Silvestre2020,la Organización de Naciones Unidas insiste en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 15 referente a la necesidad de detener la pérdida de biodiversidad en el planeta.
“Este Día nos brinda la ocasión de celebrar la belleza y la variedad de la flora y la fauna salvajes, así como de crear conciencia acerca de la multitud de beneficios que la conservación de estas formas de vida tiene para la humanidad. También nos recuerda la necesidad urgente de combatir los delitos contra el medio ambiente y la disminución de especies causada por la actividad humana, que acarrean consecuencias negativas de gran alcance en el ámbito económico, medioambiental y social”.
La ONU afirma que esto se ajusta a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas 1, 12, 14 y 15, y a sus amplios compromisos de aliviar la pobreza, asegurar el uso sostenible de los recursos y conservar la vida tanto en la tierra como debajo del agua para detener la pérdida de la biodiversidad.
“La Tierra es el hogar de innumerables especies de fauna y flora. Históricamente, hemos dependido de la constante interacción e interrelación entre todos los elementos de la biosfera para todas nuestras necesidades: el aire que respiramos, los alimentos que comemos, la energía que usamos y los materiales que necesitamos para todos los propósitos. Sin embargo, las actividades humanas insostenibles y la sobreexplotación de las especies y los recursos naturales están poniendo en peligro la biodiversidad del mundo. Casi una cuarta parte de todas las especies corren actualmente el riesgo de extinguirse en las próximas décadas”.
La entidad afirma que en el año 2020, conocido como el “súper año para la biodiversidad”, se celebrarán importantes eventos mundiales que pondrán la biodiversidad en primer plano de la agenda de desarrollo sostenible mundial.
“Este año proporciona una oportunidad única de aportar progresos transformadores en pro de la conservación y del uso sostenible de las especies de fauna y flora silvestres en respuesta a los desafíos mundiales de desarrollo sostenible que pueden abordarse mejor con soluciones basadas en la naturaleza”.
«Soñaba con estar en el campo, me veía buscando y encontrando ranas. Entonces me dije tengo que volver a esto, de lo contrario me voy a morir poco a poco»: Rodrigo Aguayo.
El herpetólogo boliviano Rodrigo Aguayo ha pasado más de 20 años recorriendo el Parque Nacional Carrasco y es ahí donde encontró sus dos primeras especies de ranas nuevas para la ciencia. Luego vendrían más, diez especies de anfibios en total, sumados a un sinnúmero de recorridos por varias áreas naturales protegidas del país, aunque el Carrasco siempre fue el principal.
Un largo camino desde su adolescencia, cuando leía con atención las revistas que lo convencieron de convertirse en científico y encontró que la biología era lo suyo. Ahora es investigador asociado del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny y del Centro de Biodiversidad y Genética de la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba.
Rodrigo Aguayo en un descanso nocturno. Foto: Archivo personal
Recientemente, junto con el herpetólogo Oliver Quinteros, reencontró la rana de cristal de Cochran (Nymphargus bejaranoi), tras 18 años de no verla en la naturaleza. Este hallazgo abrió una luz de esperanza para los anfibios cuyas poblaciones se han reducido significativamente en la última década debido, principalmente, al mortal hongo quitridio.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Aguayo comparte sus experiencias, sus hallazgos y sus esperanzas de conservar a los anfibios de Bolivia.
¿Por qué se interesó en la ciencia?
De pequeño pensaba ser futbolista o algo así, pero cuando estaba en secundaria y buscaba qué estudiar aparecieron algunas revistas científicas y leía sobre científicos, sobre todo médicos, que estudiaban biomedicina. Entonces pensé: lo que quiero es ser científico. Pero no sabía que en Bolivia existía la carrera de biología y por estas revistas entendía que los biomédicos primero eran médicos y luego hacían sus investigaciones. Les dije a mis papás que primero estudiaría medicina y luego sería científico. Eso causó problemas porque mi familia decía que serían muchos años y me mandaron a la universidad para asistir a las charlas preuniversitarias, y averiguar qué quería estudiar. Como la presentación de las carreras era en orden alfabético, toco primero biología. Recuerdo que expuso una botánica muy buena, la licenciada Mirtha Cadima, y así, con escucharla y saber lo que hacen los biólogos dije: esto es lo que tengo que estudiar. No terminó la charla y yo ya estaba inscrito en biología.
Rodrigo Aguayo ha descubierto nueve especies de anfibios nuevas para la ciencia. Foto: Rodrigo Aguayo.
Luego se especializó en herpetología…
En el segundo semestre, apenas iniciada mi carrera, ya sabía que quería dedicarme a estudiar la fauna y fui a varios laboratorios, buscando trabajar ad honorem. Así conocí al profesor Claudio Barra, que me aceptó en el laboratorio de limnología y me dijo que allí estudiaríamos caimanes y tortugas, y me habló de peces y anfibios. Ahí empecé con los anfibios, un grupo al que nadie le daba importancia. Todos los otros grupos, mamíferos, peces y aves tenían muchos estudiantes. Creo que en ese momento no había nadie antes que yo que hubiera estudiado biología y se haya dedicado a los anfibios. A mí me llamaron la atención y vi que era un grupo interesante.
¿Cómo fue el hallazgo de la rana Cochran?
Sí, es un redescubrimiento. Usted sabe que en los últimos 10 años la fauna y la biodiversidad en general han estado en problemas, pero del grupo de los vertebrados, el más amenazado es el de los anfibios. Desde hace 20 años monitoreo e investigo el Parque Nacional Carrasco y otras áreas protegidas, y vimos que el fenómeno de la declinación de especies también estaba ocurriendo en Bolivia. Eso lo plasmamos, con más de 40 investigadores nacionales y extranjeros, en el Libro Rojo de la Fauna Amenazada de Bolivia. Ahí incluimos a esta especie, la rana de cristal que, comparando con tiempos anteriores, era abundante en varios lugares. Ha sido un hallazgo muy importante. Además, el año pasado, mis colegas Teresa Camacho y Oliver Quinteros encontraron individuos de la especie del famoso Romeo (Telmatobius yuracare), que también incluimos en el Libro rojo. Había pasado mucho tiempo antes de encontrar otro. Lo mismo ha sucedido con la bejaranoi y he escuchado noticias de que colegas de La Paz han encontrado una ranita Atelopus tricolor. Las poblaciones han disminuido, pero al parecer no se están extinguiendo, eso hay que estudiar, son noticias alentadoras. Quizá se están recuperando algunas especies.
Rodrigo Aguayo en Potosí, en plena búsqueda de los Telmatobious. Foto: Archivo personal.
¿Encontraron solo una rana de cristal?
Hemos encontrado cinco individuos. Dos los liberamos en un área donde estarán bien, en el campo. Las otras tres las llevamos al centro de custodia del Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny para monitorearlas hasta saber si hay una población más grande, en lugares cercanos.
¿Qué cree que está pasando con la rana de cristal y otras especies?
Presumo que con el cambio climático y la interacción con el hongo quitridio han bajado tanto las poblaciones y hasta se han extinguido localmente algunas poblaciones […] pero han quedado remanentes y se están empezando a recuperar, es lo que puedo presumir. También es posible que se haya encontrado la última población. Pero prefiero pensar que se están recuperando las poblaciones de todas estas especies que se están reencontrando y que la crisis que provocó su disminución está pasando. Tal vez están siendo más resistentes a este hongo, han logrado defenderse y están empezando a recuperarse. Es un rayo de esperanza y espero que sea así, ojalá no me equivoque, creo que estos nuevos hallazgos son un rayito de esperanza para los anfibios.
¿Antes veía con frecuencia estas especies redescubiertas?
Sí, la rana de cristal era abundante. La Telmatobius yuracare podías encontrarla con frecuencia. Hay un sapito, Rhinella quechua, del Parque Nacional Carrasco, que también era abundante. Hace unos años, a finales de los noventa y principios del 2000, apenas llovía había un camino que se llenaba de estos sapitos en amplexo, casi podías pisarlos. Luego hubo un declive grandísimo y para encontrar algunos tenías que buscar días y semanas hasta encontrar uno o dos individuos y algunos renacuajos. En estos tres últimos años de monitoreo estamos encontrando más individuos. Tenemos que hacer pruebas estadísticas y plasmarlo en artículos científicos, pero es la percepción que tengo con varias especies.
¿Cuándo empezaron a desaparecer?
Justo cuando empezamos las investigaciones para el Libro rojo. Antes con una pequeña llovizna empezaban los coros, los cantos eran abundantes. Pero cuando se inició el declive había muy pocos cantos. Era triste, decepcionante, frustrante. Queríamos hacer algo, pero no sabíamos qué, porque no encontrábamos a los individuos. No solo yo, sino todos mis colegas percibíamos esto. Ha sido dramático.
La rana de cristal fue hallada después de 18 años de no haberla visto. Foto: Oliver Quinteros.
¿El principal responsable fue el hongo quitridio?
De las 54 especies que incluimos en el Libro Rojo de Especies Amenazadas, por lo menos el 90 % estaba afectada por el quitridio.
¿Ha descubierto varias especie para la ciencia?
Apenas estaba terminando la carrera y ya tenía dos nuevas especies para la ciencia. El doctor Michael Harvey, un herpetólogo norteamericano, me dijo que tenía razón, que eran nuevas especies, y me preguntó qué pensaba hacer. ‘Bueno’, le dije, ‘quiero describirlas, nunca lo he hecho, pero quiero hacerlo’. Entonces me dijo: ‘vente conmigo al laboratorio de Estados Unidos, llevas un curso, yo te enseño y lo haces’. Así abiertamente. Impresionante. Apenas había defendido la tesis y ya estaba en Estados Unidos describiendo mis dos primeras nuevas especies para la ciencia. Hasta ahora he descrito más o menos 10 especies, anfibios todos.
¿Cómo fue ese primer descubrimiento?
Fue mientras hacía mi tesis de licenciatura. Quería hacerla con anfibios y apareció un proyecto para estudiar varios grupos en el Parque Nacional Carrasco y me escogieron a mí para anfibios y reptiles. Ahí me di cuenta de que había poca información sobre anfibios en Bolivia. Si quería saber algo, tenía que escribir un correo electrónico al autor del paper y esperar que me lo mande por correo postal. A veces llegaba dos o tres meses después. Cada nueva rana que encontraba en el parque Carrasco era nueva para mí y trataba de identificarla con la bibliografía que recibía de grandes científicos como William Duellman e Ignacio De la Riva, con eso constataba de qué especies se trataba y así, comparando con lo que estaba publicado, me di cuenta que tenía dos ranitas nuevas para la ciencia, muy pequeñas, lindas.
El hongo quitridio está afectando al 90 % de los anfibios amenazados en Bolivia. Foto: Rodrigo Aguayo.
De todas las especies que ha descubierto para la ciencia, ¿cuál lo emocionó más?
Ha sido muy lindo encontrar cada una de ellas, pero creo que las primera dos, justamente por ser las primeras y por la gran emoción que me despertó darme cuenta de ello. Solo viéndolas intuí que eran nuevas: Microkayla adenopleura y Microkayla iatamasi. Esas dos las recuerdo con cariño.
¿Cuál es el centro de sus investigaciones?
Hago sistemática de anfibios y reptiles, ecología y algo de geografía. Sobre todo, de los anfibios y reptiles de las yungas.
¿Y cuáles han sido sus principales hallazgos?
Además del descubrimiento de nuevas especies, encontrar ciertos comportamientos. Ver el cuidado parental que tienen ciertas especies de ranas con sus huevos. Los anfibios tienen una enorme cantidad de modos reproductivos, algunas especies de ranas ponen huevos y de ahí salen las ranitas pequeñas. Otras tienen renacuajos que después de la metamorfosis se convierten en adultos. La morfología y ecología de los anfibios es fantástica.
¿Sus investigaciones se han centrado en el Parque Nacional Carrasco?
Sí, principalmente. También he ido a Pilón Lajas, al Tipnis, Potosí, entre otros. Pero estudios a largo plazo y periódicamente en el Parque Nacional Carrasco, ahí se concentra un gran endemismo.
Los bosques nublados en el Parque Nacional Carrasco. Foto: Arturo Muñoz
¿El Parque Nacional Carrasco es el de mayor endemismo en Bolivia?
De anfibios con seguridad. De las 54 especies de anfibios amenazados de Bolivia, 21 están en el parque Carrasco. Además, de las 66 especies de anfibios endémicos de Bolivia, casi el 50 por ciento, 31 especies, están en el Carrasco.
¿Cree que sus investigaciones pueden cambiar la vida de las personas?
Creo que sí. De la sociedad en general. En el campo tratamos de hablar con la gente y nos cuentan sus vivencias, sus percepciones. Creo que nuestras investigaciones deberían cambiar la percepción sobre la biodiversidad.
¿Para usted qué es lo mejor de ser científico?
Es interactuar con las plantas, los animales, los paisajes, eso me llena. Estuve cinco años trabajando en el servicio público y a los dos años extrañaba volver al campo. Soñaba con estar en el campo, me veía buscando ranas y encontrándolas. Entonces me dije tengo que volver a esto, de lo contrario me voy a morir poco a poco.
Rodrigo Aguayo ha recorrido por más de 20 años el Parque Nacional Carrasco. Foto: Archivo personal.
¿Es difícil ser científico en Bolivia?
Sí, muy difícil, por eso tuve que trabajar en el sector público. Por cuestiones políticas bajaron los recursos para financiar investigaciones y hay pocos espacios en universidades. Tampoco hay una carrera de ciencia y tecnología como en Argentina o Chile.
¿Qué le diría a un joven que quiere dedicarse a la ciencia?
Le diría que si se esfuerza, logrará sus metas. Que será feliz, probablemente no será rico, pero sí muy feliz. Ser científico realmente llena el espíritu.
Hyalinobatrachium carlesvilai, una de las especies que Aguayo ha descrito como nueva para la ciencia. Foto: Rodrigo Aguayo.
¿Qué científico lo ha inspirado?
Cuando era niño veía las películas y videos de Jacques Cousteau. Eso me inspiró. Luego mis referentes fueron el norteamericano William Duellman y conocí a Michael Harvey, a Ignacio De la Riva, el herpetólogo español que trabajó en Bolivia.
¿Cuál ha sido la escena, momento o instante inolvidable?
El momento cuando agarras una rana y te das cuenta que es una nueva especie. Ese es el momento que me ha llenado, es una alegría muy grande. Estaba en el campo, pero estaba feliz, divagando, pensando ‘qué haré, cómo lo haré’.
*Imagen principal: Rodrigo Aguayo. Foto: Archivo personal
Integrantes del Grupo de Monitoreo de Áreas Protegidas de Santa María (APSH) avistaron dos osos de anteojos (Tremarctos ornatus) en el dosel de un árbol, en el Distrito de Manejo Integrado Cerro Banderas-Ojo Blanco, en el norte del Huila.
La mamá oso fue observada mientras lactaba a su pequeña cría y también fue registrada alimentándose de bromelias. El registro gráfico fue dado a conocer el pasado 21 de febrero durante la celebración del Día Mundial para la Protección de los Osos.
La comunidad afirma que este es un hecho histórico para la conservación de la fauna silvestre: una hembra adulta de oso de anteojos que se encuentra lactando a su cría de aproximadamente ochos meses, avistada en la parte más alta de un árbol. Foto: Grupo de Monitoreo de Santa María (Huila).
Foto: Grupo de Monitoreo de Santa María (Huila).
El grupo de monitoreo es apoyado por la Corporación Autónoma del Alto Magdalena (CAM).
Investigadores descubrieron que en las plantaciones de palma la diversidad de mamíferos era mucho menor que en la sabana cercana. Tras la promesa del gobierno de aumentar drásticamente sus tierras de cultivo, los científicos temen que las sabanas y humedales puedan estar en peligro.
Megan Stannard /Mongabay Latam – Traducción: María Ángeles Salazar
A medida que las plantaciones de palma aceitera se expanden en el mundo, arrasando con franjas de selva tropical a su paso, los temores por el efecto que puedan tener en el medio ambiente también han aumentado. En las plantaciones de Colombia, un nuevo estudio ha descubierto otra forma en que están alterando la biodiversidad global: el impacto en la diversidad de mamíferos.
“Algunas especies viven muy bien” en las plantaciones de palma aceitera, dice Lain Pardo, uno de los autores del estudio publicado en la revista PLOS ONE. Entre esas especies se encuentran el zorro cangrejero (Cerdocyon thous), el yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi) y el hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla).
“Nuestros resultados sugieren que incluso dentro del grupo de mamíferos terrestres hay mucha variabilidad”, dice el investigador Lain e. Pardo.
Especies relativamente comunes, sobre todo depredadores pequeños y medianos, seguramente se alimenten de roedores y otras plagas agrícolas que abundan en las plantaciones de palma aceitera. Para los hormigueros gigantes, la fuente principal de alimento también se encuentra en los habitantes de las plantaciones. Sin embargo, otros mamíferos como, por ejemplo, grandes roedores como el agutí (Dasyprocta fuliginosa), la rata espinosa (Proechimys spp.) y la paca (Cuniculus paca) tienen problemas para encontrar comida y refugio en el monocultivo. Los científicos descubrieron que estas especies se encuentran pocas veces, o nunca, en las plantaciones. Incluso las que aparecían allí habitualmente lo hacían para alimentarse y volvían al bosque a dormir.
Imágenes de cámara trampa de un zorro, a la izquierda, y dos hormigueros gigantes captados durante el estudio. Imagen cortesía de Lain Pardo.
Los investigadores llevaron a cabo el estudio en plantaciones de palma aceitera que anteriormente habían sido pastos en la región de los Llanos Orientales de Colombia, lo cual significa que especies sensibles como el tapir (Tapirus spp.) y el armadillo gigante (Priodontes maximus), ambas clasificadas como vulnerables por la UICN, habían dejado de estar allí hace tiempo.
La pérdida de mamíferos tan grandes puede haber hecho que la riqueza de especies entre las plantaciones y los fragmentos de bosque que quedan sea menos pronunciada de lo que habría sido en un área previamente intacta, según el estudio. Los científicos solo detectaron pumas (Puma concolor), tayras (Nasua nasua) y pecaríes de collar (Pecari tajacu) —todas especies importantes ecológicamente— en áreas de palma aceitera que limitaban con sabana menos alterada y con los corredores biológicos Meta-Casanare y Alto Río Meta.
Los resultados del estudio están respaldados por un artículo de 2007 de investigadores de la Sociedad Zoológica de Londres que se centró en la abundancia de especies de mamíferos en el sureste asiático. Los investigadores descubrieron que solo cuatro mamíferos —un escaso 10 por ciento de las especies conocidas en ese entorno— utilizaban las plantaciones de palma aceitera. Como en el estudio de Colombia, ninguna de las especies que se encontraron en la plantación era una especie prioritaria para la conservación.
Ambos estudios llegaron a conclusiones parecidas.
“Estos resultados muestran que la expansión para aceite de palma a gran escala tiene graves impactos en los mamíferos autóctonos”, dijo William Laurance, coautor del estudio de Colombia y profesor de la Universidad de James Cook en Australia.
También reconoció que mantener corredores adyacentes de bosque y permitir que haya sotobosque en las plantaciones podría aumentar la diversidad de especies de forma sustancial.
Plantación de palma aceitera con sotobosque (a la izquierda) y sin este. Imagen cortesía de Lain Pardo.
“Queremos evitar a todo coste las plantaciones ‘estériles’ que no tengan nada más que árboles de palma aceitera”, dijo Laurance. “Eso es poco más que un desierto biológico”.
Los investigadores eligieron estudiar a los mamíferos debido a su sensibilidad a la calidad del ecosistema y porque son un indicador excelente de la biodiversidad general.
“La vegetación dentro de las plantaciones ayuda a crear ambientes más complejos y promover la presencia de otras especies como arañas, mariposas, crustáceos e incluso otros vertebrados (serpientes, aves), lo cual atrae a otros mamíferos”, dijo Pardo.
Los investigadores también escriben que el ganado libre afecta de forma negativa a la biodiversidad dentro de las plantaciones, algo que sugiere que es importante que haya mejor gestión del ganado y recintos apropiados.
Una anaconda (Eunectes spp.) muerta después de eliminar la vegetación de sotobosque en una plantación de palma aceitera. Imagen cortesía de Lain Pardo.
El aceite de palma ha sido un cultivo principal en la zona oeste de África desde hace 5000 años, pero cuando los comerciantes europeos lo introdujeron en el sureste asiático a principios del siglo XIX, les pareció que el clima húmedo era tan adecuado que, hoy en día, Indonesia y Malasia producen el 85 por ciento del aceite de palma de todo el mundo.
En la actualidad América del Sur solo produce el 6 por ciento del aceite de palma comerciado en el mundo.
El gobierno colombiano ha prometido expandir los territorios que se dedican a plantaciones y otros cultivos comerciales hasta los 7 millones de hectáreas para 2020, un área de casi del tamaño de Irlanda.La cifra es casi 14 veces más alta que las 516 000 hectáreas que Colombia destinó al aceite de palma en 2017, y en ese momento la extensión se había triplicado de las 157 000 hectáreas que se destinaban al cultivo de palma aceitera en el 2000.
Pardo advierte que las sabanas y humedales de Colombia podrían ser los más afectados por esta expansión. Dijo que la sabana “podría estar bajo una gran presión” de la agricultura, en parte por el aceite de palma, y las compañías petroleras. Puede que no se trate de la deforestación que se suele asociar al aceite de palma, pero podría tener los mismos efectos devastadores.
A pesar del impacto ambiental del aceite de palma, el producto se utiliza tanto que, según WWF, está presente en casi el 50 por ciento de los productos que encontramos en el supermercado.
En todo el mundo, las plantaciones de palma aceitera cubren un total de 27 millones de hectáreas, un área algo más grande que Nueva Zelanda.
Vista aérea de una plantación monocultivo de palma aceitera en Colombia. Imagen cortesía de Lain Pardo.
En 2018, la UICN concluyó que el aceite de palma había “llegado para quedarse”, pero hay formas, como indica este estudio, de reducir sus efectos negativos.
Este sorprendente patrón es fruto de factores históricos y ecológicos, según un estudio publicado en Science Advances.
DICYT
La cuenca del Amazonas alberga al 15 por ciento de las especies de peces de agua dulce conocidas en el mundo. Pero esta riqueza sigue un patrón inesperado, disminuyendo río abajo de oeste a este, según un nuevo estudio publicado en la revista Science Advances a partir de la base de datos sobre peces de agua dulce más completa de la que se dispone.
Los resultados de este trabajo sugieren que la historia ha jugado un papel importante en la dispersión de especies de peces a lo largo de la cuenca. La diversidad de peces progresó primero hacia el oeste, pero luego algunos grupos se desplazaron para el este después de que el Amazonas cambiara su curso hacia el Atlántico hace entre uno y nueve millones de años.
No obstante, los científicos advierten que tanto los procesos ecológicos como los históricos han afectado a los patrones de diversidad de peces y que no se sabe cuál de ellos tiene la mayor influencia.
El estudio, encabezado por Thierry Oberdorff, del Laboratorio de Evolución y Diversidad Biológica de Toulouse (Francia), evaluó los patrones de diversidad de peces en 97 cuencas secundarias que cubren toda la cuenca principal del Amazonas utilizando una base de datos que integra información de artículos publicados, libros, bases de datos en línea, museos y universidades.
Los investigadores desarrollaron un modelo que señala una disminución leve pero significativa de la riqueza de especies de oeste a este, un patrón de dispersión de especies que, según refieren, puede verse comprometido por la deforestación y la expansión de las plantaciones en la parte oriental de la región, así como por las presas hidroeléctricas que interrumpen la conexión entre diferentes regiones de la cuenca.
El modelo también identificó factores impulsores de la diversidad consistentes con los hallazgos de investigaciones previas sobre peces de agua dulce, entre ellos, que la riqueza total de especies de peces en cada cuenca secundaria aumenta con el tamaño del área, la temperatura del agua y la disponibilidad de energía, mientras que disminuye por factores como el aumento de la elevación y el gradiente, que hacen que el hábitat sea más duro.
En el estudio han participado además investigadores de diversas instituciones latinoamericanas como la Universidad d Brasilia (Brasil), el Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny (Bolivia), la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil), el Museo de Historia Natural de Lima (Perú), la Universidad Mayor de San Simón (Bolivia), la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia), el Museo Nacional de Historia Natural de La Paz (Bolivia), la Universidad Federal de São Paulo (Brasil), o el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia de Manaus (Brasil).
Un estudio en el río Apaporis halló 1.149 plantas, 77 anfibios y reptiles, 41 murciélagos, 101 peces, 249 mariposas, 273 aves, 134 hormigas, 250 arácnidos y 38 mamíferos.
Investigadores del Instituto SINCHI se internaron en lo más profundo de la selva amazónica de Colombia en la expedición BioApaporis 2018, y luego, en colaboración con expertos de diferentes instituciones nacionales e internacionales, documentaron 8114 registros biológicos e identificaron 2335 especies de flora y fauna, de las cuales 36 son posibles nuevas especies para la ciencia, 228 son registros nuevos para el país, 18 se encuentran en alguna categoría de amenaza y 62 son especies endémicas de Colombia.La travesía se dio en la cuenca media y alta del río Apaporis, en la zona comprendida entre Dos Ríos (confluencia de los ríos Ajaju y Tunia), también conocida como Cerro de la Campana o Cerro Azul; y el sector de Jirijirimo y río Cananarí (departamento de Vaupés), bordeando los límites de los departamentos de Guaviare, Caquetá y Amazonas.
Río Apaporis en la Amazonía colombiana. Foto: Instituto SINCHI.
En la expedición también participaron como coinvestigadores habitantes de las comunidades indígenas de la zona, quienes con su conocimiento del territorio ayudaron para que los expertos trabajaran en zonas de difícil acceso y con características particulares —como sabanas naturales de arenas blancas, afloramientos rocosos y tepuyes enclavados en la Amazonía— a los que hubiera sido prácticamente imposible acceder sin su ayuda.
Detrás de esta expedición científica se encuentran cientos de dificultades y hazañas que los investigadores deben sortear pero que, finalmente, quedan olvidadas con la satisfacción que trae el ampliar el conocimiento sobre una especie o descubrir un animal o una planta que hasta el momento eran desconocidos por la ciencia.
El solo hecho de empezar el viaje por el río Apaporis ya era un desafío. “El río tiene muchos chorros o cascadas. Eso hace que su navegabilidad para grandes tramos sea muy limitada. De hecho tuvimos que sacar muchas veces nuestro equipaje, el mercado, los materiales y echarnos las embarcaciones al hombro hasta encontrar el lugar donde pudiéramos continuar con la navegación”, cuenta Dairon Cárdenas, coordinador científico de la expedición y líder de la parte botánica.
Bromelia(Brocchinia sp). Especie nueva para la ciencia. Foto: Instituto SINCHI.
Maracuyá silvestre (Passiflora spinosa). Foto: Instituto SINCHI.
El reto era enorme pero había mucha expectativa. Los únicos registros de flora que existían de la parte alta del río Apaporis eran de mediados de 1940, cuando Richard Evans Shcultes, biólogo estadounidense enviado por el gobierno norteamericano en búsqueda de árboles de caucho, recorrió esa zona durante varios años.
El científico extranjero hizo sus primeros registros en el cerro de la Campana, donde marcó miles de árboles de caucho que, más de 70 años después, fueron observados por los científicos de Bio Apaporis.
Cárdenas y quienes trabajaron en la parte botánica encontraron 1149 especies de flora, entre las que hay 10 especies nuevas para la ciencia, 226 nuevos registros para Colombia, 51 especies endémicas y 9 amenazadas. Además de esto, durante la expedición, el investigador colectó su ejemplar 50 000, correspondiente a una especie de zamia (Zamia jirijirimensis) descubierta por el estadounidense Schultes en el siglo pasado y que se encuentra en amenaza.
“Un día me tomé la tarea de caminar mucho y buscarla, ‘si él estuvo aquí y por acá la colectó, por acá tiene que estar’. A las 2 de la tarde, ya muy agotados, encontré un ejemplar de la especie. Tomé fotografías, empecé a describirlo y luego busqué individuos que tuvieran flora o fruto”, recuerda.
Investigadores de la expedición Bio Apaporis. Foto: Instituto SINCHI.
Llevaba consigo muchas otras especies pero esta zamia era especial y quería que su registro 50 000 fuera icónico. Además es el único botánico colombiano en tener este récord en trabajo de campo en la Amazonía. El científico que le sigue se aproxima a los 23 000 registros y Cárdenas duda que lo alcance pues, dice entre risas, tienen casi la misma edad. “Todo ha sido producto de estar en una profesión que uno escogió por vocación y tener la fortuna de trabajar en la Amazonía, donde puedes hacer tu ejercicio como botánico de colectar por todas partes”.
Un trabajo para madrugadores
“Llegar a Cerro Campana fue lo más difícil, la única manera posible era en helicóptero. Pero ahí no acabó el desafío: en ese sitio no hay población. Primero tocó buscar agua, pero para ir a cualquier lugar había que abrir trochas en medio de un terreno pedregoso y con muchos huecos. Nos alimentamos de muchas nueces y de raciones de campaña (como las utilizadas por los militares)”, le comenta el ornitólogo Esteban Carrillo a Mongabay Latam.
Recuerda que a este cerro no pudieron llevar a las personas de las comunidades que les ayudaban a hacer el muestreo y no había guías conocedores. “Éramos nosotros solos en un sitio donde nunca llega nadie. Ahí estuvimos una semana”, dice.
El investigador también cuenta que para acceder a los tepuyes de Cerro Morroco tuvieron que hacerlo desde abajo, subiendo por las escaleras que los indígenas, que les servían de guías y ayudantes de campo, iban haciendo con los palos que encontraban en el camino. “Eran unos escarpes rocosos imposibles de escalar de otra forma”.
Galbula leucogastra. Foto: Instituto SINCHI.
Hirundinea ferruginea. Foto: Instituto SINCHI.
Una vez superados estos obstáculos, lo que Carrillo encontró lo sorprendió. “Registramos una especie endémica, el colibrí de Chiribiquete que sólo había sido registrado en tepuyes más al sur y al oriente. Lo encontramos en Cerro Campana pero también puede estar asociado a Cerro Morroco y eso implica una ampliación de su distribución”, dice.
También encontraron un par de especies donde al menos la mitad de su distribución está exclusivamente en Colombia, en sectores muy cercanos al área del escudo guayanés. Hallaron cerca de 15 especies bajo algún grado de amenaza de extinción, muchas de ellas importantes para la alimentación de las comunidades locales.
A partir de las observaciones, que empezaban desde las 5 de la mañana, Carrillo dice que pudieron registrar 25 especies que no habían sido documentadas en el área y varias de ellas son nuevos registros para el departamento de Vaupés. También encontraron una especie de tucán que no había sido registrada en Colombia desde hace mucho tiempo. “Se le veía en Venezuela y podría ser casi como una especie nueva para el país”, afirma.
El ornitólogo dice que el éxito que tuvo en el registro de aves se debió en gran medida a que Miguel Portura, un hombre de orígen tucano (indígena) muy reconocido como guía en el departamento de Vaupés, fue su coinvestigador y lo acompañó en la expedición. También contó con la ayuda de un indígena auxiliar de campo que estaba muy interesado en las aves.
Biólogos registran los datos de las especies colectadas durante el día. Foto: Instituto SINCHI.
La mayoría de pájaros se liberaban luego de atraparlos y en algunos casos, cuando la especie era rara, implicaba una ampliación de su distribución o podía tener efectos sobre procesos de conservación, era colectada. También se hicieron grabaciones que luego eran comparadas con colecciones de campo para poder identificar la especie.
Miles de ojos brillando en la noche
Al igual que Dairon Cárdenas, la bióloga y experta en reptiles y anfibios, Laurinet Gutiérrez, recuerda las investigaciones del estadounidense Richard Evans Schultes, pero también menciona a Isidoro Cabrera, un hombre que acompañó al científico y colectó algunos ejemplares de anfibios y reptiles que están depositados en el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional. Después, en la década del 50, llegó un herpetólogo letón, Federico Medem, que estudió cocodrilos y encontró una subespecie (Caiman crocodilus apaporiensis) y lo más reciente en herpetofauna fue un estudio donde participó el profesor John Lynch del Instituto de Ciencias Naturales en 2009 y que sirvió como base para la declaratoria del Parque Nacional Yaigojé-Apaporis.
Laurinet Gutiérrez sabía que en la expedición Bio Apaporis se encontraría con muchos anfibios y reptiles debido al buen estado de conservación del lugar. Sin embargo, los primeros días se sorprendió porque durante algunos de sus muestreos, que generalmente se hacen de noche, fue difícil localizarlos a pesar del inconfundible brillo de sus ojos.
Poco a poco eso fue cambiando, e incluso, se encontró con un género de anfibio que no se había reportado para el país. “Cuando encontramos el primer ejemplar nos preguntamos qué era, pero dos noches después llegamos a ‘la casa’ donde había muchísimos más. Eso fue bastante emocionante porque pensábamos que era algo muy escaso y por eso nunca antes lo habíamos encontrado, a pesar de haber hecho algunos muestreos en el departamento de Vaupés”, recuerda.
Pristimantis sp. Especie nueva para la ciencia. Foto: Instituto SINCHI.
Phyllomedusa vaillanti. Foto: Instituto SINCHI.
Lo más increíble es que son diminutas pues miden solo 1 cm en su estado adulto. “Pertenece al género Pseudomantis. Ya hicimos el proceso de transparentarlos para verles los huesos y les hemos tomado medidas. De ese género solo se conocen cuatro especies y son típicas de los tepuyes. Esta es la primera para Colombia y esperamos publicar sobre la especie aproximadamente en un año”, asegura.
Además de la rana diminuta, también encontraron otra nueva para la ciencia del género Pristimantis. Ambos anfibios se hallaron en Cerro Morroco.
Por otra parte, Gutiérrez también destaca la ayuda de los indígenas. “Ellos conocen su territorio y los animales que los rodean. Nos indican dónde debemos ir a muestrear. Además, tienen un ojo impresionante y colectan más que uno. Sin ellos no hubiéramos registrado tanta información como la que tenemos actualmente”.
Mariposas y murciélagos
Encontrar mariposas en un ecosistema siempre será una buena noticia. Estos insectos son bioindicadores y, en este caso, su presencia demostró que los bosques de Apaporis están muy bien conservados y poco alterados.
Caeruleuptychia sinchi. Especie nueva para la ciencia. Foto: Instituto SINCHI.
“Colectamos cerca de 600 registros, en los cuales identificamos 249 especies para la región. De esas, 9 son endémicas, 2 son nuevos registros para el país y dos están en proceso de descripción por ser nuevas para la ciencia, adicional a otras cuatro que probablemente también lo son pero que no es posible describir debido al poco número de ejemplares que se tiene”, asegura el biólogo Efraín Henao y quien lideró la búsqueda de estos insectos en la expedición.
Una de las nuevas mariposas encontradas (Caeruleuptychia sinchi) y cuyo artículo científico está próximo a salir está dedicada al Instituto SINCHI “por todo lo que me permitieron trabajar con mariposas amazónicas. La otra especie nueva era muy similar a otras mariposas y por eso nadie la había detectado”, dice Henao.
El experto asegura que durante su paso por Bio Apaporis 2018 le quedó grabada en la mente la imagen de una danta que apareció al revisar las cámaras trampa instaladas. Este mamífero apareció cerca de un lugar donde se encontraron muchas mariposas.
“Lo que para unos es desecho, para otros es alimento”, dice Henao. Esto lo afirma pues las mariposas se alimentan de los excrementos de la danta. La presencia de este gran animal le sirvió al investigador para una buena colecta de insectos.
Helicopis cupido. Foto: Instituto SINCHI.
Por su parte, los pequeños mamíferos, como los murciélagos, todavía son muy desconocidos en Colombia. Darwin Morales, quien estuvo al frente de la búsqueda de estos animales, asegura que llevan muchos años haciendo inventarios pero todavía hay muchas especies por descubrir. “Es probable que haya unas en peligro pero que no lo sepamos porque no las hemos encontrado. Tenemos muchas especies endémicas y varias en peligro de extinción, muchas de ellas en la Amazonía y que solo viven en estas formaciones guayanesas”, destaca.
Morales muestreó dos de estos cerros (Campana y Morroco) y allí encontró 41 especies de murciélagos, una de ellas endémica, “lo cual es mucho para 15 o 20 días de expedición”, enfatiza.
Finalmente, los casi 20 días de expedición se transformaron en más de un año de análisis de información que hoy Colombia por fin conoce pues los datos estarán abiertos en el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB Colombia) . En medio de fenómenos como la deforestación y el tráfico ilegal de flora y fauna, encontrar zonas tan biodiversas y conservadas como Apaporis llena de esperanza a los científicos.
Artibeus obscurus. Foto: Instituto SINCHI.
Tonatia saurophilla. Foto: Instituto SINCHI.
Y no solo esto. Las comunidades indígenas quedaron motivadas cuando los investigadores volvieron al territorio para mostrarles todo lo que encontraron. “Me gustó mucho cuando Maximiliano, un líder de la comunidad de Buenos Aires, lo primero que dijo fue que a ellos nunca antes un grupo de científicos les había llevado resultados”, cuenta la bióloga Laurinet Gutiérrez.
El respeto por el conocimiento ancestral también fue uno de los pilares de la expedición. Los científicos aseguran que se hicieron unos acuerdos previos donde se les aseguraba el respeto por sus sitios sagrados y se les garantizaba que no se tomaría ninguna muestra sin la presencia de alguno de ellos. “Nos enseñan a nosotros pero también conocen la visión del mundo occidental científico”, comenta Dairon Cárdenas.
Los investigadores regresaron a las comunidades indígenas para presentar los resultados de la expedición. Foto: Instituto SINCHI.
Maloka en la comunidad indígena de Buenos Aires en el departamento de Vaupés. Foto: Instituto SINCHI.
El Instituto SINCHI presentó una guía con alrededor de 600 fotografías a color de algunas de las especies de flora y fauna identificadas y además les entregó a los indígenas una certificación como guías científicos.
El reto ahora es obtener más recursos para hacer más expediciones. “Para nosotros es muy importante llenar vacíos de información pues al mirar en un mapa se destacan algunos sitios donde históricamente nadie ha podido ingresar. Es muy importante hacer las expediciones con la presencia de comunidades porque ven más que nosotros y nos permiten entrar a muchos sitios que uno no se imagina que existen”, resalta Cárdenas.
Foto superior:Tonatia saurophilla Instituto Sinchi
Después una década de investigación, la Asociación Calidris halló aves que prefieren cultivos orgánicos de arroz como hábitat. Han avistado hasta 300 especies de las cuales 25 son migratorias.
Existe un lugar en el Valle del Cauca donde las aves migratorias y residentes tienen su pequeño paraíso. Ese lugar es la finca El Renacer de la Bertha, en el corregimiento de Timba, zona rural del municipio de Jamundí, a hora y media de Cali, capital del Valle del Cauca, en el sur del país.
Su propietario, José Jarvi Bazán, emplea desde 2004 buenas prácticas de cultivo que lo llevaron a ser pionero en la producción de arroz orgánico en el país y en Latinoamérica, mediante el proyecto ‘Las alas del arroz’ de la Asociación Calidris, una ONG colombiana con sede en Cali que además es socia de BirdLife International en Colombia.
¿En qué se diferencia de un cultivo convencional? La respuesta está en que el agricultor no utiliza agrotóxicos sintéticos, hace buen uso del suelo y el agua, tiene cercas y barreras vivas asociadas a la plantación y respeta la biodiversidad.
Por esa sana convivencia con la naturaleza, Bazán recibió, desde 2009, el sello verde ‘Arroz amigo de las aves’ basado en criterios científicos y de manejo, ajustados a la Norma de la Red de Agricultura Sostenible (RAS).
Esta certificación nació durante un encuentro internacional organizado por la oficina de Wetlands International para América del Sur ─organización mundial que promueve la conservación y uso racional de los humedales─ y la Asociación Calidris, donde participaron agricultores, biólogos y agrónomos. El objetivo era conservar cultivos de arroz como agroecosistemas estratégicos para las aves, siguiendo la directriz de la Resolución X.31 de la Convención Ramsar que busca “mejorar la biodiversidad en los arrozales como sistemas de humedales”.
Algunas aves playeras llegan porque el suelo está desintoxicado y tiene más nutrientes para su alimentación. Foto: Asociación Calidris.
Reconocer el territorio
Certificar el cultivo como orgánico requirió varios años de trabajo duro y el cumplimiento de muchos requisitos. Bajo la premisa de que las aves son indicadoras de la buena salud del ecosistema, Yanira Cifuentes-Sarmiento, bióloga de Calidris y coordinadora del proyecto comenzó, entre 2009 y 2012, la primera fase para el proceso de certificación del cultivo de arroz de Bazán y varios productores de la vereda La Bertha.
Lo primero que hicieron fue un estudio comparativo entre los cultivos convencionales y los de arroz orgánico. Niños y adultos participaron en los muestreos y conteos en 10 cultivos orgánicos en el municipio de Jamundí durante tres años. Este trabajo confirmó la presencia de 300 especies de aves, de las cuales 20 son migratorias.
Adicionalmente, se comprobó que algunas aves, como las playeras, visitan más los cultivos orgánicos. Entre ellas se encuentran el correlimos pectoral (Calidris melanotos), el correlimos zancón (Calidris himantopus) y el chorlito semipalmeado (Charadrius semipalmatus). “Se caracterizan por ser superselectivas, llegan porque el suelo está desintoxicado y tiene más nutrientes para su alimentación”, afirma la bióloga. Además, en uno de los censos de aves se contaron, en un solo predio, 6500 individuos acuáticos, entre patos y garzas.
Entre 2009 y 2019 se han registrado 12 especies de aves playeras, la mayoría migratorias. De este grupo, sobresale por su abundancia el correlimos diminuto (Calidris minutilla), que no alcanza a pesar 25 gramos y que viaja de Norteamérica a Colombia para pasar el invierno. Como su dieta consiste en insectos y otros invertebrados como anélidos y moluscos presentes en el lodo, los cultivos de arroz orgánico se convierten en un excelente restaurante que les permite acumular grasa y energía para sus largos viajes.
José Jarvi Bazán y Nelly Lucumí en el cultivo de arroz orgánico. Foto: Asociación Calidris.
“Las capturamos para estudiarlas y saber en qué estado llegaban a Colombia y cómo se marchaban. Los agricultores las tuvieron en sus manos, las contemplaron y aprendieron de dónde viene cada una”, explica Yanira Cifuentes. La bióloga asegura que la gente ya habla con firmeza de estas especies, diferencian bien a las residentes de las migratorias, saben en qué tiempo llegan, cuándo se van, de dónde proceden y sus características particulares. “Eso es apropiación del territorio”, destaca.
Producto de estas investigaciones, y como si fuera una línea de tiempo, la investigadora describe la secuencia de visitas de las aves en los cuatro meses de vida del arrozal.
Las aves acuáticas comienzan a ‘aterrizar’ tan pronto los lotes están rebosantes de agua, listos para la primera fase del cultivo de arroz orgánico. Mientras el agricultor prepara el suelo, inunda y trasplanta las plántulas de una altura de 30 a 50 centímetros (cm), las visitantes van llegando por bandadas.
Las aves son controladoras de plagas para el arroz. Foto: Asociación Calidris.
Primero aparecen los patos migratorios (Spatula discors), luego las aves playeras como (Calidris minutilla, Calidris melanotos, Calidris himantopus y Charadrius semipalmatus), las pollas de agua (Porphyrio martinica), las ibis y coquitos (Plegadis falcinellus y Phimosus infuscatus) y muchas más, provenientes de distintas regiones de Colombia, Estados Unidos y Canadá. Lo primero que hacen es buscar sitios para comer en el suelo anegado y hospedarse, bien sea en el cultivo o en los árboles de los alrededores.
Cuando la planta alcanza entre 50 y 80 cm sale la espiga verde y llegan las especies que consumen insectos como los turpiales cabeciamarillos (Chrysomus icterocephalus) y garzas (Egretta thula y Egrettacaerulea) que no solo aprovechan los insectos sino los peces, ranas y renacuajos que hay en el agua. No pueden faltar los chamones parásitos (Molothrus bonariensis) que buscan el grano tierno y lechoso.
Semanas después, cuando la espiga está madura, se hacen presentes los semilleros como canarios (Sicalis flaveola), los llamados espigueros (Sporophilanigricollis y Sporophila minuta) y algunos loros de pequeño tamaño como los cascabelitos (Forpus conspicillatus).
En el cuarto mes, cuando llega el momento de la cosecha, el grano cae al piso y aparecen las palomas torcazas (Torcaza naguiblanca) y (Columbina talpacoti). Detrás de estas entran sus predadores, aves rapaces como el cernícalo (Falco sparverius), el halcón plomizo (Falco femoralis) y el halcón peregrino (Falco peregrinus). Estas rapaces se posan en la copa de los árboles o en los cercos y comienzan a realizar su propia cacería.
Aves para el arroz, arroz para las aves
Son muchas las preguntas por resolver sobre la relación de las aves y el arrozal. ¿En qué consiste esa conexión?
Para la Asociación Calidris, los arrozales son agroecosistemas que se comportan como humedales artificiales temporales porque alternan periodos de inundación y de sequía, haciendo que a lo largo del ciclo productivo se ofrezcan diferentes hábitats para la fauna en general y para las aves en particular.
Lo que ocurre, manifiesta Yanira Cifuentes, es que en muchos departamentos se convierten en la única opción que tienen tanto las aves migratorias como las especies residentes. Ese es el caso del departamento del Valle del Cauca, donde varios humedales naturales han desaparecido.
“En el departamento, en menos de 50 años, se ha perdido el 80 % de los humedales naturales por la ampliación de cultivos como la caña o por la urbanización. Las aves no tienen a dónde ir y acuden a los arrozales. Por esta razón, un cultivo de arroz con buenas prácticas les brinda un humedal temporal y dinámico que pueden aprovechar”, comenta.
Además de conservar aves, los cultivos de arroz orgánicos buscan tener peces para consumo que también puedan ayudar en control de maleza e insectos plaga. Foto: Asociación Calidris.
Sin duda, uno de los grandes descubrimientos de los biólogos de Calidris es que el alimento predilecto de las aves playeras son las larvas y pupas de insectos perjudiciales para los humanos como las del género Aedes y Culex, que son hematófagos —se alimentan de sangre—.
“Son vectores de varias enfermedades, de ahí la importancia de reconocer qué invertebrados están asociados a los cultivos de arroz. Este es un aspecto importante porque solo se habían estudiado plagas para cultivos y no para enfermedades hacia humanos”, comenta la investigadora.
Moscos y zancudos que propagan el dengue y el chikungunya caen por montones en los picos de estas aves, logrando un impacto benéfico para los productores, pues los protegen de complicadas enfermedades.
“De la misma forma, se alimentan del gusano taladrador o cogollero (Spodoptera frugiperda) que causa una alta afectación en las primeras fases de las plántulas”, comenta Yanira. Cuando hay demasiados gusanos, las plantas no se desarrollan.
Varias aves playeras también atrapan larvas y adultos de cucarrones o escarabajos pertenecientes a la familia Chrysomelidae, que para el arrocero pueden ser perjudiciales. Dichas larvas entran por las heridas que dejan otros gusanos y van consumiendo el interior de la planta hasta dejarla como una caña vacía.
Los aportes de las aves no se quedan ahí. Algunas también se alimentan de larvas de la palomilla blanca o ‘novia del arroz’ (Rupela albinella) que, curiosamente, es benéfica para el cultivo en su etapa adulta pero en su etapa de larva es una plaga. El asunto genera tanta polémica que muchos campesinos siguen creyendo que son dos insectos diferentes (larva y adulto) y no les creen a los biólogos cuando insisten en que se trata de una misma especie.
Para que las aves playeras hagan bien su trabajo como controladoras, los cultivos deben estar inundados. Pero, ¿qué pasa en los periodos más secos? En ese momento aparece el gusano cogollero, pero entran en acción los garrapateros (Crotophaga ani) y los turpiales (Icterus nigrogularis). En resumen, el beneficio que los cultivos obtienen de las aves es incalculable.
Bondades de las cercas vivas
Otro eje fundamental para el cultivo limpio que promueve la Asociación Calidris es la inclusión de cercas vivas o barreras naturales que “permiten la conexión de elementos de paisaje como quebradas, bosques, guaduales, que a su vez sirven como corredores para que reptiles, aves y mamíferos puedan desplazarse de un lugar a otro”.
Estas cercas también funcionan como un muro para que los insumos químicos sintéticos provenientes de otros cultivos, y que se esparcen en el aire, no lleguen al cultivo orgánico. Además, actúan como ‘murallas’ rompe vientos que evitan la caída de plantas de arroz ante fuertes tormentas y lluvias, retienen los suelos de caminos y bordes de cultivo, y a la vez ofrecen sombra.
Niños y productores hicieron un inventario de los árboles nativos de la vereda La Bertha y luego construyeron un álbum botánico con muestras de semillas, hojas, flores y frutos, como documento de consulta.
Los cultivos de arroz funcionan como humedales dada la pérdida de estos ecosistemas naturales en departamentos colombianos como el Valle del Cauca. Foto: Asociación Calidris.
Con esa información sembraron cítricos, mamey, guanábana, mamoncillo y algunos maderables en cuatro predios de la vereda. También pusieron perchas para que las aves rapaces se posaran y pudieran cazar, pues al hacerlo cumplen con su trabajo de control biológico.
Luego de la cosecha, los agricultores rotan el cultivo para que el suelo descanse. Cuando las plantas se pudren no hacen quemas, sino que los residuos se convierten en abono para la siembra de fríjol. Esperan a que crezca durante dos meses y medio y una vez se cosecha se fija el nitrógeno en el suelo. Después, nuevamente plantan arroz.
No todo es alegría
José Jarvi Bazán, el cultivador pionero, dice que disfruta ver cómo llegan patos canadienses, calidris, cigüeñuelas o viuditas. A pesar de que esas especies pueden comerse su cultivo, él ha aprendido a manejar el problema con cierta paciencia y mucha astucia.
En el instante en que la semilla abre, arriban las enormes bandadas del pato canadiense (Spatula discors), que tras sus largos viajes se encuentra con estos “sanos restaurantes”. Bazán sale con linterna en mano a espantarlos a las 7, 9, 11 y 12 de la noche y a veces a las 2 de la mañana durante nueve días. “Tampoco es que molesten mucho”, comenta.
Sin embargo, son pocos los que se esfuerzan por la convivencia. Por el contrario, extensos arrozales del Valle de Cauca, del Tolima Grande y de los Llanos Orientales, donde hace falta una mayor cultura ambiental, se convierten en un destino mortal para algunas especies, explica la investigadora Yanira Cifuentes. “Aunque los cultivos de arroz son una opción alterna a los humedales naturales, los arrozales también son considerados como trampas naturales, esto quiere decir que, así como las aves pueden encontrar beneficios, también pueden hallar depredadores o ser intoxicados”.
Jaime Mendoza y la bióloga Yanira Cifuentes. Foto: Asociación Calidris.
Como ejemplo está el caso de la polla azul (Porphyrio martinica), un ave residente que puede controlar poblaciones de insectos del cultivo cuando este está inundado. Pero, cuando las plántulas están más grandes, va por los surcos haciendo nidos. Los agrónomos conocen esto como “daño mecánico a las plantas” porque toma las espigas más grandes y las va apiñando hasta construir el nido, haciendo que la producción disminuya.
Los agricultores suelen destruir los hogares de esta ave para evitar una siguiente generación. Como consecuencia de esto, en el departamento del Meta, por ejemplo, la población de la especie empezó a bajar hasta que desapareció en los cultivos. “Ya está regresando, pero muchos arroceros siguen haciendo cuentas alegres de los daños. Eso no es así, se debe calcular la tasa de pérdida contra los beneficios que les traen estas aves”, dice Yanira Cifuentes.
Otra de las afectaciones masivas a la biodiversidad asociada a los cultivos de arroz es el uso de agrotóxicos que afectan no solo a aves, sino a anfibios y otras especies acuáticas. En particular hay una sustancia muy peligrosa conocida como ‘matasiete’ y que puede afectar libélulas o aves y al ir por escorrentía, puede acabar con larvas, cucarrones, ranas y sapos. Le dicen ‘matasiete’ porque puede acabar con siete niveles de la cadena trófica. Mata los insectos que luego son consumidos por la rana, luego a la garza que se come a la rana y de ahí en adelante sigue envenenando a todos los demás predadores.
De hecho, la bióloga relata cómo un médico del Valle del Cauca vio convulsionar a un pato en 2016 y a partir de ahí la Fundación Calidris empezó a investigar el hecho. Encontró que el pato migratorio (Spatula discors) e iguasas (Dendrocygna autumnalis, D. bicolor y D. viduata) que consumen una sustancia conocida como propanil padecen una afectación en el sistema nervioso que les genera una especie de epilepsia. Esto también ha sido observado en otros países para especies como patos (Anas platyrhynchos) y perdices (Colinus sp.).
“El veneno se acumula en los patos y poco a poco los va matando, es como un cáncer que los consume. Gracias a estudios sobre el tema, Estados Unidos prohibió este químico”. Espera que Colombia también tome medidas contundentes.
Del Valle del Cauca para Colombia y el mundo
En Casanare, al oriente de Colombia, hay alguien que sigue los pasos de José Jarvi Bazán. Jaime Mendoza ya lleva tres cosechas con dos hectáreas de cultivo de arroz sin agroquímicos. Confiesa que no es fácil pues se deben superar situaciones como el bajo rendimiento en la fase inicial, la acidificación del suelo llanero y que todo se hace bajo un proceso artesanal.
“Estaba cansado de trabajar el arroz con tantos químicos, había que aplicar no uno sino varios herbicidas, fungicidas e insecticidas. El beneficio ahora es producir una comida limpia que ayude a tener una buena salud. Sin embargo, hace falta una máquina trasplantadora, un molino certificado y cumplir las demás exigencias que demanda el proceso”, comenta Jaime.
Para mejorar su producción, Fedearroz —gremio que reúne a muchos de los arroceros de Colombia— lo ha apoyado con el uso de feromonas para combatir el gusano cogollero (Spodoptera frugiperda). Además, Jaime también ha elaborado sus propios abonos a partir de lombricultura.
300 especies de aves, de las cuales 20 son migratorias, se han encontrado en cultivos orgánicos de arroz en el Valle del Cauca. Foto: Asociación Calidris.
Su próxima siembra será en agosto y ya tiene la semilla que dejó de la última cosecha. No solo esto, la innovación en esta pequeña producción de arroz limpio se acompaña por un proceso de rizipiscicultura —uso de peces dentro del cultivo para control de malezas e insectos plaga—. Ya superó la etapa de experimentación, como parte de un proyecto de las estudiantes Andrea y Luz Ángela León de Unisangil, asesoradas por Wilmer Velásquez de esa universidad y Jorge Andrés Ardila de Fedearroz. El objetivo es que Jaime, a la vez que obtiene cereal, pueda tener peces para consumo.
Por su parte, José Jarvi Bazán, el pionero en arroz orgánico en Colombia, cuenta que ha recibido delegaciones de arroceros de Estados Unidos, Perú y Japón que quieren conocer su modelo de cultivo. Ahora ofrece servicio con guías locales y atención a avituristas que pueden pasar un día en la finca comiendo su arroz ‘verde’ y observando las ‘alas del arroz’ en los humedales.
A futuro quiere alcanzar las seis toneladas por hectárea en producción del cereal orgánico y lograr que otros arroceros se interesen por esta forma de producción que ayuda a la conservación de aves. “Estoy convencido de que se puede producir buena comida sin contaminar. Se necesita efectiva asesoría y ser conscientes que al empezar la producción se baja, pero con el tiempo aumenta”.
El progreso que ha tenido José Jarvi Bazán, y al cual Jaime Mendoza le ha seguido los pasos, es un sueño realizado para Yanira Cifuentes. Y es que hace apenas 10 años la bióloga luchaba contra todas las voces que le decían que era imposible que un arrozal fuera un agroecosistema ecoamigable.
‘Alas del arroz’ ya migró hace cuatro años a Paraguay como una experiencia impartida a nuevos productores. La meta de la investigadora es seguir exportando el proyecto y lograr que esta experiencia de producción y conservación de aves —en el país con mayor diversidad de estas especies en el planeta— se convierta en un referente mundial.
Ha sido discípulo de los pioneros en la investigación de grandes felinos. Esteban Payán, un colombiano nacido en Cali, tuvo fascinación por los jaguares, tigres y leones desde niño. Cuando se convirtió en biólogo, decidió buscar a los más renombrados en este campo. Así llegó a trabajar con Alan Rabinowitz, George Schaller y Howard Quigley, en Panthera, una organización mundial para la conservación de felinos salvajes.
Ahora, Payán es director regional para Sudamérica de esta organización global y uno de los más renombrados especialistas en jaguar (Panthera onca), especie símbolo de América Latina.
Esteban con sus maestros Alan Rabinowitz y Howard Quigley, en Chiribiquete, Colombia. Foto: SantiagoWills.
Su primer encuentro con un jaguar fue “mágico y muy pacífico”, dice. Y en sus conferencias asegura que continuará dedicando el resto de su vida a conservar esta especie que, actualmente, representa lo más fuerte y salvaje de nuestro continente.
En esta entrevista con Mongabay Latam, el científico habla de sus experiencias, de sus investigaciones, del Corredor Jaguar y de sus encuentros con el felino más grande de América.
Usted ha dicho que desde niño sintió una especie de seducción por el jaguar. ¿Cómo nació ese sentimiento?
Es difícil explicar en palabras, pero siempre me interesaron los felinos salvajes, no solo el jaguar. Absorbía toda la información que podía tener en mis manos, desde afiches hasta enciclopedias. En los años 80 se iniciaron las investigaciones sobre estos animales con uno de los libros insignia que leí: Nacida libre, sobre la leona Elsa, en África, criada por Joy Adamson. Así empezó un movimiento de conservación y los primeros trabajos de monitoreo con collares a tigres y leones. En 1978, mis jefes fueron los primeros que colocaron estos equipos a jaguares.
¿Quiénes eran sus jefes?
Uno de ellos fue Alan Rabinowitz, quien murió el 5 de agosto del año pasado. El otro fue George Schaller, vicepresidente de Panthera hasta hace poco. Schaller fue el primero en el mundo en investigar sobre leones y tigres y también el primero en estudiar jaguares. El año pasado se retiró, pero ha sido mi inspiración permanente. George formó a una primera generación de investigadores: Alan y el doctor Howard Quigley (actual director ejecutivo de Ciencias de la Conservación de Panthera). Ellos crearon el proyecto para monitorear jaguares en Brasil mediante el uso de collares.
Esteban Payán con el doctor George Schalller, pionero en la investigación de grandes felinos. Aquí en el rancho Aurora, en el departamento de Casanare, Colombia. Foto: B. Wald.
¿Qué ha significado para usted trabajar con ellos?
Ha sido una gran inspiración. Cuando estudiaba, aspiraba llegar a ellos, por eso apliqué a una beca. Al ganármela, se creó una comunicación y llegamos a entendernos muy bien. Porque una cosa es admirar a alguien y otra llevarse bien y trabajar con ellos. La verdad ha sido muy fácil y Panthera es el producto de todo ese trabajo.
¿Cuál fue la ruta que siguió desde niño hasta llegar a trabajar con jaguares?
La hice estudiando. Me gradué en biología en la Universidad de los Andes de Colombia. Luego busqué becas porque tenía claro que quería hacer un doctorado en felinos. Me acuerdo de que contacté a 32 profesores, pues debía conseguir uno que me avale para entrar al posgrado. Solo dos respondieron. Los otros estaban ocupados o seguro que pensaban “este colombianito qué va a trabajar como nosotros”. Contestaron de la UCL (University College of London) y la Sociedad Zoológica de Londres, lugares donde siempre soñé estudiar. Al graduarme conversé con Alan (Rabinowitz). Nos encontramos durante mi viaje entre Londres y Colombia, cuando pasé por Nueva York. Entonces, Alan me dijo que iríamos a comer la mejor pizza en esa ciudad, y ahí charlamos. No fue la mejor pizza, pero la conversación fue muy buena porque me preguntó qué quería hacer, dónde quería vivir. Le respondí: quiero trabajar con jaguares en Colombia y hacerlo con Panthera.
Desde niño, Esteban Payán sintió fascinación por los felinos grandes como el jaguar. Foto: naturepl.com / Christophe Courteau / WWF.
¿Y cómo nace Panthera?
Mientras hacía el doctorado se creó Panthera, en el año 2005, con personas que dejaron WCS (Wildlife Conservation Society). Uno de los donantes fue Thomas Kaplan, que hasta hoy es director en la organización. Kaplan quería fundar una institución exclusivamente para salvar felinos, porque el problema de los grandes felinos es su tamaño y que sean carnívoros, por eso se necesita conservar paisajes enteros. Con esa visión se creó Panthera.
El riesgo de perder su territorio ¿cuáles son las principales amenazas para el jaguar?
La principal amenaza es la agricultura extensiva. Consideramos que más de la mitad del hábitat de los jaguares en América, casi un 60 %, se ha perdido. Si ves el Corredor del Jaguar —una de las creaciones de Alan— Colombia tiene zonas muy angostas y vulnerables que aún permiten el flujo entre jaguares de Sudamérica y Centroamérica, pero son tan tenues que, si un terrateniente compra una gran porción de terreno, el corredor queda dividido. Ahí enfocamos nuestro trabajo. Hay otras zonas como el Amazonas, el gran bastión de conservación del jaguar, que enfrentan el avance galopante de la deforestación.
En el pasado, las poblaciones de jaguares se redujeron por la caza indiscriminada para abastecer el mercado de la moda. Ahora, ha surgido el tráfico de colmillos dirigido al mercado asiático, ¿nuevamente surge la caza como amenaza para el jaguar?
La magnitud de la caza de miles de animales llevó casi a la extinción a los felinos, sobre todo al ocelote. Afortunadamente, con la prohibición de CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), a partir de 1973, fue una de las pocas prohibiciones del mundo que funcionó. Pero ahora, el fantasma de la cacería vuelve, alimentado por una gran demanda de la medicina tradicional China y el lujo asiático. Y no estábamos preparados para ello.
Esteban Payán instalando una cámara trampa en San Lucas, Colombia. Foto: Panthera.
¿Cómo puede afectar esta cacería a las poblaciones de esta especie en los próximos años?
Yo creo que aún es temprano, pero potencialmente es lo que llamo la punta del iceberg. Solo estamos viendo un ejemplo de lo que puede pasar y no lo que hay debajo del agua, que es una gran catástrofe en cuanto a felinos. Vimos lo que sucedió con el tigre asiático, que padeció el poder de destrucción de la medicina tradicional China. Ahora, estamos ante el mismo problema con los jaguares.
Usted ha dicho que el jaguar es una especie protectora de la biodiversidad y que su pérdida no solo afecta a la Amazonía sino también a las ciudades. ¿Cómo es eso?
Siempre pensamos en los jaguares como habitantes de la selva, pero en Perú, Ecuador, Colombia, en los países andinos, el jaguar vive en las laderas de sus montañas. Con los jaguares ahí, aseguramos biodiversidad funcional en las cuencas de los ríos que abastecen a las grandes ciudades. Si falta el jaguar en un ecosistema de estos, sucede que aumentan sus presas naturales de una forma descontrolada y como consecuencia, hay más consumo de semillas, de flores, de frutos y de hojas de determinadas especies de plantas. Así, cambia toda la estructura y el patrón de regeneración. Está probado a través de publicaciones científicas que los bosques sin grandes carnívoros son mucho más pobres. Las consecuencias son mayor erosión, más sedimentos en los ríos y mayor inversión del gobierno en plantas de limpieza del agua para hacerla potable. Tienes también bosques alterados con menos sombra, entonces el terreno se vuelve más árido, y aumentan lo que llamamos los mesopredadores como las zarigüeyas y los coyotes, que consumen otros animales, como ciertas aves. Un desbalance que cambia el mundo. Los jaguares son clave porque tienen una gran influencia sobre el ecosistema.
¿Qué es el Corredor Jaguar?
El Corredor Jaguar simplemente es la conexión de los bosques y sabanas naturales donde habita este animal, y tenemos que mantenerlo. También debemos preservar el flujo genético, que pasen de uno al otro entre poblaciones cercanas, para asegurar una variabilidad genética que enfrente cambios en el ecosistema. Si el papá viene de un lado y la mamá de otro, las crías tienen un espectro genético mucho más amplio.
Las investigaciones han revelado que el jaguar es un excelente nadador. Foto: Richard Barrett / WWF-UK.
¿Qué se está haciendo para mantener este corredor?
Tenemos una serie de acciones para conservar el Corredor Jaguar. Una de ellas es un proyecto en el mundo de los bonos de carbono para conservar los bosques de los jaguares. Este trabajo involucra a Panthera, South Pole y la empresa ISA (Interconnection Eléctrica SAESP) una compañía que transmite energía eléctrica y tiene redes por toda América Latina y, muchas veces, sus instalaciones coinciden con lugares del corredor. A través de este proyecto se paga a los campesinos para que no tumben sus bosques. Es una estrategia innovadora para asegurar el hábitat del jaguar a gran escala. Otro mecanismo, para áreas más pequeñas, tiene que ver con ganaderos que pierden a sus animales como vacas y burros porque el jaguar los caza. Con ellos se hace un manejo antipredatorio a través de la instalación de cercos eléctricos que funcionan con celdas solares.
¿Existe el riesgo de que se pierda la conexión entre Centroamérica y Sudamérica?
Mira, el sector entre Panamá y Colombia es tan frágil que, de seguir las tasas actuales de deforestación y deterioro del hábitat, simplemente en diez años, o menos, no existirá esta conexión.
El Corredor Jaguar es una propuesta la conservación de esta especie. En la foto Esteban Payan, Jenny Gallo, Valeria Borón, Jorge Barragán y un guía que los acompaña. Foto: Beth Wald.
Usted ha hecho investigaciones genéticas que ahora son el soporte del Corredor Jaguar, ¿cuáles han sido los hallazgos más importantes?
Hay varios. Sabemos, por ejemplo, que usan las plantaciones de palma de aceite, pero no viven en ellas. También sabemos que las hembras de jaguar pueden tener crías desde los 18 o 20 meses. Antes pensábamos que podían quedar preñadas recién a los tres años. Asumíamos que era una especie muy solitaria, pero hemos visto machos, que creemos son hermanos, que pasan parte del año juntos. Hemos descubierto que son excelentes nadadores, que cruzan ríos inmensos como el Amazonas.
¿Actualmente desarrolla una nueva investigación?
Sí, tenemos varias con énfasis en el impacto de los diferentes tipos de agricultura sobre el corredor. También un proyecto sobre el tráfico ilegal de partes de jaguar. Otra sobre la valoración del turismo y cuánto aporta el jaguar a una región. Además, se está haciendo un estudio sobre el impacto de las carreteras en el corredor.
Esteban Payán en el Parque nacional natural Sierra de Chiribiquete. Foto: Susie Wills.
A finales del 2018 se aprobó el Plan Jaguar 2030, ¿qué países están liderando esta iniciativa?
Costa Rica, Brasil, México y Ecuador lideran la propuesta. Son 15 países, pues Colombia se acaba de unir a la iniciativa. Se trata de un movimiento de cambio y de toma de conciencia para la conservación con el fin de evitar que suceda lo mismo que con el tigre.
¿Y se está haciendo lo suficiente?
Aún estamos en deuda con el jaguar, que es un símbolo latinoamericano, una herencia que nos une y que, por simple respeto, debemos salvar.
Ese legado nos debe unir como continente…
Por primera vez, el año pasado hice un artículo antropológico y lo llamé, como decía Alan, El viaje cultural del jaguar. A lo largo del tiempo, ese viaje ha cambiado. En las culturas prehispánicas, para los indígenas, era un referente de creación, un actor principal, bueno o malo, pero permanente en el imaginario. Luego, con la conquista, los colonos llegaron con una mentalidad diferente de tumbar los bosques, de sembrar, y el jaguar se vuelve una plaga que hay que eliminar. Hoy en día está cambiando, aún se ve como una plaga, pero en muchos lugares se está convirtiendo en el ícono de la conservación. El jaguar representa lo más fuerte y más salvaje de América Latina, que se debe proteger.
Perú ha enviado una propuesta a CITES para que el jaguar sea reconocido como especie bandera en América…
La palabra reconocimiento es perfecta. Tenemos que conocer los valores de los animales.
El Plan Jaguar 2030 busca evitar la desaparición del gran felino de Latinoamérica, ya extinto localmente en dos países. 14 naciones se unen para recuperar el hábitat, la lucha contra la caza y la educación de la población. Video: Mongabay Latam.
¿Cómo fue la primera vez que se encontró con un jaguar?
Fue en Brasil, en el 2009, en una finca demostrativa que tiene Panthera en el pantanal. Yo llegué tarde y cuando empezó a oscurecer salimos en una camioneta a un terraplén. Fui a caminar solo y cuando me di cuenta estaba ahí, delante de mí. Se detuvo y me miró. Estaba muy cerquita. Cuando te mira, te sientes como petrificado. Caminé unos 800 metros detrás del jaguar hasta que se molestó y se fue. La verdad, fue mágico y quedé absorto. Fue un encuentro muy pacífico.
El biólogo nacido en Cali es uno de los especialistas más renombrados en la conservación del jaguar. Foto: Nathalie Regnier
¿Ese encuentro tuvo alguna influencia en usted?
Sí, sin duda. Pero no fue lo que más me ha marcado. Recuerdo mucho, sin embargo, una vez en el Amazonas, durmiendo en una hamaca en un campamento. Esa noche había un par de perros muy alborotados y me dijeron que eso significaba que el tigre estaba cerquita (los indígenas llaman tigre al jaguar). Al día siguiente veo que un jaguar había rodeado mi hamaca porque en la tierra estaban sus huellas. Eso me impactó mucho.
¿Qué es lo que más le gusta del jaguar?
(Ríe). Pienso que lo silencioso y sigiloso que es.
¿Y qué recomendaría a quienes no tienen una relación tan cercana con el jaguar?
Que lo observen, porque sus hijos merecen un mundo donde haya jaguares y no un planeta sin esta especie tan majestuosa. Necesitamos la atención de todos en esta iniciativa, pues, digamos que, si salvamos al jaguar, nos salvamos todos.
Solo siete jóvenes de diferentes regiones del mundo, entre 18 y 30 años, tendrán la oportunidad de su vida.
El concurso Jóvenes Campeones de la Tierra 2019les brindará una plataforma para convertirse en agentes de cambio y proteger el ambiente, gracias a sus ideas e innovaciones.
Cada ganador recibirá US$15.000 en capital inicial para invertir en su proyecto, US$ 9.000 para la difusión y comercialización de sus ideas, invitación y apoyo para compartir sus esfuerzos en reuniones de alto nivel de la ONU, y formación y orientación individualizada.
El premio inició en 2017 y está dirigido a África, Asia Pacífico, América Latina y el Caribe, Estados Unidos, Europa y Asia Occidental; inspirado por el premio Campeones de la Tierra, la distinción ambiental para líderes más importante de la ONU.
¿Qué quieren encontrar?
La organización mundial afirma que con el cambio climático amenazando ecosistemas y sociedades, los organizadores del concurso esperan encontrar a personas capaces de ver más allá de las crisis, con el coraje de inventar el futuro y abrirse camino en una economía nueva y más ecológica.
Algunos de los proyectos ganadores en las anteriores versiones abordan objetivos de desarrollo sostenible mediante innovaciones de alta y baja tecnología como: jardines en azoteas para combatir la contaminación del aire, una aplicación móvil que se basa en los recibos de compra de los usuarios para analizar la sostenibilidad de su consumo, la cría de corales y la restauración de arrecifes degradados, la confección de prendas ecológicas, o una novedosa tecnología que filtra y convierte 90% de las partículas de los generadores diésel en tinta de impresora.
Foto: ONU Ambiente
Joyce Msuya, Directora Ejecutiva Interina de ONU Medio Ambiente informó que «el premio Jóvenes Campeones de la Tierra combina dos elementos cruciales para salvar nuestro planeta: la innovación y la motivación de la juventud. Necesitamos ambas en igual medida para abordar los retos ambientales más acuciantes de la actualidad».
La actividad es financiada por Covestro, compañía fabricante de polímeros.
Los aspirantes pueden inscribir sus ideas antes de la medianoche (GMT) del 31 de marzo de 2019 en: incripción