«A menos que la humanidad cambie la forma de producir alimentos, la pérdida de biodiversidad en el planeta seguirá acelerándose».
El sistema alimentario global es el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad y en este sentido la agricultura ha sido identificada como una amenaza para 24.000 de las 28.000 (86%) especies en riesgo de extinción.
Así lo revela el informe Impactos del sistema alimentario en la pérdida de biodiversidad, elaborado por el Instituto Chatham House, con sede en Londres, dedicado a apoyar a gobiernos y sociedades en la construcción de políticas sostenibles. Este fue apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA ) y la organización Compassion in World Farming (Compasión en la agricultura mundial), líder en el bienestar de los animales de ganadería y a la producción de alimentos sostenibles.
“En las últimas décadas, nuestros sistemas alimentarios han seguido el paradigma de producir más alimentos a menor costo mediante el aumento en el uso de insumos como fertilizantes, pesticidas, energía, tierra y agua. Este modelo conduce a un círculo vicioso: el menor costo de producción crea una mayor demanda de alimentos que también deben producirse a un bajo costo a través de una mayor intensificación y un mayor desmonte de tierras”.
Indica también que los impactos de producir más alimentos baratos no se limitan a la pérdida de biodiversidad. El sistema alimentario mundial es uno de los principales impulsores del cambio climático y es responsable de alrededor de 30% del total de emisiones producidas por el hombre.
Actualmente la tasa global de extinción de especies es la más alta de los últimos 10 millones de años.
“Nuestro sistema alimentario actual es un arma de doble filo, moldeada por décadas por el paradigma de producir más alimentos, de forma rápida y barata, sin tener en cuenta los costos ocultos para la biodiversidad –y sus servicios de soporte vital–, y nuestra propia salud. Cambiar la forma en que producimos y consumimos alimentos es una prioridad urgente: necesitamos transformar los patrones alimentarios mundiales, proteger y reservar tierras para la naturaleza y cultivar de una manera más respetuosa con la naturaleza», manifestó Susan Gardner, directora de la División de Ecosistemas del PNUMA.
Sugieren tres acciones
El informe describe tres acciones necesarias para la transformación del sistema alimentario en beneficio de la biodiversidad, y establece recomendaciones para incorporar la reforma del sistema alimentario en los procesos políticos de alto nivel sobre naturaleza que se desarrollan este año.
Según el nuevo informe, reformar los sistemas alimentarios es una cuestión de urgencia y debe centrarse en tres acciones interdependientes:
- En primer lugar, los patrones dietéticos globales deben avanzar hacia dietas más ricas en vegetales, principalmente debido al impacto desproporcionado de la ganadería sobre la biodiversidad, el uso de la tierra y el medio ambiente. Tal cambio, junto con la reducción del desperdicio mundial de alimentos, reduciría la demanda y la presión sobre el medio ambiente y la tierra, beneficiaría la salud de las poblaciones de todo el mundo y ayudaría a reducir el riesgo de pandemias.
- En segundo lugar, es necesario proteger más tierras y preservar áreas exclusivamente silvestres. Mayores beneficios para la biodiversidad se producirán cuando preservemos o restauremos ecosistemas completos. Por tanto, debemos evitar la conversión de tierras para la agricultura. Los cambios en la dieta humana son esenciales para preservar los ecosistemas nativos existentes y restaurar aquellos que han sido eliminados o degradados.
- En tercer lugar, debemos cultivar de una manera más respetuosa con la naturaleza y que sustente la biodiversidad, limitando el uso de insumos y reemplazando el monocultivo con prácticas agrícolas de policultivo.
El cambio dietético es necesario para devolver la tierra a la naturaleza y permitir la adopción generalizada de una agricultura amigable con el ambiente. Cuanto más se adopte esta primera acción, más margen habrá para las otras dos recomendaciones, asegura el reporte.
Opinan expertos mundiales
Tim Benton, director de investigación sobre riesgos emergentes de Chatham House: “El uso de la tierra con fines de explotación es el origen de las principales amenazas para la biodiversidad. Estas son impulsadas por la demanda económica de producir cada vez más alimentos ricos en calorías, pero nutricionalmente pobres, a partir de unan diversidad cada vez menor de productos cultivados a gran escala.
Estos productos básicos sustentan un sistema alimentario derrochador que no nos nutre, socava la biodiversidad e impulsa el cambio climático”.
El informe fue dado a conocer en un evento mundial donde el director ejecutivo de Compassion in World Farming, Philip Lymbery, advirtió que en un momento en el que gran parte del mundo continúa luchando contra la pandemia de COVID-19, nunca ha sido más obvio que el bienestar de las personas y los animales, silvestres y criados, está entrelazado.
“Como muestra este nuevo informe, el futuro de la humanidad depende de que vivamos en armonía con la naturaleza. Necesitamos trabajar con la naturaleza, no contra ella. Nunca ha sido tan oportuno para nosotros darnos cuenta de que proteger a las personas significa proteger también a los animales. El futuro de la agricultura debe ser respetuoso con la naturaleza y regenerativo, y nuestras dietas deben ser más basadas en plantas, saludables y sostenibles. Sin poner fin a las granjas industriales, corremos el peligro de no tener ningún futuro».
Jane Goodall, PhD, Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico, fundadora del Instituto Jane Goodall y Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas: “La cría intensiva de miles de millones de animales a nivel mundial daña gravemente el medio ambiente, provoca la pérdida de biodiversidad y produce enormes emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global.
Las inhumanas condiciones de hacinamiento no solo causan un sufrimiento intenso a los seres sensibles, sino que permiten la transferencia de patógenos de animales a humanos, lo que crea el riesgo de nuevas enfermedades zoonóticas. Por motivos éticos, debería eliminarse lo antes posible».