La lideresa indígena del pueblo bora fue artífice de la creación del Parque Nacional Yaguas, un territorio cercano al millón de hectáreas en la Amazonía peruana. Es la tercera mujer que recibe el llamado ‘Nobel Verde’.
Ivette Sierra Praelli / Mongabay Latam
Liz Chicaje Churay tiene una voz suave, pero habla con firmeza. Es una lideresa innata y una de las artífices de la creación del Parque Nacional Yaguas. Cuando en Perú se decidía el destino de este inmenso bosque biodiverso, Liz Chicaje —junto a Benjamín Rodríguez y Eriberto Jimenez, líderes de la cuenca del Putumayo— recorrió las comunidades, visitó ministerios y organismos internacionales para convencer de que el territorio sagrado que tanto habían cuidado sus antepasados debía mantenerse intacto para siempre.
Su voz llegó hasta la COP 23, en Bonn, Alemania, en el 2017, para que el mundo escuchara sobre el territorio ancestral que se debía preservar en la Amazonía peruana. “Somos los guardianes del bosque. Desde el tiempo de nuestros ancestros nos sostiene y nos da vida”, ha dicho siempre la lideresa indígena del pueblo bora.
Tres años antes, en el 2014, Liz Chicaje se había convertido en la primera mujer presidenta de la Federación de Comunidades Nativas del Ampiyacu (Fecona) que reúne a 14 comunidades. Había empezado a cumplir su deseo de niña de enfrentarse y solucionar los problemas que estaban acabando con los recursos de la cuenca del Ampiyacu y con toda la Amazonía peruana.
“Me siento más comprometida para seguir trabajando. El trabajo que hacemos cuando somos dirigentes lo hacemos porque nos nace, porque estamos comprometidos con el bosque”, dice Liz Chicaje a Mongabay Latam días antes de recibir el Premio Goldman por su incansable trabajo para la protección de la Amazonía y su lucha de más de 20 años contra las actividades ilegales que amenazan la selva peruana.
El Premio Goldman 2021 también es un reconocimiento para el líder indígena Benjamín Rodríguez, un sabio del Putumayo que también luchó para conseguir el reconocimiento de Yaguas, pero que falleció en julio de 2020 a consecuencia del COVID-19.
Un reconocimiento mundial
Madre de cinco hijos —cuatro hombres y una niña— Liz Chicaje es la tercera mujer peruana en recibir el Premio Ambiental Goldman 2021 para el Sur y Centro América, conocido como el ‘Nobel Verde’, que está dedicado al reconocimiento de la labor de los activistas ambientales de todo el mundo.
La lideresa del pueblo bora se une así a otras tres mujeres peruanas que recibieron este reconocimiento. En 2003, María Elena Foronda recibió el Premio Goldman. En 2014, Ruth Buendía, lideresa asháninka recibió también este reconocimiento por luchar contra la construcción de una hidroeléctrica en la Amazonía. Dos años después, en 2016, Máxima Acuña, recibió también este galardón por la defensa de su territorio en contra la explotación de la mina Yanacocha en los Andes peruanos.
Este reconocimiento para Liz Chicaje se suma al Premio Internacional Franco Aleman en Derechos Humanos que le entregaron en 2019 en reconocimiento por su trabajo en la conservación de la Amazonía y su esfuerzo por frenar las actividades ilegales que afectan su territorio.
“La conocí en 2015 por el tema de la categorización del Parque Nacional Yaguas”, recuerda Claus García coordinador del Paisaje Yaguas de la Sociedad Zoológica de Frankfurt (SZF). “Cuando la escuchas te das cuenta que es una mujer imponente, de ideas claras y con esas dotes de líder que tiene”, dice García sobre Liz Chicaje.
Este año, la lideresa indígena recorrió por primera vez el Parque Nacional Yaguas. Lo hizo en compañía de García, cuando la SZF la invitó al sobrevuelo que realizó en el mes de marzo para constatar que el parque continúa libre de amenazas. Hasta ese momento, la ubicación de su comunidad, muy distante del Yaguas, le había impedido recorrer el área protegida por la que tanto luchó.
“Estaba muy emocionada”, dice García sobre la reacción que tuvo Liz Chicaje cuando sobrevolaron este bosque de casi un millón de hectáreas. “Por fin conocía el parque por el que había luchado tanto junto con otros líderes”.
En ese viaje lograron acuatizar en el puesto de control de ingreso al parque nacional y Liz Chicaje navegó, por primera vez, en el río Yaguas. Ahí, en pleno bosque —cuenta García— la lideresa indígena cogió un machete y cortó caña, luego, se sentó a disfrutar de esa merienda y a observar la naturaleza que estaba ayudando a conservar.
Cielo, su eterna compañera
Desde que era niña, Liz Chicaje comprendió el significado de proteger sus bosques y desde muy joven trabajó para enfrentar la ilegalidad. Cuando en el 2014 asumió la presidencia de Fecona sabía bien lo que debía hacer.
“Hemos trabajado contra la tala ilegal de la madera y la pesca ilegal. Pero también para encontrar otras formas para desarrollarnos y mejorar nuestra economía”, dice Liz Chicaje, quien ahora lejos de la presidencia de Fecona continúa liderando el trabajo de las mujeres de la cuenca del Ampiyacu.
Ana Rosa Sáenz, coordinadora del Programa Gran Paisaje Indígena Putumayo Amazonas del Instituto del Bien Común en Loreto conoce a Chicaje desde el 2008 y en todos estos años han afianzado su amistad. “Liz Chicaje siempre se ha preocupado por los niños. Ha sido presidenta del Vaso de Leche y también ha organizado a las mujeres para mejorar su economía a través de la artesanía y la producción en la chacra”, señala.
Sáenz recuerda también cómo todos se preocupaban y cuidaban a Liz cuando estaba embarazada durante el primer año como presidenta de Fecona. “Asumió el cargo en medio de los procesos de ampliación de las comunidades, que llevaban 13 años sin tener resultados. Se tuvo que hacer incidencia a nivel nacional y regional. En el 2015 se concretó la ampliación de los territorios de 13 comunidades de su federación”.
Ese mismo año nació Cielo, que ahora tiene seis años, pero que la ha acompañado en todas sus travesías desde que era una bebé. “Ella es una fortaleza para mí. Recuerdo mucho cuando apenas tenía 12 días de nacida y ya salía a caminar conmigo en las comunidades. La llevaba a las asambleas, porque yo tenía el compromiso de cumplir con mi deber como mujer en la organización, pero también con mi familia. Cielo siempre me acompaña”.
La pequeña Cielo ha recorrido ríos y ciudades junto a su madre. Ha estado en reuniones con ministros, en las ceremonias de premiación de su mamá y a cuanta actividad debía asistir Liz Chicaje.
“Todos la apoyábamos para cuidar a Cielo, nos quedábamos con ella cuando Liz debía atender runa reunión. La pequeña tiene hasta fotos con los ministros”, recuerda con una sonrisa Sáenz.
El mayor de sus hijos, David, tiene ahora 22 años, los otros tres están entre los 12 y 18 años. “Como madre y padre tenemos que darles fortaleza”, reflexiona mientras habla orgullosa de cómo todos sus hijos están estudiando a pesar de las dificultades que puede atravesar su familia.
Una vida dedicada a la defensa de los bosques
“Liz lidera una organización de mujeres que producen y procesan yuca y fibra de chambira”, cuenta Sáenz sobre las actividades que realiza ahora Chicaje en su comunidad Boras de Paucarquillo, en la cuenca del Ampiyacu.
Desde hace varios años, la lideresa indígena está empeñada en sacar adelante a las mujeres de las comunidades bora del Ampiyacu. La cooperativa agrícola que dirige se echó a andar en el 2016 con la preparación del llamado ají negro —una salsa elaborada en base a yuca— y la creación de bolsos y otros objetos utilitarios hechos con fibra de chambira, una especie de palma de la Amazonía utilizada en tejidos.
“En el 2018 se formaliza la cooperativa y empiezan a tener contacto con importantes restaurantes para distribuir el ají negro”, cuenta Sáenz sobre los contratos que empezaron a lograr las mujeres del Ampiyacu para que su producto llegue a los restaurantes en las ciudades de Perú.
El producto llegaba a por lo menos varios restaurantes en Loreto y Lima y “había perspectiva de ampliar estas relaciones hasta que llegó la pandemia del COVID-19 y se lo llevó todo”, lamenta Sáenz aunque actualmente ya están trabajando para reactivar esos contactos. “Felizmente ha sobrevivido la relación con los restaurantes de Iquitos”.
La pandemia sorprendió a Liz Chicaje y su familia en Iquitos y tuvieron que permanecer durante varios meses —entre marzo y agosto de 2020— en la capital de Loreto, enfrentando la crisis sanitaria lejos de su comunidad.
Pero Liz Chicaje sabe bien cómo enfrentar la adversidad. En su camino por la defensa del medio ambiente ha tenido que enfrentar a los taladores ilegales que se llevaban la madera de sus bosques.
En más de una oportunidad Liz Chicaje ha mencionado cómo era su comunidad cuando era una niña y cómo, con el tiempo, llegó la tala ilegal y la sobreexplotación de los ríos. Desde que asumió el liderazgo de su comunidad, Chicaje se ha enfrentado a la ilegalidad, pero también a las empresas de explotación forestal, así como a la minería ilegal que en algún momento estuvo dentro del Yaguas.
Ahora, a sus 38 años, Liz Chicaje se mantiene incansable en la defensa de los bosques del pueblo bora y continúa su trabajo para que las mujeres de su tierra desarrollen su economía en base al manejo sostenible de sus recursos.
Pero nunca olvida a sus ancestros, a aquellos que huyeron de la fiebre del caucho y se instalaron en los alrededores de lo que hoy es el Parque Nacional Yaguas. Como tampoco olvida a Benjamín Rodríguez el maestro con quien luchó por Yaguas. “Le gustaba compartir, era un luchador de los derechos en la selva. Mi deseo es continuar educando a las personas porque somos los verdaderos cuidadores del bosque”.
Imagen superior: Liz Chicaje y Cielo, su pequeña hija de seis años, su compañera permanente. Foto: Goldman Environmental Prize
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