Del medio millar de especies afectadas en todo el mundo, 428 corresponden a los países de la región. En Brasil 50 especies vieron reducidas sus poblaciones; en el resto de Sudamérica fueron 150; mientras que en México y Centroamérica alcanzó a 228 especies.
IVONNE SIERRA / MONGABAY LATAM
En Latinoamérica, la presencia de un hongo que ataca a los anfibios hasta asfixiarlos y matarlos ha sido devastadora. De las 501 especies en todo el mundo que están en declive a consecuencia de esta plaga, 428 habitan en esta región, desde México hasta Argentina.
Las reveladoras cifras fueron presentadas en la investigación “Panzoótico fúngico en los anfibios causa una pérdida catastrófica y continua de la biodiversidad”, publicada recientemente en la revista Science. Se trata de una evaluación global realizada en 60 países que mostró los efectos devastadores de la quitridiomicosis en anfibios, enfermedad causada principalmente por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis.
A nivel mundial se determinó que del medio millar de especies afectadas en los últimos cincuenta años, la cuarta parte perdió el 90 % de su población, y se cree que por lo menos 90 especies se extinguieron.
“Que un solo patógeno propagado en todo el mundo por los humanos haya provocado la disminución de más de 500 especies de anfibios es muy preocupante”, dijo a Mongabay Latam el ecólogo Benjamin Scheele, investigador de la Universidad Nacional de Australia y coordinador del estudio. “El hongo quitrídico, después de la pérdida de hábitat, es la segunda amenaza para la biodiversidad de anfibios a nivel mundial”, añadió.
La amenaza en Latinoamérica
En América Latina el panorama ha sido desolador. Solo en Brasil, 50 especies vieron reducidas sus poblaciones; en el resto de Sudamérica el problema alcanza a 150; mientras que en México y Centroamérica se dispara a 228 especies. “Los efectos de la quitridiomicosis han sido mayores en anuros, un grupo de anfibios de cuerpos grandes y rango restringido de climas húmedos en América y Australia”, señala la investigación.
Una de las razones para que el impacto sea mayor en Sudamérica se debe a que es el continente más importante en diversidad de anfibios, sobre todo de ranas. “La mayoría habita en la cuenca Amazónica y en las vertientes orientales de los Andes”, explica Alessandro Catenazzi, coautor del estudio y profesor de la Universidad Internacional de Florida, quien desarrolló su investigación en Perú.
El científico explica que los países con mayor impacto en Latinoamérica han sido los de la Cordillera Andina, es decir, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Esto se debe a las condiciones climáticas de las montañas con bosques nubosos —como la vertiente oriental de los Andes y las cordilleras de Colombia— donde el hongo se reproduce con mayor facilidad. En zonas de temperaturas elevadas el hongo no tiene un buen desempeño. “Creo que el más afectado ha sido Colombia al tener tres cordilleras húmedas”.
El científico agrega que los ecosistemas de montañas tienen una alta biodiversidad de distribución restringida y muchas de estas especies son endémicas, condiciones que contribuyen a su vulnerabilidad.
El investigador peruano menciona, además, que entre los grupos de anfibios más vulnerables en América Latina están los arlequines y las ranas andinas que se consumen en la sierra de Perú. Sobre este tema, Scheele —el coordinador del estudio a nivel global— se refiere al declive y extinción de los Atelopus —ranas arlequines— en Centro y Sudamérica como “el resultado más sorprendente y triste de la investigación en esta región”.
Para el herpetólogo Enrique La Marca, director del Centro de Conservación REVA y coautor del estudio, “la reducción o extinción de especies en Latinoamérica es una pérdida importante para todo el mundo”.
Los efectos de la quitridiomicosis varían, pero el más letal es el engrosamiento de la piel de los anfibios infectados, que altera el balance entre sus sales minerales y el agua en la sangre. También puede interrumpir la respiración de la piel, que en muchos anfibios es más importante que el mismo proceso en los pulmones. El hongo también produce toxinas que paralizan los glóbulos blancos, lo que altera la respuesta inmunitaria de los anfibios infectados.
Esta enfermedad es causada por dos hongos, el Batrachochytrium dendrobatidis, el más extendido, descubierto en 1998, y el Batrachochytrium salamandrivorans, hallado en 2013. Las dos especies se originaron en Asia y fueron propagadas por los seres humanos, señala el estudio.
El estudio menciona también que las disminuciones asociadas a la quitridiomicosis alcanzaron su punto máximo a nivel mundial en la década de 1980, 18 años antes del descubrimiento de la enfermedad. Un segundo periodo de menor magnitud ocurrió a principios de 2000, asociado con un incremento en la reducción de las poblaciones en el oeste de Sudamérica. Los patrones temporales de declinación son variables. Por ejemplo, en algunas zonas de América del Sur y de Australia, las declinaciones comenzaron a finales de los años setenta, mientras que, en otras áreas, las disminuciones comenzaron en la década de 2000.
Tres casos en Sudamérica: Perú, Venezuela y Colombia
“Hubo olas epidémicas que acabaron con poblaciones de anfibios, por lo menos de las más vulnerables”, explica Catenazzi, que estudió anfibios en las estaciones biológicas Wayqecha y Villa Carmen, ubicadas en el valle del Kosñipata, en la Reserva Nacional del Manu, entre Cusco y Madre de Dios, en Perú.
Catenazzi recuerda que, en el año 2002, campesinos le comentaron sobre la reducción y desaparición de varias especies de ranas y sapos de sus cultivos. “Ellos sabían y conocían los efectos de esta enfermedad. Ahora, estamos en la posepidemia, ya ocurrió la mortandad masiva, que las personas en la sierra peruana recuerdan”.
El coautor del estudio precisa que, en la zona del Manu, donde realizó su investigación, se han dejado de ver por lo menos 19 especies. “Eso no significa la extinción de todas ellas. Sin embargo, las que tienen mayores probabilidades de desaparecer son las endémicas”, comenta.
Enrique La Marca precisa que en Venezuela, el hongo ha afectado anfibios que habitan principalmente la Cordillera de Los Andes, una zona de particular importancia porque corresponde a una de las áreas de mayor diversidad biológica en el mundo. “Es un ‘hotspot’ o punto caliente de diversidad biológica de los Andes del Norte”.
El herpetólogo venezolano explica que el Batrachochytrium dendrobatidis ha impactado, principalmente, especies de áreas montañosas por encima de los 1800 metros sobre el nivel del mar, sobre todo las ranas arlequines del género Atelopus, pero también a especies de los géneros Aromobates —ranas olorosas— y Mannophryne —ranitas con collar. Sus investigaciones ya daban cuenta de ellos desde 1995, cuando reportó que todas las especies de ranas arlequines de Venezuela estaban en peligro de extinción.
De sus estudios se desprende que en Venezuela, por lo menos tres especies —la rana escarlata (Atelopus sorianoi) y las ranitas arlequínes de Mérida (Atelopus oxyrhynchus) y de La Carbonera (Atelopus carbonerensis) han sufrido las disminuciones más drásticas. “Sospechamos su extinción”, dice. Pero también habrían sido afectadas nueve especies de ranas arlequines, una todavía sin describir para la ciencia; y más de 20 del género Aromobates. “Es muy probable que el espectro de especies sea más amplio, pero carecemos de los datos de laboratorio para hacer afirmaciones más precisas”.
Una especie que La Marca recuerda bien es la rana escarlata (Atelopus sorianoi) una especie endémica considerada actualmente como Críticamente Amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Según recuerda el científico, esta variedad habitaba los bosques nublados en los Andes de Venezuela. “Cuando la descubrí se podían contar por centenares en una misma quebrada. El último ejemplar lo vimos en 1990, a pesar de haber realizado varias expediciones en su búsqueda durante diferentes años, desde entonces no la hemos encontrado”.
En Colombia, la coautora Vicky Flechas, investigadora de la Universidad de Los Andes, señala que conocen la distribución del hongo, pero apenas están empezando a monitorear las especies. “Sabemos que está ampliamente distribuido, lo encontramos desde el nivel del mar hasta los 3200 metros. En las cordilleras probablemente haya afectado muchas especies, pero no tenemos monitoreo de áreas ni de especies”.
Flechas detalla que algunas de las zonas estudiadas han sido el norte de Santander y el Chocó, en la costa colombiana. También se está empezando a monitorear algunos parques nacionales y lugares que fueron evaluados hace muchos años, para saber si el hongo atacó a las especies que habitaban estas zonas.
La investigadora colombiana coincide con Catenazzi en que la presencia de las cordilleras en Colombia lo convierten en un país muy vulnerable, debido, principalmente a las temperaturas bajas, pues el hongo resiste mejor en ambientes fríos, entre 17 y 20 grados.
Sin embargo, aún hay esperanza. Aunque continúa la disminución de las poblaciones en un 39 % de especies afectadas, existe un 12 % que empieza a recuperarse. Alexander Shepack, investigador dela Universidad Internacional de Florida refiere que existen casos de poblaciones que se están recuperando aún con la presencia del hongo en su hábitat y otras que sobreviven con el hongo en su organismo. “Todavía no sabemos cuáles son sus mecanismos de sobrevivencia, pero creemos que estas especies utilizan varios recursos de adaptación para resistir el hongo”, precisa.
ALIANZA PERIODÍSTICA
MONGABAY LATAM – RED PRENSA VERDE