Solo queda el 32 % de los bosques bajos, que según información científica, ya han perdido 1,2 millones de hectáreas.
“20 por ciento de la pérdida (365 000 hectáreas) en los tres rangos ocurrió desde el año 2000. Ha habido una pérdida de 4600 hectáreas en el período más reciente del 2017-2018 (mayormente en el bosque de elevación baja)”, indica el informe. v
La preocupación de MAAP radica en que solo queda el 39 % de bosque (1.17 millones de hectáreas) en los tres rangos de elevación. De estos tres espacios, el bosque bajo, ubicado principalmente en la provincia de Esmeraldas, ha sido el más impactado, pues solo queda el 32 % (569 000 hectáreas).
“Esto es dramático porque es un punto caliente de biodiversidad mundial pero es uno de los menos apreciados”, Martin Schaefer, director ejecutivo de la Fundación Jocotoco
La tasa de deforestación, incluso, preocupa en algunas áreas protegidas. “Queda el 61 % de la Reserva Ecológica Mache-Chindul (declarada como Reserva en 1996)”, dice el informe. Es decir, se ha perdido el 39 % de los bosques de esta área reservada.
Carmen Josse asegura que esto se debe, en cierta medida, a que ya existían asentamientos dentro de esta zona desde el momento de su declaratoria. Por un lado comunidades indígenas Chachi y por otro lado colonos que llegaron a trabajar en agricultura: “La declaración fue compleja pero tenía bastante sentido porque se trata de una zona que, si bien está en tierras bajas y cercana a la costa, tiene una topografía muy accidentada (una pequeña cordillera costera) que no debía utilizarse para actividades agrícolas. Por otro lado, también tiene altos niveles de endemismo porque es una zona de transición entre bosques muy húmedos característicos del Chocó y los estacionalmente secos”.
A pesar de esto, la directora científica de Ecociencia reconoce que la deforestación de la reserva ha venido en aumento, entre otras cosas, con la construcción de vías cercanas. “De acuerdo a la validación de la cobertura boscosa realizada por EcoCiencia al 2017, solo quedan 76 053 hectáreas de bosque nativo en las 200 000 que tiene el área comprendida por el cantón Muisne más la Reserva Mache-Chindul. De mantenerse las actuales tasas de deforestación, en apenas 25 o 30 años se habrán perdido los últimos remanentes de bosques existentes en la zona”, precisa el informe ‘Oportunidades y desafíos en el manejo de los bosques y sus servicios ambientales en el cantón Muisne, Esmeraldas’, publicado por Ecociencia el año pasado.
Además de esto, MAAP en su reporte se enfoca también en dos áreas puntuales que presentan fenómenos de deforestación importantes. En la primera (señalada con la letra A en el mapa), una zona cercana a la frontera con Colombia, se puede observar, con la ayuda de imágenes satelitales de alta resolución, una pérdida de “380 hectáreas justo al norte de una plantación de palma aceitera, posiblemente para su expansión”. Mientras que en el segundo punto (marcado con la letra B en el mapa) se muestra la deforestación de 50 hectáreas al interior de la Reserva Indígena Chachi.
La esperanza en Cotacachi-Cayapas
A pesar de las cifras, la expectativa y esperanza se encuentran en el buen estado de conservación del recién nombrado Parque Nacional Cotacachi-Cayapas —antes Reserva Ecológica y declarada área protegida en 1968—. Los datos e imágenes de MAAP muestran un 99 % de sus bosques en buen estado de conservación.
Martin Schaefer de la Fundación Jocotoco menciona que Cotacachi-Cayapas es muy importante porque aún tiene una enorme cobertura de bosque. Sin embargo, reconoce que la mayoría de tierras de la reserva se encuentran por encima de los 500 metros y el hábitat más amenazado en el Chocó ecuatoriano es justamente la selva baja, hasta los 300 metros.
La Reserva Ecológica Mache-Chindul solo conserva el 61 % de su cobertura vegetal originales. Es de gran importancia ecológica por ser zona de transición de bosques húmedos tropicales a bosques estacionalmente secos.
“Nuestra intención es proteger este hábitat (de bosques bajos) y luego conectarlo con Cotacachi-Cayapas, porque hay evidencia de que las especies en la zona occidental están moviendo su rango altitudinal hacia arriba como consecuencia del aumento de la temperatura, del cambio climático. Para facilitar ese cambio altitudinal necesitamos esa conectividad”, dice Schaefer. Es por eso que la Fundación Jocotoco está interesada en ampliar su reserva Canandé hasta que se conecte con el parque nacional.
El objetivo es que esto avance con rapidez pues los terrenos de zonas bajas cada vez presentan más proyectos viales y son “muy adecuados para la plantación de palma”, dice Schaefer, quien también considera importante trabajar con las comunidades y algunas empresas locales que tienen modelos sostenibles de producción y mantienen en sus predios vegetación en buen estado, que además alberga especies amenazadas. “Queremos mostrar que hay alternativas para trabajar en el bosque sin acabar con sus recursos naturales”, dice.
La protección del Chocó biogeográfico ecuatoriano se ha vuelto una necesidad debido a las fuertes presiones que enfrenta. “La zona también ha sido afectada por talas selectivas financiadas por grandes empresas madereras y luego esos bosques, a los que se les ha extraído la madera de calidad, poco a poco se han ido degradando y cambiando a otros usos del suelo”, reconoce Carmen Josse y dice que esto todavía sigue ocurriendo.
Si no se para con la pérdida de bosque, como dice Martin Schaefer, se acabaría con un sitio de enorme biodiversidad donde “estamos perdiendo especies, muchas veces sin siquiera conocerlas”.
*Imagen principal: Bosques de las zonas altas del Chocó ecuatoriano. Foto: Sebastián Crespo – CONDESAN.