En el Día Mundial del Agua, uno de los principales objetivos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es el reconocimiento y gestión sostenible de los humedales como soluciones al cambio climático. En Colombia se encuentra la Estrella Fluvial Inírida, un complejo de humedales prioritarios para la conservación en el país, al ser el sustento de comunidades indígenas y campesinas, así como de numerosas especies de flora y fauna.
Astrid Arellano / Mongabay Latam
Están en muchas partes del planeta, pero aún no se sabe con exactitud qué porcentaje de la Tierra está ocupado por humedales. Podrían ser unas 570 millones de hectáreas, es decir, un 6 % de la superficie terrestre. Aún hay muchas preguntas sobre ellos; de lo que no hay duda es que los estamos perdiendo. La Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional Ramsar alerta que el 90 % de estos ecosistemas están degradados o ya no existen.
En el marco del Día Mundial del Agua, celebrado cada 22 de marzo desde 1993, la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) tiene como uno de sus principales objetivos el reconocimiento y gestión sostenible de los humedales, ecosistemas cuyo cuidado forma parte de las soluciones basadas en la naturaleza ante las inclemencias del cambio climático.
La celebración coincide este año con la Conferencia sobre el Agua —que se realizará del 22 al 24 de marzo de 2023, en Nueva York— donde se buscará adquirir compromisos y soluciones entre los países y las sociedades con respecto a la crisis y uso del agua y su saneamiento. Así se pretende adoptar la Agenda de Acción del Agua, definida como un plan rápido y transformador para cumplir los objetivos y metas mundiales relacionados con este recurso natural.
La conferencia también tiene entre sus propósitos el fomento a la cooperación transfronteriza en materia de aguas, crear una nueva plataforma para consolidar los datos y la información relacionados con este recurso, e impulsar una gestión adecuada de las fuentes de agua.
En el marco del Día Mundial del Agua, presentamos el caso de la Estrella Fluvial Inírida, un importante complejo de humedales que es protegido por comunidades indígenas y campesinas en Colombia.
La tierra de mucha agua
La Estrella Fluvial Inírida (EFI), en Colombia, se conforma por tres grandes ríos: Guaviare, Atabapo e Inírida. Es un espacio con aguas de colores diversos y que conforman un sistema hidrológico clave para la conservación de una alta riqueza de especies de flora y fauna del país, así como para la vida de numerosas comunidades indígenas y campesinas.
Hay tanta agua en este lugar, que el departamento de Guainía, donde se ubica la EFI, fue llamado así por el pueblo indígena Yurí, pues en su lengua la palabra Guainía significa “la tierra de muchas aguas”. El valor que tiene el complejo de humedales originados por los ríos derivó a que el 8 de julio de 2014, se designaran 250 159 hectáreas de la EFI como sitio Ramsar.
“Este sitio es parte fundamental de nuestra vida; todo gira en torno al agua porque (los ríos) son nuestras únicas vías de acceso, son nuestras fuentes de alimentación; son el mercado de todas las comunidades”, dice Rosa Durán, lideresa indígena Curripaco, originaria del Resguardo Tierra Alta.
La abundante biodiversidad que hay en el lugar ha sido el objetivo de actividades que los han puesto en riesgo. La minería ilegal, la pesca sin control y la deforestación, explica Durán, son amenazas constantes. Durán, además, es tesorera de la Corporación Mesa Ramsar y coordinadora del proceso de implementación del Plan de Manejo del Sitio Ramsar EFI. Junto con la Asociación de Campesinos para la Sostenibilidad Zona Ramsar —todas creadas previo a la designación del sitio Ramsar, en 2013— se ha hecho frente a esas problemáticas para asegurar el futuro de este inmenso ecosistema dulceacuícola y, en consecuencia, el bienestar de sus comunidades.
Hoy la EFI es uno de los humedales prioritarios para la conservación en Colombia y en el mundo, por lo que su existencia también es motivo de celebración en el Día Mundial del Agua.
Colombia, un país de humedales
Los humedales, definidos por el Instituto Humboldt, “no son charcos y mucho menos pocetas de aguas negras”. Son ecosistemas que, debido a sus condiciones geomorfológicas e hidrológicas, permiten la acumulación del agua de una forma temporal o permanente. Es decir, “son esponjas” o reservorios hídricos. Los 48 473 humedales que se encuentran en Colombia están distribuidos, mayormente, en las regiones del Amazonas, Caribe, Magdalena-Cauca, Orinoco y Pacífico, y abarcan cerca del 26 % del territorio nacional.
Mauricio Valderrama, experto en ecología de la pesca y conservación de recursos naturales, director de la Fundación Humedales —organización no gubernamental que trabaja con ecosistemas acuáticos de Colombia y su relación con la sociedad desde hace más de 20 años— afirma que los humedales vuelven al país sudamericano una nación privilegiada en el mundo cuando se habla de agua, así como a los recursos y servicios que ofrecen: alimento, transporte, turismo, agua para riego en la agricultura y para la ganadería, regulación del clima y la mitigación de inundaciones, entre muchos otros.
“Los colombianos vivimos en un país anfibio; desde niño, todo colombiano tiene alguna relación con los ecosistemas acuáticos, porque hay agua por todos lados —dice Valderrama—. Los humedales son ecosistemas estratégicos, pero también son los ecosistemas más amenazados en el mundo. Son áreas donde ya existe mucha intervención, mucha transformación y, obviamente, por eso decimos que están en una categoría de amenaza. Colombia es riquísimo en humedales, pero solo el 7 % de ellos tienen algún grado de protección”.
Afortunadamente, dice el experto, cada vez hay mayor interés en actuar a favor de su conservación, particularmente, en las comunidades locales que habitan estos ecosistemas y donde se ha desarrollado una mayor conciencia sobre sus necesidades y ha crecido la intención de participar y proponer actividades.
“Pero también tenemos que decir que esas personas no se pueden dejar solas —afirma el especialista—,las autoridades ambientales y las políticas nacionales tienen que trabajar de forma efectivay dando soluciones reales a los problemas de la gente que vive en los ríos. Son quienes necesitan la verdadera atención del Estado”.
Estrella Fluvial Inírida: un sitio megadiverso
La riqueza de este sitio es impresionante. De acuerdo con el plan de manejo de la EFI, se demostró a través de estudios biológicos y socioeconómicos la mega biodiversidad que alberga, pues se registraron 903 especies de plantas, 364 de peces —que representan el 37% de la riqueza de la cuenca Orinoco y el 23% de las 1595 especies dulceacuícolas registradas en Colombia—, 66 de anfibios, 106 de reptiles, 491 de aves y 200 de mamíferos.
Además, el sitio tiene una gran relevancia cultural para las comunidades indígenas que lo habitan y que dependen de él para su sustento: los pueblos Curripaco, Puinave, Sikuani, Cubeo, Piapoco, Piaroa y Tucano —con población mayoritaria de los dos primeros— y comunidades campesinas provenientes de departamentos como Meta, Casanare, Cundinamarca y Boyacá, establecidas principalmente sobre el río Guaviare.
Según el plan de manejo de la EFI, la importancia pesquera de la Estrella Fluvial Inírida fue un criterio importante para su designación como sitio Ramsar en 2014. Su riqueza en peces es parte integral de la suficiencia alimentaria de los pueblos originarios, mientras que la región es reconocida por su actividad de pesca ornamental que la posiciona como el principal centro de acopio de ese recurso en Colombia. Debido a esta importancia pesquera, se trabaja en el establecimiento de una reglamentación sobre las actividades, a cargo de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), con la participación de las comunidades indígenas que hacen parte del sitio Ramsar y así contribuir al fortalecimiento de las iniciativas locales de gestión de los peces.
“La vida de las comunidades indígenas y campesinas de este sector gira en torno a la pesca, la agricultura y la cacería; mucha de la alimentación depende de la pesca de consumo —que es del 70 %— y el resto de la carne de monte y de la agricultura; así es básicamente para las 25 comunidades indígenas y las 65 fincas campesinas que habitamos este territorio”, explica Rosa Durán.
Natalia Atuesta, bióloga especialista en uso y manejo de vida silvestre, e investigadora del grupo de fauna del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI —con quienes trabajan el monitoreo de fauna de consumo desde el 2019—, señala que el sitio Ramsar tiene la vocación de hacer conservación, pero también del uso sostenible de los recursos naturales, por lo que no se trata de “no tocar, sino de usar sin acabar”.
La experta comenta que “esa es la aproximación de las personas que viven en las comunidades que ancestralmente han usado esos recursos y que son los gestores y manejadores de ese territorio, por eso se organizaron en la Mesa Ramsar y nosotros, como instituciones, hemos entrado a apoyar técnicamente a las comunidades”.
De esta manera, han sido las propias comunidades quienes han sido capacitadas para la recolección de los datos que son posteriormente analizados por el Instituto SINCHI. A la fecha, el equipo de monitoreo comunitario está conformado por unas 30 personas que se han especializado en los últimos años.
“Siempre les estamos devolviendo los datos para que se generen conversaciones, pues ellas son las que proponen las medidas de manejo y qué es lo que quieren hacer”, agrega Atuesta.
Además, las comunidades han propuesto siete zonas de reserva en la EFI que eligieron, por ejemplo, por ser áreas de reproducción de especies y desde donde se mueven hacia otras zonas.
“Hay reservas que se han decidido por conocimiento de los viejos o por sus recorridos de monitoreo en sus territorios donde hay áreas que no se conocían antes y que ahora saben que están conservadas, por lo que son buenos sitios para mantener esa fauna disponible”, dice Atuesta, mientras que hay otras reservas destinadas para hacer vedas de algunas especies u otras donde hay playas específicas para la conservación de las nidadas de tortugas.
Las amenazas al ecosistema
Los factores adversos en la EFI incluyen la extracción de oro y coltán. De acuerdo con Rosa Durán, la problemática empezó a partir del año 2021, con el avance de la pandemia del COVID-19. Ahora existe la presencia de balsas mineras trabajadas por personas externas a la zona y que, a su paso, también reclutan mano de obra indígena barata.
“Es muy triste, porque la gente desarrolla la actividad porque dicen que están solos, porque están en el abandono total del Estado, porque no hay presencia de nadie más que nosotros que, como comunidades, estamos dando vueltas por ahí, tratando de hacer registros de pesca y de fauna, y hablando con la gente. Pero somos un grupo de indígenas y de campesinos en contra de muchas otras cosas que no son tan buenas para el medio ambiente o para las mismas comunidades”, lamenta la lideresa indígena.
Así,la minería ilegal se está presentando mayormente en uno de los ríos: el Atabapo, donde la actividad de estas balsas remueve la tierra y ocasiona una gran degradación en el río. “Ahora se empiezan a ver montañas de arena blanca y ya hay cambios, por ejemplo, en la reproducción de los peces y las tortugas, que las monitoreamos y ya no se ven como se veían anteriormente. Es prácticamente como si se estuvieran acabando”, afirma Durán.
El monitoreo de pesca de consumo se ha realizado durante los últimos 12 años. De acuerdo con Durán, sus resultados señalan que no ha cambiado la variedad de peces presentes, sino su cantidad.
“Los pescadores ahora tienen que dedicar más horas a la pesca para poder sacar una cantidad más o menos grande; sí hemos visto una afectación, porque además de la disminución en el número, también hay cambios en el tamaño y en la reproducción”, agrega Durán.
En ese sentido, ejemplifica que el bocachico (Prochilodus mariae), un pez de escama, anteriormente medía unos 25 centímetros y hoy mide cinco centímetros menos. Además, solía reproducirse en el mes de mayo, pero ahora empieza entre marzo y abril.
La minería no es la única amenaza para estas especies. La lideresa apunta también la deforestación y los incendios que se presentan sobre los ríos, las lagunas y los caños, así como la sobrepoblación en la zona —que deriva en problemáticas como la sobreexplotación de los recursos y el comercio ilegal— y el uso de artes de pesca inadecuadas.
“El aumento de personas por los problemas de migración, provoca sobrepoblación y, como la Estrella Fluvial es la zona donde se consigue la mayor parte de animales y de peces, toda la gente los saca del mismo territorio para su consumo y su comercio —explica Durán—. Además, con esas artes de pesca inadecuadas, cogen todas las especies pequeñas y en épocas de veda, por eso logramos con la Aunap que se haga un ajuste: corrimos la veda, porque anteriormente empezaba en mayo y ahora es en abril”.
Por eso también se trabajó en la recuperación del uso de artes de pesca tradicionales que, de acuerdo con Durán, provocan un menor impacto. Esto resultó en una serie de acuerdos locales entre las comunidades indígenas y que se elevaron a una resolución pesquera.
“Tenemos 25 acuerdos con 15 instituciones de orden local, nacional e internacional, buscando que cada una, desde sus competencias y desde la nuestra como comunidades indígenas, podamos hacer actividades que lleven a la conservación y uso sostenible de este territorio —explica Durán—. Las resoluciones que hemos logrado en cuanto a pesca y también el monitoreo de fauna que estamos haciendo en este momento con el Instituto SINCHI, son en el marco del proyecto GEF Corazón de la Amazonía donde se asientan muchas instituciones que buscan también la conservación de estos territorios estratégicos”.
El futuro de la Estrella Fluvial Inírida
La colaboración de las comunidades ha sido fundamental y desde la Mesa Ramsar se ha impulsado la educación ambiental. “La intención es que la gente empiece a caer en cuenta de que, en algún momento, las especies que tenemos se pueden acabar y no le podremos dejar nada a nuestros hijos o a nuestros nietos. Finalmente, la cultura indígena, nuestros conocimientos ancestrales y tradiciones, son los que han hecho que estos territorios conserven durante muchísimos siglos. Todo el conocimiento —el de la pesca, la cacería y la agricultura— está ligado al agua”, dice Durán.
La lideresa indígena agrega que los siguientes pasos del proyecto de conservación tienen que ver con el fortalecimiento de las actividades económicas, sobre todo, en un turismo de naturaleza con perspectiva ecológica y que beneficie a las mujeres.
“Que todo esto que hacemos sea un atractivo para que la gente (de las comunidades) empiece a ver que un animalito vale más vivo que muerto y que se empiece a concientizar sobre el hecho de que la fauna está para su alimento, más no para la venta”, dice Durán. Lo que espera para el futuro es un verdadero reconocimiento y valoración de la Estrella Fluvial Inírida y todo lo que significa no sólo para las culturas indígenas que la habitan, sino para el bien de todas las especies de flora y fauna que la necesitan.
“Quisiera que de verdad se viera como ese lugar importante que es. No solamente nosotros como comunidades indígenas, sino también las otras personas que están muy cerca, pero que pareciera que no les ven importancia —concluye Durán—. La EFI está en la zona de nuestro municipio de Inírida, que no tiene control sobre las aguas negras y todo está cayendo a los ríos donde la gente se baña, saca el agua para tomar y el pescado. Por eso quisiera elevar esa voz de auxilio por esta zona tan importante y que, de verdad, se vea al agua como algo vital”.
Imagen superior: Comunidades indígenas navegan el Río Inírida, Guainía. Foto: Yulieth Mora / Instituto Sinchi