Alrededor de 400 niñas y niños se preparan en las comunidades indígenas del Cauca, en el suroeste de Colombia, para ser los nuevos defensores del territorio y del medio ambiente.
Astrid Arellano / Mongabay Latam
Diez niñas y niños están formados, uno junto al otro, con la mitad del rostro cubierto por un pañuelo verde y rojo. Entre sus manos, sostienen un pequeño bastón de madera con listones de colores, que simboliza fuerza y autonomía. Tienen seis años de vida y, minutos atrás, rindieron protesta como cabildo escolar y niños guardias. A ellas y ellos, les llaman semillas de identidad y son la nueva generación de defensores del territorio.
Su escuela no tiene paredes porque es el bosque. En cada uno de los 11 pueblos indígenas del departamento del Cauca —Nasa, Yanacona, Kokonuko, Inga, Eperara Siapidara, Misak, Kishu, Ampiuilʘ, Totoroéz, Polindaras y Embera—, en el suroeste de Colombia, las niñas y los niños aprenden sobre defensa del territorio, cuidado del medio ambiente y derechos de los pueblos, para hacer frente a un contexto de violencia que afecta a la población entera.
“Son alrededor de 400 niños que trabajan con programas que intentan alejarlos de esos escenarios que afectan de forma bárbara en los territorios indígenas”, explica Edwin Mauricio Capaz, consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). “Intentamos sacarlos del narco, de la violencia armada y de las violencias alrededor de la familia, motivadas también por la cultura del narco”, dice.
Estas escuelas de niños guardias se formaron hace unos ocho años y su defensa no tiene nada que ver con las armas. “Los temas son el respeto a la estructura organizativa, la identidad y el servicio comunitario; reciclaje, cuidado y protección de la naturaleza, conocimiento del territorio y los escenarios de formación son las montañas, los ríos y ojos de agua: intentamos que tengan conocimiento y se apropien de lo que es de ellos y de todos”, agrega el consejero mayor.
El CRIC, a través del Programa de Educación Bilingüe Intercultural (PEBI), teje una política de educación propia con modelos no escolarizados, fuera de las instituciones gubernamentales colombianas y es orientada por maestros y maestras de las comunidades. Los temarios de las Semillas de Identidad, Autoridad y Defensa Territorial son construidos en colaboración con los mismos estudiantes, quienes tienen la libertad de proponer y participar en las formas y metodologías de aprendizaje. Los estudiantes, en su mayoría, inician su formación en edad preescolar.
Pero se enfrentan a un enorme lío: la falta de recursos, dice Capaz. “Como estos escenarios no son institucionalizados y responden a las metodologías, dinámicas, estructuras y tiempos propios de las comunidades —no al pizarrón ni al ABC de un currículum académico establecido por la educación externa—, no están financiadas. Son los esfuerzos organizativos de las personas y los niños que, de alguna forma, se apoyan para poder sobrevivir. Por eso no ha sido fácil: pudiéramos salvar a muchos más niños con un nivel de apoyo distinto”, explica.
La violencia que alcanzó a la niñez
La violencia en la región del Cauca ha permeado en todos los rincones y ha golpeado duro a todas las personas, sin importar la edad. La muestra está en el caso de Breiner David Cucuñame, uno de los niños guardias que formó parte de estas escuelas en el resguardo de Las Delicias, en el municipio de Buenos Aires. En enero de 2022, a sus 14 años, fue asesinado por un grupo armado, con tres disparos en el tórax.
Su muerte ocurrió cuando acompañaba a su padre, después de su jornada laboral, y los agresores —quienes fueron señalados por las autoridades tradicionales del Cauca como integrantes de la columna móvil Jaime Martínez de las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc)—, habían sido abordados por los indígenas de Las Delicias para que abandonaran el territorio. Después de negarse, los hombres armados comenzaron a disparar indiscriminadamente.
En ese hecho, además de Breiner David Cucuñame, fueron asesinados José Albeiro Camayo, excoordinador regional de CRIC y Guillermo Chicame, excoordinador de la guardia indígena. Esto consternó a los pueblos que se han movilizado en exigencia de justicia.
“Desafortunadamente, cuidar del territorio en el departamento del Cauca se ha convertido en una actividad sumamente peligrosa para todos”, afirma Edwin Capaz. “Lo es en medida que existen intereses poderosos alrededor de que no haya estructuras organizativas y que, si existen, sean cooptadas”.
Joe Nilson, consejero representante legal del pueblo Kokonuko, sostiene que, frente a la violencia en los territorios indígenas, los semilleros de identidad son la esperanza y oportunidad de sembrar a los futuros orientadores de los procesos de paz y autonomía en sus comunidades. Es decir, son el relevo generacional en formación desde temprana edad.
“Son una garantía, para nosotros, de la pervivencia en los territorios, forjando planes de vida”, dice Nilson. “Pero, para que realmente la situación cambie, necesitamos la voluntad política del gobierno en los procesos sociales de los Acuerdos de Paz: se ha recrudecido este conflicto en Colombia, sobre todo, en el departamento del Cauca. Las muertes son fallas del proceso estructural, por no cumplir lo acordado entre las partes”.
Educación para la resistencia
Arcadio Aguilar, dinamizador del proceso de formación de la educación propia de las Semillas de Identidad, Autoridad y Defensa Territorial, explica que la función del Cabildo Escolar es mantener el equilibrio y la armonía en su entorno educativo —también dentro de las escuelas de educación básica existentes en el Cauca—, con una visión comunitaria y bajo el ejemplo del Cabildo de mayores en las comunidades.
La Guardia Estudiantil, por su parte, se conforma por niñas y niños que pueden formarse como comuneros guardianes de la vida y la cultura de los territorios indígenas.
“La dinámica de un cabildo escolar y una guardia es que, en ese pequeño territorio donde existe el ejercicio de autonomía, existan también el cuidado y la protección de sus compañeros, y se resuelvan problemáticas dentro de ese territorio que se llama escuela”, explica el formador.
Así, las niñas y los niños que integran estas estructuras, se encargan de coordinar desde lo más básico para la convivencia: el aseo, el paso al comedor, la participación en actividades lúdicas o deportivas, el cuidado de los más pequeños.
“Los niños nacen con ese ejercicio de cuidado y protección, esa es la esencia: defender la vida como tal, desde la más pequeña, animal y humana. También defender el territorio y la cultura, la lengua materna, las costumbres, la alimentación”, agrega.
A futuro, la intención es que las niñas y niños continúen su formación educativa y política en los siguientes niveles de educación propia, que incluyen el programa para jóvenes y la Universidad Autónoma Indígena Intercultural, con acceso a la capacitación en áreas como la pedagogía comunitaria, lenguas originarias, derecho, salud y comunicación propias e interculturales, así como revitalización de la Madre Tierra y pedagogía de las artes ancestrales.
Las niñas y los niños son pensados como semillas de identidad y de vida porque, su corta edad, es el mejor escenario para inculcar los valores culturales de los pueblos indígenas, agrega Edwin Mauricio Capaz, consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).
“Se trata de poder incidir en las generaciones en las que el corazón y los sentimientos son armónicos”, concluye. “Desde ahí se construyen los escenarios que tenemos vacíos y que vamos fortaleciendo junto a los niños y los mayores que aún creen y luchan por los territorios en paz. Buscamos sacar a los niños de los escenarios de vulnerabilidad: queremos quitarles niños y niñas a las economías poderosas, quitarles niños a las violencias. Quitarle niños a la guerra es clave”.
Imagen principal: Guardia indígena escolar y cabildo kokonuko, en el Cauca, Colombia. Foto: PEBI-CRIC
ALIANZA INFORTMATIVA
MONGABAY LATAM – RED PRENSA VERDE