Durante décadas, Argentina ha subsidiado la tala de bosques autóctonos y la plantación de especies exóticas, principalmente pinos, en terrenos generalmente reclamados por los pueblos indígenas. En un reciente enfrentamiento por una disputa territorial, unos hombres armados dispararon a dos jóvenes activistas indígenas mapuches, uno de los cuales murió.
Denali DeGraf / Mongabay Latam
Cuesta del Ternero, Argentina – Un fresco día de primavera en septiembre de 2021, una comunidad indígena mapuche conocida como Lof Quemquemtrew anunció que había recuperado una porción de un territorio ancestral en el remoto valle de Cuesta del Ternero en la Patagonia andina de Argentina. El campamento se encuentra en una zona de bosque autóctono adyacente a las forestaciones de pinos propiedad de Rolando Rocco, un empresario local con licencia forestal para el terreno en cuestión.
El valle de Cuesta del Ternero representa un estudio de caso de la relación entre la industria forestal y los derechos de propiedad en la Patagonia. La campaña del Estado para plantar especies comerciales exóticas ahora choca contra el creciente movimiento indígena para recuperar tierras y el aumento en el riesgo de incendios forestales. En tanto Argentina se ha comprometido a casi duplicar la superficie de sus forestaciones para cumplir con los objetivos climáticos establecidos en el Acuerdo de París, abordar los interrogantes sobre su rol en las disputas por las tierras e incendios forestales resulta cada vez más importante para los activistas indígenas y los pueblos cuyos hogares enfrentan el riesgo de incendio.
Al cabo de una semana del anuncio de Lof Quemquemtrew, se presentaron cargos de ocupación de inmuebles, la policía irrumpió en el lugar y detuvo a seis adultos y a un niño de ocho años. Confiscaron carpas y otras pertenencias, y bloquearon la ruta de acceso, lo que impidió el paso de las personas que entregaban comida y ropa de abrigo a quienes permanecían en el territorio. En la ruta, surgió un campamento solidario para hacerle frente al bloqueo de 24 horas. Las organizaciones indígenas y los grupos de derechos humanos presentaron solicitudes legales de paso por motivos humanitarios, pero este les fue denegado repetidamente. Según la fiscal, “las declaraciones sobre ayuda humanitaria son un eufemismo”, aunque no explicó de qué.
Sin embargo, a dos meses del enfrentamiento, el 21 de noviembre, la policía dejó pasar por el puesto de control a dos hombres empleados por Rocco con permiso del Ministerio de Seguridad. Procedieron a disparar a dos mapuches: Elías Garay Cayicol, de 29 años de edad, murió en el acto y Gonzalo Cabrera, de 26 años, quien resultó gravemente herido, sobrevivió tras una cirugía abdominal mayor. Los perpetradores actualmente están presos a la espera del juicio.
Tras el tiroteo, el gobierno provincial de Río Negro no tardó en distanciarse del asunto. “Es una propiedad privada y el asunto se está resolviendo en los tribunales”, afirmó el ministro provincial de Gobierno y Comunidad Rodrigo Buteler.
Sin embargo, el terreno en cuestión no es privado, sino público. Rocco adquirió una licencia forestal en 3550 hectáreas (8772 acres) de tierras públicas en 1985, en pleno auge de la forestación de pinos.
“En aquella época, te pagaban para limpiar lo que había, todo el bosque autóctono, te dejaban vender lo que sacabas y luego te pagaban para plantar especies exóticas que crecían rápido, sin prestarle ningún tipo de atención a las consecuencias”, afirmó Nicolás D’Agostini, técnico forestal del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF) de Río Negro. Mongabay intentó comunicarse con la Dirección de Tierras de Río Negro y con Rolando Rocco en relación con este artículo, pero no recibió una respuesta oportuna.
Disputas por tierras y “mejoras” al terreno
Durante la última parte del siglo XX, el gobierno promovió el reemplazo de bosques autóctonos por forestaciones comerciales de especies originarias de la zona occidental de América del Norte: pino ponderosa (Pinus ponderosa), pino de Monterrey (P. radiata), pino contorta (P. contorta) y abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii). Se plantaron cientos de miles de hectáreas a lo largo del borde montañoso occidental de las provincias de Río Negro, Neuquén y Chubut.
La Ley Nacional de Inversiones para Bosques Cultivados exime a todas las forestaciones de impuestos sobre la propiedad, la renta u otros, y también subvenciona hasta el 80 % de los costos. Rocco fue uno de los primeros beneficiarios y recibió subsidios el primer año en que la ley entró en vigencia para plantar pinos en el terreno.
En la lista de beneficiarios, junto con Rocco, se encuentra el Grupo Benetton, el gigante italiano de indumentaria y terrateniente privado más grande en Argentina, así como Papel Prensa, una empresa con el monopolio nacional de la producción de papel periódico. Todos ellos son terratenientes ausentes.
Según Mirta Ñancunao, miembro de la comunidad de Las Huaytekas, a 30 kilómetros (18 millas) al norte de Cuesta del Ternero, los pequeños propietarios rara vez tenían títulos de propiedad, incluso hacia finales del siglo XX. Tanto a los indígenas en territorio ancestral como a los colonos inmigrantes les decían que la única forma de acceder a la plena propiedad era “haciendo mejoras”, léase talando el bosque autóctono y plantando pinos.
“La provincia le dijo a la gente: ‘Si no plantan pinos, nunca conseguirán un título de propiedad’”, dijo Ñancunao.
Muchas empresas adquirieron terrenos plantando pinos en las tierras habitadas por otras personas. Ya en 1957, Industria Forestal Andina solicitó 700 hectáreas (1730 acres) de terreno en Cuesta del Ternero, alegando que el terreno estaba “improductivo, porque los ocupantes actuales no habían hecho ninguna mejora productiva en pos de lo que entendemos es el destino de todas las tierras en esta jurisdicción: la silvicultura”.
Debido a que el gobierno dio acceso a las tierras a cualquiera que plantara árboles exóticos mientras se negaba a reconocer a los habitantes tradicionales, muchos mapuches consideran que toda la política no ha sido más que un medio para apoderarse de sus tierras.
“Ahora dicen que es por el cambio climático. Antes decían que era por la madera”, dice Mirta Ñancunao. “Pero el propósito siempre fue quedarse con las tierras”.
Consideran que el enfrentamiento reciente en Cuesta del Ternero es una prueba de que el gobierno sigue dando prioridad a las forestaciones sobre el acceso de los indígenas a la tierra, y lo hace a punta de pistola.
Según lo expresado por Romina Jones, miembro y portavoz de Lof Quemquemtrew: “Le entregaron las tierras a Rocco, le pagaron por estos pinos, y él nunca vivió ni un solo día aquí. Y mire cómo terminó el lugar”. Al pronunciar estas palabras, señaló con un gesto las colinas alrededor de ella, todas carbonizadas. “Solo queremos un lugar donde vivir como mapuches”.
Bosques patagónicos e incendios forestales
En los últimos años, los incendios forestales han ardido en la región debido a las forestaciones, que han convertido a los bosques de la Patagonia en una caja de yesca. Entre las provincias de Río Negro y Chubut, las forestaciones representan el 9 % de la superficie quemada en las últimas tres décadas, según los datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, pero constituyen solo el 2.5 % de la masa forestal.
En 2021, tres incendios importantes, todos ellos relacionados con forestaciones, ardieron cerca de donde los Andes cruzan el límite provincial entre Río Negro y Chubut. El primero comenzó en enero en una forestación en un extremo de Cuesta del Ternero y luego se propagó por forestaciones y el bosque autóctono por igual durante los siguientes 40 días. Según bomberos y funcionarios del gobierno, las forestaciones del valle empeoraron el incendio.
“El fuego subió directo por la línea de las forestaciones que se plantaron hace muchos años y que luego se abandonaron. Si se las hubiera podado y raleado, si se hubiera limpiado el exceso de materia orgánica, no me cabe duda de que el incendio no habría sido tan grave”, expresó Sergio Federovisky, viceministro nacional de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
“Cuando no hay una gestión adecuada [de una forestación], se produce una situación de combustible explosivo: continuidad vertical, continuidad horizontal, de todo… Son bombas de tiempo listas para estallar”, dijo Jorge Cuevas, técnico forestal de SPLIF.
En marzo, se inició otro incendio justo a 16 kilómetros al suroeste e hizo arder una forestación abandonada en Las Golondrinas: destruyó 500 viviendas en apenas una tarde y dejó a miles de personas sin hogar. Junto con un tercer incendio cercano, se quemaron unas 30 000 hectáreas en total.
Gestionar las forestaciones tiene una importancia fundamental, ya que los pinos son extremadamente inflamables, como informó Estela Raffaele, bióloga de especies invasoras del CONICET, el consejo nacional de investigaciones de Argentina.
“Les toma mucho menos tiempo encenderse y, a altas densidades, encuentras que, donde está invadido, la cantidad de combustible es enorme”, le comentó a Mongabay.
En un estudio publicado en marzo en Biological Conservation se halló que las especies de pino producen más material inflamable y acumulan mucho más combustible de desechos que los bosques autóctonos de la Patagonia, en los que los arbustos y matorrales constituyen un sotobosque sano y diverso. En el estudio se informó que, donde se han plantado pinos o estos han invadido, la biodiversidad se ve gravemente empobrecida, lo que lleva a que el suelo quede cubierto solo de hojarasca de pino seca y resinosa.
Los resultados de este ordenaron a los medioambientes en una escala desde aquellos con un riesgo bajo de incendio hasta aquellos con el riesgo más alto: bosque autóctono, forestación de pinos, invasión joven, invasión madura. Cuantos más bosques autóctonos se convierten en forestaciones, y cuantos más pinos se extienden fuera de los predios de forestación inicial, mayor es el riesgo de que ocurran incendios forestales intensos.
Los incendios forestales también están acelerando la invasión de pinos en zonas donde no estaban plantados originalmente. En 2017, un estudio publicado en Biological Invasions demostró que los pinos norteamericanos superan con creces a las especies autóctonas tras los incendios. El caso más serio lo constituye el Pinus radiata, que es serotinoso, es decir, que se ha adaptado para liberar sus semillas de los conos tras la exposición al fuego. Dado que ninguna de las especies autóctonas es serotinosa, el radiata presenta una enorme ventaja competitiva respecto de la colonización de las zonas quemadas.
“Esto lleva a un bucle de retroalimentación positivo en el ciclo de invasiones e incendios”, afirmó Raffaele, coautora de ambos estudios. “Las invasiones aumentan los incendios y los incendios aumentan las invasiones”.
Además del riesgo de incendio que se refuerza a sí mismo y de la pérdida masiva de biodiversidad que provocan las especies de las forestaciones que se extienden más allá en el campo, las invasiones de pinos están afectando a muchas otras facetas del ecosistema. Aún no se ha publicado ningún estudio integral sobre el uso del agua en las forestaciones en Argentina.
Sin embargo, a lo largo de los Andes, en la Patagonia chilena, donde las forestaciones están más extendidas y establecidas un estudio sobre grandes cuencas de 2019 mostró que, a medida que aumentaba el porcentaje de tierras ocupadas por forestaciones, la disponibilidad de agua subterránea disminuía proporcionalmente.
Si el objetivo de Argentina es prácticamente duplicar su superficie forestal para el 2030, estos problemas relativos al peligro de incendio, la pérdida de biodiversidad a causa de la invasión y los derechos sobre las tierras tendrán que tratarse, dicen los biólogos.
En un estudio de 2015, Estela Raffaele señaló que la invasión de los pinos todavía está en una etapa temprana, pero que “existe un enorme riesgo de que en el mediano plazo enfrentemos la invasión de especies a gran escala, con efectos perjudiciales sobre el medioambiente, así como sobre la silvicultura”.
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