Una nueva investigación mostró que casi la totalidad del territorio continental colombiano tiene potencial para albergar al jaguar. Sin embargo, sólo alrededor del 57 % del país mantiene parches de hábitat adecuados para la supervivencia de la especie.
El territorio colombiano es una región crítica para conectar poblaciones de jaguar (Panthera onca) entre América Central y América del Sur. Una reciente investigación plantea caminos para atender este desafío y tener áreas de conservación y corredores que ayuden a la conservación de esa especie.
Hasta ahora, diversos estudios han identificado cinco subpoblaciones del félido en Colombia: Amazonía, Chocó Biogeográfico, Paramillo-San Lucas, Sierra Nevada de Santa Marta y Serranía de Perijá-Catatumbo. Adicionalmente, a lo largo de los años se han dado algunos esfuerzos científicos para identificar áreas prioritarias para la conservación del félido y, hasta el momento, sólo existía una propuesta para crear corredores potenciales para el jaguar a nivel nacional.
Un nuevo estudio, publicado en marzo de 2024 en la revista Plos One, generó novedosos enfoques para evaluar, espacialmente, las prioridades de conservación del jaguar y así determinar su distribución, identificar los parches potenciales de hábitat remanente en Colombia y definir la red de conectividad ecológica dentro de estos parches remanentes.
El estudio identificó que la distribución potencial del gran félido en el territorio continental comprende 1 103 122 kilómetros cuadrados, de los cuales sólo el 56.71 % mantiene parches de hábitat con el potencial adecuado para albergar a la especie. También encontraron 960 corredores importantes para unir parches remanentes de vegetación natural o seminatural e identificaron áreas prioritarias para la conservación del jaguar y áreas prioritarias para la recuperación de la especie (JPCA y JPRA, por sus siglas en inglés).
En total, los investigadores propusieron 34 JPCA y 463 JPRA que ocupan un área de 56 0047 y 65 485 kilómetros cuadrados, respectivamente. Las JPCA se ubican principalmente en la Amazonía y la Orinoquía, mientras que las JPRA se encuentran en el Caribe, el piedemonte de los Andes, la Orinoquía y los valles interandinos del centro de Colombia.
José Fernando González-Maya, director científico del Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (ProCAT), copresidente del Grupo de Especialistas en Pequeños Carnívoros de la de la UICN y coautor del artículo científico, explica que las áreas prioritarias de conservación buscan proteger los parches que actualmente tienen características ideales que permiten la supervivencia de poblaciones o subpoblaciones de jaguar a largo plazo, mientras que las de recuperación son zonas importantes para la especie, pero que actualmente no tienen la capacidad de sostener poblaciones o subpoblaciones a largo plazo, por lo que es importante tratar de llevarlas a su estado original.
“Siempre que hablamos del estudio de una especie, y sobre todo especies carismáticas, uno de los grandes retos es conocer su distribución, estimar dónde están sus poblaciones. También saber cuál es su estado actual de conservación, es decir, conocer en dónde se han perdido poblaciones y dónde quedan áreas de su distribución que pueden ser útiles para mantener esas poblaciones. Y, adicionalmente, en un país donde tenemos unos retos gigantes de conservación, es importante definir cuáles son las prioridades y cuáles son las zonas más críticas que debemos mantener”, dice González-Maya.
Conservar y recuperar el hábitat del jaguar
El jaguar viene perdiendo hábitat de forma acelerada en el país y así lo confirma el estudio científico: “Los cambios históricos del paisaje provocados por la fragmentación y pérdida del hábitat están disminuyendo el hábitat potencial de la especie y han reducido su distribución en un 39 % en el país. En consecuencia, las poblaciones están cada vez más aisladas y su diversidad genética se está reduciendo, lo que hace al jaguar más vulnerable a la extinción a diferentes escalas”.
¿Qué tan afectadas están las poblaciones de jaguar debido a la reducción de su hábitat en Colombia? Esa es una pregunta difícil de responder, ya que resulta prácticamente imposible hacer un censo de todos los individuos, además de que un sólo jaguar puede utilizar varias decenas de kilómetros cuadrados de territorio para vivir. Sin embargo, tener un estimado ayuda a tener más claras las estrategias que se deben implementar y en qué sitios concentrar esfuerzos, por eso los investigadores recopilaron todos los registros de presencia de jaguares en bases de datos de biodiversidad, literatura existente y sus propios datos, derivados de registros validados de observaciones directas, datos de cámaras trampa, eventos de depredación con confirmación del depredador, entre otros.
El siguiente paso fue depurar los registros para obtener la distribución potencial de la especie más confiable posible. El primer filtro era la credibilidad del registro y el segundo se enfocó en la precisión geográfica de cada caso. A partir de ese momento, utilizaron modelos matemáticos para estimar la distribución y superpusieron mapas de las coberturas terrestres donde se han reportado jaguares (bosque denso, bosque abierto, bosque de galería, bosque fragmentado, vegetación secundaria, pastizales naturales, pantanos y pantanos costeros) para identificar los parches remanentes de hábitat potencial para la especie.
“Luego, estimamos el área de cada parche y seleccionamos aquellos con un tamaño igual o mayor a 23,5 km2, los cuales podrían servir como trampolines que permitirían el movimiento a través de paisajes fragmentados”, comentan los investigadores en su estudio.
De los 1 103 122 kilómetros cuadrados de distribución potencial, sólo el 15.6 % se encuentran actualmente bajo una categoría de protección como parques nacionales, reservas naturales y distritos regionales de manejo integrado.
Los resultados también identificaron 497 parches (o zonas núcleo) importantes para la conservación del jaguar, de los cuales 439 (88,3 %) tenían al menos un corredor asociado y 58 se consideran hábitats aislados.
“Aunque las regiones de la Amazonía y la Orinoquía albergan las mayores extensiones de hábitat remanentes para la especie, ambas enfrentan transformaciones drásticas del paisaje debido a la persistente invasión humana que ha aumentado en los últimos años. Según nuestros resultados, estas regiones albergan los parches remanentes más grandes con menor influencia humana y con la mayor contribución a la conectividad nacional, representando así las áreas de conservación para el jaguar más importantes del país”, dice el estudio.
Diego Zárrate, director de conservación en ProCAT y coautor del artículo, menciona que la cifra de más del 50 % del país con potencial para ser hábitat del jaguar podría parecer un número alentador, sin embargo, esos territorios enfrentan amenazas como la fragmentación de los bosques. “Casi la mitad del país, sobre todo la zona Andes, el piemonte de la Orinoquía y todo el Caribe están súper aislados. Las poblaciones que quedan allá están todas muy amenazadas. Casi todas las áreas con gran potencial están en la Amazonía, el resto del país está muy desconectado”.
Regiones críticas que necesitan intervención
Para González-Maya, la región Caribe es la que enfrenta los mayores retos para mantener sus poblaciones de jaguares a largo plazo, porque tuvo procesos muy fuertes de deforestación hasta las décadas de los sesenta y setenta. Después de esa pérdida de bosque quedaron relictos aislados que se enfrentaron a nuevos problemas como el cultivo de marihuana y la crisis de orden público. El reto es lograr que estos relictos se vuelvan a conectar con zonas importantes como la serranía de San Lucas y la serranía del Perijá. En el primer caso, dice González-Maya, es importante lograr la consolidación de San Lucas como área protegida nacional, “porque ya llevamos cerca de 20 años intentándolo, pero no ha habido voluntad política”. En el caso de Perijá, se trata de una región compartida con Venezuela que es importante conectar para lograr que haya un mejor corredor de tránsito de jaguares en esta zona de frontera.
El desafío más grande está en la Sierra Nevada de Santa Marta, el complejo montañoso más meridional de Sudamérica, donde también habita el jaguar, pero que está bastante aislado.
“Se ha identificado que la población de la Sierra es de los remanentes que si bien puede ser viable en el Caribe, está en su límite, porque puede tener muy pocos individuos. La única conexión funcional que tiene para subsistir es con la serranía de Perijá y, seguramente, con las poblaciones que todavía pueden existir en Venezuela. Si no hacemos algo muy rápido para que estos corredores vuelvan a ser funcionales, es muy probable que a la vuelta de 10 o 20 años esa población de jaguar empiece a disminuir tanto que desaparezca. Eso puede ser muy grave”, asegura Zárrate.
El investigador también comenta que las presiones que hay alrededor de la Sierra Nevada siguen en aumento. Por ejemplo, en la parte baja de la Sierra se ha visto un gran crecimiento de palma de aceite y banano en los últimos 20 años, además que los pequeños propietarios cada vez emigran más arriba en las montañas.
El estudio identificó 497 áreas para la conservación y recuperación del jaguar en Colombia y un potencial de 960 corredores para esas zonas. El mayor reto es ejecutar acciones que permitan la conexión del hábitat del félido, sobre todo en regiones como la Sierra Nevada de Santa Marta, donde existe una población bastante aislada.
El estudio mostró que otra zona importante en la que se debe trabajar es el Catatumbo (en la cordillera de los Andes, al oriente de Colombia y en frontera con Venezuela), “considerando su importancia central para la conectividad entre las regiones del Orinoco y el Caribe”.
¿Por qué es importante esta región? González-Maya indica que justo este espacio de la cordillera oriental de los Andes se convierte en un cuello de botella para conectar todas las poblaciones de los llanos orientales (Orinoquía) y de Venezuela con el resto de las poblaciones continentales. Además, esta zona es importante para una conexión directa con las poblaciones de Centroamérica.
El Pacífico es otra región crítica. Aunque el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), en su reporte de deforestación 2023, informó acerca de una aceleración en la pérdida de bosques en el centro-sur del departamento del Chocó, el Pacífico no suele concentrar las tasas más altas de deforestación. Sin embargo, uno de los hallazgos más relevantes del estudio sobre distribución y áreas prioritarias de conservación para el jaguar en Colombia es que esta región “si bien aún conserva una proporción importante de ecosistemas, fue identificada como la segunda región con menor hábitat potencial para la especie. Esto podría explicarse por los intensos procesos de deforestación al interior de la región, asociados principalmente a la minería ilegal y la explotación maderera”.
González-Maya comenta que por muchos años se había mantenido un poco el mito de que el Pacífico colombiano era un gran bosque continuo, pero ahora, con toda la información de sensores remotos y otras tecnologías de muestreo y análisis, se han visto fuertes procesos de deforestación y fragmentación hacia el Pacífico caucano y el Pacífico nariñense. “Hay unas áreas donde no necesariamente existen condiciones idóneas. Hay algunos parches bien definidos hacia el centro del Chocó biogeográfico donde es muy probable que haya jaguares en este momento, pero no son individuos suficientes para considerarlos una población a mediano y largo plazo”, asegura.
La desconexión del Pacífico es un gran reto para Colombia, porque esas poblaciones son vitales para la conexión con el Darién y con la costa ecuatoriana, que también tiene poblaciones de jaguar al occidente de los Andes. “Hay un riesgo grande de que eventualmente estos jaguares puedan quedar aislados si aumenta mucho la deforestación y la fragmentación en esa región y que, al final de cuentas, tengamos una población que no sea tan viable a largo plazo”, dice el director científico de ProCAT.
Los análisis realizados mostraron que regiones como la Amazonía, la Orinoquía, la Serranía de San Lucas y el Pacífico —aún con sus enormes retos— todavía representan áreas lo suficientemente grandes para mantener poblaciones viables de jaguar de más de 50 individuos, “lo que las convierte en unas de las áreas más importantes para asegurar no sólo la supervivencia del jaguar, sino también de otras especies a largo plazo”.
Lograr la conservación de estas zonas y la recuperación de las áreas que antiguamente eran hábitats importantes para el jaguar es una tarea que requiere de grandes esfuerzos.
“Necesitamos una política y una relación interinstitucional clara para el trabajo con especies amenazadas (el jaguar en Colombia es una especie catalogada como Vulnerable). En Colombia seguimos teniendo sólo una Lista Roja nacional, que sale cada cierto tiempo y se valida, pero la traducción a acciones puntuales de conservación en territorio es muy débil. Hay una desarticulación muy grande porque cada gobierno viene con su agenda particular”, dice Diego Zárrate.
El especialista también sugiere una legislación y unos lineamientos claros para trabajar con especies amenazadas y recuerda que el jaguar tiene esos lineamientos de trabajo donde, incluso, hay un plan de manejo de hace como 10 años, “pero nunca se implementó a ciencia cierta y está engavetado en el Ministerio de Ambiente, al igual que un montón de pequeños planes regionales que nunca se han podido implementar y articular”, concluye.
Imagen superior: Jaguar captado en cámara trampa en Colombia. Foto: Cortesía ProCAT.
REFERENCIA:
Machado-Aguilera, M. C., Lemus-Mejía, L., Pérez-Torres, J., Zárrate-Charry, D. A., Arias-Alzate, A., & González-Maya, J. F. (2024). Preserving the spots: Jaguar (Panthera onca) distribution and priority conservation areas in Colombia. Plos one, 19(3), e0300375
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